LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE ULTRACUERPOS
Con
motivo de la reciente muerte del gran actor Donald Sutherland (20 de junio de
2024 a los 88 años falleció) me he vuelto a ver este perturbador film que
protagoniza. Película de ciencia ficción aderezada con terror psicológico
dirigida con pulso sólido por Philip Kaufman, en lo que es considerado uno de
los mejores remakes de la historia del cine, compitiendo en fuerza dramática
con la original de 1956, logrando un film tenso, claustrofóbico, aterrador,
creando gradualmente un clima cerrado irrespirable, hasta concluir con unos de
esos finales que se han convertido en icono (y hasta memes) de la Historia del
cine. El guion de W.D. Richter (“Brubaker” o “Golpe en la pequeña China”)
adapta la novela homónima de 1955 de Jack Finney, adaptada previamente en la
película de 1956 de Don Siegel, con alguna laguna y un final mejorables, que
aquí subsanan, en detrimento de un ritmo menor en la primera parte. La trama
involucra a un inspector de salud de San Francisco y su colega que en el
transcurso de unos días descubren que los humanos están siendo reemplazados por
duplicados extraterrestres; cada uno es un clon biológico perfecto de la
persona reemplazada, pero carente de empatía y humanidad. Mientras que la
primigenia estaba influenciada por la Guerra Fría, esta es más hija del tiempo
de la paranoia general, para una nación sin referentes morales, un país en
crisis, y de ahí este film en que las gentes dejaban de tener alma para pasar a
ser autómatas, tenido que ver con la el final de la era contestaria, el tiempo
de los hippies, de las protestas por la guerra de Vietnam, tras salir del
Watergate, y en plena presidencia de uno de los más pusilánimes mandatarios de
USA (Jimmy Carter). El tema de la alienación de nuestra sociedad que vive
aislada entre la multitud, la perdida de la individualidad en favor del
pensamiento borreguil colectivista donde nada se discute en pos de una falsa
armonía, atacando sutilmente a los autoritarismos que pretenden solapar al
disidente (El rol de Sutherland hace una broma sobre como un ser vaina muestra las
características de un republicano típico; el guionista Richter muestra su
patita política).
Esta cinta mantiene
reverencia por la original, tanto que llega a parecer una secuela sin serlo,
pues incluso, cual continuación de la del 56 (aunque los nombres de los
protagonistas de la antigua son traspasados a esta; también el desarrollo tiene
muchas similitudes), vemos al inicio al protagonista de la misma Kevin
McCarthy, entre los coches delirando mientras grita ‘Están aquí!’. Como si la
amenaza al californiano pueblecito de Santa Mira no se hubiera detenido y
hubiera alcanzado a la gran ciudad de San Francisco. De hecho, el traslado a la ciudad del Golden State
Bridge es uno de los cambios evidentes, la urbe de Kaufman, el otro gran cambio
es que es en color.
Una raza alienígena
parásita abandona su planeta moribundo y viaja a la Tierra, tomando la forma de
pequeñas vainas de semillas con flores rosadas. Elizabeth Driscoll, científica
de laboratorio del Departamento de Salud de San Francisco, lleva una flor a
casa. A la mañana siguiente, cuando se despierta, encuentra a su novio,
Geoffrey, frío y distante mientras arroja escombros en un camión de basura. Le
confía a su colega y amigo Matthew Bennell que Geoffrey ha cambiado y que teme
que sea un impostor. Matthew le aconseja a Elizabeth que hable con su amigo
psiquiatra, David Kibner, que está promocionando su nuevo libro en una
librería. Mientras conducen hacia allí, un hombre histérico advierte a
Elizabeth y Matthew del peligro mientras una turba lo persigue. Luego muere en
un atropello y fuga, rodeado de espectadores impasibles. En el evento de
promoción del libro, Kibner tranquiliza a Elizabeth y a otra mujer que comparte
dudas similares sobre sus parejas. El amigo de Matthew, Jack Bellicec, un
excéntrico aspirante a escritor, lo llama para que investigue cuando un
misterioso cuerpo embrionario de un adulto parecido a Jack es encontrado en el
spa de barro que dirige con su esposa, Nancy. Matthew va a advertir a
Elizabeth, pero descubre un duplicado semiformado de ella cerca del dormitorio
donde está durmiendo. Matthew rescata a Elizabeth y alerta a la policía, pero
cuando llegan, los duplicados de Jack y Elizabeth han desaparecido.
