martes, 4 de marzo de 2025

 

BRAZIL.

40 Aniversario del estreno. 

Fallido y muy envejecida comedia negra retrofuturista distópica. La recordaba mejor de lo que me ha resultado, pues esta fabula inspirada notoriamente en la orwellliana “1984” me ha resultado bastante irregular y desequilibrada, por momentos caótica, quiere abarcar mucho y no acaba apretando. La he visto con motivo del 40 aniversario de su estreno (en el Festival de Cine Internacional de Berlín en febrero). Dirige el singular Monty Python Terry Gilliam, con guion propio, junto a Charles McKeown (“Las aventuras del barón Munchausen”) y Tom Stoppard (“Shakespeare in Love”). Protagonizada por Jonathan Pryce como Sam Lowry y cuenta con la participación de Robert De Niro, Kim Greist, Michael Palin, Katherine Helmond, Bob Hoskins e Ian Holm. Brazil fue la primera película verdaderamente post-Python de Gilliam. La última película hecha por la compañía fue “The Meaning of Life”, que llegó a las pantallas en 1983. Para Gilliam, liberarse de Monty's representó oportunidad para desplegar sus alas creativas. El humor negro de Brazil debe mucho a Python, pero la ausencia de los personajes habituales de Python (excepto Michael Palin) marca esto como algo diferente. Aquí una sátira sobre la tecnocracia (muy guiñolesco para lo bueno la escena en que al protagonista lo ponen a trabajar en una pequeña oficina con una mesa pegada a la pared y descubre que el empleado que la comparte la mesa con el de la oficina contigua, estableciendo un duelo chistoso por tener más parcela de mesa), la burocracia, la hipervigilancia, el consumismo, el culto a la imagen (las jocosa sub trama de la madre del protagonista), los regímenes totalitarios, donde la recreación del mundo en que viven los protagonistas recuerda notoriamente a la novela “1984” de George Orwell de 1949. Trata un controvertido tema como es si el terrorismo, y si está justificado en ocasiones contra las tiranías.

 

A pesar de su título, la película no trata sobre el país Brasil ni tiene lugar allí; lleva el nombre de la canción principal recurrente, "quarela do Brasil" de Ary Barroso, conocida simplemente como "Brazil" para el público británico, interpretada por Geoff Muldaur. Tiene su atractivo en la ambientación, con una visión de un futuro vista desde décadas atrás, desarrollándose en un tiempo y un lugar que se parecen vagamente a los nuestros, pero con gráficos, hardware y políticas diferentes. La sociedad está controlada por una organización monolítica y los ciudadanos llevan una vida de paranoia y control, la vida es cruel y sombría.

 

En un futuro distópico con aire noir años 40, contaminado, hiperconsumista, autoritario, burocrático y totalitario, Sam Lowry (Pryce) es un empleado gubernamental de bajo nivel que frecuentemente sueña con ser un guerrero alado que salva a una damisela en apuros. Un día, poco antes de Navidad, un insecto se atasca en una teleimpresora, imprime incorrectamente una copia de una orden de arresto que estaba recibiendo (cambia una B por una P en una máquina de escribir). Conduce al arresto y muerte durante el interrogatorio del zapatero remendón Archibald Buttle en lugar del presunto terrorista Archibald Tuttle (DeNiro). Sam descubre el error cuando descubre que se había debitado la cuenta bancaria equivocada para el arresto. Visita a la viuda de Buttle para darle el reembolso, donde ve a su vecina Jill Layton (Greist), una camionera, y se sorprende al descubrir que Jill se parece a la mujer de sus sueños.

 

La película comienza ingeniosamente, marcando a fuego el régimen totalitario que se mueve como una apisonadora asentimental, capaz de cometer un error insignificante de burocracia como es alterar una letra en un papel y con llevar a la detención y muerte de un inocente. Esto se expone en el asalto tremebundo al apartamento del inocente, con un agujero circular en el techo a trasvés del piso superior (desternillante como quieren apañarlo), como dejan una nota de recogida de ‘paquete’. También en este arranque nos presentan el lugar de laburo del protagonista, una gran oficina con gente trabajando sobre pantallitas de tv, ello mientras el jefe observa en la altura, cunado este se da la vuelta estos empleados cambian lo que se ve en las pantallitas para poner un film programas de entretenimiento de cine, aportando una nota de humor que a la vez refleja el tedio de estas personas.

