domingo, 12 de junio de 2022

 


LAS AVENTURAS DEL BARON MUNCHAUSEN

Notable film de aventuras fantásticas, dirigido de modo megalómano por el Monty Python Terry Gillian (tiene un cameo no acreditado como un cantante), en lo que es una carta de amor a la imaginación como válvula de escape a nuestros mundanales problemas, un chute de alegría vitalista, una espectacular película que desgraciadamente fue un gran fracaso taquillero (recaudando solo $ 8 millones contra su presupuesto de $ 46 millones). El guión de Gillian y Charles McKeown (“La vida de Brian” o “Brazil”), basándose libremente en los cuentos fantásticos con el aventurero alemán Hieronymus Karl Friedrich Freiherr von Münchhausen, o Baron Munchausen , compilados por Rudolf Erich Raspe y publicados para lectores ingleses en 1785 como “The Surprising Adventures of Baron Munchausen” (o Baron Munchausen's Narrative of his Marvelous Travels and Campaigns en Rusia). Los cuentos fueron embellecidos aún más y traducidos al alemán por Gottfried August Bürger en 1786. Estos cuentos se ampliaron y tradujeron con frecuencia a lo largo del siglo XIX, y se narraron aún más en la novela estadounidense de 1901 Mr. Munchausen. Las historias se adaptaron a varias películas, entre ellas “Baron Munchausen's Dream” (1911, Georges Méliès), “Münchhausen” (1943, Josef von Báky con guión de Erich Kästner), o “The Fabulous Baron Munchausen” (1961, Karel Zeman). Para Gillian suponía su tercera entrada en la "Trilogía de la imaginación" de Gilliam, precedida por “Time Bandits” (1981) y “Brasil” (1985). Todos tratan sobre la "locura de nuestra sociedad torpemente ordenada y el deseo de escapar de ella por cualquier medio posible". Gilliam explica que, "El único tema que atraviesa estas tres películas es una batalla consistentemente seria entre la fantasía y lo que la gente percibe como realidad". Las tres películas se centran en estas luchas y en los intentos de escapar de ellas a través de la imaginación. “Time Bandits”, a través de los ojos de un niño, “Brasil”, a través de los ojos de un hombre de unos treinta años, y “Munchausen”, a través de los ojos de un anciano, tema muy acorde con otro de los personajes queridos por Gillian, y que persiguió durante décadas poder adaptar su propia visión  del mito, me refiero al cervantino Don Quixote.

 

Un enfrentamiento incisivo entre la pureza de la niñez encarnada en la rubia Sarah Polley y la vejez fantasiosa embestida por John Neville como el legendario barón, emparejando las dos mentalidades. Neville, un actor desconocido entonces, que da vigor a su rol, flemático, enérgico, electrizante, carismático, lástima que no aprovechara el tirón de esta actuación para el cine. La vejez confrontada con su senilidad, con su cansancio vital, ello alargado a los ‘compinches’ del barón, uno incluso (Berthold) no se acuerda de quien es realmente.

 

Una especie de odisea (para encontrar a sus colegas de batallas el barón: A Berthold, Albrecht, Gustavus, Adolphus y su caballo blanco Bucéfalo) que nos llevará de una ciudad situada por los turcos (donde asistiremos al icónico viaje del barón en bola de cañón, de hecho, la imagen que a uno le viene a la cabeza al pensar en este relato), al palacio de un tiránico sultán turco (notable Peter Jeffrey), donde se nos presentarán sus colegas de batallitas, de allí pasaremos a un viaje en globo (hecho con enaguas de mujeres) a la Luna, relacionándose con la cabeza del excéntrico Ray D. Tutto (un desatado Robin Williams sin acreditar, gigante con mente separada en su cabeza y su libidinoso cuerpo, los dos enfrentados: "Tengo mareas que regular!" le grita la cabeza a su resto del cuerpo, "No tengo tiempo para flatulencias y orgasmos!" ¿?; también cantará un bien traído tema, ‘King of the Moon’), coqueteará con la Reina de la Luna (divertida Valentina Cortese), va a parar al Monte Etna y su volcán, donde se las tiene con Vulcano (gran [da igual cuando diga esto] Oliver Reed), allí asistiremos al exultante nacimiento de la diosa Venus (una Uma Thurman en el zenit de su belleza) saliendo cual cuadro de Botticelli, de una enorme concha custodiada por dos querubines alados, donde el barón evocadoramente bailará un vals con ella flotando en el aire, de ahí ha de ser devorados por un gigantesco y monstruoso pez, y de vuelta a la ciudad sitiada para enfrentarse en una homérica batalla a los otomanos para deshacer el sitio. Todo ello desde la ambigüedad de no saberse si lo que cuenta el barón es verdad o fantasía, esto dio origen a la patología llamada "Síndrome de Munchausen" se relaciona con contar mentiras escandalosas.

