REFLEJOS EN UN
OJO DORADO.
Notable film de John Huston, una obra
adelantada a su tiempo, arriesgada y provocadora, su obra más turbadora y
velada, una historia agria, revestida de morbo malsano, pesimista, compleja,
densa, un sombrío acercamiento al universo de represiones sexuales,
frustraciones, tormentos, que acontecen en un lugar tan marcial y cuadriculado
como un fuerte militar, un microcosmos poblado de personajes con patologías y
angustias, aflorando adulterios, voyeurismo, homosexualidad latente,
adulterios, fetichismo, cleptomanía, exhibicionismo y crímenes pasionales,
lugar donde reina la infelicidad, la ociosidad y la insatisfacción. Ello
sostenido por un guión turbio, bien desarrollado, en un increscendo dramático
sofocante, por una notable puesta en escena, donde destaca esa tonalidad
hiperrealista del patinado dorado, y sobre todo por un fenomenal elenco de
actores. Escrito por Chapman Mortimer y Gladys Hill (“El extraño” o “El hombre
que pudo reinar”) adapta la novela corta “Reflections in a Golden Eye” (1941),
de Carson McCullers, pseudónimo de la escritora Lula Carson Smith, usa su
propio apellido (Carson) y apellido de su esposo (McCullers), para firmar sus
libros, mostrando ficticia identidad masculina por considerarlo más comercial,
la novelista murió 12 días antes del estreno del film. En realidad escribió
inicialmente el libro en 1939 bajo el título de “Correos del ejército”,
inspirándose en una historia que su marido Reeves (ex soldado) le contó sobre un
voyeur que había sido detenido en Fort Bragg
(Carolina del Norte), un
joven soldado había sido sorprendido espiando en el cuartel en el interior de
casas de oficiales casados, McCullers lo escribió mientras que en Fayetteville,
Carolina del Norte. Después
de dos meses de ardua escritura, terminó el manuscrito y lo guardó en un
armario alegoría del contenido). El
historiador británico Anthony Slide, considera “Reflejos en un ojo dorado” una
de las cuatro novelas homosexuales conocidas en idioma Inglés en la primera
mitad SXX, las otras tres son “Nightwood” (1936) de Djuna Barnes, “Other voices, other rooms” (1948) de Truman y “The city and the
pillar” (1948) . La película que no llego a España hasta finales de los 70
con el final de la censura.
El escenario es una base
militar estadounidense en Georgia, allí reside el capitán Weldon Penderton
(Marlon Brando), con su esposa Leonora (Elizabeth Taylor), él es un tipo taciturno,
con problemas de represión e identidad sexual, ella es una mujer de carácter
que tiene un affaire con el Mayor Morris Langdon (Brian
Keith), a su vez casado con Alison (Julie Harris), una mujer con problemas
fuertes de depresión, que es asistida por un muy amanerado filipino, Anacleto (Zorro
David). El soldado Ellgee Williams (Robert Forster) es el mozo de cuadras y
asistente de Penderton, tipo con singulares aficiones, es un voyeur fetichista,
de él está obsesionado Weldon.

La cinta desarrolla una
historia escabrosa, repleta de secretos, mentiras, traiciones, prejuicios,
demencia, sadomasoquismo, exhibicionismo, y más, gracias a un guión hábil en
trenzar una telaraña que va apresando en su red los sentimientos reprimidos de
unos personajes encerrados en sus rutinas, en su aburrimiento, en su
ordinariez, de la que intentan escapar de modo truculento. Un collage de
protagonistas con un atormentado mundo interior, que Huston explora y transmite
con elegancia, en una evolución de situaciones que mezclan de modo turbador
intensidad dramática con un humor áspero que te hace sentir incómodo, emitiendo
profundidad en base a una dirección de actores con marcado enfoque en los
gestos y miradas, con silencios muy expresivos, con incisivas alegorías tanto
verbales como visuales (la de los caballos con los sementales, de cómo Leonora
adora a los equinos por serlo y Penderton lo contrario), con punzantes elipsis,
en un acentuado relato de insatisfacciones, de dolor anímico, de hipocresía, de
falsas apariencias. Todo enmarcado en un lugar tan rígido y encorsetado como un
fuerte militar, en medio de la rutina de paz vemos clases, fiestas, partidas de
cartas, salidas a caballo, donde los
contrastes son más ácidos, con sobreentendidos, con muchas insinuaciones,
traiciones. Un relato que radiografía con bisturí envenenando las represiones
sexuales derivadas de la homosexualidad, provocan comportamiento malsanos,
enfermizos, rozando lo patológico, obsesiones tórridas, que se dirigen hacia la
tragedia remarcada en la sobreimpresión del inicio.
