Los Camaradas.
Maravilloso
film italiano, una dirección maestra de Mario Monicelli equilibrando el sórdido
drama de estos obreros con dosis ingeniosa incisivas de humor. Guión por el
propio realizador junto a Agenore Incrocci (“Rufufu” o “El Bueno, El Feo y El
Malo”) y Furio Scarpelli (“Rufufu” o “La Familia”), siendo nominado el libreto
al Oscar al mejor guión original (perdió ante el de “Operación Whisky”), donde
rezuma una narración ágil, fluida, con situaciones excelentes en su exposición,
así como diálogos punzantes. Una obra imbuida del neorrealismo italiano
mezclado con vigor patético con la commedia all'italiana. Película que aborda
el drama social desde una vertiente de izquierdas, pero sin ser un panfleto
comunista, sin caer en facilonas sensiblerías, con la sensibilidad con que
Monicelli trata el tema se acerca más a un ejercicio humanista en que retrata
con cariño a estos coloridos protagonistas, seres con aristas, débiles, con
defectos, con ilusiones, muy humanos. El director vuelve a ofrecer otra clase
magistral en como desarrolla un relato coral donde hay cabida para dar alma a
estos personajes que se mueven entre la miseria, el patetismo y los sueños de
avanzar, un reguero de figuras con todos los rasgos posibles en el collage que
son este grupo heterogéneo, con valientes, cobardes, hambrientos, manipulables.
Un halo fatalista recorre la historia, pero sin hacerla pesarosa, pues el
director proyecta una atmósfera derrotista, pero haciendo a sus caracteres con
dignidad, desplegando en la historia ironía, mordacidad, inocencia, tragedia,
humor, y todo ello de modo exquisito, con gran realismo. Amén de Monicelli
dirigir la cámara en glorioso b/n por mor del DP Giuseppe Rotunno (“El
Gatopardo” o “Amarcord”), ejercitando vigor colectivo en como exhibe
travellings y tomas generales que emiten emociones, en crudos contrastes de
grises, con cielos siempre sin sol, transmitiendo gelidez ambiental dramática,
acorde con el estado de ánimo requerido.
Todo ello sorteado por
un elenco sensacional, cumbres en sus sentidas actuaciones. Empezando por un
gran Marcello Mastroianni grande como el profesor Sinigaglia, alejado de su
imagen de ‘latín lover’, con barba rala, con abrigo raído, bufanda gastada, y
gafas, desmitifica su trol del superficial playboy-paparazzi Marcello en ‘La
Dolce Vita’, para encarnar a un idealista agitprop de gran carisma, con una
labia proverbial para enardecer a las masas de obreros, y sin embargo un pobre
hambriento en la intimidad (como se tira a por un sándwich olvidado, que luego
con dignidad entrega a su dueño). Tiene una química fabulosa con la prostituta
Niobe. Extraordinario el actor romano exudando una turbadora miscelánea entre
liderazgo y ternura: en realidad es un idealista especie de profeta que ha
llegado a agitar las mentes mansas de los camaradas, pero en realidad no es un
obrero, es un simple viajero con sus mensajes, pero cuando él se vaya ellos
seguirán allí con las talvez trágicas consecuencias de su ‘rebelión’, es por
ello un personaje complejo, donde es fácil remover y espolear a gente cuando
solo eres un ‘paracaidista’ que acaba de llegar, y luego desaparecerás. Alguien
que empuja a la huelga sin fin a estos pobres obreros que pasan faltas con el
poco dinero que les llega trabajando, pues si se quedan sin este sustento están
abocados al hambre y el frio; El orondo Folco Lulli es estupendo como Pautosso,
un extrovertido agitador obrero, tipo visceral de gran corazón, emitiendo una
gran vis cómica entrelazada a fuerte personalidad que deja patente cuando le
hacen la ‘jugarreta’ en la fábrica los camaradas con el silbato; Renato
Salvatori como el obrero Raoul, tipo pragmático que tiene un romance en medio
de la huelga, muy bueno (muy jocosa la batalla por la sábana en la cama con el
profesor); El actor argentino Bertrand Blier muy bueno como Martinetti, un
pusilánime obrero manipulable por el patrón; La actriz gala Annie Girardot es
brillante como la prostituta Niobe, se rebela contra trabajar duramente en la
fábrica, ejemplo de la salida fácil a las penurias, personaje tratado con
simpatía, no juzgándolo y entendiéndolo.
Estamos a finales del
siglo XIX en Turín, Italia, el corazón de la Revolución Industrial europea, y
se ha desarrollado una lucha de poder entre una fuerza laboral explotada y
enfrentada a una burguesía privilegiada. Jornadas laborales de dieciocho horas,
bajos salarios, malas condiciones laborales y beneficios inadecuados fueron el
resultado del temprano capitalismo desenfrenado. De este polvorín de conflicto
surgieron los sindicatos, las huelgas y, en última instancia, el socialismo en
Europa. En una fábrica textil, otro grave accidente empuja a los trabajadores a
exigir mejores condiciones laborales. Cuando su petición de reducir la jornada
laboral de catorce a trece horas es ignorada, deciden hacer un gesto
demostrativo, haciendo sonar la sirena de fin de turno una hora antes, lo que
sin embargo les acarrea a todos una multa. Los trabajadores organizan entonces
una huelga, aprovechando la experiencia sobre el tema del experto profesor
Sinigaglia, recién llegado a la ciudad procedente de Génova y buscado por la
policía por agredir a un funcionario público durante una manifestación.
