THE RIVER (1928)
Fascinante melodrama romántico
(en el que curiosamente en el material que ha quedado no se dan un beso los
amantes) dirigido por el maestro del género Frank Borzage. “The River” es una película que durante mucho
tiempo se pensó perdida, ya que el nitrato de la película se descompuso a lo
largo de los años y Fox destruyó la última copia de 35 mm después de
considerarla inutilizable. Afortunadamente, finalmente se encontró un duplicado
del original de 16 mm y ahora se puede ver la mayor parte de la película. El film
original duraba ochenta y cuatro minutos, dura cincuenta y cuatro en su versión
actual. Faltan el principio, dos secuencias intermedias y el último carrete
completo, pasajes sustituidos en la nueva edición por fotogramas de los
archivos del estudio y los personales de Frank Borzage. La continuidad
narrativa y los intertítulos respetan así el guión original presentado a la
UCLA, y hoy podemos tener una visión bastante precisa de la obra, aunque las
escenas perdidas impidan disfrutar plenamente de esta obra maestra del cine
mudo. Originalmente, además de secuencias con diálogos audibles o secuencias
habladas, la película presentaba una banda sonora sincronizada y efectos de
sonido junto con intertítulos en inglés. La banda sonora se grabó utilizando el
sistema de sonido en película Movietone. La versión reconstruida fue producida
por el Munich Filmmuseum, en colaboración con las cinematecas de Suiza y
Luxemburgo. Esta versión fue proyectada en 2006 por el American Museum of the
Moving Image en la ciudad de Nueva York. El metraje sobreviviente representa
prácticamente en su totalidad el romance de Allen John (Charles Farrell) y
Rosalee (Mary Duncan), columna vertebral de la historia. Lamentablemente, no
sobrevivió ninguna de las secuencias habladas.
Cuando se estrenó, la
película fue perseguida por la desgracia: al no saber muy bien cómo
promocionarla, Fox disfrazó la obra con un prólogo musical y un final hablado,
filmado a espaldas del director (la versión sonora no se vio fuera de los
Estados Unidos). La fuerte sensualidad de las imágenes conmocionó a la América
puritana. Se prohibió la proyección de “The River” en muchos Estados y un
consenso tácito limitó su difusión. Muchos periódicos la silenciaron,
boicotearon la publicidad e incluso el «New York Times» sólo le concedió un
pequeño párrafo, avergonzado. En Europa, la recepción fue más cálida y los
cinéfilos franceses, entre ellos el joven Marcel Carné, elogiaron la película
(7 semanas en exclusiva en París).
Aun con el material faltante es una obra sublime de amor puro, con secuencias conmovedoras de un poder trémulo en su transgresión erótica muchas, con un simbolismo enervador, sobre todo tenido en cuenta el tiempo en que se rodó. El escenario, potenciado por la gran cinematografía de Ernest Palmer (“El Ángel de la Calle” o “Flecha Rota”) crea un microcosmos edénico en el valle en medio de la más vasta naturaleza, aislados del mundo, lar angosto, con un rio salvaje, azotado por el viento, la nieve, el frio, y ahí germina el amor más puro, el carnal, el que surge del deseo, de los juegos de seducción de ella, los mecanismos de dominación, los impulsos sexuales, la pasión atávica (reflejada en por ejemplo al simbólica secuencia de él cortando árboles con su hacha en medio de una tormenta de nieve, exponiendo su lívido a reventar), donde solo la pareja existe (un poco aparece el sordomudo Sam encarnado por Ivan Linow),
Para dominar cada
elemento de su producción, Borzage necesitaba rodar en un estudio y para esta
película hizo que su diseñador de producción designado, Harry Oliver (“El Séptimo
Cielo” o “El Ángel de la Calle”), construyera un impresionante decorado en un
terreno de 100.000 metros cuadrados perteneciente a Fox (Fox Hill). Así aparece
un trozo de las Montañas Rocosas a pocos kilómetros de Hollywood con su curso
de agua, sus acantilados, sus casas sobre pilotes, el andamio de una presa,
todo ello rodeado de cientos de pinos plantados para la ocasión.