Los créditos iniciales
son ya una declaración de intenciones, mostrando en una edición maravillosa el
origen de la invasión a la que vamos a asistir, en algún lugar del espacio infinito,
unas tenues esporas emprenden el vuelo desde un planeta moribundo y flotan por
la galaxia hasta que caen a la Tierra como pequeñas manchas gelatinosas. Se
escurren de las plantas como gotas de gelatina KY y pronto se extienden con
raíces nervudas, con el tiempo, forman una cápsula en miniatura de la que
florece una atractiva flor. Si alguien entra en contacto con la flor y se queda
dormido con ella cerca, se duplicará (doppelgänger) en una cápsula y nacerá de
nuevo como parte de una mente colmena alienígena, mientras su cuerpo original
será enviado a la basura en forma de polvo gris algodonoso. Y cuando el
colectivo en constante crecimiento identifica a quienes muestran emociones o se
resisten, lanzan un grito, y comienza la persecución.
Tras ello empezamos a
sentirnos en un clima enrarecido, cuando el inspector de sanidad encuentra ‘algo’
en la sopa del elegante restaurante francés, tras lo que el protagonista coge
su auto, mira a los cocineros afuera fumando que lo miran a él con cara de
asco, cuando vemos que la luna delantera del auto ha sido reventada. Comenzando
a sentirnos en un entorno tóxico. Tras ello las pistas de que algo no va bien,
hay una especie de plaga donde personas aseveran que gente de su alrededor ha
sido reemplazada por otros con el mismo cuerpo. Asistimos a alegóricas charlas
que versan sobre la apatía general, el alienamiento de la sociedad. Las
miguitas van cayendo en una línea similar al film original, en este caso
inquietante el toque de esos sempiternos camiones de la basura con ese material
especie de conjuntos de hilos que no son más que humanos desintegrados, aportes
ingeniosos, como el de los espejos deformantes reflejando a Matthew y Jack
Bellicec de modo ridículo, en clara simbología de los doppelgänger amenazantes.
Hasta que todo explota, derivando en una persecución acongojante. Donde no solo
hay que huir de los enemigos físicos, si no que dormir es el peor de los
‘villanos’, cual precedente de “Pesadilla en Elm St.”, pues caer preso de
Morfeo significa abrir la puerta al doppelgänger, consecuencias tan aterradoras
e intensas como la de la germinación exprés de los alienígenas sin forma que
salen de sus cápsulas de semillas. También tiene mucho que ver con la posterior
“El show de Truman” donde todos a tu Alrededor son un teatrillo.
Se le puede achacar a Philip
Kaufman su tramo inicial algo lento, cuesta de arrancar. Peor cuando lo hace te
atrapa en su vorágine malsana, donde se da el peor temor de los paranoicos,
todo el mundo a por ellos. Aquí vuelven los recursos visuales mordientes, como
es ese tramo (tan de Hitchcock), en que vemos a los protagonistas caminar por
la calle consientes de que en cualquier momento serán detectados por los
‘otros’, esto filmado en una edición fragmentada y solo viéndose las piernas de
un lado a otro cambiando de sentido, hasta que todo se desata en una carrera.
Donald Sutrherland da
muy bien con su papel que gradualmente pasa de escéptico a combatiente,
aportando dosis de humor a su rol, algo muy del actor. Para la Eternidad su
última escena; Jeff Goldblum da muy bien con el papel de tipo rebelde
contestatario; Veronica Cartwright está notable en su papel, que incluso tiene
el ‘honor’ (de un poco metido con calzador) de dar la teoría buena de lo que
sucede: "Por qué siempre esperamos naves de metal?"; Brooke Adams
algo más apagada en su papel de anhelo romántico del protagonista. Aunque este
romance está mucho mejor planteado que el de la original; Leonard Nimoy embiste
de flema y sabiduría a su papel de psicólogo que pretende dar explicación
racional terrestre a las preocupaciones de la gente.
La puesta en escena
resulta prodigiosa en su fundamental misión de trasladarnos un estado de ánimo,
y ello evolucionándolo emocionalmente. Siendo fundamental para ello la
formidable labor en la cinematografía del maestro en la materia Michael
Chapman, que dos años antes había convertido Manhattan en una especie de
Purgatorio con constantes fumarolas surgiendo del sub suelo nocturno, y con el
taxi cual carreta del Averno surcando sus infernales calles en la scorsesiana
“Taxi Driver”, aquí intenta el estilo de cine negro del original en color.
Algunos de los elementos que tomaron prestados fueron tomas con luz que daba
paso a sombras y tomas desde ángulos evocadores. Usaron matices de color para
indicar que algunos personajes eran ahora personas en forma de vainas.
"Cuando corren por el Embarcadero y aparecen las sombras enormes primero,
esas son una especie de imágenes clásicas del cine negro", dijo el
director. La cámara crea secuencias agobiantes, con planos generales
asfixiantes entre la multitud observante, ángulos extraños, planos holandeses,
juegos de sombras y claroscuros, trasladándonos la esquizofrenia reinante,
proyectando un thriller urbano opresivo, a medida que avanza el metraje todo se
va volviendo más oscuro y lóbrego, con interiores filmados con mantos de
sombras trapezoidales y ángulos de cámara inclinados, y los exteriores tienden
a enfatizar una sensación de peligro latente.
