MICHAEL (DESEO DEL CORAZÓN)
Sugestivo y valiente melodrama
alemán silente filmado en los míticos Estudios UFA, dirigido por el gran
director danés Carl Theodor Dreyer, realizador responsable de una gran pléyade de
films mudos como son “La pasión de Juana de Arco” (1928), “El amo de la casa” (1925)
y “Las páginas del libro de Satán” (1921), y de otros espléndidos sonoros como
son “Dies irae” (1943), “Ordet” (1955), y “Gertrud” (1964), lo cual da como que
estamos ante uno de los grandes del cine europeo. En esta que me ocupa,
estrenada hace más de un siglo, se atrevió con una de las cintas pioneras que
aborda temática gay, aunque algo críptica, pero para el que lea entre líneas
queda clara que la relación entre el pintor protagonista Claude Zoret al que da
vida un carismático Benjamin Christensen, y el joven modelo titular encarnado
por Walter Slezak, no es paterno-filial si no de amor físico. Este film, junto
a otras dos películas germanas, “Diferente a los demás” (1919) y “Geschlecht in
Fesseln” (1928), son consideradas dos cumbres del cine homosexual, con ello exhiben
la libertad existente en cine durante la República de Weimar en Alemania. El no
entrar de modo claro en la homosexualidad es seguro por propia auto censura del
guion, y para intentar no ser tan cristalinos nos desvían un poco con una subtrama
un tanto metida con calzador de Alice Adelsskjold (Grete Mosheim) con el duque
de Monthieu (Didier Aslan). Film basado en la novela homónima de Herman Bang de
1902, segunda adaptación cinematográfica del libro, tras ser la primera
"The Wings", realizada ocho años antes por Mauritz Stiller. Dreyer en
1912 entrevistó al escritor danés Herman Bang, escogió una novela de este autor
para la que sería su única realización alemana
Fue el primer film
importante de Dreyer, escribiendo el guion nada menso que con la aclamada Thea
von Harbour, esposa entonces de Fritz Lang y responsable de libretos tan
famosos como “Las tres luces” (1921), “Dr. Mabuse” (1922), “Los nibelungos” (1924),
“Fausto” (1926), “Metrópolis” (1927), o “M, el vampiro de Düsseldorf (1931). En
la cámara está el maestro checo Karl Freund (aparece en un pequeño papel, en su
única actuación en cine), en su curriculum trabajos tan importantes como “El
Golem” (1920), “El último”, “Metrópolis”, “Drácula” (1931), “La Momia” (1932),
o “Cayo Largo” (1948). Y los decorados fueron creados por el famoso arquitecto
teutón Hugo Häring, adscrito al organicismo arquitectónico, en su única incursión
en cine, creando escenarios interiores de gran sensación dramática en su
ampulosidad. Con la suma de estos tras las cámaras se esperan salten chispas de
genio, habiéndolas, no es la grandiosa obra que esperaba, si buena.
Cinta de gran intensidad
emocional en como se entrelaza el amor y el proceso creativo, abordando la
belleza cual algo cercano a “Muerte en Venezia”, ahonda en lo complejo del amor
platónico, aborda el amor dependiente, el que genera manipulación desde el
manejo del poder que somete, y como esto si se tensa puede terminar por romperse
de la peor manera, pues si el amor es por interés al final no es amor,
provocando desengaño y frustración pro una parte y por la otra hay una especie
de Síndrome de Estocolmo
Un famoso pintor llamado
Claude Zoret (también llamado ‘El Maestro’), Cuando se conocen por primera vez,
Zoret descarta de inmediato las pinturas de Michael en sí, rápidamente gira
hacia su deseo incomparable de pintar a Michael, quedando claro (son decirse o
haber gestos diáfanos) se enamora de él, y durante un tiempo ambos viven
felices como pareja. Avergonzado de ser considerablemente mayor que Michael,
Zoret se muestra celoso y posesivo. Michael comienza a distanciarse de él, lo
que lleva a Zoret a alejarlo aún más de forma pasivo-agresiva. Cuando una
condesa Lucia Zamikow (notable Nora Gregor), en bancarrota acude a Zoret para
que le hagan un retrato —con la verdadera intención de seducirlo y estafarle—,
descubre Michael se muestra más receptivo a sus insinuaciones. Bajo su
liderazgo, los dos se convierten rápidamente en pareja y ella inmediatamente
comienza a usar a Michael para robarle a Zoret. Cuando Zoret descubre lo que ha
estado sucediendo, queda destrozado y su trabajo se resiente terriblemente.
El subtexto gay es
notorio sin ser explícito. ‘El Maestro’ se pone la máscara de sibarita del arte
para ocultar sus sentimientos sobre el halo estar por encima de todo y solo estar
admirado por la belleza de su pupilo, cuando esto es realmente deseo carnal.
Mientras el joven Michael se muestra cual perrito faldero dispuesto a complacer
a todo a su ‘Tutor’, quedando la duda de si lo hace por interés pecuario de
comodidad de vida, por aprender del estilo artístico o por amor, esto termina quedando
casi claro en la parte catárquica de la aparición de una hermosa joven artera.
Dreyer tiene gran éxito reflejando
este microuniverso elitista decadente en que se mueve el relato, con un pomposo
‘Maestro’ al que todo el mundo halaga y lisonjea, todos tratan cual Mesías. Ahí
el discípulo Michael recoge las migajas con su comportamiento dócil. Michael se
siente marginado e infravalorado en sus dotes de pintor, como si Zoret no
quisiera pidiera salir de la jaula de oro en la que le hace vivir. La brecha de
edad entre mentor y alumno hace que la relación de amor se sienta aun más
turbadora, y donde la impresión de como Zoreto manipula con su dinero al
advenedizo chico.
