jueves, 17 de julio de 2014



JULIO CESAR. (1953)


Tributo a Marlon Brando en el Décimo Aniversario de su Muerte.


97/03(08/07/14) Notable adaptación de la shakesperiana obra “Julio Cesar” (1599) dirigida por un gran director de actores como Joseph Leo Mankiewicz. Universal obra que toca temas que más de 5 siglos después de ser escrita siguen vigentes. Posee una sobria puesta en escena que deja sobresalir las impresionantes actuaciones de unos actores en estado de gracia.

Estamos en la Roma del año 44 antes de Cristo, Julio César (gran Louis Calhern) es el gran conquistador de la República Imperio, ha añadido varios grandes regiones a Roma, acaba de  derrotar a Pompeyo en la Batalla de Farsalia, su popularidad no tiene límites. En Roma es aclamado por la plebe mientras desfila con su esposa Calpurnia (buena Greer Garson) y con su fiel Marco Antonio (gran Marlon Brando), un adivino (buen Richard Hale), previene a Julio César sobre los Idus de marzo, pero varios senadores recelan de sus ambiciones, entre ellos Bruto (gran James Mason) que ve nocivo para Roma el poder absoluto que puede serle ofrecido por el Senado, el sibilino Casio (gran John Gielgud), Casca (buen Edmund O´Brien) o Metelo (correcto Tom Powers), y conspiraran para asesinarlo.

John Houseman (“Los Tres Días del Cóndor”)  es el productor e impulsor del film para la MGM, en 1937 con su compañía co-creada con Orson Welles Mercury Theater hizo una aclamada versión en los escenarios de Broadway, protagonizándola Welles, aunque estaba enemistado por una pelea con Welles recurrió a él, pero este estaba preparando otra shakesperiana obra para el cine, “Otelo”, financiada por el Rey Faruk de Egipto, así que Houseman echó mano de Mankiewicz que estaba en la cresta de la ola con éxitos como “Carta A Tres Esposas”, “Eva Al Desnudo” u “Operación Cicerón”, que además adapta con fidelidad la obra del genial bardo del 1599 que se inspiraba en textos de Plutarco, por supuesto no se le puede buscar rigor histórico es una fabulación dramática sobre lo que realmente pudo pasar, donde incluso se inventan personajes.


Es esencialmente teatro con una majestuosa puesta en escena, pero teatro, no lo entiendo como un defecto si no como un homenaje a Shakespeare y a como el proyectó su obra, con diálogos lapidarios, con soliloquios solemnes, con el marcado marchamo tearal-operístico, para disfrutar debes aceptarlo como aceptas en un musical que en medio de una conversación se pongan a cantar y bailar. Es un relato que aborda la capacidad de manipulación, de demagogia, de hipocresía que detenta la condición humana, impresionante el discurso de James Mason, pero Marlon Brando hace lo difícil y le supera, demostrando que con pasión y mucha labia se puede ser el Maestro de Marionetas, haciendo que las masas del populacho bailen a su antojo. La cinta posee un fluido ritmo, unos inteligentes diálogos de una enorme profundidad en manos de unos actores sublimes. La historia reflexiona sobre los mecanismos sibilinos del poder, sobre la demagogia enfrentada al idealismo, sobre dos formas de entender la política, en realidad se enfrentan el fascismo de que como una persona está destinada a ser el guía de un pueblo, aunque sea a través de la tiranía, en este caso Julio César, y la otra la República donde el poder recae en los senadores, representan a la nobleza del pueblo, dos imperfectos sistemas, de hecho Mankiewicz tiene el acierto de no posicionarse, no hay buenos y malos, todos son grises, priman las ideologías manejadas con demagogia, las dos, las dos creen tener razón, las dos creen estar luchando por su pueblo, es un duelo por la integridad personal en el que sobresale Bruto. Y la ley del más fuerte siempre terminara siendo la opción ganadora, se ahonda en las debilidades humanas como la codicia, la ambición, la traición, la hipocresía, la venganza, el egocentrismo, la vanidad, la envidia, la mentira, la tiranía, en duelo contra la lealtad, el idealismo, el honor, la nobleza, o el patriotismo. Se estudia los mecanismos en las alcantarillas del poder, las medias verdades, la tergiversación de argumentos, las conspiraciones  en las que se unen todo tipo de personas, con diferentes visiones del mundo pero con el Enemigo a derrocar, se reflexiona sobre las astucia, sobre la ambigüedad moral para moldear a la opinión pública a tu antojo.



