martes, 9 de julio de 2024

 


LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE ULTRACUERPOS


Con motivo de la reciente muerte del gran actor Donald Sutherland (20 de junio de 2024 a los 88 años falleció) me he vuelto a ver este perturbador film que protagoniza. Película de ciencia ficción aderezada con terror psicológico dirigida con pulso sólido por Philip Kaufman, en lo que es considerado uno de los mejores remakes de la historia del cine, compitiendo en fuerza dramática con la original de 1956, logrando un film tenso, claustrofóbico, aterrador, creando gradualmente un clima cerrado irrespirable, hasta concluir con unos de esos finales que se han convertido en icono (y hasta memes) de la Historia del cine. El guion de W.D. Richter (“Brubaker” o “Golpe en la pequeña China”) adapta la novela homónima de 1955 de Jack Finney, adaptada previamente en la película de 1956 de Don Siegel, con alguna laguna y un final mejorables, que aquí subsanan, en detrimento de un ritmo menor en la primera parte. La trama involucra a un inspector de salud de San Francisco y su colega que en el transcurso de unos días descubren que los humanos están siendo reemplazados por duplicados extraterrestres; cada uno es un clon biológico perfecto de la persona reemplazada, pero carente de empatía y humanidad. Mientras que la primigenia estaba influenciada por la Guerra Fría, esta es más hija del tiempo de la paranoia general, para una nación sin referentes morales, un país en crisis, y de ahí este film en que las gentes dejaban de tener alma para pasar a ser autómatas, tenido que ver con la el final de la era contestaria, el tiempo de los hippies, de las protestas por la guerra de Vietnam, tras salir del Watergate, y en plena presidencia de uno de los más pusilánimes mandatarios de USA (Jimmy Carter). El tema de la alienación de nuestra sociedad que vive aislada entre la multitud, la perdida de la individualidad en favor del pensamiento borreguil colectivista donde nada se discute en pos de una falsa armonía, atacando sutilmente a los autoritarismos que pretenden solapar al disidente (El rol de Sutherland hace una broma sobre como un ser vaina muestra las características de un republicano típico; el guionista Richter muestra su patita política).

 

Esta cinta mantiene reverencia por la original, tanto que llega a parecer una secuela sin serlo, pues incluso, cual continuación de la del 56 (aunque los nombres de los protagonistas de la antigua son traspasados a esta; también el desarrollo tiene muchas similitudes), vemos al inicio al protagonista de la misma Kevin McCarthy, entre los coches delirando mientras grita ‘Están aquí!’. Como si la amenaza al californiano pueblecito de Santa Mira no se hubiera detenido y hubiera alcanzado a la gran ciudad de San Francisco. De hecho, el traslado a la ciudad del Golden State Bridge es uno de los cambios evidentes, la urbe de Kaufman, el otro gran cambio es que es en color.

 

Una raza alienígena parásita abandona su planeta moribundo y viaja a la Tierra, tomando la forma de pequeñas vainas de semillas con flores rosadas. Elizabeth Driscoll, científica de laboratorio del Departamento de Salud de San Francisco, lleva una flor a casa. A la mañana siguiente, cuando se despierta, encuentra a su novio, Geoffrey, frío y distante mientras arroja escombros en un camión de basura. Le confía a su colega y amigo Matthew Bennell que Geoffrey ha cambiado y que teme que sea un impostor. Matthew le aconseja a Elizabeth que hable con su amigo psiquiatra, David Kibner, que está promocionando su nuevo libro en una librería. Mientras conducen hacia allí, un hombre histérico advierte a Elizabeth y Matthew del peligro mientras una turba lo persigue. Luego muere en un atropello y fuga, rodeado de espectadores impasibles. En el evento de promoción del libro, Kibner tranquiliza a Elizabeth y a otra mujer que comparte dudas similares sobre sus parejas. El amigo de Matthew, Jack Bellicec, un excéntrico aspirante a escritor, lo llama para que investigue cuando un misterioso cuerpo embrionario de un adulto parecido a Jack es encontrado en el spa de barro que dirige con su esposa, Nancy. Matthew va a advertir a Elizabeth, pero descubre un duplicado semiformado de ella cerca del dormitorio donde está durmiendo. Matthew rescata a Elizabeth y alerta a la policía, pero cuando llegan, los duplicados de Jack y Elizabeth han desaparecido.

