martes, 27 de enero de 2015


TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE.

Tributo a Ben Bradlee, fallecido el 21 de octubre de este año 2014, a los 94 años, editor ejecutivo del Washington Post entre 1968-1991, tiempo en el que su periódico gracias al ímpetu de sus dos reporteros Woodward y Brernstein, destapó el mayor trabajo periodístico del SXX, el Watergate, llegando a hacer que cayera nada menos que el presidente de la mayor potencia del mundo, Richard Nixon, siendo además probablemente el mayor canto al periodismo que se haya realizado jamás. Asimismo me sirve también como loa a Gordon Willis, el gran operador de cámara neoyorkino, fallecido este año, el 18 de mayo.


Carl Bernstein & Bob Woodward
Ben Bralee (Editor ejecutivo en el Washington post)








Alan J. Pakkula dirige solo dos años después de la renuncia de Nixon a la presidencia, con pulso firme y sin adornos ni alharacas pirotécnicas de cara a la galería (a ganar público), un trabajo sólido y penetrante. El guionista William Goldman (“Dos hombres y un destino”, “Marathon Man” o “La Princesa Prometida”) ganó el Oscar por este trabajo, hace un estudio exhaustivo de la profesión periodística, dejándonos un profundo elogio al periodismo idealizado, creando un thriller político de tremenda intensidad, desarrollando un increscendo dramático denso, que a algunos puede ser demasiado exigente por la cantidad de nombres que se barajan de importancia y que nunca se ven, perro Goldman se las ingenia para tejer una honda historia, relato con varios niveles de interpretación, por supuesto el periodismo como arma vigilante del pueblo ante los desmanes de los poderosos, se nos habla del poder corruptor de los gobernantes, del temor que estos infunden en muchos, de los principios morales sobre todo, de la lealtad, del sentido del deber, de la fuerza de voluntad, la libertad de expresión, la democracia, etc. A esto se suman unos actores en estado de gracia, Robert Redfors, Dustin Hoffman, Jason Robards, Jack Warner, Hal Holbrook, Jane Alexander o Stephen Collins,  a esto se suma una puesta en escena sobria y muy realista. Ganó 4 Oscars, guión, sonido, dirección artística y secundario para Jason Robards. Asimismo fue la segunda que más taquilla hizo en USA ese año tras “Alguien voló sobre el nido del cuco”.


La madrugada del 17 de junio de 1972, las oficinas del Partido Demócrata en el edificio del Hotel Watergate en Washington D.C. fueron asaltadas por 5 hombres, fueron descubiertos y detenidos por el guardia de seguridad Frank Wills (interpretándose a sí mismo), todos tenían lazos con la CIA, uno de ellos, James McCord, era el director de seguridad del Comité de reelección de Nixon. El Washington Post mandó a un reportero, Bob Woodward ( Robert Redford ),  a cubrir el juicio sin darle mucha importancia, este durante la vista ve algo “gordo” detrás de todo este intento de robo, en realidad una operación de espionaje, tenían abogados propios de renombre, advierte vínculos entre los asaltantes y E. Howard Hunt , ex empleado de la CIA, y con el Consejero Especial Charles Colson del presidente Richard Nixon, entonces en el Post se le asigna un reportero para que le ayude, Carl Bernstein (gran Dustin Hoffman ), al principio Bob recela de Carl. Comenzaran una ardua investigación, con múltiples entrevistas, llamadas telefónicas, decenas de zancadillas, negativas a colaborar, en una escalada de responsabilidades que les llevan al corazón de la Casablanca, esto con la experta supervisión del editor ejecutivo Ben Bradlee (gran Jason Robards ), que les conmina a refutar varias veces las certezas, además Woodward contará con la ayuda de un enigmático tipo del que no sabremos su nombre, se le tildará como “Garganta Profunda” (gran Hal Holbrook), se supone un alto funcionario de la Casablanca con información que irá soltando con cuentagotas, siendo el mantra <sigue el dinero>, siempre en un parking público solitario. En la historia tendrán importancia personajes como el ex-tesorero republicano Hugh W. Sloan, Jr. (buen Stephen Collins ), la contable republicana (buena Jane Alexander), el jefe de redacción Howard Simmons (buen Martin Balsam), el editor de noticias Harry Rosenfeld (buen Jack Warden), y un intrigante abogado, Donald Segretti (Robert Walden).


El guionista adapta el libro de no ficción homónimo de Carl Bernstein y Bob Woodward de 1974 (ganador del Pulitzer), los periodista que destaparon el escándalo Watergate para el Washington Post, difiere el guión con el film en el periodo tratado, la cinta cubre los 7 primeros meses de investigación, desde el 17 de junio de 1972, cuando atrapan a los asaltantes en el hotel, hasta 20 de enero de 1973, cuando Nixon jura segunda legislatura a la presidencia, el libro abarca hasta junio de 1973, cuando se descubre un sistema de grabaciones secretas dentro de la Casablanca. Curiosamente el libro no llega a la investigación del Senado USA que dio con la dimisión de Nixon. Asimismo “Garganta Profunda” sugiere el mantra de que las respuestas están <Seguir el dinero> (seguir la plata les lleva a un fondo republicano para sobornos), algo que no está en el libro, ni en la documentación real del Watergate, este mantra me recuerda al que siguen en el documental “Searching for Sugar Man” para intentar dar con Sixto Rodríguez. El film aborda estos acontecimientos de un modo sibaritamente elegante con el tono periodístico del film, con un prodigioso encadenado de noticias de teletipo, que saltan en elipsis temporales que dan idea de la cascada de acontecimientos que desembocaron en este Megaescándalo, provocado por dos simples periodistas, la Fuerza del Cuarto Poder.

