GRAN JUGADA EN LA COSTA AZUL
Primero decir que esta crítica es un
tributo a una de las grandes estrellas del cine francés (‘No era más guapo
porque ya no se podía. El muy cabrón’, Arturo Pérez Reverte dixit), Alain
Fabien Maurice Marcel Delon Arnold, conocido mundialmente como Alain Delon,
nació el 8 de noviembre de 1935 en Sceaux (Sena- Francia), y murió
pacíficamente el 18 de agosto de 2024 en su casa de Douchy, Francia, rodeado de
miembros de su familia, a los 88 años. Tiene en su haber films como “A pleno
sol”, “Rocco y sus hermanos”, “El Gatopardo”, “El Círculo Rojo”, o “El silencio
de un hombre”, siendo un Icono del Séptimo Arte. Abordo este thriller del
subgénero ‘heist’, pues de sus grandes películas ya había colgado su crítica
aquí, y siguiendo la escala de puntuación por arriba la siguiente a acometer
era esta que no había visto.
Muy dinámico film de tensión, ágil, entretenido, con
un final que cala, y sobre todo con una pareja protagonista desbordante de
carisma en las figuras del propio Delon y del veterano Jean Gabin, donde
pareciera el actor de “La Gran ilusión” le pasaba el relevo al sex symbol.
Dirige el infravalorado Henri Verneuil (con la asistencia del luego combativo
políticamente desde la dirección Costa-Gavras, con guión de Albert Simonin,
diálogos de Michel Audiard, basado en la novela “The Big Grab” (1959) de Zenial
Marko, historia con grandes paralelismos con la cinta del Rat Pack “La
cuadrilla de los 11” de 1960, que, aunque anterior, esta historia francesa es
originaria de un libro anterior al film enmarcado en Las Vegas. Contando ambas
el sofisticado atraco a un casino de un famoso lugar de recreo para la jet set,
en este caso en la Costa Azul en Cannes, llamándome la atención por como para
el rebot dirigido por Soderbergh del 2001 copian la forma de describir en off
el plan metódico para robar la cámara acorazada.
Narrado visualmente con sofisticada elegancia,
destilando glamur, enaltecido por la maravillosa fotografía en glorioso b/n de Louis
Page (“La kermesse heroica”), en un matizado Cinemascope, dotando de lustre a
un idealizado Cannes de los años 60, con juegos visuales punzantes, ello
punteado por la jazzística música del compositor r Michel Magne (dirige la
orquesta en Palm Beach) explotó el mismo tema musical a lo largo de la película,
bañando con un aire distendido y ligero la trama, siendo incisiva en el
cortante clímax final en la piscina. .
Obra que bebe del género atracos como la ‘dassiniana’
“Rififi”, sobre todo por el tramo del atraco, 26 minutos sin apenas diálogos
donde se muestra el profesionalismo de los ejecutores en una coreografía
silente sublime, con un Delon derrochando fisicidad en sus movimientos,
reptando por conductos del aire (cuantas veces plagiado esto desde entonces), y
teniendo también mucho en común con otra aclamada cinta que no nombraré aquí
para no inducir a spoiler*. Film que solo es un pasarratos ameno, no pretende más,
carece de profundidad, o de introspección d ellos personajes, prevalece el
estilo a la sustancia.
