jueves, 27 de julio de 2023

 


MÁS DURA SERÁ LA CAÍDA.


Fallido western, de esos films que termina gustándote más el tráiler que la versión completa. Ópera prima en el largometraje del británico Jeymes Samuel (actúa como músico bajo la dirección de alias The Bullitts, trabajó como consultor musical en la versión de Baz Luhrmann de El gran Gatsby; es hermano del popular cantante Seal; producido por Jay-Z, el esposo de Beyoncé), coescribió el guión con Boaz Yakin (“Titanes: Hicieron Historia”). Tiene un nutrido elenco de intérpretes (negros todos), desde Jonathan Majors, Idris Elba, Zazie Beetz, Regina King, Delroy Lindo, o Lakeith Stanfield, derivando esto en un universo paralelo del mundo del Wild West donde hay un pueblo (Redwood) con la fisonomía del género, pero poblado única y exclusivamente por gente negra (hay otro, blanco impoluto, poblado de blancos), aunque vestida de modo impoluto como el clásico género estadounidense por excelencia, tanto el cliché de los hombres (los sombreros, pañuelos al cuello, chalecos, americanas, botas y espuelas, y por supuesto los cinturones con el revólver y balas), como el de las mujeres (emperifolladas), súmese que todo resulta impoluto, con atuendo limpio, pistolas doras que brillan. Sus personajes se basan en vaqueros, agentes de la ley y forajidos reales del oeste americano del siglo XIX (sobreimpresionado al principio: “Si bien los eventos de esta historia son ficticios… Estos. Gente. Existió"; nombres reales del oeste son Nat Love, Bass Reeves, Stagecoach Mary, Jim Beckwourth y Cherokee Bill), aunque enmarcados en una historia inventada total. La película tiene más pretenciosidad que calidad.

 

Samuel mete en su (demasiado extendido) metraje todos los elementos que puede y más del sub mundo del género, con duelos entre los más rápidos de revolver, tiroteos, emboscadas en desfiladeros, asaltos a trenes, robos a bancos, persecuciones a caballo, también hay escenas de saloon, partidas de póker, con números musicales cabareteros. Pero el director parece más preocupado por el continente que por el contenido, bebe de una mezcla entre el spaghetti western con claro epítome en Sergio Leone (el comienzo que nos lleva a la historia de venganza, los primero planos de los rostros, mucho del estilo operístico leoniano, …), más el cine de Tarantino (la modernura de los personajes, el colorido, sus diálogos triviales que desembocan en muertes, o el desarrollo fragmentado; pero si hasta hay dientes de oro saltando de su dentadura, y una caravana que da juego), amén de dosis manifiestas del setentero blaxploitation, de ahí su iconoclasta banda sonora, repleta de temas anacrónicos de funky, hip-hop y reggae que te sacan de cualquier ansiada profundidad y transmiten ligereza. Dando como resultado un extraño coctel, donde la estética atractiva, a veces es superada por un chirriante estilo videoclipero que me desorienta. Es la suma de buenas ideas y otras muchas erróneas en la atmósfera. Pasemos por alto y demos patentes de corso en aceptar pulpo como animal de compañía en este mundo donde los negros imperan, y donde los blancos son seres marginados en la trama, y cuando aparecen (poquito) son entre idiotas, racistas o malos malísimos, estamos en Netflix y este filtro woke es obligatorio, pero si hasta las mujeres que hay son empoderadas, de armas tomar, valientes, duras, nunca hay conflictos sexuales con los hombres.

 

Pero lo que sobresale para falencia es su argumento atropellado, su historia alambicada, cuando todo en realidad es muy sencillo, una banda contra otra, la búsqueda de vendetta de un tipo al que mataron a sus padres y le marcaron la frente, todo lo demás es puro relleno. Y a esto para hacerlo más embarullado le suman decenas de personajes (a veces más es menos, ejemplo aquí) a los que no hay tiempo para exponer mininamente, se quedan en bosquejos estereotipados, y lo que es peor nos alejan del corazón de la cinta. Estas idas uy venidas repercuten en lo más peligroso que hay en una peli, y más si es un western, es que se haga pesada, se sienta alargada, que mires el reloj. Es un film que adolece de ritmo, discurre a trompicones, se cree más seria de lo que debe, no hay mimbres para ser trascendente, de rondón en el rush final nos incrustan elementos de tragedia (griega o shakesperiana) sobre los lazos familiares, con la derivada del mensaje (manido) de que la violencia solo engendra más violencia, pero esto al no estar sobrevolando la historia desde el principio queda un pegote metido a deshora para intentar dar algo de fondo a la historia.

 

Tiene un impactante inicio mostrando al pistolero Rufus Buck (Elba) como un despiadado asesino, que con sus revólveres chapados en oro mata aun clérigo y su esposa, y tras ello de modo flemático marca al niño Nat con una cruz en la frente, no sabemos los motivos. Pero el Nat crece y se hace forajido hábil con las pistolas en busca de venganza. Volvemos con Buck, que está preso siendo trasladado por el ejército yanki en un tren, los de su banda, el rapidísimo con la pistola Cherokee Bill (Stanfield) y Trudy (King) comandan el asalto al transporte, ello en un híper violento tramo (de esto hay mucho en el film, mucha sagre, explosiones, desmembramientos), pero ello con claro sabor a video musical me resulta pomposo y poco imaginativo. Por otro lado, Nat vuelve a reunir a su banda (Edi Gathegi y RC Cyler), pero centra sus esperanzas en volver a reclutar a su ex, la propietaria de un salón y burdel que empuña escopeta, Stagecoach Mary (Beetz). Revoloteando cerca está el cauteloso representante de la ley Bass Reeves (Lindo), quien tiene un gran interés en apresar a Rufus. Todo resulta muy previsible, se encamina al duelo entre las dos bandas.