Hotel Watergate en Washington

El guión brillantemente Glorifica el idealista trabajo del periodismo de investigación, donde unos simples reporteros pueden hacer tambalearse a la mayor potencia del mundo, por ende se lustra  el poder de la democracia, de la libertad de expresión, de la división de poderes del Estado, se arremete contra los desmanes tiránicos, la corrupción moral y el despotismo de los gobiernos, contraponiéndolo a estos héroes del periodismo puro, baluartes de la verdad, última barrera contra los abusos del poder gubernamental. La estructura se puede ver como un fascinante thriller intercambiables la profesión de periodistas por la de detectives, en que un hecho de aparente poca importancia desemboca por la fe y entrega de estos “detectives” en una hecatombe. El argumento intenta no politizarse, no ser maniqueo panfletario en contra de Nixon, esto sería demasiado sencillo, la historia está más preocupada de la tensión, intensidad, intriga de las indagaciones de los periodistas, no cuestiona los sucesos, trata al espectador de inteligente. Menos la secuencia inicial en el Watergate, todo se ve desde el punto de vista de los 2 protagonistas, el periodismo es al amo del relato, con muchas escenas desde la redacción del Post, con momentos en que el teléfono en la redacción como vehículo para sondear información, con reuniones para contrastar datos de relevancia, con el editor intentando controlar la euforia de sus subordinados, y conminándoles a refutar aún más sus averiguaciones, ofreciéndonos una tremenda sensación de realismo. Llama la atención el modo aséptico con que se nos muestran a los personajes, o más bien la ausencia de enseñarnos a los grandes afectados por la investigación, también se abstiene el realizador de revelarnos la vida privada de los 2 protagonistas, los vemos centrados en su profesión y no sabemos nada de ellos, si están casados, si tienen pareja, si están divorciados, nada, echo en falta algo que diera algo más de forma a estos estoicos reporteros.

Robert Redford compró los derechos del libro de Woodward y Bernstein en 1974 por $ 450.000 con la idea de adaptarlo al cine. Redford contrató en 1974 al reputado William Goldman para hacer el guión, contó con la ayuda de Woodward, no así de Bernstein, entre los dos decidieron suprimir la segunda mitad del libro. El guión al parecer no fue del agrado de Redford, ni de Bernstein, esrte último con la ayuda de su entonces pareja, Nora Ephron (guionista), hicieron su propia versión, Redford aunque le parecía un libreto <Inmaduro y falto de ritmo> le mostró el revisionado guión a Goldman para que tomara ideas, y este lo tomó como una <Traición cobarde> de la pareja Bernstein-Ephron, con lo que se desechó. Tras esto fue contratado Alan J. Pakula para la dirección. Robert Redford haría de Woodward, se necesitaba alguien de peso para equilibrar el dueto protagónico, Redford en un partido de basket de los Knicks le ofreció el papel.


Momentos para el recuerdo: El paradójico arranque en que vemos a un triunfante Nixon llegar a Washington para dar un discurso en el capitolio tras exitosa cumbre en China, en contraste con lo que le espera; La vista en el juzgado donde Bob Woodward se da cuenta que hay el germen de una potencial noticia de alcance; Las intensas reuniones de Woodward con “Garganta Profunda” en el parking, con respuestas crípticas del misterioso tipo, espléndida la última en que la paranoia y el pavor sacude al periodista; Woodward en un tramo sigue una pista en la redacción por medio del teléfono, la información gotea poco a poco en varias llamadas que crean tensión, esto se produce en un plano-secuencia extraordinario de 6 minutos; El interrogatorio que Bernstein hace a la contable republicana, de cómo tiene que “picar piedra” para ablandar a la resistente interrogada; El gran homenaje que Woodward y Bernstein hacen a su profesión cuando para comunicarse sin hablar (por miedo a las escuchas) deciden hacerlo por medio de la máquina de escribir, sutil toque; Su elíptico y sofisticado final, tributo al Cuarto Poder, mientras vemos la redacción del Post activa, hay un televisor en que Nixon es proclamado Presidente en su segundo mandato (20/01/73), entonces la acción se deriva a un teletipo que nos exhibe el efecto bola de nieve de las averiguaciones de los periodistas, que desembocan en la dimisión de Nixon 7 meses después (09/08/73).