 

Todo ello Gillian lo refleja con arrollador sentido escénico, dando relevancia a los decorados grandiosos, sin apenas CGI, todo tan artesanal como encantador y entrañable en la recreación de este mundo lleno de seres y lugares bizarros, todo muy creativo y espectacular, gracias a la fenomenal comunión entre diferentes cracks en lo suyo, como el tri-oscarizado (“Hugo”, “Sweeney Todd” o “El Aviador) Dante Ferretti en el diseño de producción, creando en los platós cinematográficos de los estudios Cinecittà de Roma estos universos oníricos, en la playa de lamería de los Muertos, así como para la ciudad sitiada estamos realmente en Belchite (Zaragoza); con la fotografía de Giuseppe Rotunno (“El Gatopardo” o "Amarcord"), llenando de colorido los fotogramas, con tomas singulares, con épicas tomas generales; ello amoldándose de modo excelente a los efectos especiales coordinados por Richard Conway (“Brazil” o “Sunshine”), generando sensacionales escenas (prodigiosamente barroco ese pajarraco mecánico de tres cabezas llamado Sybil; o esa isla-monstruo); reseñable también la música de Michael Kamen (“Arma Letal” o “Die Hard”), dando lustre a muchas secuencias.

 

Todo asistido por un buen sentido del humor, con muchos toques Monty Python (genial el de esa cabeza decapitada guiñándole el ojo a la mujer en cuyos brazos cayó; o ese Berthold que es el más rápido del mundo corriendo cual comic; o ese Gustave enano capaz de con sus soplidos de arrasare ejércitos; etc), no en vano además de Gillian, tenemos al co-guionista McKeown que trabajó en varios proyectos de estos, así como a Eric Idle como Desmond/Berthold. Dualidad de personajes esta que recuerda a “El mago de Oz” de 1939 (‘Somos actores, no productos de tu imaginación!’, le dice uno de los actores), donde la mente convulsa de este pseudo- Don Quixote lo mezcle todo en su fantasioso cerebro. Mordacidad imperante que sirve entre otras cosas, para reírse de los poderosos, de los que mandan de modo despótico; también para arremeter contra aquellos que ponen  coto a la imaginación ("No llegará muy lejos con el aire caliente y la fantasía!", dice un hombre cuando vemos al barón elevarse con su globo aerostático).

 

En una ciudad europea devastada por la guerra sin nombre en la " Era de la razón ", un miércoles (¿?) en medio de explosiones y disparos del gran ejército otomano fuera de las puertas de la ciudad, se lleva a cabo una fantástica producción teatral itinerante de la vida y aventuras del barón Munchausen. En un palco, el alcalde, "The Right Ordinary Horatio Jackson" (un jocoso en su malicia Jonathan Pryce), refuerza el compromiso de la ciudad con la razón al ordenar la ejecución de un soldado (encarnado por un cameo del cantante Sting) que acababa de lograr una proeza de valentía casi sobrehumana, alegando que su valentía desmoraliza a otros soldados y ciudadanos ("comportamiento desmoralizador para los soldados ordinarios" se le espeta; delirante como hacen chanza de la mediocridad general). No muy lejos de la obra, un anciano que dice ser el verdadero barón interrumpe el espectáculo, protesta por las inexactitudes. A pesar de las quejas de la audiencia, la compañía de teatro y Jackson, el "verdadero" Baron gana la atención del local y narra a través de un flashback el relato de una de sus aventuras, una apuesta a vida o muerte con el Gran Turco. Allí conoceremos a su séquito de ayudantes: Berthold (un estupendo Eric Idle), el corredor más rápido del mundo, Adolphus (Charles McKeown, el co-guionista), un fusilero con vista sobrehumana; Gustavus (un jocoso Jack Purvis), que posee un oído extraordinario y suficiente potencia pulmonar para derribar un ejército exhalando; y el fantásticamente fuerte Albrecht (Winston Dennis en un rol sin personalidad).

 

Llama la atención el manejo de Gillian del Ángel de la Muerte, como persigue por todo el desarrollo de la historia al barón, como este escapa a su roce una y otra vez, cual aventura constante de los humanos por huir de este ‘percance’. El barón se siente vivo y por ende joven cuando está en sus aventuras reflejado esto en su aspecto físico, siendo esto una clara alegoría de que el sentirse vivo tiene que ver con buscarse aventuras que vivir.