 

La cinta marca dos mundos, el real patético, ordinario, alienante, gris, opresivo, frente al de la fantasía por la que Sam escapa de su rutina hastiante, mundo en el que es una especie de Adonis (lleva una larga melena) plateado y alado, surca los cielos con unas enormes alas, un héroe que se siente el salvador de una hermosa damisela en apuros.

 

La historia parte de una idea que, sin ser original, si engancha. Asistimos a las vidas pasivas y cuasi inertes de la clase trabajadora. Creando una claustrofobia ambiental sobre como se vigila y coarta la libertad, un régimen regido por una burocracia kafkiana, donde los crímenes de estado son el pan de cada día. Donde las autoridades pueden irrumpir en tu hogar de modo avasallador. Donde el que se te rompa cualquier aparato casero se convierte en una odisea para ser arreglado, pues solo lo puede hacer el Estado a través del os servicios Centrales, con sus arrogantes operarios. De ahí la aparición de unos desternillantes Spoor (Hoskins) y Dowser (Derrick O'Connor), que ponen patas arriba el apartamento del protagonista, sacando todo tipo de tuberías que inundan el lugar.

 

Surgiendo (esto muy divertido) insurgentes que se dedican a apañar estas averías clandestinamente y por ello estos son considerados terroristas. De aquí la aparición de Tuttle (De Niro) como un héroe manitas que socava la autoridad arreglando desperfectos en residencias. Este chocará con Spoor y Dowser, dando lugar a una peculiar y escatológica vendetta.

 

Pero todo lo bueno, que tiene, por partes tiene ‘sketches’ mordaces e ingeniosos, pero en conjunto falta historia, adolece de solidez narrativa, de cohesión. Lo más llamativo es que nunca se explica como se rige este lugar en el que suceden los hechos, nunca se explica que pretende este gobierno. Quien manda allí? Que ideales de gobierno son lo que dominan? Porque hay terroristas? Que pretenden estos con sus atentados? No hay reflexión política alguna, todo es trazo grueso. Dedicando más tiempo al insípido romance entre el prota y la damisela, una sub tema onírica que no encaja con la historia. Todo sucede a hachazos, sin progresión orgánica. Esto hace que llegados al rush final no esté conectado a la odisea de Sam, y me importe poco lo que le pase. Además, el director y guionista tira de un recurso manido, amén de copiado a un famoso cuento (*spoiler).

 

Jonathan Pryce ofrece una actuación apreciable como el singular héroe. Tipo lacónico, tímido, introvertido, sin aspiraciones, que de modo un tanto forzado sale de zona de confort con la aparición de una mujer problemática a la que desea ayudar. Falla en esto, pues este romance es de lo más impostado, carece de emoción laguna, por la nula chispa entre ambos; Kim Greist es un error de casting, fría, sin calor humano, acartonada en una actuación que requería aura. Nunca embruja como para ser la Mujer de tus sueños. Gilliam tuvo problemas para encontrar el papel y, una vez finalizada la filmación, no quedó satisfecho con el trabajo de Greist, por lo que redujo su tiempo en pantalla en la versión final; Robert De Niro se roba escenas como Harry Tuttle, pero adolece de tener peso dramático, es un mero cliché; Michael Palin (único Monty Python en pantalla), en un rol que aprovecha muy bien para reflejar como el humano es capaz de vivir de disociación del trabajo y su vida familiar, pues es de profesión torturador estatal, pero en casa es un cariñoso padre; Ian Holm interpreta a Kurtzmann como un burócrata estricto, cumple con creces en su tiránico rol; Katherine Helmond como la superficial madre del protagonista deja buenos momentos, aunque nada tiene que ver su rol con la trama, un mero apósito; Bob Hoskins borda con carisma su papel de despótico técnico a domicilio de aparatos de aire acondicionado.