 

Los créditos iniciales son ya una declaración de intenciones, mostrando en una edición maravillosa el origen de la invasión a la que vamos a asistir, en algún lugar del espacio infinito, unas tenues esporas emprenden el vuelo desde un planeta moribundo y flotan por la galaxia hasta que caen a la Tierra como pequeñas manchas gelatinosas. Se escurren de las plantas como gotas de gelatina KY y pronto se extienden con raíces nervudas, con el tiempo, forman una cápsula en miniatura de la que florece una atractiva flor. Si alguien entra en contacto con la flor y se queda dormido con ella cerca, se duplicará (doppelgänger) en una cápsula y nacerá de nuevo como parte de una mente colmena alienígena, mientras su cuerpo original será enviado a la basura en forma de polvo gris algodonoso. Y cuando el colectivo en constante crecimiento identifica a quienes muestran emociones o se resisten, lanzan un grito, y comienza la persecución.

 

Tras ello empezamos a sentirnos en un clima enrarecido, cuando el inspector de sanidad encuentra ‘algo’ en la sopa del elegante restaurante francés, tras lo que el protagonista coge su auto, mira a los cocineros afuera fumando que lo miran a él con cara de asco, cuando vemos que la luna delantera del auto ha sido reventada. Comenzando a sentirnos en un entorno tóxico. Tras ello las pistas de que algo no va bien, hay una especie de plaga donde personas aseveran que gente de su alrededor ha sido reemplazada por otros con el mismo cuerpo. Asistimos a alegóricas charlas que versan sobre la apatía general, el alienamiento de la sociedad. Las miguitas van cayendo en una línea similar al film original, en este caso inquietante el toque de esos sempiternos camiones de la basura con ese material especie de conjuntos de hilos que no son más que humanos desintegrados, aportes ingeniosos, como el de los espejos deformantes reflejando a Matthew y Jack Bellicec de modo ridículo, en clara simbología de los doppelgänger amenazantes. Hasta que todo explota, derivando en una persecución acongojante. Donde no solo hay que huir de los enemigos físicos, si no que dormir es el peor de los ‘villanos’, cual precedente de “Pesadilla en Elm St.”, pues caer preso de Morfeo significa abrir la puerta al doppelgänger, consecuencias tan aterradoras e intensas como la de la germinación exprés de los alienígenas sin forma que salen de sus cápsulas de semillas. También tiene mucho que ver con la posterior “El show de Truman” donde todos a tu Alrededor son un teatrillo.

 

Se le puede achacar a Philip Kaufman su tramo inicial algo lento, cuesta de arrancar. Peor cuando lo hace te atrapa en su vorágine malsana, donde se da el peor temor de los paranoicos, todo el mundo a por ellos. Aquí vuelven los recursos visuales mordientes, como es ese tramo (tan de Hitchcock), en que vemos a los protagonistas caminar por la calle consientes de que en cualquier momento serán detectados por los ‘otros’, esto filmado en una edición fragmentada y solo viéndose las piernas de un lado a otro cambiando de sentido, hasta que todo se desata en una carrera.

 

Donald Sutrherland da muy bien con su papel que gradualmente pasa de escéptico a combatiente, aportando dosis de humor a su rol, algo muy del actor. Para la Eternidad su última escena; Jeff Goldblum da muy bien con el papel de tipo rebelde contestatario; Veronica Cartwright está notable en su papel, que incluso tiene el ‘honor’ (de un poco metido con calzador) de dar la teoría buena de lo que sucede: "Por qué siempre esperamos naves de metal?"; Brooke Adams algo más apagada en su papel de anhelo romántico del protagonista. Aunque este romance está mucho mejor planteado que el de la original; Leonard Nimoy embiste de flema y sabiduría a su papel de psicólogo que pretende dar explicación racional terrestre a las preocupaciones de la gente.

 

La puesta en escena resulta prodigiosa en su fundamental misión de trasladarnos un estado de ánimo, y ello evolucionándolo emocionalmente. Siendo fundamental para ello la formidable labor en la cinematografía del maestro en la materia Michael Chapman, que dos años antes había convertido Manhattan en una especie de Purgatorio con constantes fumarolas surgiendo del sub suelo nocturno, y con el taxi cual carreta del Averno surcando sus infernales calles en la scorsesiana “Taxi Driver”, aquí intenta el estilo de cine negro del original en color. Algunos de los elementos que tomaron prestados fueron tomas con luz que daba paso a sombras y tomas desde ángulos evocadores. Usaron matices de color para indicar que algunos personajes eran ahora personas en forma de vainas. "Cuando corren por el Embarcadero y aparecen las sombras enormes primero, esas son una especie de imágenes clásicas del cine negro", dijo el director. La cámara crea secuencias agobiantes, con planos generales asfixiantes entre la multitud observante, ángulos extraños, planos holandeses, juegos de sombras y claroscuros, trasladándonos la esquizofrenia reinante, proyectando un thriller urbano opresivo, a medida que avanza el metraje todo se va volviendo más oscuro y lóbrego, con interiores filmados con mantos de sombras trapezoidales y ángulos de cámara inclinados, y los exteriores tienden a enfatizar una sensación de peligro latente.

