THE NORTHMAN.
Fallido, que no malo (ni mucho menos) film al que he acudido con muchas esperanzas, pues tiene a un director a los mandos, Robert Eggers, del que me fascinó su último trabajo “El faro” (2019), ahora con mucho más presupuesto, tiene una historia con mucho potencial sobre venganzas (Algo que siempre da mucho juego según se encare), tiene un referente literario en la icónica “Hamlet” de Shakespeare (alusiones ingeniosas al príncipe danés creado por el Bardo de Avon, como la escena en que se le presenta a Amleth el cráneo de un bufón muerto hace tiempo [Willem Dafoe]), tenemos al veterano productor Arnon Milchan (lanzando obras de Martin Scorsese, Terry Gilliam, Ridley Scott, o David Fincher), tiene un fenomenal elenco interpretativo en el protagonista sueco Alexander Skarsgård (también produce, siendo uno de los impulsores del proyecto; lástima que esto no lo refleje en una actuación con algo de emoción dimensional, parece un sucedáneo de su actuación de Tarzán), la australiana Nicole Kidman (que se ha hecho en la cara esta mujer? Tiene un buen momento cuando cuenta la ‘verdad’ a su hijo, resto inane), el danés Claes Bang (maravilloso en la serie “Dracula”, aquí no da mucho), la floridana Anya Taylor-Joy (me ganó para su causa desde la serie “Gambito de dama”, pero aquí no es más que un complemento amoroso sin chispa del prota)), el texano Ethan Hawke (con más fama que expresividad), la islandesa Björk (hacía 17 años que no aparecía en cine) y el de Wisconsin (no sé cómo es el gentilicio de allí) Willem Dafoe (siempre magnífico, en este caso se nota divirtiéndose en su extrovertido rol de brujo), tenemos un escenario majestuoso en Islandia (aunque casi toda está filmada en Irlanda del Norte) nada menos que en la salvaje época vikinga, esto realzado la labor del tándem en la fotografía de Jarin Blaschke, y los directores de arte Craig Lathrop y Robert Cowper, que en su miscelánea me cuasi-hipnotizaron con “El Faro”, posee una imaginería mística brillante sobre el mundo vikingo, que bulle en la mente de los personajes, con brujas, demonios, espadas mágicas (cual Excalibur), y ese gusto por los animales de Eggers, aquí explayado en manadas de lobos (le llevan su arma de Elegido) y cuervos (cruciales tras la Pasión vikinga).
Pero al final todo me ha sido
mejor por partes que en conjunto, pues la cohesión narrativa es irregular, resulta
una suma desequilibrada de escenas unas mejor que otras. Una película que en su
devenir llega a resultar alargadísima, llega sin aliento a su tramo final. El
guión lo escribió el director junto al poeta islandés Sjón (Sigurjón Birgir
Sigurðsson), basándose en la leyenda de Amleth, príncipe vikingo que emprende
una búsqueda para vengar el asesinato de su padre. Escrita originalmente por el
historiador danés Saxo Grammaticus, conocido como la inspiración directa de
Hamlet de William Shakespeare. Eggers citó Poetic Edda, Prose Edda, Egil's
Saga, Grettir's Saga, Eyrbyggja saga y Saga of Hrolfr Kraki como influencias
adicionales, también reconoció a Conan el Bárbaro como una fuente de
inspiración.
Se abre en el reino ficticio de Hrafnsey donde el rey
Aurvandill (Ethan Hawke) regresa de una campaña de conquista a su esposa Gudrún
(Nicole Kidman) y su hijo de 10 años Amleth (Oscar Novak). Aurvandill introduce
a su hijo en el rito iniciático para ser rey, para ello se inspiran en el Lobo,
aúllan, se tiran pedos y eructan (¿?). Pero el Rey es asesinado por su tío
Fjölnir (Claes Bang), el joven príncipe Amleth huye y adquiere la forma anabolizante
(ello mediante una elipsis torpe, pues saltamos del niño que huye en solitario
en un bote por mar abierto a un salto temporal en que es un guerrero ‘Berserker’)
de Alexander Skarsgård, regresando años después para vengar la muerte de su
padre, rescatar a su madre Gudrun (Nicole Kidman) y reclamar su reino.
Encontrando en su camino a la bella esclava Olga (Anya Taylor-Joy).