Ya marca el tono
agridulce Monicelli desde su adusto inicio durante un ordinario día en un hogar
pobre obrero seguimos a una familia mientras se levanta entre el frío para
iniciar una jornada laboral en la fábrica, estamos con un adolescente y su
hermano menor se despiertan al amanecer en una humilde vivienda. Para entrar en
la explotación textil cual si estuviéramos en la ‘langiana’ “Metropolis”, todo
narrado visualmente con grado excelso de naturalismo que te hace abrazarte por
la gelidez ambiental frio. Tras un tremebundo infortunio de un obrero, los
trabajadores planean una artimaña de protesta. El más decidido, Pautosso se
erige en líder y será aquel que le ponga el cascabel al gato, o sea, el que
haga sonar la sirena de plegar, pero todo colapsa ante la aparición de un
gerifalte, y todo acaba como el rosario de la aurora, con los obreros
traicionando al pobre Pautosso. Este en una escena prodigiosa se enfrenta a
todos los que le han dado la espalda, demostrando Lulli una gran raza dominado
la escena con su mordaz oratoria cargada de bilis.
Monicelli es formidable
entretejiendo una maraña de historias, como los dos hermanos pequeños, donde el
mayor, Omero (notable Franco Ciolli), trabaja y el otro desea dejar la escuela
para trabajar; la de la prostituta repudiada por la familia obrera; el soldado
enamorado de una joven obrera; o la del caricaturesco patrón de la fábrica en
silla de ruedas jugando al ‘ajedrez’ con los obreros; y más.
Hay escenas que rezuman
sabor a realismo que dejan huella. Como la agridulce sub trama del pobre hombre
recién llegado del campo con su familia a Turín que pide permiso a los lideres
huelguistas para trabajar, como estos, tras ver sus condiciones de vida,
residiendo en una choza asquerosa le dicen que trabaje, y como este es
repudiado por los gerifaltes de la fábrica por
no dar nombres de los cabecillas; la áspera batalla con los esquiroles
que llegan en tren, todo su desarrollo es de gran potencia dramática; como
echan al maestro por hacer colecta para los huelguistas; Desde como primero los
huelguistas intentan convencer a los desesperados esquiroles de que den media
vuelta, pero estos se niegan, comenzando una pelea entre ambos bandos; como
roban carbón los obreros con el cebo del profesor que cree estar entreteniendo
al vigilante; las negociaciones entre el sugestionable Martinetti y el patrón,
este sibilinamente intentando crear un cisma entre los huelguistas; la cola en
el cuartel de los civiles esperando les den caldo caliente paras mitigar el
hambre, y como cuando llega el oficial impiden de mala manera que sigan dando
de comer a los necesitados, tras lo que vemos al enamorado militar salir con su
olla para dar a su amada que lo invita a su casa; la noche que pasan juntos el
profesor y Niobe, primero como esta lo invita a cenar y luego lo lleva a su
piso; la soflama incendiaría de un electrizante profesor ante los huelguistas cuando
estos parecen desfallecer; Todo en un desarrollo paulatino donde ambos bandos
juegan haber quien tiene más aguante, hasta desembocar todo en el clímax del
enfrentamiento frente a la fábrica entre los obreros y el ejército que protege
los intereses del capitalista patrón de la fábrica.
Reseñable es la música
de Carlo Rustichelli (“El Hombre de Paja” o “La Armada Brancaleone”), habitual
de Moinicelli, conjugando en sus melodías el drama y la comicidad en una
sinergia exquisita.
Monicelli y el productor
Franco Cristaldi tuvieron que ir a Yugoslavia para encontrar el espacio de la
fábrica en pleno funcionamiento, con sus docenas de telares impulsados por
una máquina de vapor y activados por correas de cuero desde ejes de transmisión
elevados. El suelo de la fábrica parece un accidente industrial a punto de
ocurrir. Con trajes y escenarios tan rigurosamente investigados, la apariencia
de la época se mantiene rigurosamente, desde las habitaciones baratas
alquiladas por los trabajadores hasta el elegante restaurante donde Niobe
encuentra a sus clientes.
Spoiler:
Rush final: Los
trabajadores en huelga, después de haber resistido durante un mes entero, ahora
están a punto de ceder, sin saber que han llevado a los patrones hasta el punto
de ceder primero. Si bien los trabajadores ya votaron a favor de la reanudación
del trabajo, el profesor Sinigaglia sale de su cómodo escondite, arriesgándose
a ser arrestado para hablar con los trabajadores, llega sin aliento y logra
reavivar en ellos el deseo de continuar la lucha con su apasionada retórica (se
inspiraron los guionistas en el discurso de Marco Antonio en Julio César de
William Shakespeare, donde primero parece estar de acuerdo con sus adversarios
antes de volver su razonamiento a su favor.). Impulsados por las palabras del
profesor, los trabajadores marchan en procesión hacia la fábrica para ocuparla.
La caballería, llamada a defender la fábrica, dispara contra la multitud y mata
a Omero, uno de los trabajadores más jóvenes, apenas un niño, Sinigaglia es
finalmente arrestado. El profesor Sinigaglia, desde prisión, sigue difundiendo
sus ideas de progreso social, mientras otros trabajadores como Raoul continúan
la lucha. Los trabajadores finalmente regresan al trabajo, derrotados. Entre
ellos se encontraba el hermano menor del niño asesinado, que ocupó su lugar;
Final en principio pesaroso (Monicelli no tiene especial simpatía por los
finales ‘happy end’), pero que hay que ver como parte de los escalones a subir
para llegar los obreros a tener condiciones laborales aceptables.
La sorprendentemente
atractiva Rafaella Carrà interpreta al objeto del afecto de Raoul; Aparecería
dos años más tarde junto a Frank Sinatra en el thriller de guerra “Von Ryan's
Express”.
Gran drama, de los que
cala emocionalmente. Gloria Ucrania!!!
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