 

Tengo la sensación de que Samuel cree estar haciendo algo muy grande, y por ello cierto aire de solemnidad, cuando si se hubiera atenido a hacer un puro entretenimiento habría estado seguramente mejor, habiendo recortado minutaje que solo son michelines que nada aportan. Los pocos elementos de humor parecen forzados. Los tiroteos, sobre todo el aparatoso del final me ha resultado infantiloide en su resolución simplista, sin pizca de creatividad, pudiendo resumirse en un tipo va por medio de la calle con dos pistolas acabando a izquierda y derecha con todo ‘guiñol’ que le aparece en diferentes niveles, sea calle, edificio, primer piso o azotea, cual, si fuese un videojuego del montón, los malos parecen aprendices de los clones de Star Wars, no hay sensación de tensión o intensidad alguna. Súmese que en el transcurso del film los personajes no tienen dudas o dilemas morales, deben de hacer algo y lo hacen, no muestran pizca de dimensión humana. Pretende hacernos ver las dos bandas como doppelgëngers (notorio en este sentido es como los dos antagonistas Rufus y Nat a menudo silban o tararean melodías que simultáneamente en la banda sonora), en cada una el contrapunto de la otra, quiere hacernos ver que las dos tiene sus motivaciones, que en las dos hay elementos grises, no son blanco y negro, como digo, pretende, pues esto resulta muy artificioso, nunca cala, al no ser personajes matizados, ejemplo de este desvelo es el duelo que tiene las dos mujeres, bellamente filmado en su preludio (claramente influenciado por el film chino “Ju Dou”), con esas sábanas de colores colgadas sobre el techo, pero resuelto de una forma estruendosa. Son unos caracteres con los que no puedes empatizar te importa (al menos a mí) entre zero y nada que les pase. Ejemplo de roles atrofiados es su comportamiento idiotesco, ejemplo es como Stagecoach supuestamente va a Redwood como infiltrada y tardan zero coma zero en pillarla, no siendo suficiente esto, Nat va a rescatarla y lo cogen en menos tiempo los ‘malos’, parece que el planificador sea el anti-Napoleón, vamos con menos cerebro que un perro borracho, por no hablar de la estupidez de duelo entre Cherokee (LaKeith Stanfield) y Jim (RC Cyler).

 

La cinematografía es del rumano Mihai Mălaimare Jr. (“The Master” o “Jojo Rabbit”), dando una lección de estar por encima del material que filtra, con un colorido extasiante, jugando con los cromatismos, con angulaciones singulares, con primeros planos extasiantes, con vigorosas tomas aéreas, con hermosos planos generales, con juegos preciosos con las sombras (esa toma cenital de dos pistoleros frente a frente donde el sol alarga sus figuras sobre el suelo), con zooms dramáticos (esa sensacional toma desde detrás de Buck en su atalaya de su despacho mirando a la calle y el fondo su enemigo y la cámara hace un acercamiento fascinante);

 

De las actuaciones solo los veteranos Idris Elba y Delroy Lindo aportan carisma a sus roles. Elba pasea su habitual carácter de tipo duro introvertido que parece llevar sobre sus espaldas el peso de los pecados del mundo, tiene un papel desdibujado, pero cada vez que aparece proyecta magnetismo, la cámara lo ama; Lindo es una fuerte personalidad que inunda la pantalla con su mirada profunda; Lás tima que abos actores tengan un material tan regulín (siendo benévolos); Resto de secundarios son tópicos con patas, ni Regina King o la volcánica Beetz pueden luchar contra sus papeles mediocres; El protagonista Majors simplemente cumple, y nada más; Stanfield se nota a gusto, pero no lo compensa con un papel atractivo.

 

Spoiler:

 

La mejor frase del film es la que da Nat ante un interrogatorio del Marshall: "Siempre que hay un robo estoy en Texas ... salvo cuando roban en Texas".

 

Resulta que al final Buck le cuenta a Nat que en realidad él es su hermano de padre. Este mató a su madre y huyó. Buck lo buscó para vengarse y lo encontró como un sacerdote reformado con esposa e hijo. Mató a la madre y al padre por vendetta y marcó al hijo. Quería que este terminara encontrándolo para que lo matara. Si alguien le encuentra sentido es un genio. Buscando ofrecer un final de tragedia épica me ha resultado penoso, súmese que le implora a Nat que lo mate y termina haciéndolo. Una idiotez como el Monument Valley.

 

Es Netflix y como he dicho el rabo woke se tiene que notar. En este caso con el empoderamiento de los negros del oeste. No basta con que monten una realidad al margen de la historia, dónde los negros se apoderan de la iconografía del oeste. Deben ridiculizar a los blancos. El tren que toman los negros con soldados blancos, estos son exterminados por los negros que asaltan el tren, pero es justicia, pues nos cuentan que todos eran responsables de aniquilar un pueblo; ‘Visitan’ un pueblo blanco (y nunca mejor dicho) los negros y los blanquitos se muestran como tarugos arrogantes; Y tenemos como comentan que el malo malísimo es el diablo y el sheriff le contraréplica: ‘No, el diablo son los blancos’. Toma, toma y toma! Menudos sentimientos de culpa heredados tiene algunos, yo me cuento entre ellos; también de rondón nos cuelan el empoderamiento femenino, hasta el punto de que el pistolero más rápido en este oeste es una mujer disfrazada de hombre, Cuffee (Danielle Deadwyler), y nos tenemos que creer nadie se da cuenta (puaj!).

 

Pomposo western que firma cheques que su calidad no es capaz de cubrir. Gloria Ucrania!!!

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