 

Todo para desembocar en un clímax portentoso en la batalla del barón contra los turcos, arrancada en modo mártir para ‘despertar’ de su letargo anímico a sus colegas, para derivar en un enfrentamiento donde la imaginación y creatividad toon se desborda por la pantalla, donde el explicarlo sería limitarlo, Hhay que disfrutarlo cual máquina del tiempo que nos traslada a nuestra niñez, ver al barón a caballo de su Bucéfalo es majestuoso.

 

Se le puede achacar que en el inicio tarda algo en despegar, se toma su tiempo. Asimismo su final se larga demasiado también, daño un final origen al siguiente y después a otro. La idea se ha entendido suficientemente como para hacer tanto subrayado.

 

Spoiler:

 

El rush final: Durante el desfile triunfal del barón por la ciudad, tras haber vencido a los otomanos. El pérfido Jackson en las alturas y desde atrás de una figura del Ángelk de la Muerte, dispara al barón. La muerte ha descendido y atiende disfrazada de doctoral barón, la única persona que descubre el entuerto es la niña, pero nadie le hace caso. Hasta que el barón muere. Le hacen un funeral grandioso, y en la lápida pone ‘Salvador de la Ciudad’. Y entonces saltamos al escenario del teatro, y descubrimos que todo había sido una historia fabulada del barón (dice: "Solo una de las muchas ocasiones en las que encontré la muerte" y cierra su relato diciendo que "Todos los que tenían talento para ello vivieron felices para siempre"). Tras lo que invita a todos los ciudadanos a que abran las puertas de la ciudad, temerosos ante el enemigo terminan haciéndolo, y allí vemos los restos de la batalla que el barón narró (o no). Sally pregunta: "No era solo una historia, verdad?". El barón sonríe, monta en su equino blanco Bucéfalo y junto a su fiel can Argus desaparece en el horizonte.

 

El estrafalario Karl Friedrich Hieronymus, Barón de Münchhausen (1720-1797), un alemán que sirvió de paje de un príncipe del período, Antonio Ulrico II, Duque de Brunswick-Luneburgo, a quien acompañó en su alianza con los rusos contra los turcos, de hecho alistándose en las huestes militares de la Dinastía Románov y participando en dos campañas contra el Imperio Otomano en 1740 y 1741, las cuales desencadenaron en su regreso a Alemania una serie de relatos bélicos de impronta entre exagerada y directamente descabellada que el señor comenzó a difundir entre su círculo cercano a modo de memorias de sus hazañas en el frente de combate y mucho más allá, una costumbre por cierto muy arraigada entre los militares de carrera de aquella etapa. En algún punto de su vida el bibliotecario y escritor germano Rudolf Erich Raspe se encontró con las asombrosas historias del Barón de Münchhausen y decidió recopilarlas en idioma inglés en 1785 en un libro intitulado Narración de los Maravillosos Viajes y Campañas del Barón Münchhausen en Rusia (Baron Münchhausen’s Narrative of his Marvellous Travels and Campaigns in Russia), el cual a su vez sería traducido de vuelta al alemán por el poeta Gottfried August Bürger en 1786 en una edición ampliada con flamantes anécdotas y relatos orales del folklore popular de Europa del Este, un mejunje de interpretaciones de las ficticias odiseas originales que convirtieron al Barón en una figura muy famosa en todo el mundo y en un sinónimo del poder seductor de los embustes a ojos de aquellos dispuestos a maravillarse por el placer atávico que producen los relatos (el Síndrome de Münchhausen, por ejemplo, abarca el trastorno psicológico de fingir síntomas de una enfermedad que no se padece para recibir la atención del entorno, o trasladarlos a un tercero vía el martirio progresivo solapado).

 

Robin Williams, acreditado como "Ray D. Tutto" (juego de "Rey De Todo" en italiano), interpreta al Rey de la Luna. El director Terry Gilliam explica: "El trato era que no podíamos usar su nombre [Williams] porque sus agentes dijeron: 'No queremos que lo proxenegues para tu película'. [...] es por eso que Robin no aparece en los créditos".

 

Film nominado a cuatro Oscar: Mejor Dirección de Arte, Mejor Diseño de Vestuario, Mejores Efectos Visuales y Mejor Maquillaje.

 

Uno de esos films que te hace sentirte de nuevo un entusiasta niño donde todo es posible. Gloria Ucrania!!!

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