La cinta posee grandiosos momentos que perduran en la mente del buen cinéfilo, desde el arranque en que la gente festeja la entrada de Julio César en roma tras su victoria ante Pompeyo, cuando poco tiempo atrás vitor4eaban a Pompeyo como salvador de la República, o la sibilina reunión nocturna en casa de Bruto donde los conspiradores con Casio a la cabeza convencen al anfitrión de asesinar a Julio César, o el modo sutil apelando a su vanidad y narcisismo en que el senador Décimo Bruto convence a Julio césar de que debe ir al Senado a pesar de los malos augurios de los sueños de su esposa Calpurnia (buena Greer Garson),terminando Julio con la frase <El cobarde muere mil muertes", decide estoicamente, el héroe una vez>, o la portentosa planificación del apuñalamiento (23) múltiple en el senado, con ese último pincho de bruto, con julio César acercándose en un sofocante primer plano con la mano extendida hacia su ahijado y este le responde clavándole la daga y el asesinado responde con la mítica frase <Tú también Bruto>, y por supuesto el Descomunal duelo de discursos, primero el de Bruto/Mason embestido de idealismo y patriotismo republicano, y el segundo el de marco Antonio/Brando con el cuerpo en brazos aun sangrante de Julio César, pasional, mordaz, agudo, penetrante, arrollador, sublime, arranca con <Amigos, romanos, compatriotas, prestadme vuestros oídos. Vengo a enterrar a César, no a alabarlo. El mal que hacen los hombres vive después de ellos, el bien es a menudo enterrado con sus huesos; Que así sea con César…>, 12 minutos Apoteósicos, el zenit de la película, una de las cimas de la retórica y el dominio de las masas, o la reunión del triunvirato Lépido, Octavio y Marco Antonio culminada con la alegórica imagen de Marco moviendo el busto de Julio César para a continuación sentarse en el sillón Imperial.
La puesta en escena es de una enorme sobriedad, eminentemente teatral, con una gran calidad en la dirección de arte de Edward Carfagno (“Ben-Hur”) y Cedric Gibbons (“El Mago De Oz”), recrean con un siniestro toque una Roma angosta, de callejuelas, mezclando su pomposidad monumental con lo tenebroso, no hay grandes plazas, no hay lugares abiertos, emitiendo sensación de cuasi-claustrofobia (este apartado fue el único Oscar de la cinta, singular teniendo en cuenta que son restos reciclados de decorados de “Quo Vadis” de 1951), ayudado esto por la excelente fotografía de Joseph Ruttenberg (“Luz Que Agoniza”), jugando con el expresionismo alemán, con angulaciones de cámara, contrapicados que dan impresión de grandiosidad, con tomas nocturnas angustiosas, y desasosegantes, con dramáticos primeros planos, con épicas tomas de las masas enfervorecidas, destacable es también el vestuario de Herschel McCoy (“Quo Vadis”), suntuosas las togas patricias, y todo esto ataviado por la sutil música de Miklós Rózsa (“Ben-Hur”), comenzando con fanfarrias de cuernos, y después acunando con un patinado sombrío el relato.


