martes, 1 de agosto de 2023

 


Indiana Jones y el Dial del destino.


Entretenidilla quinta entrega de la saga de aventuras del mítico arqueólogo Indiana Jones, esperaba mucho más. Tras el tropiezo de crítica que fue la cuarta parte (“Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” de 2008), esta pretende ser un cierre digno a la franquicia, pero se queda a medio camino, supera (no era difícil) a su predecesora, pero no llega ni de lejos a la magia de las de los 80. En esta incomprensiblemente deja la dirección Steven Spielberg (responsable de las cuatro primeras, se queda, junto al co-creador del personaje George Lucas en la producción ejecutiva) para darle el testigo a James Mangold, seguramente por su film “Logan”, dónde se hace un crepuscular film sobre Lobezno, queriendo ser esta algo así. El guion es del propio Mangold junto a los hermanos ingleses Jez Butterworth & John-Henry Butterworth (responsables ambos d e libretos como el de “Ford v. Ferrari” o “Edge of Tomorrow”) y David Koepp (“Jurassic Park” o “Carlito’s way”), siendo el MacGuffin un Oopart (acrónimo en inglés de out of place artifact: artefacto fuera de lugar en español), en este caso el mecanismo de Anticitera, que supuestamente aquí se dice creó Arquímedes, y que persiguen los buenos y malos completar, en este caso los malos vuelven a ser los nazis. Esta es una producción que intenta alimentar el fan-service, y dónde la chispa y gracia son en cuentagotas. Cumple, pero no encandila.

 

El legendario Harrison Ford de 81 años (vuelve a enfundarse su clásico atuendo, el bolso, el sombrero y el látigo, 42 años después de la primera vez), posee un carisma natural; está de villano el danés Mads Mikkelsen, muy desaprovechado en un rol monocorde; de acompañante al aventurero aparece Phoebe Waller-Bridge, radiante, fulgente, simpática, roba escenas, aunque restando de lo que se espera de Indy, con el que no tiene mucha química; también aparece Toby Jones en un papel escasito, al que poco puede darle el gran  actor; Antonio Banderas en un papel que parece decir que todos tenemos que pagar letras del coche, porque menuda prescindible presencia la suya, le d aun abrazo a Indy como capitán de un barco pesquero, nada dicen de donde viene su amistad, no hay anécdotas entre ellos, bajan al mar, ascienden y sin solución de continuidad desaparece de escena, solo está para rellenar cartel, penoso se preste a un papel tan bluf; Boyd Holbrook, que no ha terminado de despuntar tras su exitoso paso por la serie “Narcos”; e Ethann Isidore en un rol que pretende ser el nuevo Tapón de “El Templo Maldito”, y ni a la suela le llega; además de recuperar de la saga al amigo egipcio John Rhys-Davies (repitió su papel de Sallah por primera vez desde “Indiana Jones and the Last Crusade” en 1989), en el rush final hay otra aparición que no desvelaré por no spoilear.

 

Un relato donde desgraciadamente Indiana Jones llega a sentirse secundario de su propia película, al detentar demasiado protagonismo Phoebe, no es que sea mala la actriz, es que no es su historia. Es una película dónde el componente nostálgico es muy fuerte para sobre todo los de mi generación que crecieron en los 80 con este icónico personaje, pero el dineral gastado en su producción (más de 300 millones dólares) no brilla en el metraje, pues siendo amena, aunque algo estirada su duración, no hay una escena de acción que vaya a perdurar en el tiempo (no hay la gran bola de piedra persiguiendo a Indy, no hay la escena del puente colgante de “El Templo Maldito” o las pruebas a superar para llegar al Santo Grial de “La Última Cruzada”) en muchos casos se sienten refritos de ideas recicladas de anteriores entregas (ejemplo ese inicio en el tren también de “Indiana Jones y la última Cruzada”, ese túnel de también la tercera entrega; ese puentecito colgante decrépito que recuerda tímidamente al de “En busca del arca perdida”; o la escena dónde Indy juega con su látigo ante enemigos y estos responden sacando sus pistolas, en claro guiño a la escena de la espada en “En busca del arca perdida”; pero si hasta el adolescente es un claro émulo de Tapón), no hay sentido alguno de la épica, hay una escena al principio con demasiado CGI en la persecución de Indi al tren nazi, una persecución por Nueva York (en realidad Glasgow) en medio de un desfile triunfal (el de Armstrong, Aldrin y Collins tras el alunizaje), que llega al metro con caballo Indy, dos persecuciones donde se repite lo de los vehículos pequeños, hay una secuencia bajo mar sin mucha enjundia, un tiroteo bajo tierra low cost, una secuencia en un aeródromo donde se rebasan todo tipo de sentido de la realidad (y no me refiero a elementos sobrenaturales, pues lo que hacen los personajes es inverosímil), ni tan siquiera su rebuscado clímax te saca de lo lineal, con el juego que habría dado el fin de esa máquina, el guion la utiliza de forma ramplona y sin chispa alguna. Tampoco es que el sentido del humor brille, más bien es algo muy marginal y si te saca alguna media sonrisa es por los guiños de Ford a pretéritas entregas.