 

La puesta en escena es su punto más sugestivo, fundamental para emitir el estado de ánimo requerido agobiante. Empezando por el fastuoso diseño de producción de Norman Garwood (“Hook”), para lo que brillan escenarios ampulosos, con predominancia en el art deco, inspirándose en pinturas de George Grosz del Berlín de los años 1920. Con escenarios que combinan en lo referente a los edificios estatales salas enormes de techos altos, donde el ser humano queda empequeñecido ante el poder del estado. Hay oficinas que parecen inspirarse en “El Apartamento”, con decenas de oficinistas apilados armoniosamente, y en la residencia del protagonista contrarrestando esto con un misero pisucho, con edificios cual torres impersonales, arquitectura de reminiscencias nazis, calles mugrientas, restaurantes decadentes, y esa enorme especie de chimenea de reactor nuclear que utilizan como sala de tortura, y que recuperó esta imagen Gilliam para su obra más redonda, “12 Monos”; Esto enaltecido por la dramática fotografía de Roger Pratt (“12 monos”), con profusión de lentes amplias con ángulos de cámara inclinados, manejando gran angular de la película con lentes de 14 mm (Zeiss), 11 mm y 9,8 mm (Kinoptik), con una distancia focal que no hacía ojo de pez. Creando una estética cautivadora por momentos. Lástima que su historia no esté a la altura de esto; La banda sonora es de Michael Kamen (“Arma Letal”), aunque esta queda diluida ante el tema leit-motive "Aquarela do Brasil" (1939), tema de Ary Barroso interpretado por Geoff Muldaur, canción oda musical a la patria brasileña.

 

Spoiler:

 

Acusado de traición por abusar de su nuevo puesto, Sam es inmovilizado en una silla en una gran habitación cilíndrica vacía, para ser torturado por su viejo amigo, Jack Lint (Palin). Cuando Jack está a punto de comenzar la tortura, Tuttle y otros miembros de la resistencia irrumpen en el Ministerio, disparan a Jack, rescatan a Sam y hacen estallar el edificio del Ministerio. Sam y Tuttle huyen juntos, pero Tuttle desaparece misteriosamente en medio de una masa de trozos de papeleo del edificio destruido. Sam se topa con el funeral de la amiga de Ida, que murió después de una cirugía estética fallida. Sam descubre que su madre ahora se parece a Jill y está demasiado ocupada siendo adulada por jóvenes como para preocuparse por la difícil situación de su hijo. Los agentes del gobierno irrumpen en el funeral y Sam cae en el ataúd abierto. A través de un vacío negro aterriza en una calle de sus sueños e intenta escapar de la policía y los monstruos trepando una pila de conductos flexibles. Abriendo una puerta, la atraviesa y se sorprende al encontrarse en un camión conducido por Jill. Los dos abandonan la ciudad juntos. Sin embargo, este "final feliz" es una ilusión: se revela que Sam todavía está atado a la silla de tortura. Al darse cuenta de que Sam ha caído en una locura irreparable, Jack y el señor Helpmann lo declaran un caso perdido y abandonan la habitación. Sam permanece en la silla, sonriendo y cantando "Aquarela do Brasil"; *El final de la película tiene una fuerte similitud con el cuento "An Occurrence at Owl Creek Bridge" de Ambrose Bierce, que fue llevado a la pantalla en 1961, y que es un episodio (de los mejores) pertenece a la serie “The Twlight Zone”, el único no creado por Rod Serling.

 

Hay una breve secuencia hacia el final, en la que los combatientes de la resistencia huyen de los soldados del gobierno en las escaleras del Ministerio, hay entonces un claro homenaje a la secuencia de las Escaleras de Odessa en “El acorazado Potemkin” (1925) de Sergei Eisenstein.