El elenco actoral realiza una labor cumbre, comenzando por un hipnótico Marlon Brando, coloso entre Colosos, fuerza desbordante de la naturaleza, poseedor de un carisma atronador, actuación Sublime, con un discurso ante el féretro de Julio César, lección de cómo se puede envolver a la muchedumbre con palabras virulentas, con un tremebundo cinismo, ejemplo como repite con sorna que Bruto es un hombre de honor, Brando es un figura entusiasta, exponiendo una tremenda intensidad, con un lenguaje gestual fascinante, personificación de las ansias de poder y de la manipulación, derivando esto en su tercera nominación consecutiva al Óscar tras “Un Tranvía Llamado deseo” (1951), “Viva Zapata!” (1952), obtendría una cuarta con “La Ley Del Silencio” (1954), por la que por fin lo alcanzaría. Brando le fue impuesto a Mankiewicz, este prefería a Paul Scofield, recelaba de su dicción susurrante, pero Brando recabó asesoramiento en este apartado a John Gielgud, haciendo que Brando recitara de modo excelso.  James Mason es el ro, contrapuesto a marco Antonio, es el idealismo, el pragmatismo, el patriotismo, exhibe evolución, dudas, sombras, tormento, complejidad, integridad, nobleza, sentimientos de culpa, y esto Mason lo emite con contención, con fuerza, con hondura, consiguiendo al final que su personaje sea el de un perdedor, pero que su idealismo retumbará en la Historia. Louis Calhern como Julius Caesar es majestuoso, la estampa del poder, del dominio total, de la prepotencia, tipo al que encanta le adulen, magnífica su aura de cuasi-deidad. John Gielgud (en su primera a aparición en una producción USA) como Casio resulta una perversa encarnación, sombría sus alocuciones acerca de la envidia que siente por Julio César.


La tara para ser un film redondo es su último tramo, tras el especie de epílogo que es la reunión del triunvirato, acontece un acto final con la batalla de Filipos, reflejada de modo pobre, para rodar este enfrentamiento vulgarmente planificado mejor hacerlo fuera de plano, totalmente prescindible, alargado sin más sentido que rellenar, esto provoca desinflar la trémula intensidad construida hasta entonces, solo se salva la escena en que a Bruto se le aparece entre tinieblas Julio César, reseñar en aquí como subrepticiamente nos cuelan que Bruto era un pederasta por el trato demasiado cariñoso que tiene con su niño-criado. También se puede echar en falta algo más de peso en las actuaciones femeninas, Greer Garson como Calpurnia y Deborah Kerr como Porcia esposa de Bruto, desaprovechadas.

Un poco de historia para contextualizar: Julio César nació el 100 antes de Cristo, fue uno de los conquistadores más grandes de la historia, un gran estratega militar, que anexionó para Roma  lo que hoy es Francia, Holanda, Luxemburgo, parte de Alemania, llegando a ser el primero en incursionar en la Gran Bretaña, estas conquistas se tradujeron en popularidad, lo que conllevó las envidias en el senado que pretendían despojarle de su ejército, Julio César se rebeló marchando sobre Roma, para ello cruzó el Rubicon, río transalpino que simbolizaba que no había vuelta atrás y que al hacerlo Julio César pronucia su célebre frase en latín <Alea jacta est. (La suerte está echada)>, enfrentándose a su viejo amigo Pompeyo al que derrotó en las Batallas de Farsalia, Tapso y Munda, lo que le llevó a ser el amo de la República, entre tanto mantuvo un affaire con Cleopatra de Egipto. A su vuelta a Roma se hizo nombrar Cónsul y Dictador Perpetuus. Ante el riesgo de la República un grupo de unos 60 senadores entre los que estaban hombres de confianza de Julio César como Marco Bruto y Casio conspiraron para asesinarlo, y así lo hicieron en los Idus de Marzo del año 44 antes de Cristo en el Senado, le apuñalaron 23 veces, al parecer el forense afirmó que solo una de las heridas, la del tórax fue mortal. Marco Antonio, lugarteniente de Julio César, junto a Lépido y el hijastro de Julio César Octavio constituyó el triunvirato que regiría en Roma, asimismo organizaron la venganza, haciendo que los cabecillas conspiradores huyeran de la ciudad, y en la batalla de Filipos Marco Antonio con sus tropas acabó con ellos. Julio César no dejó descendencia por la esterilidad de su esposa Calpurnia, era sordo de la oreja izquierda, padecía de ataques epilépticos, era un grandísimo orador, escribió varios libros y murió a los 56 años, según algunos pronunciando la célebre frase <Tu también hijo mío? (Por Marco Bruto)>.

En conjunto con todo, lo bueno y lo poco malo me queda una notable obra sobre los diferentes camninos hacia el poder. Fuerza y honor!!!