BRAZIL.
Fallido y muy envejecida
comedia negra retrofuturista distópica. La recordaba mejor de lo que me ha
resultado, pues esta fabula inspirada notoriamente en la orwellliana “1984” me
ha resultado bastante irregular y desequilibrada, por momentos caótica, quiere
abarcar mucho y no acaba apretando. La he visto con motivo del 40 aniversario
de su estreno (en el Festival de Cine Internacional de Berlín en febrero).
Dirige el singular Monty Python Terry Gilliam, con guion propio, junto a
Charles McKeown (“Las aventuras del barón Munchausen”) y Tom Stoppard (“Shakespeare
in Love”). Protagonizada por Jonathan Pryce como Sam Lowry y cuenta con la
participación de Robert De Niro, Kim Greist, Michael Palin, Katherine Helmond,
Bob Hoskins e Ian Holm. Brazil fue la primera película verdaderamente
post-Python de Gilliam. La última película hecha por la compañía fue “The
Meaning of Life”, que llegó a las pantallas en 1983. Para Gilliam, liberarse de
Monty's representó oportunidad para desplegar sus alas creativas. El humor
negro de Brazil debe mucho a Python, pero la ausencia de los personajes
habituales de Python (excepto Michael Palin) marca esto como algo diferente.
Aquí una sátira sobre la tecnocracia (muy guiñolesco para lo bueno la escena en
que al protagonista lo ponen a trabajar en una pequeña oficina con una mesa
pegada a la pared y descubre que el empleado que la comparte la mesa con el de
la oficina contigua, estableciendo un duelo chistoso por tener más parcela de
mesa), la burocracia, la hipervigilancia, el consumismo, el culto a la imagen
(las jocosa sub trama de la madre del protagonista), los regímenes
totalitarios, donde la recreación del mundo en que viven los protagonistas
recuerda notoriamente a la novela “1984” de George Orwell de 1949. Trata un
controvertido tema como es si el terrorismo, y si está justificado en ocasiones
contra las tiranías.
A pesar de su título, la
película no trata sobre el país Brasil ni tiene lugar allí; lleva el nombre de
la canción principal recurrente, "quarela do Brasil" de Ary Barroso,
conocida simplemente como "Brazil" para el público británico,
interpretada por Geoff Muldaur. Tiene su atractivo en la ambientación, con una
visión de un futuro vista desde décadas atrás, desarrollándose en un tiempo y
un lugar que se parecen vagamente a los nuestros, pero con gráficos, hardware y
políticas diferentes. La sociedad está controlada por una organización
monolítica y los ciudadanos llevan una vida de paranoia y control, la vida es
cruel y sombría.
En un futuro distópico
con aire noir años 40, contaminado, hiperconsumista, autoritario, burocrático y
totalitario, Sam Lowry (Pryce) es un empleado gubernamental de bajo nivel que
frecuentemente sueña con ser un guerrero alado que salva a una damisela en
apuros. Un día, poco antes de Navidad, un insecto se atasca en una
teleimpresora, imprime incorrectamente una copia de una orden de arresto que
estaba recibiendo (cambia una B por una P en una máquina de escribir). Conduce
al arresto y muerte durante el interrogatorio del zapatero remendón Archibald
Buttle en lugar del presunto terrorista Archibald Tuttle (DeNiro). Sam descubre
el error cuando descubre que se había debitado la cuenta bancaria equivocada
para el arresto. Visita a la viuda de Buttle para darle el reembolso, donde ve
a su vecina Jill Layton (Greist), una camionera, y se sorprende al descubrir
que Jill se parece a la mujer de sus sueños.
La película comienza
ingeniosamente, marcando a fuego el régimen totalitario que se mueve como una
apisonadora asentimental, capaz de cometer un error insignificante de
burocracia como es alterar una letra en un papel y con llevar a la detención y
muerte de un inocente. Esto se expone en el asalto tremebundo al apartamento
del inocente, con un agujero circular en el techo a trasvés del piso superior
(desternillante como quieren apañarlo), como dejan una nota de recogida de ‘paquete’.