Tiene uno de sus fuertes en el
enfrentamiento de personalidades: Penderton un oficial amanerado, acomplejado,
insatisfecho, vejado por su esposa, incapaz de hacerle el amor, un cleptómano
fetichista, que acaricia lascivamente los elementos robados, en realidad un
homosexual reprimido que vive hastiado, y que encuentra una razón en la
naciente obsesión por un soldado con el que cree haber conectado; Leonora, su
esposa, una mandona dominante, y dominatrix, de carácter, promiscua, humilla y
se ríe de la frigidez de su esposo, una avezada amazona que siente conexión con
los caballos por ser sementales, lo contrario a su marido, entre los dos se
deconstruye una relación nociva; El oficial Morris Langdon,
símbolo de la machismo arcaico, tiene sometida a su esposa, tiene un affaire
con Leonora, tipo rudo, y alegre; Alison, la esposa de Morris, una depresiva y
neurótica que llegó a cortarse los pezones al perder a su hijo, vive
atemorizada en su casa, alejada de su esposo, solo con la compañía de su
afeminado criado Anacleto; El cadete Williams, no lo escuchamos decir palabra,
peros sus silencios dicen mucho, un extraño tipo, con costumbres singulares
como montar a caballo desnudo por el bosque, espiar al matrimonio Penderton,
infiltrarse en el dormitorio de Leonora para verla dormir oliendo su ropa
interior; Y Anacleto, un amanerado con mucha pluma que se convierte en la
muleta de Alison construyendo entre los dos un mundo cerrado.
El lírico título del film
proviene de una acuarela que pinta el criado Anacleto para Alison, en ella se
ve un pavo real (símbolo de la fatuidad pomposa), y en él resalta un ojo
dorado, alegoría de la fuerza sugestiva que tiene en el relato las miradas, las
miradas de Penderton a Williams, las de Williams a Leonora, las miradas de
desprecio de Leonora a su marido, de Williams espiando, las libidinosas miradas
de Penderton los objetos robados, las miradas en espejos, miradas triste de
Alison , para ello la gran importancia que tienen las ventanas, todos miran una
y otra vez por ellas.

La puesta en escena resulta
excelente en su expresionismo, con un notable diseño de producción de Stephen
B. Grimes (“La hija de Ryan”, “En el estanque dorado” o “Memorias de África”), rodándose
en Long Island (Nueva York-USA) y en Roma (Italia), recreando con sobriedad el
fuerte, con los bucólicos bosques por los que montan a caballo o las
caballerizas, pero lo que sobresale es la acentuada e hiperrealista fotografía de Aldo Tonti (“Obsesión”, “Las
noches de Cabiria” o “Barrabas”) y el sin acreditar Oswal Morris (“Moby Dick”,
“Lolita” o “El violinista en el tejado”), en color
(technicolor) y panavisión, exhibiendo la belleza de la naturaleza en contraste
con el mórbido alma de los protagonistas, con mucho mimo por el detalle en
primeros inquietantes planos, jugando con los contraluces, con la
semioscuridad, siendo puntal el tórrido patinado dorado (alegoría del título),
convirtiéndose en la nocturnidad en un tono sepia, componiendo cuadros de una
beldad tremenda, influenciados por la pintura de Rembrandt o Caravaggio, estos
recursos imprimen intensidad dramática, sensaciones de cuasi-surrealismo
visual, turbación. Se suma la neurálgica música del japonés Toshiro Mayuzumi
(“La calle de la vergüenza”, “La mujer insecto” o “La Biblia... en su
principio”), sonidos disonantes de orquesta de viento y percusión, aportando
estridencias que envuelven la acción en tenebrismo ambiental, en tensión
latente.

Marlon Brando realiza una
actuación magistral, encarna con turbación desmedida a un atormentado sexual al
que su mujer desprecia y humilla sádicamente, y él aguanta con mucha flema,
aporta mesura, contención, mirada extraviada,
pose regia, dejando entrever mucha fragilidad anímica, excelso en las
escenas con su obsesión masculina, desborda mundo interior reprimido,
apoteósico, rol que iba a interpretar Montgomery Clift, su muerte antes de la
producción hizo que Huston barajara otros, Richard Burton o Lee Marvin, Brando
acabó interpretando al oficial alegando el actor escogió el papel por la
oportunidad de montar a caballo. Elizabeth Taylor está
radiante como Leonora, rebosa frialdad, cinismo, belleza, nihilismo, crueldad,
sadismo, se mueve con una tremenda seguridad en sí misma, arrollando con su
fuerza a su pusilánime marido, con lenguaje gestual vibrante, Colosal cuando se
desnuda en la nocturnidad ante su esposo y sube las escaleras dejando ver su imponente
figura dejándolo iracundo, parece flotar, impresionante, o cuando fustiga en el
rostro a Penderton, soberbia. Brian Keith, la antítesis de Penderton, racial,
visceral, sibilino, manipula a su esposa y pone los cuernos a su amigo, con un
arco de desarrollo que dejará traslucir fragilidad. Julie Harris es Alison, muy
buena en su rol de depresiva, acomplejada, insegura, atormentada que solo
encuentra apoyo en su amanerado criado, con el que tiene una enfermiza relación,
maneja de modo virtuoso la mirada para emitir melancolía. Zorro David compone
un tipo singular, de un amaneramiento y pluma atronador, con una susodicha
relación patológica con Alison. Robert Forster en su debut en cine da vida al
objeto del deseo de Penderton, apenas habla, deja entrever un comportamiento
peculiar, de estudio freudiano, voyeur, fetichista, nudista a lo Lady Godiva,
su imperturbable rostro da bien con el jeroglífico que es su mente.