 

En “Indiana Jones 4”, estamos en 1957, el arqueólogo "resuelve" una vez más el caso, vuelve a Harvard, se casa por fin felizmente con Marion, le aparece un hijo con el que comienza una nueva relación prometedora, recupera a un amigo dado por perdido. En esta quinta estamos en 1969, Indy está en trámites de divorcio de Marion, su hijo ha muerto en servicio militar, ha dejado Harvard, siendo profesor de una escuela universitaria de menos prestigio.

 

Tiene un prólogo centelleante, pretendidamente enigmático al ver el espectador en plena vorágine de huida de nazis de un castillo, llevan allí a un tipo encapuchado vestido de nazi. Cuando le quitan la capucha, Sorpresa! Es Indy con 30 años menos (muy buen CGI, mucho mejor que la chapuza de la scorsesiana “The Irishman”), le interrogan, este responde con bravuconería, por lo que lo llevan a ahorcar a un campanario. Desembocando en una imaginativa escena de veintitantos minutos de acción trepidante, de lo mejor del film. Con la forma de escapar de la soga, con esa bomba al ralentí, esa persecución en coche contra motos nazis (los oficiales de dentro no se rebelan), ese salto del auto hacia la moto sidecar, la forma salomónica en que se divide el sidecar, esa entrada en el tren (demasiado cantarín Indy andando por el techo del tren), las peleas en el interior, el rescate de su amigo, la aparición de su atuendo que se pone. Esa gran arma antiaérea que se descontrola, la aparición del villano (es inmortal!). Todo con gran sentido del espectáculo, capturando efluvios de la saga ochentera, pero sin llegar, pues falta ese algo intangible que es la magia del cine. Y tras una elipsis de décadas llegamos a la desmitificación de Indiana cuando lo vemos anciano en un apartamentucho en Nueva York en camiseta de mangas y calzoncillos sentado en un sillón, quejándose cual viejo cascarrabias del ruido de los jóvenes vecinos. Tras una clase y ser jubilado (buena la escena en que tras serle entregado un regalo por sus servicios, lo tira a un cubo de basura nada más salir a la calle), siendo abordado por una joven que le hace rememorar el hallazgo del deux machine del film. Y a partir de aquí comienza la contrarreloj para alcanzar la misión, saltando de Nueva York a Tánger, de allí al mar griego, acabando en Siracusa (Sicilia), por medio un puñado de escenas de acción que en ningún caso pasarán a la posterioridad, no aburrirán, pero no serán trascendentes. Nada de mínima profundización en los personajes, ni siquiera se ahonda en la nostalgia de Indi, es como sentarse en una montaña rusa, no hay tiempo de extraer nada, con el juego que habría dado todo el pasado del arqueólogo, se queda en unos chascarrillos rápidos (La foto de Marion al principio, la mención al vudú o a la sangre que bebió en el Templo Maldito, el reloj de su padre de “El Templo Maldito”, su hijo fallecido, o el cameo final), si este era el broche final debería haber sido todo un homenaje a toda la saga y no ser una más en decadencia. Por no hablar de que su clímax me ha sido decepcionante por las posibilidades que daba el artefacto (spoiler). Entiéndaseme, no es que sea mala, es que es Indiana Jones.