Frank Borzage fue
conocido por dirigir películas románticas y sentimentales a lo largo de su
carrera, y este film es epítome de ello. Borzage hasta la adopción del Código
Hays, aborda la cuestión de la sexualidad sin vergüenza. Pero hasta ahora era
en pequeños toques, una prenda que se desliza y deja ver un poco de carne, un
intercambio de miradas, un gesto o una situación sugerente. Aquí, en el apogeo
de su carrera tras los inmensos éxitos de “7th Heaven” y “Angel Street”,
convertido en su propio productor, puede dar rienda suelta a su audacia,
representando escenas increíbles para la época (Rosalee acaricia su pecho y
luego toma la mano de Allen John para continuar con este gesto), goza de
palabras de doble sentido y simbolismo sexual claro (el remolino del río).
Está el choque de dos
personalidades antagónicas, dos polos opuestos que se atraen, ella una
seductora Mary Duncan como una femme fatale de mundo (maravillosa la forma de
expresárselo al espectador cuando vemos su baúl rebosante de pegatinas de
varios países), y Charles Farrell como ingenuo e idealista joven, manteniendo
gradualmente una relación turbadora en como ella lo manipula y él no puede
evitar serlo, generando entre ambos una tensión sexual latente cutánea para el espectador.
Aquí ella es la que manda, ella es la experimentada, la que se ríe del cándido
y núbil chico. Los dos nos regalan unas actuaciones brillantes, con encanto,
con empatía, desprenden luz sus personajes, con una química extraordinaria. Borzage también dirigió a Farrell, junto a Janet
Gaynor, en “Seventh Heaven” (1927), “Street Angel” (1928) y “Lucky Star” (1929).
Allen John Pender (Farrell)
es un joven inocente que desea hacerse a la mar en el barco que ha construido.
Se enamora de la hastiada Rosalee (Duncan), la ex amante de un hombre que ahora
está en prisión por asesinato. Una joven cuyo amante está encarcelado por
asesinato conoce a un joven vagabundo. Aislados por la naturaleza hostil y el
mal tiempo, se llevan bien y poco a poco surge entre ellos un sentimiento
romántico mientras la joven es "observada" por el cuervo que su
amante dejó para tal fin.
El guion es de Dwight
Cummins y Philip Klein (“El Ángel
de la calle” o “Cuatro hijos”), adaptan un libro de Tristram Tupper. Borzage se
vale de una genial habilidad para las alegorías visuales. Primero (en la
primera secuencia narrativamente que ha quedado) vemos una épica secuencia de
como cientos de trabajadores (construyen una presa) marchan de este valle por
laberínticas escaleras, pasarelas, puentes colgantes dejando atrás un poblado de
cabañas adosadas en escalera. Tras ello tenemos el primer encuentro entre los
protagonistas, primero vemos a Rosalee sentada en una roca junto al rio, ‘custodiada’
por su cuervo (Antológico elemento simbólico que encarna al marido ausente)
observa un tonel flotando en el rio que fluye a un remolino que se lo traga
todo en las aguas bravas, símbolo del fatalismo, el remolino de las vidas. Y de
las aguas, el cuasi-paraíso entre las montañas rocosas, emerge flotando
distendidamente este particular Adán desnudo. Tras una primera charla él dice
que debe coger el tren para pasar el invierno fuer del valle. Ella se mete en
su cabaña y él se marcha rápido para no perder el tren, en una edición genuina,
vemos por un lado a ella paciente esperarlo a él, sabe que volverá, y a él
dubitativo ante subir a la estación o no, hasta que pierde el tren y vuelve
abajo para llamar a la puerta de Rosalee que lo espera, sabe de su poder de
atracción animal. Ella lo invita a comer, y él le prepara leña para calentar
(otro elemento alegórico el de que él hombre prepare la leña para calentar…).
