Salvatore Giuliano
Con motivo del 60 aniversario (01/03/1962) del estreno
de este film seminal (influyó en directores como Gillo Pontecorvo,
Costa-Gavras, Glauber Rocha, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, para este
último uno de sus 10 mejores films vistos) me lo he visto. Notable film
dirigido por el napolitano Francesco Rosi, que mediante un incisivo estilo
documental hace una acerada radiografía sociopolítica de la convulsa Sicilia de
la post-WWII. Obra cargada de neorrealismo (tema arraigadamente social, rodada
en marcados grises, en escenarios naturales donde sucedieron los hechos, y la
mayoría de actores son no profesionales), con magnífico guión de Franco Solinas
(“La Batalla de Argel”), Suso Cecchi D’Amico (“Ladrón de bicicletas”) y Enzo
Provenzale (“El Gatopardo”), que de modo no lineal deconstruye y proyecta el
estado de ánimo del momento, ingeniosamente salpica flash-backs (costando un
poco al inicio seguirlos; aunque durante el juicio ya si son más claros
conforme a lo que se cuenta en el mismo) indagando con saña (con voz en off del
propio Rosi) en la connivencia entre los poderosos terratenientes (temiendo por
sus prebendas), la mafia (para apuntalar su terror), los políticos (sirviéndose
del bandolero para sus objetivos de anular al rival de izquierdas), y el
guerrillero protagonista (para endiosarse).
Historia del bandido siciliano Salvatore Giuliano, pero
sin mitificarlo (cual si hiciera Michael Cimino en su versión adaptada del
libro de Mario Puzo, mostrándolo de modo romántico como una especie de Robin
Hood), tanto que su presencia es marginal, nunca lo vemos hablar (lo oímos solo
en una ocasión y nunca suelta algún discurso que lo pueda embestir de carisma o
afán idealista), se ataviado con su icónica gabardina blanca entre gente, y
también muerto en el inicio (tirado en el suelo).
Arranca en 1950, el cuerpo sin vida del bandido
Salvatore Giuliano es encontrado en Castelvetrano. Un flashback lleva la
narración a 1945: los líderes separatistas deciden contratar al bandido
Giuliano y su banda para la causa de la independencia de Sicilia; los bandidos
luego atacan el cuartel local y se enfurecen contra la policía. La narración se
remonta a 1950: los carabinieri dan versiones contradictorias sobre el final
del bandido, no convencen a los periodistas que acudieron al lugar del crimen
(“Su camiseta está empapada en sangre, pero apenas hay sangre en el suelo”,
comenta uno de ellos). Otro flashback que nos retrotrae a 1945-46: la guerrilla
separatista provoca la intervención del ejército, habiéndose instalado en
Montelepre (ciudad natal de Giuliano), es "bienvenido" por bandidos
con el asesinato de un soldado, lo que desencadena severas restricciones hacia el
población local, que culminará con el arresto de todos los hombres del país
para desalentar el bandolerismo; la concesión de la autonomía siciliana pone
fin a la causa separatista, induciendo a la banda de Giuliano a aumentar los
secuestros en concierto con la mafia. La narración se remonta a 1950: tiene
lugar la desgarradora escena del reconocimiento del cuerpo de Giuliano por
parte de la madre. Otro flashback se remonta al 1 de mayo de 1947: durante un
mitin en Portella della Ginestra para celebrar la victoria del Bloque Popular
en las elecciones regionales, los bandidos comandados por Giuliani disparan
contra la multitud, causando numerosos muertos y heridos. Otro regreso a 1950:
tras la muerte de Giuliano, la policía arresta a su lugarteniente Gaspare
Pisciotta (Frank Wolff); comienza en Viterbo el juicio para identificar a los
responsables de la masacre de Portella, tiene como acusados a Pisciotta y todos
los demás bandidos, que se retractan de sus confesiones anteriores y fingen
convulsiones en la sala del tribunal; sorprendentemente, Pisciotta se acusa a
sí mismo del asesinato de Giuliano.
Se indaga de modo imparcial en las circunstancias que
llevaron a su muerte en Castelvetrano la mañana del 5 de julio de 1950,
exponiendo un potente rompecabezas de escenas notablemente filmadas para en
este mosaico hacernos ver este complicado entorno, y mediante ello salen a
colación un puñado de secundarios que conforman con sus opiniones y
comportamiento el carácter de Giuliano. Un fresco desesperanzador de como los
poderes en la sombra loa maniatan todo, por ello pretende el metraje
concienciar al espectador sobre esta tiranía encubierta. Estando el presente
localizado en el macrojuicio (gallinero) en Viterbo contra Gaspare Pisciotta
(Frank Wolff), lugarteniente de los bandoleros independentistas, y el resto de
los imputados por la matanza de Portella della Ginestra. Para Rosi este
Giuliano es el McGuffin (un peón del que seguir sirviéndose los mandamases) para
mostrar este micromundo empobrecido siciliano, y la podredumbre moral con que
se manejaba, como lo manipulaban los políticos, militares y mafia para que se mantuviera
estancado en la nada.
Rosi muestra una Sicilia cual territorio ocupado por
una fuerza exterior, ello por los muchos militares se ven por todos lados,
siendo el epítome de esto el tramo en que ‘invaden’ los militares Montelepre,
con hileras interminables de soldados por las calles del pueblo, mientras allanan
hogares para sacar a los hombres, provocando la angustia y dolor en las
mujeres.