 

Hay un abuso excesivo del CGI, desnaturalizando la acción, algo que ya se criticó de la anterior de 2008, aquí se dobla la apuesta; Se coloca a un joven para que haga de Tapón (el que precisamente ha ganado un Oscar a secundario este año Ke Huy Quan, por “Todo a la vez en todas partes”), pero este es insípido, alguien tuvo la idea de poner a esta ‘mascota’, pero se olvidó de darle cualquier personalidad, es un parche sin chispa alguna, sin humor, sin prácticamente peso en la trama, innecesario no, lo siguiente; El principio con los malos es un galimatías indescifrable, con la CIA (con una agente negra ¿? Entonces) y nazis trabajando juntos, matando a diestro y siniestro sin saber que buscan; Lo de que el nazi Voller se lleve un golpe para haberle arrancado la cabeza en el inicio y luego aparezca como si nada veintitantos años después no es de recibo (eso mismo le pasó al villano de “Speed” y fue decapitado, como manda la lógica de la situación); La entrada a la Oreja de Dionisio que hubiera dado gran juego parece un mini parque temático del Templo Maldito y la Ciudad de Petra; Porque no cuentan el motivo por el que van a divorciarse Marion e Indi; Se siente más como una venganza que como un elemento dramático que nos digan que el hijo de Indy, Mutt, falleciera, apenas hay sensación conmovedora cuando se cuenta, da la impresión que es un torpedo contra el problemático actor Shia LaBeouf que le daba vida, cerrando cualquier posibilidad que continuara la saga; El villano Voller es un malo plano, sin aristas, malo y punto, lo cual es un insulto para el gran actor nórdico Mikkelsen. Amén de su escena final.

 

Única de la serie no distribuida por Paramount Pictures, luego de la adquisición de Lucasfilm por parte de Walt Disney Studios y los derechos cinematográficos para futuras secuelas. Paramount retiene los derechos de distribución de las primeras cuatro películas y un crédito asociado residual.

 

Spoiler:

 

Con todas las posibilidades que ofrecen los viajes en el tiempo, en serio, solo se les ocurre viajar a Siracusa durante una batalla? No podrían habérselo currado para haber ido a algún lugar emociónate de la saga y haber jugado en esta cacareada última entrega con este componente melancólico, o el nacimiento de Jesús, a la última Cena con el Caliz Sagrado, al Vía Crucis, que viéramos a Longinos con su lanza (apara enlazar con lo visto al principio), al Descubrimiento de América por Colon, que emotividad tiene estar en este lugar y tiempo. Amén de que casualidad que con toda la historia sea justo con Arquímedes con el que topemos. La Montaña ha parido un ratón con esto; Por el camino se queda que tengamos que tragar que un muchacho aprende a llevar una avioneta sobre la marcha, con lo que se cruza cualquier línea de realismo para dar con la ciencia ficción, no solo la arranca, despega, si no que es capaz de seguir a un avión grande, ello sin despertar al piloto que duerme a su lado (ridículo). Luego Indy pide que lo dejen allí, pero Helena le dice que eso alteraría la Historia. Pero si iba a morir por el disparo en poco tiempo! Además, se les ha colado un pequeño detalle, y es que en la playa de Siracusa en el 214 antes de Cristo ha quedado varado un avión del SXX con nazis dentro. Esto no altera la Historia?

 