Momentos recordables:
Comienza y termina con una misma frase de Carson McCullers, intrigantes
palabras “Hay un fuerte en el Sur, donde hace algunos años se cometió un
asesinato”; La visión de Penderton sudoroso y despeinado levantando pesas de un
modo bastante torpe, acaba mirándose al espejo las músculos, en señal de su
acomplejamiento soterrado; La primera y dominatrix aparición de Leonora, de
amazona, en pantalones, con fusta y montando a caballo con maestría, alegoría
de su potente personalidad; Penderton llega del trabajo y
sale al jardín, Leonora está sentada en una hamaca, habla de su caballo con
pasión, un purasangre blanco (Firebird), él la reprocha su amor por el animal,
ella se levanta contrariada espetándole “Es un semental!”, se lee entrelineas
que justo lo que su esposo no es; El primer
encuentro entre Penderton y el joven soldado Williams, el primero observa,
desde la ventana de su casa, la llegada del segundo, Penderton sale a recibirlo
al jardín, pero la cámara permanece mirándoles desde el interior de la casa, a
través de la ventana, en clara señal de lo que intenta hacernos el film, que
nos sintamos voyeures; El perturbador tramo en que Leonora para provocar a su
marido y hacerlo sentir incómodo y atormentado por su represión sexual, ella se
queda desnuda y comienza a subir las escaleras lentamente , él la mira sudoroso
y retorciéndose desde abajo, ella se da la vuelta y le espeta "Alguna vez te han llevado a la calle y apaleado por
una mujer desnuda?"; Penderton en una de sus cimas de hastío monta en el
caballo Firebird, el favorito de Leonora, por el bosque y comienza a fustigar
violentamente al animal, este hace que se desboque el oficial, mientras de
soslayo vemos en un claro a Williams desnudo tumbado junto a otro caballo,
Penderton cae del animal salvajemente, se acerca al caballo y comienza a darle
de modo demente y sollozante con la fusta en el rostro, haciéndole heridas,
para de fustigarlo, entonces aparece lentamente Williams desnudo que consuela
al animal, tremenda forma de transmitir el dolor represivo; La sádica escena en
que Leonora iracunda por haber visto como su
marido ha dejado de magullado su caballo favorito, le propina con una fusta
varios latigazos en el rostro a Penderton, en plena fiesta y a la vista de
todos los invitados, mientras él aguanta estoico los fustigazos, tremebundo;
Una noche, con la obsesión de Penderton por el soldado Williams, lo sigue por
la calle a cierta distancia, mirándolo con enfermiza emoción, en un momento
dado se produce tras ellos un accidente de tráfico, Williams se da la vuelta y
mira el suceso, pero Penderton mantiene la mirada de modo perverso sobre
Williams, inquietante, esto que remarcado cuando Williams entra en su barracón,
se pone a llover torrencialmente y Penderton aguanta en la calle observando el
barracón poniéndose empapado, lo dicho, inquietante; El clímax final, Penderton
en su casa observa por la ventana que en medio de una tormenta, Williams entra
en su casa a escondidas, turbado y pensando el oficial viene “retozar” con él
se sienta en la cama con la puerta entreabierta, se atusa coquetamente el
cabello y apaga la luz, esperando llegue
el objeto de su deseo, son segundos que se eternizan, pero ve que el soldado
entra a hurtadillas en el dormitorio de su esposa, encolerizada va hasta allí,
con los relámpagos adornando tétricamente la escena, se queda unos segundos
pensativo ante la puerta cerrada, desaparece y vuelve, abre la puerta, enciende
la luz y allí, a los pies de la cama está Williams sentado mirando dormir a
Leonora, los dos se miran, y Penderton levanta su mano con una pistola, le
apunta y le dispara varias veces, despertándose entre gritos Leonora, hay unos
movimientos bruscos de cámara yendo de uno a otro de los tres personajes,
traspasándonos la tensión, Penderton se echa las manos a la cabeza, y aparece
sobreimpresionada la frase del inicio, acabando el turbio y notable film.
Me llama la atención como el
mundo del cine tomó ante la censura la alegoría de que una partida de cartas es
una metáfora de una relación sexual, ejemplo en el final de “El apartamento”
(1960) de Billy Wilder, Shirley MacLaine llega al piso de Jack Lemmon y se ponen
a jugar a los naipes, cuando el director lo que quiere hacernos ver es que en
realidad van a fornicar, otro caso es otro final, en este caso el de “Viridiana”
(1961) de Luis Buñuel, aquí Paco Rabal se pone a jugar a las cartas con dos
mujeres, en realidad es una insinuación de un menas a trois, aquí Leonora y Morris
juegan ante la impasible presencia de Penderton, símil de cómo los dos se
acuestan y este acepta los cuernos.
Recomendable film a los que
gusten de relatos retorcidos, mórbidos, thriller psicológico con calado, sobre
las obsesiones, la impotencia, las represiones... de los que olvidaras por su
fuerza narrativa. Fuerza y honor!!!
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