1962, en un tren de cercanías, mientras sueña
despierto con las historias de vacaciones de los usuarios vecinos, Charles
(Gabin), gánster de sesenta años, liberado una hora antes después de cinco años
de prisión, regresa a su vivienda de Sarcelles. Charles está perdido porque
Sarcelles se encuentra en plena reconstrucción urbana hasta el punto de no
reconocer el lugar donde vivió. Esto exponiendo lo fuera de lugar que ya se
encuentra este veterano de mil batallas, la modernidad lo arrasa; Al regresar a
casa, es recibido por su esposa Ginette (Vivien Romance). Ella le sugiere mudarse
al Sur (un promotor le ofreció 15 millones por su casa) para pasar allí unos
días felices dirigiendo un negocio. Pero Charles quiere poner fin a su carrera
de ladrón con una nota importante antes de retirarse a Canberra. Su amigo Mario
(Henri Virlojeux) le habló de un robo en el Palm Beach, el hotel-casino de
Cannes dirigido por Grimp (el español José Luis de Villalonga) tiene un plano
detallado de la bóveda, pero, cansado y enfermo, se niega a participar. Charles
recurre a Francis Verlot (Delon), un compañero de celda de veintisiete años que
vive a expensas de sus padres, un chico de carácter fuerte, impetuoso y grácil.
Aquí se da el mencionado relevo generacional, como bien le dice Charles a
Francis si tuviera algunas décadas menos no le haría falta tenerlo en su
‘equipo’, pero la edad no perdona, y donde le llega la mente no le llega el
físico y hay entra el reemplazo para ser Francis lo que Charles no puede, con
simpatía, emprendedor, con Don de gentes, y físicamente imponente para infiltrarse
cual Ethan Hunt en el casino; Louis Naudin (Maurice Biraud), su cuñado, un
mecánico honesto, es contratado como conductor. En Cannes, Francis, bajo la
identidad de un gran apostador, primero se integrará en el ecosistema de su
lujoso hotel, para tendremos una notable escena en que soborna al camarero para
que este le cuente las intimidades de las mujeres que hay en la piscina,
divertida disección del mujeril panorama. Tras lo que entra tras los bastidores
del casino, para ello ‘confraternizará’ con la trama la bailarina sueca
Brigitte (buena Carla Marlier).
Tendremos un análisis de diferentes vertientes del
crimen como sentido vocacional. Por un lado, está el veterano y experimentado
Charles que está de vuelta de todo, que se embarca (el manido recurso) en un
último atraco para retirarse en plan jubilación de oro. Ello encarnado por un
Jean Gabin con su habitual carisma de piedra, sentando cátedra en su parca
expresividad que dice mucho, quizás en esta ocasión demasiado frio, con una
chispeante química con Delon en sus ententes de sobre todo índole de choques
generacionales, le espeta de modo estoico a este: ‘Ve preparando los planes y
mientras tanto, haz lo que te dé la gana, tanto si follas como si no’; Está el
nuevo y joven Francis, dinámico, libertino, arrogante, quiere comerse el mundo,
pero le falta el temple y cerebro del experimentado Charles. Delo infunde un
encanto y simpatía radiante. Aportando, en una trama ciertamente alargada para
la nada que suma, varias ardientes escenas con Carla Marlier; Está Mario como
el ajado ladrón que ya se ve impotente de realizar robos. Henri Virlojeux en una
sola escena deja patente su fuerza dramática; Y Louis Naudin, el que antes de
empezar se ve agobiado por entrar en la espiral de crimen. Maurice Biraud le confiere
un aire nihilista cansado.
Tiene sus defectos en cierta dispersión en la parte
central de la previa al atraco, alargan demasiado los prolegómenos cuando en realidad
el plan es menos complejo de lo que senos quiere hacer ver, ejemplo de este
estiramiento con michelines es la relación que se establece entre Francis y Brigitte,
que luego apareciera pudiera tener su importancia, pero lo que denota es que es
un relleno, dándose la misoginia con frases de Francis: ‘Si le doy una patada a
una palmera caen cincuenta zorras como tú (Brigitte)... A las putas, a medida
que se acerca el invierno, les gustan más las pieles’.
Todo para desembocar en un brillante rush final,
maravillosamente reflejado en el marco de una gran piscina, con los policías en
charlando con empleados y el director del casino, mientras escucha Francis por
un lado y al otro Charles, todo un prodigio de composición, y ello adornado pro
la jazzística música que adorna con gran sentido lúdico.