Todo esto potenciado por la gran puesta en escena,
proyectando realismo crudo. Ello desde el fenomenal diseño de producción de Sergio
Canevari (“La Batalla de Argel”), y Carlo Egidi (”Divorcio a la italiana”),
llevándonos por los lugares reales de los hechos, además de saber crear el caos
en la sala del juicio, con los acusados enjaulados cual gallinero bullicioso
(peleas, discursos, abucheos, gritos, rebeliones,...), en alegoría del desorden
que reina en Sicilia; Está la formidable cinematografía en glorioso b/n de Gianni
Di Venanzo (“Fellini 8½”), creando todo un tapiz de imágenes incisivas, desde esos
planos generales maravilloso de las montañas sicilianas o de los rurales
pueblos, todo con un nivel de documental donde nada parece dramatizado, con
tomas impersonales tras personas, no fijando el objetivo en muchas ocasiones,
fuertes contrastes de grises, calando el sol permanente en exteriores, con mucha
profundidad de campo, con profusión de tomas aéreas cual Ojo de Dios, sabiendo jugar
con lo subliminal y el fuera de plano, y creando algunas postales de
resonancias pictóricas, epítome de esto es cuando la madre de Salvatore identifica
el cadáver, visto por el objetivo con el cuerpo en escorzo que recuerda indefectiblemente
al cuadro renacentista de Andrea Mantegna "Lamentación sobre Cristo muerto"
(1475-1478). También sobresaliente en la escena de la Masacre de Portella della
Ginestra. Asimismo fue muy alegórica el tramo en que el jefe de policia se reúne
con uno de los jefes mafiosos en las ‘catacumbas’ de una bodega, cual haciendo
la metáfora de que los ‘contubernios’ oscuros se hacen a nivel subterráneo/Infierno
cloacas.
Se le puede achacar que en su afán verité de documental
pierde la introspección personal, todo es el escaparate de lo que vemos, no hay
mínima profundidad de roles, si acaso lo más cercano es el ‘Judas’ Gaspare
Pisciotta, el lugarteniente de Giuliano, al que da vida de modo vigoroso Frank
Wolff, todo es expuesto sin hondura, sin reflexiones íntimas que hagan de lo
micro lo macro.
Spoiler:
Momento recordable el tramo en que Pisciotta (Frank
Wolff) traiciona a Salvatore, lo hace desde la visión de la policia que espera
fuera, vemos el semi oscuro encuentro en una mísera habitación (oímos la voz de
Giliano atacando a Pisciotta), y luego pasamos a fuera en la nocturnidad de la
calle, oímos dos disparos, la policía corre a ver qué ha pasado, y Pisciotta
sale asustado. Ya lo ha matado de modo miserable.
Pasamos al veredicto y sentencia del juicio de Viterbo,
finalmente termina con duras sentencias contra los bandidos. En la corte,
Pisciotta promete nuevas revelaciones sobre los instigadores políticos de la
masacre de Portella della Ginestra, pero es envenenado en prisión en 1954. En
el final, la película da un salto en el tiempo hasta 1960, y termina con el
asesinato del confidente de la mafia que hizo arrestar a los bandidos.
Salvatore Giuliano (Montelepre, 16 de noviembre de 1922
- Castelvetrano, 5 de julio de 1950) bandolero e independentista siciliano, que
ganó notoriedad en el desorden propiciado por la invasión de las fuerzas
aliadas, en septiembre de 1943, durante la II Guerra Mundial. Durante años, las
fuerzas de la policía italiana emprendieron una incesante búsqueda para atrapar
a Salvatore, debido a los numerosos asaltos y robos cometidos en toda la región
italiana. Paulatinamente, consiguió adeptos a su causa, tantos que se formó una
imagen idealizada en la cual era visto como un Robin Hood. Eric Hobsbawm lo
describió como el último de los bandidos populares y el primero de la era de la
TV. El fin de sus días le llegó al ser traicionado por su compañero de armas
Gaspare Pisciotta, quien finalmente acaba con su vida, presa del temor que le
infundía el creer que Giuliano sabía de su traición.
En Les Lettres françaises del 4/03/1962, Francesco Rosi
declara efectivamente sobre su película: “Salvatore Giuliano no es en modo
alguno una película biográfica, sino un discurso sobre el cadáver de Julio
César. Casi nunca vemos al héroe excepto muerto, en una historia en la que me
he cuidado de romper constantemente la cronología. Sin tomar la precaución de
un crossfade, paso de 1950 a 1954 o 1944 o 1948, porque evoco hechos una vez
resonantes, y de los cuales el público italiano ha guardado el recuerdo. Mi
tema real es un país infeliz, oprimido, perdido y rebelde. No pretendo exaltar
o abrumar a Giuliano. Quiero mostrar que él fue fruto de su tierra, de las
condiciones sociales y políticas de los años cuarenta»
Presentada en competición en el Festival de Cine de
Berlín de 1962, ganó el Oso de Plata al Mejor Director y tres Cintas de Plata.
El rodaje de la película se llevó a cabo en los mismos
lugares donde ocurrieron los hechos narrados (Montelepre, donde nació Salvatore
Giuliano; Castelvetrano En la casa de Castelvetrano donde el
fugitivo pasó sus últimos meses, y en el patio donde una mañana se encontró su
cuerpo sin vida, y en Portella della Ginestra, donde se produjo la Masacre ocurrida el primero de mayo de 1947, de la
que Giuliano fue culpado junto a varios de sus lugartenientes); durante la
realización se utilizaron principalmente actores no profesionales tomados del
lugar gente; entre otros, el bandido Giuliano fue interpretado por el conductor
del tranvía de Palermo Pietro Cammarata, quien en la película siempre aparece
de espaldas o en la distancia.
Film cautivador en muchos aspectos, teniendo el
atractivo extra de ser el inicio de un tipo de cine semi-documental de denuncia
social cruda emparejada al neorrealismo italiano. Gloria Ucrania!!!
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