LA MEJOR OFERTA.
Ver
este notable film italiano me ha resultado una experiencia muy placentera,
sobre todo porque no esperaba me ofreciera tanto a tenor de críticas leídas. El
cineasta transalpino Giuseppe Tornatore dirige y guioniza esta apasionante
cinta con inteligentes diálogos, varios para perdurar en la memoria, capaz de
sugestionarnos a través de ese intangible que es la imaginación poniéndonosla a
prueba durante gran parte del metraje para crearnos en la mente los contornos
de esa misteriosa mujer que se esconde tras un tapiz, Tornatore nos hace
sentirnos el protagonista subyugándonos con esa enigmática (etérea ninfa), in
por momentos hipnótico thriller psicológico. El protagonista es Virgil Oldman
(apellido nada al azar) se obsesiona con la invisible Claire, recordándonos
indefectiblemente a la invisible “Laura” de Otto Preminger (de la novela de
Vera Caspary), la hitchcockiana “Rebeca” (de la novela de Daphne Du Maurier), e
incluso con claros efluvios a la ‘viscontiana’ “Muerte en Venecia” (de la
novela de Thomas Mann), por lo del anciano obsesionado con una belleza núbil,
pero también caigo en que tiene bastante de otro hitchcockiano film, como es
“Vértigo”. Ello filmado con un buen gusto y elegancia (gracias en gran medida
al fastuoso diseño de producción, a la fenomenal cinematografía y la fascinante
música).
Tornatore dosificando la información, haciéndonos partícipes de como el
magnetismo de esa incorpórea mujer nos va cautivando, ello gracias a la
delineación de una atmósfera melancólica que cala en el espectador (al menos en
mí), por tramos cuasi onírica, donde nos sentimos como Virgil seducidos por la
voz de esta velada mujer. Un sinuoso análisis sobre el arte, las
falsificaciones, la idealización del amor, las quimeras que edificamos sobre
nuestros deseos. Parte de esta magia que se establece se pierde con la
exposición diáfana, pero aun así queda ese intangible del hechizo que traspasa
la pantalla en ciertas fases.
Gran parte de esto
posible a la sibarita actuación del aussie Geoffrey Rush, que hace creíble y
nos sumerge en esta seducción cuasi-fantasmal. Maravilloso como el nostálgico
Virgil Oldman (no es al azar el nombre: Virgil de origen latino que significa
‘portador del bastón [de mando]’ y Oldman traducido del inglés es Viejo
Hombre), tipo aislado del mundo, como solo en restaurantes de lujo, reside solo
en un ático de lujo cual mini museo, con epicentro en una sala donde se puede
sentir un suigéneris Barba Azul rodeado de mujeres a las que admira cual
perverso voyeur, pero que nunca ha estado con una en la intimidad. En su
relación intangible con Claire se va humanizando, va dejando entrever sus
carencias afectivas, sus debilidades salen a flote. Siendo una secuencia
turbadora cuando se esconde tras una estatua para poder deleitarse con el
misterio corpóreo, como un ángel inocente se pasea cuasi-desnuda por delante
suyo, ajena a los ojos espías que la observan, el voyeur se turba y comienza a
sudar, se siente aún más obsesionado por esa belleza que se chupa el dedo del
pie dejando entrever su Monte de Venus,
adopta posición casi exacta del cuadro que, hasta entonces, pensábamos que
era un retrato de su madre. Pasando a otro nivel la obsesión de este aspirante
a Pigmalión, formidable Rush.
En un marco de claro
tono gótico, donde esta singular ‘princesa’ está presa en un ´castillo’
(palacio antiguo) del Ogro de la agorafobia y antropofobia, y este particular
‘caballero’ subastador deberá luchar contra las fobias para liberarla de su
cautiverio, por el camino este se irá enamorando de la inalcanzable
idealización que tiene de ella.
La historia gira en
torno a Virgil Oldman (Geoffrey Rush), un director gerente de una importante
casa de subastas, ya mayor y famoso, pero exigente, excéntrico y muy
temperamental. Si bien ofrece una actuación atractiva para el público en la
subasta, Virgil no se siente cómodo con ellos individualmente; se niega a usar
un teléfono celular y solo se quita los guantes para tocar las obras de arte,
ya que sufre TOC. Virgil es contratado por una misteriosa joven heredera,
Claire Ibbetson (Sylvia Hoeks), para subastar una gran colección de arte y
antigüedades que le dejaron sus padres. Claire, que sufre de agorafobia severa,
se niega a ser vista y se esconde en una habitación segura cerrada. Ella ha
decidido confiar en Oldman, ya que su propio trastorno significa que también
evita el contacto físico con los demás. Pronto Virgil, soltero de toda la vida
que nunca ha sido capaz de relacionarse con una mujer que no esté en un lienzo,
se da cuenta está obsesionando con ella. Un simpático artesano joven, Robert
(Jim Sturgess), tiene un taller de reparación y restauración de cualquier cosa
mecánica, ayuda a Oldman a restaurar y volver a ensamblar algunas piezas de
engranajes mecánicos de un artilugio autómata que por piezas va apareciendo por
la decadente mansión.