Spoiler:
Rush final: Después de arrastrarse por el conducto de
ventilación (puede sea el primero en hacerlo en un film, luego tantas veces
copiado), Francis aterriza en el hueco del ascensor, abre una escotilla y entra
a la sala de conteo para robar a Grimp y a los empleados del casino con una
ametralladora. Abre la puerta blindada detrás de la cual Charles lo esperaba.
Este último mete los bultos en dos grandes bolsas y sale de la habitación,
seguido poco después por Francis, esconderá las bolsas en su cabina privada de
la piscina. Al amanecer, Charles descubre en la portada del periódico que
Francis aparece en una foto en el casino, aunque no es el tema de la foto,
Charles teme que esto represente un peligro inminente, porque podría ser
reconocido. Charles ordena recojan las bolsas y se las lleven cerca de su mesa
junto a la piscina. Francis llega a la piscina, pero decide esperar cerca de
ella, frente a la mesa de Charles al otro lado, porque periodistas y policías,
a pesar de la temprana hora, se han apoderado del lugar, inspeccionando la zona
de baño, denunciando las bolsas de cambio que, además, hablar en voz alta como
únicas pistas seguras. Al otro lado de la piscina, Charles, con mirada
preocupada detrás de sus gafas oscuras, ve la complejidad de la situación.
Luego, Francis deja que las bolsas se deslicen hacia la piscina. Una de las
bolsas se abre y los billetes suben lentamente, cubriendo la superficie de la
piscina en pocos minutos bajo la mirada impasible y desconsolada de Charles y
Francis, mientras los policías se quedan atónitos al descubrir los cientos de
billetes flotando en la piscina. superficie del agua; Final con muchas
similitudes con el del kubrickiano “The Killing” (1956), donde cuando van a
subir las maletas con el dinero del atraco al avión caen al suelo, abriéndose y
por los motores encendidos del mencionado avión todos los billetes salen en una
tormenta surrealista por toda la pista ante la mirada impasible del atracador
(Sterling Hayden), aquí la tormenta se convierte en una marea de billetes ante
la mirada gélida de Delon y Gabin.
Thriller heist con mucha clase. Gloria Ucrania!!!
El rodaje en Cannes, Alpes Marítimos, en el sur de
Francia, también es una delicia: Palm Beach Casino, Place Franklin Roosevelt,
Cannes (el lugar del atraco), Hôtel Majestic, 10 Boulevard de la Croisette,
Cannes, Résidence Marly, 104 Boulevard de la Croisette, Cannes, (Hotel de
Francis), y Piscine du Palm Beach, Place Franklin Roosevelt, Cannes. También se
filmó en locaciones de París. Solo una parte del trabajo en el estudio, en
Studios de la Victorine, 16 Avenue Edouard Grinda, Niza, Francia.
Para el papel de Francis, la producción quería
contratar a Jean-Louis Trintignant, pero Alain Delon expresó el deseo de filmar
Mélodie en sous-sol. Delon acababa de adquirir fama internacional con Plein
Soleil y Rocco y sus hermanos y quería mejorar su rating ante el público
francés, que prefería a Jean-Paul Belmondo, que acababa de rodar Un mono en
invierno con el trío Gabin, Verneuil y Audiard. Pero Metro-Goldwyn-Mayer se
negó a contratarlo, Gabin les bastaba como cabeza de cartel. Particularmente
interesado en el proyecto, Delon renunció a sus honorarios (los productores
aceptaron que participara en la película si lo hacía gratis) y se ofreció a
protagonizar la película a cambio de los derechos para Japón, la URSS y
Argentina. Una vez terminada la película, Alain Delon la subtitulará en
japonés, viajará a Japón y la distribuirá en Japón. La película será un éxito y
Delon ganará mucho dinero con sus derechos de producción. Gabin no lo creerá y
afirmará que Delon ganaba entonces diez veces más que él. Henri Verneuil se
atribuye este subterfugio para eludir el hecho de que los productores
americanos consideraban a Alain Delon demasiado poco conocido.
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