LAS AVENTURAS DEL BARON MUNCHAUSEN
Notable film de aventuras fantásticas, dirigido de modo megalómano por el Monty Python Terry Gillian (tiene un cameo no acreditado como un cantante), en lo que es una carta de amor a la imaginación como válvula de escape a nuestros mundanales problemas, un chute de alegría vitalista, una espectacular película que desgraciadamente fue un gran fracaso taquillero (recaudando solo $ 8 millones contra su presupuesto de $ 46 millones). El guión de Gillian y Charles McKeown (“La vida de Brian” o “Brazil”), basándose libremente en los cuentos fantásticos con el aventurero alemán Hieronymus Karl Friedrich Freiherr von Münchhausen, o Baron Munchausen , compilados por Rudolf Erich Raspe y publicados para lectores ingleses en 1785 como “The Surprising Adventures of Baron Munchausen” (o Baron Munchausen's Narrative of his Marvelous Travels and Campaigns en Rusia). Los cuentos fueron embellecidos aún más y traducidos al alemán por Gottfried August Bürger en 1786. Estos cuentos se ampliaron y tradujeron con frecuencia a lo largo del siglo XIX, y se narraron aún más en la novela estadounidense de 1901 Mr. Munchausen. Las historias se adaptaron a varias películas, entre ellas “Baron Munchausen's Dream” (1911, Georges Méliès), “Münchhausen” (1943, Josef von Báky con guión de Erich Kästner), o “The Fabulous Baron Munchausen” (1961, Karel Zeman). Para Gillian suponía su tercera entrada en la "Trilogía de la imaginación" de Gilliam, precedida por “Time Bandits” (1981) y “Brasil” (1985). Todos tratan sobre la "locura de nuestra sociedad torpemente ordenada y el deseo de escapar de ella por cualquier medio posible". Gilliam explica que, "El único tema que atraviesa estas tres películas es una batalla consistentemente seria entre la fantasía y lo que la gente percibe como realidad". Las tres películas se centran en estas luchas y en los intentos de escapar de ellas a través de la imaginación. “Time Bandits”, a través de los ojos de un niño, “Brasil”, a través de los ojos de un hombre de unos treinta años, y “Munchausen”, a través de los ojos de un anciano, tema muy acorde con otro de los personajes queridos por Gillian, y que persiguió durante décadas poder adaptar su propia visión del mito, me refiero al cervantino Don Quixote.
Un enfrentamiento incisivo entre la pureza de la niñez encarnada
en la rubia Sarah Polley y la vejez fantasiosa embestida por John Neville como
el legendario barón, emparejando las dos mentalidades. Neville, un actor
desconocido entonces, que da vigor a su rol, flemático, enérgico, electrizante,
carismático, lástima que no aprovechara el tirón de esta actuación para el
cine. La vejez confrontada con su senilidad, con su cansancio vital, ello
alargado a los ‘compinches’ del barón, uno incluso (Berthold) no se acuerda de
quien es realmente.
Una especie de odisea (para encontrar a sus colegas de
batallas el barón: A Berthold, Albrecht, Gustavus, Adolphus y su caballo blanco
Bucéfalo) que nos llevará de una ciudad situada por los turcos (donde
asistiremos al icónico viaje del barón en bola de cañón, de hecho, la imagen que
a uno le viene a la cabeza al pensar en este relato), al palacio de un tiránico
sultán turco (notable Peter Jeffrey), donde se nos presentarán sus colegas de
batallitas, de allí pasaremos a un viaje en globo (hecho con enaguas de
mujeres) a la Luna, relacionándose con la cabeza del excéntrico Ray D. Tutto
(un desatado Robin Williams sin acreditar, gigante con mente separada en su
cabeza y su libidinoso cuerpo, los dos enfrentados: "Tengo mareas que
regular!" le grita la cabeza a su resto del cuerpo, "No tengo tiempo
para flatulencias y orgasmos!" ¿?; también cantará un bien traído tema, ‘King
of the Moon’), coqueteará con la Reina de la Luna (divertida Valentina Cortese),
va a parar al Monte Etna y su volcán, donde se las tiene con Vulcano (gran [da
igual cuando diga esto] Oliver Reed), allí asistiremos al exultante nacimiento
de la diosa Venus (una Uma Thurman en el zenit de su belleza) saliendo cual
cuadro de Botticelli, de una enorme concha custodiada por dos querubines alados,
donde el barón evocadoramente bailará un vals con ella flotando en el aire, de
ahí ha de ser devorados por un gigantesco y monstruoso pez, y de vuelta a la
ciudad sitiada para enfrentarse en una homérica batalla a los otomanos para
deshacer el sitio. Todo ello desde la ambigüedad de no saberse si lo que cuenta
el barón es verdad o fantasía, esto dio origen a la patología llamada "Síndrome
de Munchausen" se relaciona con contar mentiras escandalosas.