El gigantón nazi que aparece (Olivier Richters es un fisiculturista, actor y modelo neerlandés, con una imponente figura de músculos y altura de 218 cm), es como el ‘Arma de Chejov’, si lo tenemos presente entre los malos destacando por su mastodóntica figura, es de suponer habrá un duelo tipo David vs Goliat (con efluvios al de Indy contra el gigantón nazi sobre el avión en “En busca del arca perdida”), ello se espera, y todo culmina en que el duelo es con el chiquillo bajo el rio subterráneo, que lo esposa a una reja y ya está, desaparece de escena, menudo chasco; Por cierto, este se rompe a la ida del grupo buscando la tumba de Arquimedes y sin embargoi a la vuelta está bien (¿?); Hay un momento en que escapan del barco pesquero el chico, Helena e Indy, la mujer y el chaval están celebrándolo, pero Indy les comenta triste que su amigo ha muerto, este es el encarnado por Banderas, y siento lo mismo que los entusiasmados, pues el actor malagueño ni se nota que su presencia, un flash que no deja huella alguna; Como es lastimosa la muerte del villano por disparo de Helena, y su avión se estrella, sin épica alguna; Tras exponer ante Arquimedes (aparece con la emoción de un sketch de José Mota) Indy que desea quedar allí, Helena le da tal puñetazo que pasamos a una elipsis donde Indy está de nuevo en su pisucho neoyorkino. No se sabe como han vuelto al presente, como le han salvado la vida a Indy, como le han retirado la orden de búsqueda en USA que tenía. Se levantas con un vendaje y aparece el personaje del que no quería spoilear al principio, Marion (Karen Allen), trayendo comida a la vivienda con Sallah. Dejan solos a Marion e Indy, esta le dice que le duele todo el cuerpo, e Indy le pregunta que dónde ella le señala el codo y él se lo besa, le indica el hombro y se lo besa, lo que sigue es un claro homenaje a una clásica escena entre ambos de “En busca del arca perdida”. No está mal el final (me sobra el epílogo cogiendo el sombrero de la cuerda), ideado por los hermanos Butterworth. Pero si es el final, debería haber cerrado con la muerte, a todos nos llega, y bien currado habría sido emocionante.

 

Allen expresó interés en retomar su papel de Marion, señalando en 2011 que ella y Jones estaban casados ​​en la película anterior "por lo que creo que sería difícil seguir adelante sin ella".

 

Con un presupuesto de producción estimado de 294,7 millones de dólares, sin incluir los costos de marketing, es la película más cara de Indiana Jones, así como una de las películas más caras jamás realizadas.

 

Fue idea de Ford comenzar la historia de 1969 con Jones en un punto bajo de su vida y luego, gradualmente, "reconstruirlo desde cero" a medida que avanza la película.

 

La ​​filmación en el escenario de sonido se llevó a cabo en Pinewood Studios , y los lugares de filmación en el lugar incluyeron el Castillo de Bamburgh y North Yorkshire Moors Railway cerca de Grosmont. Estos últimos lugares se usaron para la secuencia de apertura, [26] incluyendo una persecución en tren y una escena en motocicleta que involucra al doble de acción de Ford. El propio Ford fue visto en Grosmont el 7 de junio de 2021. Las escenas del puente ferroviario se filmaron a mediados de junio de 2021, en el viaducto Leaderfoot cerca de Melrose en las fronteras escocesas. Las tomas interiores del tren se filmaron en un set en Pinewood Studios. Se filmó una persecución en motocicleta en el pueblo escocés de Glencoe, y otros lugares escoceses incluyeron Biggar, South Lanarkshire. Más tarde, en junio, el lugar de rodaje se trasladó a Londres, donde una calle de Hackney estaba bordeada de coches antiguos. La filmación también tuvo lugar dentro de una residencia privada que, según los informes, fue elegida por su interior de estilo de época.

 

Ford prefería hacer sus propias acrobacias. El 23 de junio, se anunció que se había lesionado el hombro durante el ensayo de una escena de pelea y que el equipo de producción filmaría su recuperación. La lesión de Ford ocurrió mientras ensayaba un puñetazo contra el personaje de Mikkelsen para la secuencia del tren.

 