También en este arranque nos presentan el lugar de laburo del protagonista, una
gran oficina con gente trabajando sobre pantallitas de tv, ello mientras el
jefe observa en la altura, cunado este se da la vuelta estos empleados cambian
lo que se ve en las pantallitas para poner un film programas de entretenimiento
de cine, aportando una nota de humor que a la vez refleja el tedio de estas
personas.
La cinta marca dos
mundos, el real patético, ordinario, alienante, gris, opresivo, frente al de la
fantasía por la que Sam escapa de su rutina hastiante, mundo en el que es una
especie de Adonis (lleva una larga melena) plateado y alado, surca los cielos
con unas enormes alas, un héroe que se siente el salvador de una hermosa
damisela en apuros.
La historia parte de una
idea que, sin ser original, si engancha. Asistimos a las vidas pasivas y cuasi
inertes de la clase trabajadora. Creando una claustrofobia ambiental sobre como
se vigila y coarta la libertad, un régimen regido por una burocracia kafkiana, donde
los crímenes de estado son el pan de cada día. Donde las autoridades pueden
irrumpir en tu hogar de modo avasallador. Donde el que se te rompa cualquier
aparato casero se convierte en una odisea para ser arreglado, pues solo lo puede
hacer el Estado a través del os servicios Centrales, con sus arrogantes
operarios. De ahí la aparición de unos desternillantes Spoor (Hoskins) y Dowser
(Derrick O'Connor), que ponen patas arriba el apartamento del protagonista, sacando
todo tipo de tuberías que inundan el lugar.
Surgiendo (esto muy divertido)
insurgentes que se dedican a apañar estas averías clandestinamente y por ello
estos son considerados terroristas. De aquí la aparición de Tuttle (De Niro) como
un héroe manitas que socava la autoridad arreglando desperfectos en residencias.
Este chocará con Spoor y Dowser, dando lugar a una peculiar y escatológica vendetta.
Pero todo lo bueno, que
tiene, por partes tiene ‘sketches’ mordaces e ingeniosos, pero en conjunto
falta historia, adolece de solidez narrativa, de cohesión. Lo más llamativo es
que nunca se explica como se rige este lugar en el que suceden los hechos,
nunca se explica que pretende este gobierno. Quien manda allí? Que ideales de
gobierno son lo que dominan? Porque hay terroristas? Que pretenden estos con
sus atentados? No hay reflexión política alguna, todo es trazo grueso.
Dedicando más tiempo al insípido romance entre el prota y la damisela, una sub tema
onírica que no encaja con la historia. Todo sucede a hachazos, sin progresión orgánica.
Esto hace que llegados al rush final no esté conectado a la odisea de Sam, y me
importe poco lo que le pase. Además, el director y guionista tira de un recurso
manido, amén de copiado a un famoso cuento (*spoiler).
Jonathan Pryce ofrece
una actuación apreciable como el singular héroe. Tipo lacónico, tímido, introvertido,
sin aspiraciones, que de modo un tanto forzado sale de zona de confort con la
aparición de una mujer problemática a la que desea ayudar. Falla en esto, pues
este romance es de lo más impostado, carece de emoción laguna, por la nula chispa
entre ambos; Kim Greist es un error de casting, fría, sin calor humano,
acartonada en una actuación que requería aura. Nunca embruja como para ser la
Mujer de tus sueños. Gilliam tuvo problemas para encontrar el papel y, una vez
finalizada la filmación, no quedó satisfecho con el trabajo de Greist, por lo
que redujo su tiempo en pantalla en la versión final; Robert De Niro se roba
escenas como Harry Tuttle, pero adolece de tener peso dramático, es un mero
cliché; Michael Palin (único Monty Python en pantalla), en un rol que aprovecha
muy bien para reflejar como el humano es capaz de vivir de disociación del
trabajo y su vida familiar, pues es de profesión torturador estatal, pero en
casa es un cariñoso padre; Ian Holm interpreta a Kurtzmann como un burócrata estricto,
cumple con creces en su tiránico rol; Katherine Helmond como la superficial
madre del protagonista deja buenos momentos, aunque nada tiene que ver su rol
con la trama, un mero apósito; Bob Hoskins borda con carisma su papel de despótico
técnico a domicilio de aparatos de aire acondicionado.