Todo ello Gillian lo refleja con arrollador sentido
escénico, dando relevancia a los decorados grandiosos, sin apenas CGI, todo tan
artesanal como encantador y entrañable en la recreación de este mundo lleno de
seres y lugares bizarros, todo muy creativo y espectacular, gracias a la
fenomenal comunión entre diferentes cracks en lo suyo, como el tri-oscarizado (“Hugo”,
“Sweeney Todd” o “El Aviador) Dante Ferretti en el diseño de producción,
creando en los platós cinematográficos de los estudios Cinecittà de Roma estos
universos oníricos, en la playa de lamería de los Muertos, así como para la
ciudad sitiada estamos realmente en Belchite (Zaragoza); con la fotografía de Giuseppe
Rotunno (“El Gatopardo” o "Amarcord"), llenando de colorido los fotogramas,
con tomas singulares, con épicas tomas generales; ello amoldándose de modo
excelente a los efectos especiales coordinados por Richard Conway (“Brazil” o “Sunshine”),
generando sensacionales escenas (prodigiosamente barroco ese pajarraco mecánico
de tres cabezas llamado Sybil; o esa isla-monstruo); reseñable también la música
de Michael Kamen (“Arma Letal” o “Die Hard”), dando lustre a muchas secuencias.
Todo asistido por un buen sentido del humor, con muchos
toques Monty Python (genial el de esa cabeza decapitada guiñándole el ojo a la
mujer en cuyos brazos cayó; o ese Berthold que es el más rápido del mundo
corriendo cual comic; o ese Gustave enano capaz de con sus soplidos de arrasare
ejércitos; etc), no en vano además de Gillian, tenemos al co-guionista McKeown
que trabajó en varios proyectos de estos, así como a Eric Idle como Desmond/Berthold.
Dualidad de personajes esta que recuerda a “El mago de Oz” de 1939 (‘Somos
actores, no productos de tu imaginación!’, le dice uno de los actores), donde
la mente convulsa de este pseudo- Don Quixote lo mezcle todo en su fantasioso
cerebro. Mordacidad imperante que sirve entre otras cosas, para reírse de los
poderosos, de los que mandan de modo despótico; también para arremeter contra
aquellos que ponen coto a la imaginación
("No llegará muy lejos con el aire caliente y la fantasía!", dice un
hombre cuando vemos al barón elevarse con su globo aerostático).
En una ciudad europea devastada por la guerra sin
nombre en la " Era de la razón ", un miércoles (¿?) en medio de
explosiones y disparos del gran ejército otomano fuera de las puertas de la
ciudad, se lleva a cabo una fantástica producción teatral itinerante de la vida
y aventuras del barón Munchausen. En un palco, el alcalde, "The Right
Ordinary Horatio Jackson" (un jocoso en su malicia Jonathan Pryce),
refuerza el compromiso de la ciudad con la razón al ordenar la ejecución de un
soldado (encarnado por un cameo del cantante Sting) que acababa de lograr una
proeza de valentía casi sobrehumana, alegando que su valentía desmoraliza a
otros soldados y ciudadanos ("comportamiento desmoralizador para los
soldados ordinarios" se le espeta; delirante como hacen chanza de la
mediocridad general). No muy lejos de la obra, un anciano que dice ser el
verdadero barón interrumpe el espectáculo, protesta por las inexactitudes. A
pesar de las quejas de la audiencia, la compañía de teatro y Jackson, el
"verdadero" Baron gana la atención del local y narra a través de un
flashback el relato de una de sus aventuras, una apuesta a vida o muerte con el
Gran Turco. Allí conoceremos a su séquito de ayudantes: Berthold (un estupendo Eric
Idle), el corredor más rápido del mundo, Adolphus (Charles McKeown, el
co-guionista), un fusilero con vista sobrehumana; Gustavus (un jocoso Jack
Purvis), que posee un oído extraordinario y suficiente potencia pulmonar para
derribar un ejército exhalando; y el fantásticamente fuerte Albrecht (Winston
Dennis en un rol sin personalidad).
Llama la atención el manejo de Gillian del Ángel de la
Muerte, como persigue por todo el desarrollo de la historia al barón, como este
escapa a su roce una y otra vez, cual aventura constante de los humanos por
huir de este ‘percance’. El barón se siente vivo y por ende joven cuando está
en sus aventuras reflejado esto en su aspecto físico, siendo esto una clara alegoría
de que el sentirse vivo tiene que ver con buscarse aventuras que vivir.