Todo en miscelánea con
la crucial edición de sonido de Ben Burtt (venía de trabajar en “Star Wars” y
luego lo haría para “Alíen, el octavo pasajero, casi nada), creando sonidos en
segundo plano para desconcertar, mezclándose con ruidos industriales, como son
los de los camiones de basura anunciando el ‘relevo’. Burtt también diseñó el
chillido cuando la gente de la cápsula ve a un humano sobreviviente, sonido que
Kaufman dijo estaba compuesto de muchos elementos, incluido el chillido de un
cerdo.
Los f/x de maquillaje
creados por Tom R. Burman (“El Planeta de los Simios” o “Los Goonies”) crea los
muy realistas efectos de las germinantes vainas. Los del comienzo creados por
Russel Hessey (Ladrón) y Dell Rheaume (“Encuentros en la tercera fase”), donde
las cápsulas viajan a través del espacio desde su mundo natal muerto hasta San
Francisco, fue una de las más simples. "Encontré un material viscoso en
una tienda de arte, creo que pagamos $12 por un gran recipiente lleno de él, y
luego [lo pusimos] en soluciones e invertimos la película", recordó
Kaufman. El perro que llevaba una máscara con la cara del banjista incluía un
agujero en la máscara a través del cual la criatura parecía lamerse; El músico
pianista de jazz Denny Zeitlin dota de melodías ominosas el metraje, manejando
de modo insidioso sonidos disonantes. Zeitlin en su debut para el cine estaba
tan agotado por su experiencia de grabar música para una película que juró no
volver a hacerlo nunca más, y no lo hizo.
Spoiler:
Rush final: Matthew y
Elizabeth se esconden cerca del muelle donde Matthew le declara su amor a
Elizabeth mientras intenta mantenerla despierta (en la original era en una
cueva minera). Un barco cercano está siendo cargado con cápsulas para poblar
centros en el extranjero. Elizabeth se queda dormida y se desintegra en los
brazos de Matthew. Horrorizado y enfurecido, Matthew huye de su duplicado,
irrumpe en el almacén del muelle y quema el edificio, destruyendo varias
plantas y matando a muchas personas de las cápsulas (secuencia que notiene su
paralelo enla original, pero si estaba en la novela). Se esconde debajo del
muelle mientras sus perseguidores lo buscan, afirmando con confianza que
inevitablemente se quedará dormido. Más tarde, Matthew está a punto de entrar
al departamento de salud con los empleados duplicados. Nancy se acerca y llama
a Matthew. Él la señala y emite el grito agudo de los duplicados.
Hay un error de
coherencia narrativa. Y es que los doppelgänger se comportan todos igual, de
modo ataráxico, por lo que cuando nos enteramos que el Dr. Kibner es en
realidad un ser vaina no casa con su comportamiento cemocional que hemos visto
con los protagonista.
La película cuenta con
una serie de cameos. Kevin McCarthy, interpretó al Dr. Miles Bennell en la original,
hace breve aparición como anciano grita frenéticamente "Ya vienen!" a
los autos que pasan por la calle. El director de la película original, Don
Siegel, aparece como taxista que alerta a la policía sobre el intento de
Matthew y Elizabeth de huir de la ciudad. Robert Duvall (había protagonizado
The Great Northfield Minnesota Raid de Kaufman) es visto brevemente como
sacerdote silencioso sentado en un columpio en la escena de apertura. Kaufman
aparece en papeles duales, como hombre con sombrero que molesta al personaje de
Sutherland en una cabina telefónica, y como voz de uno de los funcionarios con
los que habla el personaje de Sutherland por teléfono. Su esposa, Rose Kaufman,
tiene pequeño papel en la fiesta del libro como mujer que discute con el
personaje de Jeff Goldblum. Chapman aparece dos veces como conserje en el
departamento de salud.
Escalofriante: Matthew patea accidentalmente una cápsula que
absorbe al vagabundo que toca el banjo, Harry, y a su perro. Esto se encadena
de modo horrible a que más tarde vemos a un perro con rostro humano.
Hasta ahora, ha habido
cuatro versiones cinematográficas de la novela de ciencia ficción de Jack
Finney “Los ladrones de cuerpos”: “La Invasión de los ladrones de cuerpos” de
1956, esta “La invasión de los ladrones de ultracuerpos”, “Ladrones de cuerpos”
de 1994, y “La invasión” de 2007.
Me queda un thriller
angustioso de los que cala por la solidez narrativa incisiva. Gloria Ucrania!!!
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