La puesta en escena es
su punto más sugestivo, fundamental para emitir el estado de ánimo requerido
agobiante. Empezando por el fastuoso diseño de producción de Norman Garwood
(“Hook”), para lo que brillan escenarios ampulosos, con predominancia en el art
deco, inspirándose en pinturas de George Grosz del Berlín de los años 1920. Con
escenarios que combinan en lo referente a los edificios estatales salas enormes
de techos altos, donde el ser humano queda empequeñecido ante el poder del
estado. Hay oficinas que parecen inspirarse en “El Apartamento”, con decenas de
oficinistas apilados armoniosamente, y en la residencia del protagonista
contrarrestando esto con un misero pisucho, con edificios cual torres
impersonales, arquitectura de reminiscencias nazis, calles mugrientas,
restaurantes decadentes, y esa enorme especie de chimenea de reactor nuclear
que utilizan como sala de tortura, y que recuperó esta imagen Gilliam para su
obra más redonda, “12 Monos”; Esto enaltecido por la dramática fotografía de
Roger Pratt (“12 monos”), con profusión de lentes amplias con ángulos de cámara
inclinados, manejando gran angular de la película con lentes de 14 mm (Zeiss),
11 mm y 9,8 mm (Kinoptik), con una distancia focal que no hacía ojo de pez. Creando
una estética cautivadora por momentos. Lástima que su historia no esté a la
altura de esto; La banda sonora es de Michael Kamen (“Arma Letal”), aunque esta
queda diluida ante el tema leit-motive "Aquarela do Brasil" (1939), tema
de Ary Barroso interpretado por Geoff Muldaur, canción oda musical a la patria
brasileña.
Spoiler:
Acusado de traición por
abusar de su nuevo puesto, Sam es inmovilizado en una silla en una gran
habitación cilíndrica vacía, para ser torturado por su viejo amigo, Jack Lint
(Palin). Cuando Jack está a punto de comenzar la tortura, Tuttle y otros
miembros de la resistencia irrumpen en el Ministerio, disparan a Jack, rescatan
a Sam y hacen estallar el edificio del Ministerio. Sam y Tuttle huyen juntos,
pero Tuttle desaparece misteriosamente en medio de una masa de trozos de
papeleo del edificio destruido. Sam se topa con el funeral de la amiga de Ida,
que murió después de una cirugía estética fallida. Sam descubre que su madre
ahora se parece a Jill y está demasiado ocupada siendo adulada por jóvenes como
para preocuparse por la difícil situación de su hijo. Los agentes del gobierno
irrumpen en el funeral y Sam cae en el ataúd abierto. A través de un vacío
negro aterriza en una calle de sus sueños e intenta escapar de la policía y los
monstruos trepando una pila de conductos flexibles. Abriendo una puerta, la
atraviesa y se sorprende al encontrarse en un camión conducido por Jill. Los
dos abandonan la ciudad juntos. Sin embargo, este "final feliz" es
una ilusión: se revela que Sam todavía está atado a la silla de tortura. Al
darse cuenta de que Sam ha caído en una locura irreparable, Jack y el señor
Helpmann lo declaran un caso perdido y abandonan la habitación. Sam permanece
en la silla, sonriendo y cantando "Aquarela do Brasil"; *El final de
la película tiene una fuerte similitud con el cuento "An Occurrence at Owl
Creek Bridge" de Ambrose Bierce, que fue llevado a la pantalla en 1961, y
que es un episodio (de los mejores) pertenece a la serie “The Twlight Zone”, el
único no creado por Rod Serling.
Hay una breve secuencia
hacia el final, en la que los combatientes de la resistencia huyen de los
soldados del gobierno en las escaleras del Ministerio, hay entonces un claro homenaje
a la secuencia de las Escaleras de Odessa en “El acorazado Potemkin” (1925) de
Sergei Eisenstein.