Un relato cargado de
atavismo, de salvajismo, de gore (con desmembramientos, mutilaciones [ingenioso
lo de la punta de la nariz, aunque lo vi hace poco en una cinta japonesa de
1972 [Kozure Ôkami: Sanzu no kawa no ubaguruma], evisceraciones,
decapitaciones, piras humanas, etc). Una epopeya nórdica que sale de las
entrañas de las bajas pasiones, de la brutalidad normanda, del instinto de
supervivencia. Donde Eggers potencia lo de dar más sentido estético en
detrimento de una historia sólida y compleja que nos arraigue, cayendo en los
tópicos del sentido masculino-animal-testosterónico de la vendetta, en lo
tóxico de esta meta, y lo malo es que ello sin dilemas morales, los personajes
no dudan, hacen lo que dictan sus instintos y punto, aquí se dejando de lado
las reflexiones sobre lo alienante de los ciclos revanchistas. En este sentido
todo es muy plano, a la par que simple, súmese que no hay giros, ni sorpresa
alguna (más allá de una revelación que hace la Reina y que tiene el efecto
dramático del zero). Esto conlleva que estos arquetípicos personajes me
resulten distantes, desde ese Amleth hermético y gélido, siempre con el rostro
de estreñido, no parece poseer sentimientos es un témpano de hielo, una mole de
músculos sin grietas. Esto provoca que el impacto anímico que debería haberme
hecho sentir el final me resulte nulo.
Tras huir Amleth en bote,
cortamos a verlo de mayor en medio de un grupo de Berserker vikingos (no se
sabe dónde) que se disponen a asaltar una aldea, ello visto en un
extraordinario plano-secuencia, saltan sus muros y masacran a los pobres
lugareños, con una brutalidad desmedida, la sangre salpica por todos lados, ello
en una colosal coreografía de movimientos de los guerreros en conjunción con la
cámara. Ello para bañarnos en el mundo darwinista en el que vive este
protagonista, donde Amleth es un amasijo de músculos sin más motor que sus reacciones
primarias de fuerza, lejos del tipo culto
en que se (dice) inspiró Shakespeare para su Hamlet; Tras esto Amleth tendrá un
proverbial encuentro con una (una turbadora Björk) vidente ciega (cual el de la
serie “Vikings”, también ciego, como reflejo que esa tara física atomiza ese
sexto sentido) que le profetiza su destino es vengar el asesinato de su padre
en un lago de fuego con una espada de acero mítico. Tenemos un plan bastante
cutre de enrolarse en un barco de esclavos, dodne nadie nota que hay un uno
más, total, es pequeño el tipo. Tras esto resulta que pasamos de lo que esperábamos
era un Hombre contra un Rey y su gran reino, a que en realidad, este Rey del
que vengarse ha tornado en un reyezuelo caricaturesco (lo han echado del reino
del padre) que posee una asquerosa aldea
exiliado en la inhóspita Islandia; Entonces la cinta entra en un ritmo
lentorro, donde no se entiende el comportamiento de Amleth, que teniendo
tropecientas oportunidades de matar a su tío Fjölnir prefiere esperar por no se
sabe qué. Asistimos a algunas escenas que intentan transmitir el costumbrismo
del tiempo y lugar. Amleth tiene enfrentamientos con
el arrogante hijo adulto de Fjölnir, Thórir (Gustav Lindh), en escenas más manidas
que los pechos de una porn-star.
Allí sin saberse porque
inicia una especie de Revolución por liberar a los esclavos, se supone él ha
pasado de heredero al trono a aterrador berserker y de ahí a vengador impenitente,
y no sabemos cuándo ha germinado en él ese sentimiento. Y comienza una
carnicería cual fantasma nocturno contra la gente del Rey (que más bien son
poquitos), con momentos tan grotescos como el ‘cuadro’ abstracto de partes de
cuerpos en una cabaña, o la risible secuencia de las autolesiones. Nos cuelan
una competición un tanto inverosímil para acentuar el salvajismo de esas
gentes. Nos meten con fórceps un romance que se da por imperativo del guión,
pues la química entre Taylor-Joy y Skarsgård es bastante escaso para provocar
empatía, por mucho que nos metan una escena sexual idealizada, que realmente chirría
en este relato. Hay tramos oníricos sobre la cultura vikinga. Todo se me hace
estirado, para con mucha situación incoherente, para desembocar en un rush
final atropellado, donde Amleth parece haberse convertido en Thor (cambiando el
martillo por su espada) donde nadie le hace sombra y cual Robocop acaba con el
que se le pone en frente. Para desembocar en el clímax profetizado (no creo
nadie sospechara otra cosa), un pasado de vueltas montaje de un duelo a espada
en la falda de un volcán en erupción, con sus ríos de lava por medio, rodado
cual juego de sombras chinescas, original? Pues no! A todo cinéfilo le vendrá a
la mente el enfrentamiento entre Darth Vader y Obi Wan Kenobi en “Star Wars: La
venganza de los Sith”. Para acabar al modo Vikingo con un caballo alado
surcando el espacio sobre un haz de luz hacia el Valhalla.