En julio de 2021, el rodaje se trasladó al centro de la ciudad de Glasgow, que se transformó para parecerse a la ciudad de Nueva York en 1969. Las tiendas locales se arreglaron para que coincidieran con la ubicación y el período de tiempo de la película. Una secuencia de persecución, filmada a lo largo de St. Vincent Street y otras áreas, recrea un desfile de teletipos que celebra el regreso de los astronautas del Apolo 11. Un doble, Mike Massa, actuó en lugar de Ford durante todo el rodaje de Glasgow, con marcadores de captura de movimiento aplicados en su rostro. Holbrook y Waller-Bridge también estuvieron en el set.  La secuencia también contó con 1.000 actores de fondo como asistentes al desfile y manifestantes de la guerra de Vietnam.  Algunos disparos se llevaron a cabo en el área de Hatton Garden de Londres, también se convirtió en la ciudad de Nueva York. Además, se construyó una réplica de una estación de metro de la ciudad de Nueva York en el 007 Stage de Pinewood; En octubre de 2021, la producción se trasladó a Sicilia, Italia, después de que se rodara el final entre Ford y Allen. El rodaje italiano incluyó a casi 600 miembros del equipo, y se llevó a cabo en toda Sicilia, se reemplazó a sí misma y a Grecia. El rodaje comenzó en la ciudad de Siracusa. Otros lugares de rodaje incluyeron la ciudad de Cefalú, a menudo reemplazando a Siracusa, y la provincia de Trapani. El rodaje en Trapani incluyó los pueblos de Marsala y Castellammare del Golfo, este último sirve como puerto donde Renaldo se encuentra con Jones. Las escenas de buceo se filmaron en el mar Mediterráneo y en un tanque en Pinewood, esta última realizada con especialistas; La secuencia que involucra la tumba de Arquímedes se filmó en Pinewood. Las escenas que conducen a la secuencia de la tumba se rodaron en el Templo de Segesta en Trapani, así como en el parque arqueológico de Neapolis en Siracusa. El rodaje en este último lugar incluyó la cueva Oreja de Dionisio, y la cueva Grotta Dei Cordari. Las escenas que representan el asedio romano también se rodaron en Sicilia, incluyendo Castello Maniace en Siracusa; El rodaje voló a Marruecos el 17 de octubre de 2021, teniendo lugar en las ciudades de Fez y Oujda. Mangold y su equipo originalmente iban a filmar parte de la película en la India, pero cuando los niveles de COVID-19 aumentaron allí, se vieron obligados a cambiar la India por Marruecos. La filmación exterior tuvo lugar allí, pero los interiores del Hotel L'Atlantique fueron recreados en Pinewood. La ​​secuencia de persecución de Tánger requirió el uso de una docena de tuk-tuks; El resto de la filmación tuvo lugar en Pinewood, y terminó finalmente el 26 de febrero de 2022.

 

Spielberg y Koepp habían ideado una secuencia de apertura de la Segunda Guerra Mundial de cinco minutos que presentaría un Ford envejecido. Al hacerse cargo del proyecto, Mangold amplió la secuencia a aproximadamente 25 minutos. Más de 100 artistas de ILM trabajaron en la secuencia de apertura durante un período de tres años, utilizando varios métodos. Ford fue envejeciendo para representar su apariencia durante las tres primeras películas de Indiana Jones. Esto se logró en parte utilizando un nuevo software de inteligencia artificial de ILM, que analizó imágenes archivadas de un Ford más joven en su trabajo anterior para Lucasfilm, incluidas las películas originales de Star Wars. También se escaneó la cabeza de Ford para crear una versión más joven usando CGI. Las técnicas de iluminación se enfatizaron en el set e incluyeron el uso de Flux, un sistema de captura basado en la luz que se usó anteriormente para las escenas de envejecimiento en The Irishman (2019). Además de los efectos, también se hizo una máscara del rostro más joven de Ford para que la usara un especialista durante una persecución en motocicleta. Después de la filmación, el metraje de envejecimiento se modificó toma por toma utilizando una variedad de técnicas. Los artistas de ILM tuvieron dificultades particulares para lograr que los ojos de Ford se vieran bien. Según el supervisor de efectos visuales Robert Weaver, "Muchas veces, no conseguíamos el equilibrio adecuado entre la apertura de los ojos y la forma de los ojos en general, y teníamos que hacer referencia continuamente tanto a material antiguo como a lo que se filmaba en cámara."  Ford estaba algo "asustado" por el proceso de envejecimiento, pero no obstante quedó impresionado. Mikkelsen también fue rejuvenecido para la secuencia de apertura; La película tiene un total de 2.350 tomas con efectos, incluidas muchas que ocurren durante la secuencia del asedio de Siracusa.

 

John Williams volvió a componer y dirigir la partitura de la película.

 

Me queda un ameno pasarratos, pero lejos de la pasión aventurera (o igual es que mi edad era otra) de las cintas ochenteras. Gloria Ucrania!!!

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