 

Todo en miscelánea con la crucial edición de sonido de Ben Burtt (venía de trabajar en “Star Wars” y luego lo haría para “Alíen, el octavo pasajero, casi nada), creando sonidos en segundo plano para desconcertar, mezclándose con ruidos industriales, como son los de los camiones de basura anunciando el ‘relevo’. Burtt también diseñó el chillido cuando la gente de la cápsula ve a un humano sobreviviente, sonido que Kaufman dijo estaba compuesto de muchos elementos, incluido el chillido de un cerdo.

 

Los f/x de maquillaje creados por Tom R. Burman (“El Planeta de los Simios” o “Los Goonies”) crea los muy realistas efectos de las germinantes vainas. Los del comienzo creados por Russel Hessey (Ladrón) y Dell Rheaume (“Encuentros en la tercera fase”), donde las cápsulas viajan a través del espacio desde su mundo natal muerto hasta San Francisco, fue una de las más simples. "Encontré un material viscoso en una tienda de arte, creo que pagamos $12 por un gran recipiente lleno de él, y luego [lo pusimos] en soluciones e invertimos la película", recordó Kaufman. El perro que llevaba una máscara con la cara del banjista incluía un agujero en la máscara a través del cual la criatura parecía lamerse; El músico pianista de jazz Denny Zeitlin dota de melodías ominosas el metraje, manejando de modo insidioso sonidos disonantes. Zeitlin en su debut para el cine estaba tan agotado por su experiencia de grabar música para una película que juró no volver a hacerlo nunca más, y no lo hizo.

 

Spoiler:

 

Rush final: Matthew y Elizabeth se esconden cerca del muelle donde Matthew le declara su amor a Elizabeth mientras intenta mantenerla despierta (en la original era en una cueva minera). Un barco cercano está siendo cargado con cápsulas para poblar centros en el extranjero. Elizabeth se queda dormida y se desintegra en los brazos de Matthew. Horrorizado y enfurecido, Matthew huye de su duplicado, irrumpe en el almacén del muelle y quema el edificio, destruyendo varias plantas y matando a muchas personas de las cápsulas (secuencia que notiene su paralelo enla original, pero si estaba en la novela). Se esconde debajo del muelle mientras sus perseguidores lo buscan, afirmando con confianza que inevitablemente se quedará dormido. Más tarde, Matthew está a punto de entrar al departamento de salud con los empleados duplicados. Nancy se acerca y llama a Matthew. Él la señala y emite el grito agudo de los duplicados.

 

Hay un error de coherencia narrativa. Y es que los doppelgänger se comportan todos igual, de modo ataráxico, por lo que cuando nos enteramos que el Dr. Kibner es en realidad un ser vaina no casa con su comportamiento cemocional que hemos visto con los protagonista.

 

La película cuenta con una serie de cameos. Kevin McCarthy, interpretó al Dr. Miles Bennell en la original, hace breve aparición como anciano grita frenéticamente "Ya vienen!" a los autos que pasan por la calle. El director de la película original, Don Siegel, aparece como taxista que alerta a la policía sobre el intento de Matthew y Elizabeth de huir de la ciudad. Robert Duvall (había protagonizado The Great Northfield Minnesota Raid de Kaufman) es visto brevemente como sacerdote silencioso sentado en un columpio en la escena de apertura. Kaufman aparece en papeles duales, como hombre con sombrero que molesta al personaje de Sutherland en una cabina telefónica, y como voz de uno de los funcionarios con los que habla el personaje de Sutherland por teléfono. Su esposa, Rose Kaufman, tiene pequeño papel en la fiesta del libro como mujer que discute con el personaje de Jeff Goldblum. Chapman aparece dos veces como conserje en el departamento de salud.


Escalofriante:  Matthew patea accidentalmente una cápsula que absorbe al vagabundo que toca el banjo, Harry, y a su perro. Esto se encadena de modo horrible a que más tarde vemos a un perro con rostro humano.

 

Hasta ahora, ha habido cuatro versiones cinematográficas de la novela de ciencia ficción de Jack Finney “Los ladrones de cuerpos”: “La Invasión de los ladrones de cuerpos” de 1956, esta “La invasión de los ladrones de ultracuerpos”, “Ladrones de cuerpos” de 1994, y “La invasión” de 2007.

 

Me queda un thriller angustioso de los que cala por la solidez narrativa incisiva. Gloria Ucrania!!!

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