Tras ello tenemos uno de esos recursos freudiano-simbólicos, muy manejado en el
cine como es el que una pareja juegue a las cartas, en realidad están teniendo sexo
(“El apartamento” o “Viridiana”, son ejemplos de esto), para más inri, ella
termina tumbada sobre la mesa sensualmente cuasi-ofreciendose a él, mientras él
mira temeros al vigilante cuervo, mientras suelta unas sonrisitas de medio lado
expresando timidez (me recuerdan y mucho a las de Jim Parsons con su rol de
Sheldon Cooper en “Big Bang Theory”). Tras lo que sale a colación lo que mide
cada uno, y se juntan para comprobar la comparativa, primero ella de espaldas
se pega a él con su trasero, luego se descalza y se coloca de frente pegando su
pecho a él, en clara simbología de posiciones sexuales. Tras lo que él vuelve a
intentar coger el tren. Tras una elipsis narrativa sobre el material faltante.
Volvemos a ver a Allen junto al fuego (habrá traído leña para ‘calentar’), y
ella aparece con un batín asiático (simbología de perversión eran los elementos
asiáticos entonces).
La cámara auspiciada por
Borzage está enamorada de los protagonistas, los acaricia, se fija en los
pequeños detalles entre ellos, parecen solos en el mundo, solo está el
recordatorio del cuervo. Ella juega con la notoria inocencia de él, utiliza su
atractivo sexual para que la desee, como en la escena en que el coloca el
tablero para jugar a las damas, ella lo mira, luego m ira a la jaula con el
cuervo que ha soltado, la sombra de la jaula se proyecta sobre la pared, tras
Allen de modo enorme, entonces ella con su mano tira el tablero con sus piezas y se recuesta
sobre la cama, claramente excitada se acaricia el pecho (ella dice que es el
corazón palpitándole a toda prisa), hace que él le ponga la mano sobre el
mismo, se abrazan apasionadamente y entonces el cuervo salta sobre ellos.
Rosalee ida de sí, cual si fuera el espíritu de su marido atacándolos decide
matarlo con un cuchillo, Allen trata de impedirlo y termina siendo él mismo el
apuñalado levemente, lo cual parece incidir en su relación con visos
masoquistas (vuelve a acentuarse la transgresión); Esto nos lleva a un tramo
arrolladoramente cargado de erotismo exacerbado. Ella ha rechazado su propuesta
de matrimonio, él encolerizado sale afuera en medio de la tormenta de nieve y
coge un hacha y comienza a cortar árboles, otra vez la leña para la mujer como
símbolo de ansiar darle ‘calor’, incluso Allen dice que quiere demostrarle que
es mejor que su esposo, que es más Hombre (la testosterona) que él. Tras ello
exhausto llega a su barca y se desmaya helado. Sam (el sordomudo amigo del
asesinado por el marido de Rosalee) que es amigo de Allen llega con caza por la
nieve y al visitar a Allew lo encuentra tirado en el suelo congelado, y lo
lleva a la cabaña de Rosalee. Le frotan nieve por el pecho desnudo en un
esfuerzo por bajarle la fiebre, pero su corazón deja de latir, Rosalee
desesperada manda a Sam a por ayuda. Entonces enojada, al darse cuenta de lo
mucho que lo ama, Rosalee se mete en la cama con Allen John y trata de
calentarlo con su cuerpo. Borzage filma sus rostros en primer plano con
intensidad electrizante, deteniéndose en los ojos límpidos de Farrell, ella ora
por que le vuelva la vida en una mirada desesperada. Escena esta del abrazo de
una carnalidad prodigiosa, teniendo el colofón que entronca con un film de culto
danés (no diré más para no hacer spoiler).
Spoiler:
La secuencia en la que Rosalee
resucita a Allen de entre los muertos se encuentra entre las cumbres del cine, entroncando
con la resurrección deidífica de “Ordet” (1953); Lástima que se haya perdido el
rush final: La aparición del marido justo cuando los amantes se van a marchar
rio abajo hacia el océano. Hay una pelea entre Allen y Marsdon (Alfred Sabato),
hay una persecución por caminos al filo de la montaña, Rosalee cae al rio.
Aparece Sam y mata a Marsdon. Allen se tira al rio a salvar a Rosalee absorbida
por el remolino, tras la tensión, Allen emerge salvando de la muerte a Rosalee.
Fin.
Aun con la carencia de
metraje sensacional film, de los que calan por su fuerza conmovedora. Gloria
Ucrania!!!
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