Hasta que ve por su
relación con la condesa un modo de escapar a este ‘secuestro’, tomándose su
particular ‘vendetta’ con el latrocinio impulsado por la ladina pareja. En realidad
la aristócrata es el reverso de Zoret, es otra manipuladora que ‘marionetiza’ a
Michael con sus armas de mujer, demostrando Michael lo sugestionable que es.
Esto potenciado alegóricamente por los muñecos que ella tiene y que muestra a
Michael, de Chaplin, Mary Pickford, Lon Chaney, etc, en realidad Michael es otro
de ellos.
Por en medio Zoret tiene
una amistad con el periodista Charles Switt al que embiste un buen Robert
Garrison, que queda subrepticiamente claro está enamorado del maestro, aunque
este no le corresponde, siendo para el reportero un amor platónico idealizado, que,
aunque ve como Michael se le tuerce en su relación con Zoret no quiere alertar
por miedo a ser tildado de resentido.
Dreyer como buen artista
polifacético da a al arte (valga la redundancia) en escena un significado alegórico,
como son las estatuas masculinas desnudas que se ven, expresando tal vez el
deseo sexual. Como los bocetos argelinos que son la metáfora de la felicidad
entre ambos (Michael y Zoret), esto deriva a como Zoret le dice a Michael el fuerte
significado de esta obra: ‘No vamos a vender nuestros recuerdos más preciados,
verdad?’, sobre no vender estos cuadros a un potencial cliente que los anhela. Cuando
comenta Zoret que su próxima obra se llamará ‘Bruto y Cesar’, y notoriamente ‘El
maestro’ se como Cesar y a Michael como el ahijado Brutus que le apuñalará a
traición. Como también es arte el ballet clásico, habiendo un tramo que
acontece durante la representación en un teatro de “El lago de los cisnes”, de
Tchaikovsky, con ello expresando el romance en ciernes entre el titular y la
condesa, a la par que augura frustración. Asimismo, son apreciables los
simbolismos de fondo, como son crucifijos (esto volverá en gran parte de la filmografía
‘dreyeriana’, ejemplo es en su cúspide “Ordet”), presagiando la muerte.
Uno de los impulsores de
emitir emociones sensibles es la cinematografía de Freund, de resonancias expresionistas,
esas que desplegó en su exquisita filmografía, siendo pionero en el uso del
“moving spotlight”, plataforma móvil de luz, permite mantener la continuidad
del plano cuando los protagonistas se desplazan en el escenario, haciendo que
la iluminación acompañe a los personajes de modo fluido, con mucho plano
estático, pero con labor de edición para extraer en los cortes emociones.
Benjamin Christensen
borda su rol del maestro, con su rostro que se asemeja con el maquillaje, a un
busto tallado por un escultor, muestra una intensidad honda, con una poderosa
mitrada que te atraviesa y que dice mucho en sus sentimientos por Michael,
expresando una gama de emociones comedidas, lejos del histrionismo de la sobreactuación,
inunda la pantalla con su fuerte carácter. Christensen, más conocido no por el
conjunto de su faceta como director, sino por haber sido el firmante de una
obra inclasificable como “HÄXAN” (La brujería a través de los tiempos, 1922); Frente
a él un jovencísimo y adonis cuasi querubín vienés Walter Slezak, que con 22 años
deja impronta de beldad juvenil, con una buena química con Christensen en como
le mira con devoción, como le pone las zapatillas, como se postra a sus pies, buena
interpretación con algo de teatralidad. Viajó a Hollywood, donde se especializó
en roles de villano (ejemplo el que hace en la hitchcockiana “Lifeboat”). El 21
de abril de 1983, poco antes de cumplir los 81 años de edad, Slezak se suicidó
por un disparo de arma de fuego. Parece ser que se encontraba deprimido por su
avanzada enfermedad física.
En realidad, la historia
puede tender a ser plana, sin giros dramáticos o evolución de personajes. Todo
acontece sin dilemas morales punzantes, Es solo el desarrollo de una traición
que el Maestro tolera, quizás por sentirse culpable. Esto resta complejidad al
relato y poder incisivo.
Spoiler:
Rush final: Michael
vende el cuadro de sí mismo que Zoret hizo y le regaló, y roba y vende los
bocetos que Zoret hizo de su tiempo en Argel, donde se enamoraron. Zoret
comienza a trabajar en su obra maestra: pintura a gran escala de un hombre
tumbado en la playa, con Argel como fondo, representa a ‘Un hombre que lo ha
perdido todo’, como lo expresó un personaje al ver la obra a primera vista. Tras
terminar la pintura, Zoret enferma. Charles Switt se sienta junto a Zoret en su
lecho de muerte. Switt le envía un mensaje a Michael diciéndole que Zoret se
está muriendo y vaya de inmediato, la Condesa se lo impide. Las últimas
palabras de Zoret, también sirven de prólogo a la película, son: ‘Ahora puedo
morir en paz, porque he visto el amor verdadero’. Por si alguien dudaba si era
amor o espíritu paternal.
Film estimulante desde
la valentía de su temática queer, por un gran Ben Christiansen, por la
exquisita realización, pero cojea algo en su desarrollo. Gloria Ucrania!!!
PD. El film se consideraba
perdido hasta que en 1952 se encuentra una copia completa en buen estado.
Restaurada por la Fundación F.W. Murnau, se edita en DVD (25-10-2004).
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