La puesta en escena es sobresaliente, con un gran diseño de producción de George Jenkins (“El último testigo”, “Llega un jinete libre y salvaje” o “La decisión de Sophie”), oscarizado por este trabajo, con excelsos decorado de George Gaines (“Marathon Man”, “El regreso” o “Cotton Club”), que como no les dejaron rodar en la redacción del Post reprodujeron minuciosamente las instalaciones, con medidas exactas, mismos escritorios con igual pintura (200), mismas papeleras, incluso con mismas guías telefónicas, pero lo que sobresale es su formidable fotografía del maestro Gordon Willis (La saga del Padrino, “Zelig” o “Manhattan”), matizándola en cada momento, luminosa en la redacción, pero con exteriores ensombrecidos, no se ve el sol, con cielos nublados, transmitiendo melancolía, extraordinaria en la escenas del parking con “Garganta Profunda”, de reminiscencias expresionistas, jugando con sombras siniestras, con una magna toma cenital en la biblioteca, rodando algunas tomas con luz natural remarcando realismo, acentuando niveles de zozobra y desasosiego, en tonos apagados, emitiendo claustrofobia anímica , sublime labor. La música de David Shire (“La conversación, “Fiebre del sábado noche” o “Zodiac”), resulta con poco peso, se oye de modo exiguo, lo porfía Pakula todo a la fuerza de la narración, además el sonido que más persiste es el de las teclas de la máquina de escribir.

Es un film no recomendable a los que gusten de la acción trepidante, de simpleza argumental, aquí parte de la acción son llamadas telefónicas donde solo vemos al periodista, no a su interlocutor, hay un tramo en que “Woodstein” (como llama a la pareja su Ben Bradlee) intenta en vano que les den información en un tránsito infinito de negativas, es un film donde puede ser un muro insalvable para muchos la cantidad enorme de nombres que aparecen, sin aparecer muchos de los que se hablan, haciendo complejo el hilo narrativo, al menos esto le achacan algunos, no yo.





Robert Redford imprime serenidad y sobriedad a su Woodward, dotándole en su tramo final de un tremendo pavor a lo alto que están picando. Dustin Hoffman hace una actuación vibrante, racial, enérgica, con ese toque nervioso de siempre estar fumando, muy bueno. Jason Robards como el superior de los “Woodstein” resulta carismático, potente, regio en su comportamiento cuasi-paternal con los reporteros, aportando aristas, adustez pero mucha rectitud e integridad, maravilloso. Ha Holbrook en su inquietante papel exhibe intensidad, misterio, y cuasi-misticismo con su modo de relacionarse con Woodward a base de acertijos. Jane Alexander (nominada al Óscar) está fabulosa mostrando una mezcla entre el sentido de lo correcto y terror ante lo que cuenta. Robert Walden resulta estupendo como el mercenario republicano que sabotea a los demócratas y se vanagloria de ello de forma cínica.

Richard Nixon
Nixon en su segundo mandato trataba de defenderse de las acusaciones, pero sus maniobras solo eran una huida hacia ninguna parte intentando medrar entre los investigadores oficiales para salir indemne, lo que solo agravó su situación, el 27 de julio de 1974 la Cámara de Representantes inició un Impeachment (juicio por mentir) contra el presidente por obstruir a la justicia, dos días después se sumó la acusación de abuso de poder, y un día después se le sumó desacato al Congreso. Nixon acorralado, en la tarde del 8 de agosto de 1974, antes de terminar el proceso, en un comunicado televisado presentó su dimisión, dejando la Casablanca con su familia la mañana siguiente, el vicepresidente Gerald Ford le sustituyó,  juró la Constitución como presidente el 9 de agosto, siendo su primera medida indultar a Richard Nixon, parándose el proceso judicial en su contra.

W. Mark Felt
Décadas la opinión pública especuló con la identidad del confidente anónimo “Garganta Profunda” (mote inspirado en la popular cinta porno) que asistió a Bob Woodward, vital para las indagaciones, el periodista jamás dio pistas sobre su informante, hasta que el 31 de mayo de 2005 el propio “Garganta Profunda” reveló su identidad en una entrevista a la revista estadounidense Vanity Fair, la publicación no salió a la venta hasta el 14 de junio. Fue W. Mark Felt, antiguo Número 2 del FBI, director adjunto, durante presidencia Nixon, se autodestapó como acto liberador de conciencia a sus 91 años, el Washington Post confirmó que era Él. Felt falleció el 18 de diciembre de 2008 por un fallo cardiaco. En un momento del film se hace un guiño a esta persona, el editor Ben Bradlee cuenta una anécdota en la que de reportero tuvo noticia de que el director “eterno” del FBI Edgar Hoover iba a ser sustituido, seguro que por Mark Felt, pero cuenta Ben que al adelantar la noticia, Nixon convocó una rueda de prensa haciendo director “vitalicio” a Hoover, saco mis conclusiones de que Felt actuó de confidente por despecho.


En conjunto nos queda seguramente el Más Grande Canto al periodismo como instrumento de utilidad a la sociedad, como elemento-bisturí que puede abrir en canal a un Gobierno, como último refugio para dar con la Verdad, ensalzando para ello el honor, la nobleza, los principios éticos o la integridad personal. Fuerza y honor!!!

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