En el comienzo vamos
conociendo a este peculiar ‘connaisseur’, un sibarita del arte, un solitario,
disfruta de la soledad, disfruta de la meditación observando el arte, pero
también es un manipulador que junto a su socio Billy Whistler (un entusiasta
Donald Sutherland) timan a profanos en el mundillo del arte para conseguir
obras a precio muy menor de su valor real. De aquí sale la gran frase sobre una
pintura que tilda de falsificación argumentando, que todos los falsificadores
se sienten irresistiblemente tentados a modificar el original añadiendo algo de
ellos mismos (en este caso una ‘V’ como marca). También tenemos la relación
entre Virgil y Billy, un aspirante a pintor al que Virgil no valora,
espetándole, "El amor por el arte y saber cómo sostener un pincel no hacen
a un artista. Lo que hace al arte, es un misterio interior". Virgil vemos
ha acumulado un tesoro de muebles y esculturas, oculto al público en una bóveda
secreta que me recuerda a la recreación de la obra de Edgar Allan Poe “El
Cuervo”, una gran sala donde el misántropo (ejemplo es que siempre lleva
guantes para no tocar a las personas) se deleita sentado observando las enormes
paredes rebosantes de cuadros solo de rostros de mujer, trasladando al
espectador la idealización y modo lejano en que ve a las féminas el
protagonista, como algo irreal y según su mentalidad inalcanzable según lo que
espera de ellas, algo muy cercano a la misoginia (si no lo es claramente).
La neerlandesa Sylvia
Hoeks (antes de convertirse en la carismática y eterna Reina Kane de la serie
TV “See”) cumple sin más en el papel de la belleza idealizada, creando un halo
delicado cuando solo la oímos, es bonita, pero carece de punch para noquearte
con su presencia, algo necesario ante las esperanzas generadas; Jim Sturgess
resulta desubicado, en su pale, dado que nunca es veraz la relación de su rol
con Virgil; Donald Sutherland (hace poco ha fallecido, el 20 de junio de 2024,
con 88 años), en sus pocas apariciones deja constancia de su gran expresividad,
teniendo gran compenetración con Rush, que se debó aprovechar más.
Hay una clara catarsis
en el film, esta marcada a fuego por la presencia física de Claire, este un
arma de doble filo para el espectador, puede maravillar al colmarse las
expectativas de lo que la imagen se ha creado de quien es ella, pero es más
fácil que estas se derrumben. Se anula el misterio y con ello esa magia
intangible. Para Virgil es una etapa más en su embelesamiento por la grácil
mujer. Pero este tramo tiene claras lagunas, como es tener que aceptar que
Virgil se convierte en un (ya mencionado) Pigmalión poco verosímil, me resulta
poco ingenioso el pase de modelos a lo “Pretty Woman”, cae en los tópicos y
baja enteros en solidez y encanto. Aun así, tiene buenos momentos, derivando en
un rush final, que se puede ver venir, pero aún así es muy satisfactorio, en
como describe al personaje central imbuido por su idealización. Acabando en una
brillante secuencia.
Otros defectos: Me ha
sido poco creíble la relación de Virgil con Robert, no hay conexión natural
entre ellos, me chirría sea su confidente y guía en el arte del amor, estridente.
Hubiera sido mejor dar más relevancia a la del protagonista con su
‘socio’ Billy (Donald Sutherland), habría sido más propio, y el duelo actoral,
con más ententes habría sido mucho más sabroso; Tampoco suma y da un poco de
grima la escena de sexo entre Claire y Virgil, nada aporta, más que morbo.
Exuberante la puesta en
escena, prodigio de sofisticación emisión de lo hedonista sensorialmente. Con
un brillante diseño de producción de Maurzio Sabatini (“Baaria” o “Miguel
Angel”), con escenarios que rezuman clasicismo, arte, con esas salas de subastas,
el penthouse de Virgil, o la decadentemente gótica mansión de Claire; que con
la ayuda del refinado vestuario creado por Brioni para Rush, con sus trajes de
lujo; todo ello filtrado por una luminosa y exquisita fotografía de
cinematografía de Fabio Zamarion (“La desconocida” o “Girasoli”), dando lustre
el arte y estancias por las que nos movemos, con tomas cuasi oníricas, como son las pasadas
por la habitación bunker de Virgil con su colección para su disfrute único
donde vemos rostros famosos de Rafael, Tiziano o Velázquez; todo esto adornado
con resonancias epidérmicas por la música del maestro romano Ennio Morricone
(“El Bueno, El Feo, y El Malo” o “La Misión”), de melodías celestiales, con
coros sacros que elevan el drama de modo emocionalmente fascinante, hasta
acercarlo a lo místico.