Todo para desembocar en un clímax portentoso en la batalla
del barón contra los turcos, arrancada en modo mártir para ‘despertar’ de su
letargo anímico a sus colegas, para derivar en un enfrentamiento donde la imaginación
y creatividad toon se desborda por la pantalla, donde el explicarlo sería limitarlo,
Hhay que disfrutarlo cual máquina del tiempo que nos traslada a nuestra niñez,
ver al barón a caballo de su Bucéfalo es majestuoso.
Se le puede achacar que en el inicio tarda algo en despegar,
se toma su tiempo. Asimismo su final se larga demasiado también, daño un final
origen al siguiente y después a otro. La idea se ha entendido suficientemente
como para hacer tanto subrayado.
Spoiler:
El rush final: Durante el desfile triunfal del barón por
la ciudad, tras haber vencido a los otomanos. El pérfido Jackson en las alturas
y desde atrás de una figura del Ángelk de la Muerte, dispara al barón. La
muerte ha descendido y atiende disfrazada de doctoral barón, la única persona
que descubre el entuerto es la niña, pero nadie le hace caso. Hasta que el barón
muere. Le hacen un funeral grandioso, y en la lápida pone ‘Salvador de la
Ciudad’. Y entonces saltamos al escenario del teatro, y descubrimos que todo
había sido una historia fabulada del barón (dice: "Solo una de las
muchas ocasiones en las que encontré la muerte" y cierra su relato
diciendo que "Todos los que tenían talento para ello vivieron felices para
siempre"). Tras lo que invita a todos los ciudadanos a que abran las
puertas de la ciudad, temerosos ante el enemigo terminan haciéndolo, y allí
vemos los restos de la batalla que el barón narró (o no). Sally pregunta: "No era solo una
historia, verdad?". El barón sonríe, monta en su equino blanco Bucéfalo y
junto a su fiel can Argus desaparece en el horizonte.
El estrafalario Karl Friedrich Hieronymus, Barón de
Münchhausen (1720-1797), un alemán que sirvió de paje de un príncipe del
período, Antonio Ulrico II, Duque de Brunswick-Luneburgo, a quien acompañó en
su alianza con los rusos contra los turcos, de hecho alistándose en las huestes
militares de la Dinastía Románov y participando en dos campañas contra el
Imperio Otomano en 1740 y 1741, las cuales desencadenaron en su regreso a
Alemania una serie de relatos bélicos de impronta entre exagerada y
directamente descabellada que el señor comenzó a difundir entre su círculo
cercano a modo de memorias de sus hazañas en el frente de combate y mucho más
allá, una costumbre por cierto muy arraigada entre los militares de carrera de
aquella etapa. En algún punto de su vida el bibliotecario y escritor germano
Rudolf Erich Raspe se encontró con las asombrosas historias del Barón de
Münchhausen y decidió recopilarlas en idioma inglés en 1785 en un libro
intitulado Narración de los Maravillosos Viajes y Campañas del Barón
Münchhausen en Rusia (Baron Münchhausen’s Narrative of his Marvellous Travels
and Campaigns in Russia), el cual a su vez sería traducido de vuelta al alemán
por el poeta Gottfried August Bürger en 1786 en una edición ampliada con
flamantes anécdotas y relatos orales del folklore popular de Europa del Este,
un mejunje de interpretaciones de las ficticias odiseas originales que
convirtieron al Barón en una figura muy famosa en todo el mundo y en un
sinónimo del poder seductor de los embustes a ojos de aquellos dispuestos a
maravillarse por el placer atávico que producen los relatos (el Síndrome de
Münchhausen, por ejemplo, abarca el trastorno psicológico de fingir síntomas de
una enfermedad que no se padece para recibir la atención del entorno, o
trasladarlos a un tercero vía el martirio progresivo solapado).
Robin Williams, acreditado como "Ray D.
Tutto" (juego de "Rey De Todo" en italiano), interpreta al Rey
de la Luna. El director Terry Gilliam explica: "El trato era que no podíamos
usar su nombre [Williams] porque sus agentes dijeron: 'No queremos que lo
proxenegues para tu película'. [...] es por eso que Robin no aparece en los
créditos".
Film nominado a cuatro Oscar: Mejor Dirección de Arte,
Mejor Diseño de Vestuario, Mejores Efectos Visuales y Mejor Maquillaje.
Uno de esos films que te hace sentirte de nuevo un entusiasta
niño donde todo es posible. Gloria Ucrania!!!
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