 

Cameos: El coguionista Charles McKeown como Harvey Lime (claro guiño al Harry Lime de Orson Welles en la mítica “El Tercer Hombre”), el compañero de trabajo de Sam; El director Terry Gilliam como el fumador de Shang-ri La Towers.

 

Gilliam desarrolló la historia y escribió el primer borrador del guion con Charles Alverson, a quien se le pagó por su trabajo pero que finalmente no fue acreditado en la película final. Durante casi 20 años, Gilliam negó que Alverson hubiera hecho ninguna contribución material al guion. Sin embargo, cuando se publicó el primer borrador y surgieron documentos originales en progreso de los archivos de Alverson, Gilliam cambió su historia a regañadientes. Esto fue demasiado tarde para el crédito en la película o para una lista en la fallida nominación al Oscar para Alverson; ha dicho que no le habría importado la nominación al Oscar, a pesar de que no pensaba mucho en el guion o en la película terminada. Gilliam, McKeown y Stoppard colaboraron en borradores posteriores.

 

Gilliam a veces se refiere a esta película como la segunda de su "Trilogía de la imaginación", comenzando con Time Bandits (1981) y terminando con The Adventures of Baron Munchausen (1988). Todas tratan sobre la "locura de nuestra sociedad torpemente ordenada y el deseo de escapar de ella por cualquier medio posible". Las tres películas se centran en estas luchas y los intentos de escapar de ellas a través de la imaginación: Time Bandits, a través de los ojos de un niño, Brazil, a través de los ojos de un hombre de unos treinta años, y Munchausen , a través de los ojos de un anciano. En 2013, Gilliam también llamó a Brazil la primera entrega de una trilogía de sátira distópica que forma con 12 Monkeys de 1995 y The Zero Theorem de 2013 (aunque más tarde negó haber dicho esto).

 

Muchas de las escenas exteriores de la película están filmadas en Les Espaces d'Abraxas en Noisy-le-Grand, cerca de París, un complejo de apartamentos monumental diseñado por Ricardo Bofill Taller de Arquitectura.

 

La numeración de la forma27B/6, sin el cual los reparadores del Departamento de Servicios Centrales no pueden realizar ningún trabajo, es una alusión al apartamento de George Orwell en 27B Canonbury Square, Londres (subiendo seis tramos de escaleras), donde vivió mientras escribía partes de Mil novecientos ochenta y cuatro.

 

Los ejecutivos de Universal vieron la versión de Gilliam y decidieron que no era adecuada para su estreno. En su opinión, era una "película de arte y ensayo" y querían algo con más atractivo para el público. Así que se pusieron a trabajar en ella, eliminando unos 45 minutos, sustituyendo tomas alternativas, añadiendo algo de material eliminado y reeditando todo en una versión que desde entonces se ha denominado la bastardización de "El amor lo conquista todo". Gilliam rechazó asociarse con la edición de estudio, y Universal se negó a estrenar la versión autorizada de Gilliam. Punto muerto. La "batalla por Brasil", se la denominó, más complicada de lo que se puede contar aquí, pero se redujo a una guerra pública de palabras entre Gilliam y Sid Sheinberg, de Universal, en la que ambos prefirieron la escalada a dar marcha atrás. Al final, Gilliam triunfó organizando una serie de proyecciones no autorizadas para los críticos de cine del área de Los Ángeles. Estos respondieron nombrando a Brasil la mejor película de 1985. Avergonzado de que una película que estaba reteniendo fuera honrada de esa manera, Sheinberg dejó que la versión de Brasil de Gilliam viera la luz del día. Sin embargo, el corte de la película que se vendió a la sindicación de televisión fue la edición de "El amor lo conquista todo". Ambas versiones están disponibles para ver en casa y es instructivo verlas y ver cuánto se puede moldear una película en la sala de montaje.

 

Me queda una película que tiene viñetas maravillosas, pero yerra en crear un relato estimulante, a medida que avanza se le ven demasiado las costuras de su débil armazón. Gloria Ucrania!!!

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