Pues todo esto me ha sido muy
monocorde en su desarrollo, lineal, siéndome el protagonista una
cuasi-caricatura del Iñigo Montoya de “La princesa prometida” (1987), que ya
era una parodia de los personajes vengativos (‘Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú
mataste a mi padre. Prepárate a morir’, era su mantra).
Las mujeres aquí son meras
muletas de los protagonistas y sus motivaciones. Solo la reina escapa por unos
segundos en una escena este cliché, pero
esto no puede contrapesar al nadería que son el resto del metraje.
Por supuesto que el brillo en
la puesta en escena está ahí. Con la magnífica labor en cinematografía de Jarin
Blaschke embelleciendo los salvajes lares que vemos remotos cual fin del mundo
en tono grisáceos apagados, donde nada es sol, o con ese travelling del ataque
berserker a la aldea en plano único; La estupenda edición de Louise Ford (“La
Bruja” o “El Faro”); La música étnica épica de Robin Carolan y Sebastian
Gainsborough, adornado por toques celtas de gaitas; Pero todo esto acentuar la
pretenciosidad de una historia que no puede cubrir su calidad interior.
La mayor parte del rodaje tuvo lugar en Irlanda del
Norte. El pueblo del rey Aurvandill se construyó en Torr Head, en la costa del
condado de Antrim, mientras la granja de Fjölnir se construyó en Knockdhu,
cerca de Larne. Las escenas en la Tierra de la Rus se filmaron en Portglenone ,
Clandeboye Estate, Shane's Castle y en el río Bann. La cantera de Hightown, en
las afueras de Belfast, representaba el volcán Hekla, donde tiene lugar la
lucha climática de la película. Se filmaron breves secuencias en Islandia en el
glaciar Svínafellsjökull y la ciudad de Akureyri.
Spoiler:
Todo el plan meticuloso revolucionario de Amleth (sin motivación
alguna orgánica) se viene abajo con ese modo torpe de él de echarse encima de
varios guerreros de Fjölnir, pues este tiene a Olga presa. Y tras serle dada
una paliza a Amleth para sonsacarle donde tiene el corazón del hijo, lo dejan
en el establo sin vigilancia y con la Espada (¿?) ‘mágica’ a su lado, esto es propio
de una parodia.
El encuentro de Amleth con su madre Gudrún, con él
destapando quien es realmente. Ella le espeta que fue la impulsora de la muerte
del marido por no quererlo ya amar a su hermano Fjölnir. Ella le sugiere
entonces mediante una seducción incestuosa matar a Fjölnir (‘Que espada más
grande’, le dice ella ¿?), y hacerse con el trono. Pero que trono? Si son su
supuesto reino es la posesión de unas tierra avernales pobladas por unos
poquitos pastores? No estaba enamorada ella de Fjölnir? Un despropósito tras
otro sin sentimiento de vergüenza! Pero es que esta revelación debería haber
removido el mundo interior vengativo de Amleth y le provoca la nada más
absoluta, tremendo. Como no le supone nada atravesar a su madre con la espada, ningún
trauma; Como no le afectan las puñaladas de su hermanastro en la espalda, un
insulto a la razón!
Clímax: En la falda del volcán escupiendo ríos de lava,
Amleth y Fjölnir tienen su duelo testosterónico, más falso que un euro de madera.
Terminan con la muerte de ambos, Amleth le corta la cabeza de cuajo y Fjölnir
le raja el pecho (o eso parece). Entonces Amleth tiene la visión de una
Valkiria en caballo blanco alado por un haz de luz hacia el Valhalla.
El arqueólogo Neil Price en la Universidad de Uppsala, el
folclorista Terry Gunnell de la Universidad de Islandia y la historiadora
vikinga Jóhanna Katrín Friðriksdóttir sirvieron como asesores históricos en la película.
Cuando las expectativas son tan altas la decepción es
mayor. Gloria Ucrania!!!
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