Cameos: El coguionista
Charles McKeown como Harvey Lime (claro guiño al Harry Lime de Orson Welles en
la mítica “El Tercer Hombre”), el compañero de trabajo de Sam; El director
Terry Gilliam como el fumador de Shang-ri La Towers.
Gilliam desarrolló la
historia y escribió el primer borrador del guion con Charles Alverson, a quien
se le pagó por su trabajo pero que finalmente no fue acreditado en la película
final. Durante casi 20 años, Gilliam negó que Alverson hubiera hecho ninguna
contribución material al guion. Sin embargo, cuando se publicó el primer
borrador y surgieron documentos originales en progreso de los archivos de
Alverson, Gilliam cambió su historia a regañadientes. Esto fue demasiado tarde
para el crédito en la película o para una lista en la fallida nominación al
Oscar para Alverson; ha dicho que no le habría importado la nominación al
Oscar, a pesar de que no pensaba mucho en el guion o en la película terminada.
Gilliam, McKeown y Stoppard colaboraron en borradores posteriores.
Gilliam a veces se
refiere a esta película como la segunda de su "Trilogía de la
imaginación", comenzando con Time Bandits (1981) y terminando con The
Adventures of Baron Munchausen (1988). Todas tratan sobre la "locura de
nuestra sociedad torpemente ordenada y el deseo de escapar de ella por
cualquier medio posible". Las tres películas se centran en estas luchas y
los intentos de escapar de ellas a través de la imaginación: Time Bandits, a
través de los ojos de un niño, Brazil, a través de los ojos de un hombre de
unos treinta años, y Munchausen , a través de los ojos de un anciano. En 2013,
Gilliam también llamó a Brazil la primera entrega de una trilogía de sátira
distópica que forma con 12 Monkeys de 1995 y The Zero Theorem de 2013 (aunque
más tarde negó haber dicho esto).
Muchas de las escenas
exteriores de la película están filmadas en Les Espaces d'Abraxas en
Noisy-le-Grand, cerca de París, un complejo de apartamentos monumental diseñado
por Ricardo Bofill Taller de Arquitectura.
La numeración de la
forma27B/6, sin el cual los reparadores del Departamento de Servicios Centrales
no pueden realizar ningún trabajo, es una alusión al apartamento de George
Orwell en 27B Canonbury Square, Londres (subiendo seis tramos de escaleras),
donde vivió mientras escribía partes de Mil novecientos ochenta y cuatro.
Los ejecutivos de
Universal vieron la versión de Gilliam y decidieron que no era adecuada para su
estreno. En su opinión, era una "película de arte y ensayo" y querían
algo con más atractivo para el público. Así que se pusieron a trabajar en ella,
eliminando unos 45 minutos, sustituyendo tomas alternativas, añadiendo algo de
material eliminado y reeditando todo en una versión que desde entonces se ha
denominado la bastardización de "El amor lo conquista todo". Gilliam
rechazó asociarse con la edición de estudio, y Universal se negó a estrenar la
versión autorizada de Gilliam. Punto muerto. La "batalla por Brasil",
se la denominó, más complicada de lo que se puede contar aquí, pero se redujo a
una guerra pública de palabras entre Gilliam y Sid Sheinberg, de Universal, en
la que ambos prefirieron la escalada a dar marcha atrás. Al final, Gilliam
triunfó organizando una serie de proyecciones no autorizadas para los críticos
de cine del área de Los Ángeles. Estos respondieron nombrando a Brasil la mejor
película de 1985. Avergonzado de que una película que estaba reteniendo fuera
honrada de esa manera, Sheinberg dejó que la versión de Brasil de Gilliam viera
la luz del día. Sin embargo, el corte de la película que se vendió a la
sindicación de televisión fue la edición de "El amor lo conquista
todo". Ambas versiones están disponibles para ver en casa y es instructivo
verlas y ver cuánto se puede moldear una película en la sala de montaje.
Me queda una película
que tiene viñetas maravillosas, pero yerra en crear un relato estimulante, a
medida que avanza se le ven demasiado las costuras de su débil armazón. Gloria
Ucrania!!!
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