Spoiler:
No he querido insinuar
siquiera que había un twist en el clímax del film para no alertar y con ello
que el espectador disfrute más del giro. Pero además de las miguitas que va
dejando en los comentarios sobre las falsificaciones (las llamadas de teléfono
de Claire con ‘el director’ seguramente eran con Billy), también hace poco vi
el film Paolo Sorrentino “El amigo de la familia” (2006) que tiene una
estructura similar, donde un tipo mayor tiene un trabajo donde se aprovecha
de incautos. En uno de ellos conoce a una bella joven de la que se enamora
perdidamente y esta acaba engañándole para quedarse con su fortuna, justo igual
que aquí.
Virgil, enamorado, acaba
iniciando una relación con Claire que pone en peligro su trabajo, a pesar de
que Billy le advierte de que las emociones humanas son como obras de arte; se
pueden falsificar, lo que significa que incluso el amor se puede fingir. Cuando
Virgil es golpeado por una banda tras abandonar la villa y se queda tirado en
la calle, Claire supera su miedo al mundo exterior y acude en su ayuda. En el
punto álgido de la relación, Virgil deja de lado sus guantes y Claire, todavía
frágil, se va a vivir con él. Él confía en ella lo suficiente como para
mostrarle su colección secreta de toda la vida. Abrumada por la emoción, le
dice a Virgil que, sin importar lo que pueda pasarles a los dos, lo ama. En una
cena en un restaurante con Robert y su novia, Virgil le presenta a Claire el
catálogo de la colección. Cuando ella confiesa que ha decidido no vender, en
lugar de enfadarse porque todo su esfuerzo haya sido en vano, Virgil,
enamorado, lo rompe felizmente y declara que haría lo mismo si la propiedad fuera
suya. Luego anuncia que su actuación de subasta de despedida será en Londres en
una semana. Después del exitoso evento, Billy lo felicita y le dice que, para
recordarle lo gran artista que podría haber sido si Virgil hubiera creído en
él, le ha enviado uno de sus cuadros. Virgil, entre risas, promete no quemarlo.
Cuando regresa a casa, descubre que Claire y toda su colección han
desaparecido. La bóveda vacía contiene únicamente el autómata restaurado, que
reproduce el mensaje de Robert que dice que hay algo auténtico oculto en cada
falsificación, razón por la cual extrañará verdaderamente a Virgil. Virgil
también descubre que un supuesto retrato de la madre de Claire era en realidad
un retrato de ella, pintado por Billy, y que ha sido dejado para Virgil, con
una dedicatoria elocuente "con amor y gratitud". Virgil no puede
acudir a la policía como víctima de un elaborado fraude, ya que adquirió las
obras robadas por medios ilícitos. Pronto descubre que la enana del restaurante
no sólo se llama Claire, sino que es la verdadera propietaria de la villa. Ella
revela que, si bien la ha alquilado a algunos directores de cine, durante los
últimos dos años ha estado alquilada por "un ingeniero" que sólo
podría haber sido Robert. Luego le da el número exacto de los cientos de veces
que la supuestamente agorafóbica "Claire" abandonó la villa y que,
durante el transcurso de la estafa, el contenido de la villa había sido
trasladado tres veces y retirado tres veces (esto no entiendo el motivo). Después
de meses de recuperarse de la traición en una institución mental, Virgil
todavía está atormentado por los recuerdos de haber hecho el amor con Claire.
Llevando el retrato que Billy le hizo de ella, emprende un viaje a Praga, donde
las habitaciones frente al famoso reloj de la torre medieval han sido
configuradas según sus especificaciones. Cuelga el retrato en la pared y visita
un restaurante que Claire afirma que añora, ya que fue donde había sido feliz. La
cafetería Night & Day (es ficticio, no ha existido nunca) está lleno de
relojes y engranajes mecánicos. Cuando el camarero le pregunta si está solo,
Virgil dice que está esperando a alguien. A medida que la cámara se aleja para
revelar una miríada de relojes que zumban, hacen tictac y se mueven
ruidosamente, todos en movimiento. Hermosa coda.
En este tramo final
conmueve el despojo humano en que ha quedado Virgil tras la traición de todos
los que le rodeaban (su ‘socio’, su confidente Ribert el relojero, y sobre todo
Claire) y creía amigos. Con él participamos y deseamos se haga realidad su
esperanza de que Claire aparezca en el café pragués, agarrados al mantra del
film: ‘Siempre hay algo verdadero en toda falsificación’.
El rodaje comenzó en
Trieste. Para Tornatore esto significó un regreso a Trieste: fue aquí donde
filmó La Sconosciuta en 2005, con Xenia Rappoport. El rodaje se llevó a cabo en
un período de cinco a seis semanas en la región de Friuli-Venecia Julia, Viena,
Praga y Tirol del Sur.
‘Todo puede
falsificarse. La alegría, el dolor, el odio, la enfermedad, la recuperación...
hasta el amor.’
‘Supongo que el sentir
cierto interés por una persona engendra necesariamente la convicción de que es
hermosa.’
‘Cuando piensas que ya
la has conquistado es cuando descuidas la estrategia.’
Por supuesto que el
guion tiene trampitas, que tiene agujeritos, pero si te dejas llevar por la
magia de gran parte del film te sentirás recompensado gratamente, con una obra
para mí notable. Gloria Ucrania!!!