OTHELLO (ORSON
WELLES 1952)
97/17(28/05/16) Obra Maestra del genial Orson Welles, uno de los grandes creadores del
SXX, demostró en esta shakesperiana obra que ni todos los obstáculos del mundo
pueden con él, de entre el caos que supuso la producción, bancarrota del
productor, tres años de producción, varias paradas en el rodaje, siete
directores de fotografía, y más dificultades no fueron suficientes para mermar
la maestría del realizador de Wisconsin. Fue Palma de Oro en el Festival de
Cannes en 1952, no pudiendo estrenarse en USA hasta 1955, cuando encontró el
paraguas de la distribución de la United Artists. Forma con "Macbeth"
(1948), "Campanadas a medianoche" (1965), y la desaparecida “El
mercader de Venecia” la tetralogía sobre el bardo de Avon de Orson Welles. Como
en "Ciudadano Kane" (1941) y "Mister Arkadin" (1955),
"Othello" comienza con la muerte del protagonista, trasladándonos en
un flash-back a las circunstancias que lo han llevado allí. Hay tres versiones
de la película vista en salas de cine, dos supervisados por Orson Welles, y una
restauración de 1992 bajo supervisión de su hija, Beatrice Welles (la que yo he visto), OW recortó metraje original, en principio eran
tres horas, hasta poco más de 90 minutos. El film está bajo bandera marroquí, y
es que OW no pudo encontrar a la película un distribuidor en USA durante más de
tres años. Se basa el film en el homónimo clásico universal de William
Shakespeare de 1603, adaptada a su vez de un libreto de una versión operística
de 1883 de Arrigo Boito. Las dificultades estimularon la inspiración OW que
dota a la cinta de una vibrante atmósfera opresiva, misterio y ensueño. Fueron
4 años caóticos de rodaje, y pese a las tensiones del rodaje, queda una
magistral clase de cine de autor.

Arranca en
el funeral de Othello (Orson Welles) y Desdémona (Suzanne Cloutier), en una fortaleza junto al mar (Chipre), a la
par que vemos como a un tipo, Yago (Micheál MacLiammóir) lo meten en una jaula
que izan a las alturas, entonces se produce un flash-back para enterarnos como
han llegado los personajes a esa situación trágica. Estamos en Venecia a
finales del SXV, Othello es un moro, oficial del ejército veneciano que ha
conquistado Chipre, en la ciudad de los canales se ha enamorado de la bella
Desdémona, hija de Brabancio (Hilton Edwards), Othello se casa con ella contra
los deseos de su padre. Entonces se desata la conspiración, el moro nombra a
Casio (Michael Laurence) su lugarteniente, esto provoca la envidia de Yago que
esperaba el cargo, en connivencia con Rodrigo (Robert Coote), que estaba
enamorado de Desdémona pone en marcha un diabólico plan para enredar a Othello
en los celos.
Es una obra
que transpira cine, OW aprovechando en su goticismo ultraexpresionista cada
escenario y cada toma para emitir sensaciones, sentimientos, tormentos,
angustia, una ambientación memorable, donde la clásica tragedia de Shakespeare
queda atomizada por la superlativa dirección, saca el jugo de cada lugar, de la
luz, de las sombras, de las angulaciones, un prodigio creando atmósferas
enrarecidas. La cinta en principio, como casi todas las adaptaciones de obras
hiperconocidas, debe luchar contra lo previsible del relato, debe apostar sus
bazas en otros recursos y a fe que OW sale victorioso creando cuadros en
movimiento de una belleza superlativa, quedando como esas pinturas que por muy
vistas que estén no te cansas de admirar, ello apoyado en unos actores en
estado de gracia, que componen un universo de personajes matizados, con un
protagonista poderoso, un villano exuberante (como todos los malvados creados
por Shakespeare), y unos secundarios que aportan mucho vigor.
El guión es
de los no acreditados OW y Jean Sacha, hacen una extraordinaria síntesis de la
obra teatral, tratando con punzante hondura dramática de temas universales como
los celos, la envidia, la ambición, la manipulación psicológica, las falsas
apariencias, el amor puro, el sacrificio, sobre la pasión desmedida, aunando el
exacerbado lirismo de las palabras del dramaturgo inglés con una escenografía
sublime, todo encaminado a radiografiar con bisturí envenenado la ambigua
Condición Humana, de cómo del amor se puede pasar al odio y de ahí a la locura,
ello desarrollado de modo fluido y ágil, siendo el eje el modo en que el
antagonista es capaz de ejercer un juego perverso sobre Othello, haciéndole
arraigar sutilmente la llama tóxica de los celos, que poco a poco lo va
carcomiendo, esto expresado visualmente de modo tremendo, acentuado por la
meliflua voz en off que nos sumerge en la convulsa psique del protagonista.

La puesta en escena es un alarde de manejo extraordinario de los
recursos de Orson Welles, de cómo el caos de producción fue capaz de ser
coherente y sólida tras pasar por las manos del omnímodo director, con una
labor grandiosa del director artístico Alexandre Trauner (“Los niños del
paraíso”, “Rififi” o “El hombre que pudo reinar”), y del no acreditado Luigi
Scaccianoce (“Edipo Rey” o “El evangelio según San Mateo”), haciendo
cohesionado y creíble los escenarios, en
el castillo de El Jadida (los bajos de la fortaleza), en Mogador, Safi,
Magagan, Essaouira, estos lares en marruecos, en el palacio de los Papas
(Viterbo), Lazio (Roma), en la Plaza San marcos (Venecia), en la toscana, todos
estos sitios en Italia, recreando de modo sibarita la época, se suma el hermoso
vestuario de vestuario Maria De Matteis (“Guerra y Paz” o “Barrabas”), una
lección de cómo a través de las ropas expresar, y el milagro asimismo es que un
film con varios directores de fotografía, GR Aldo (“Milagro en Milán” o
“Umberto D”), Anchise Brizzi (“El limpiabotas”), George Fanto, Alberto Fusi, y
Oberdan Troiani, en glorioso b/n sea tan pétreo y uniforme en su goticismo, sin
duda gracias a las instrucciones del realizador, con la marca OW por todos
lados, con su manejo punzante de la iluminación, creando tomas lúgubres,
jugando con las sombras, con los reflejos, con los claroscuros, con la
penumbra, con el vapor, maximizando de modo superlativo el expresionismo
gótico, con planos holandeses que inquietan, con picados y contrapicados, con
penetrantes primeros planos que extraen lo mejor de las interpretaciones.
Reseñable es la música de Angelo Francesco Lavagnino (“Falstaff”) y Alberto
Barberis, de resonancias sacras con trémulos sonidos de coros que atomizan la intensidad en momentos claves,
aportando dramatismo, hondura, inquietud, y evocando solemnemente el tiempo de
la acción.
Orson Welles encarna con un carisma arrollador a Othello, lo impregna de
profundidad, de carácter, de un arco de desarrollo que nos cala emocionalmente,
sentimos su descenso al averno, con un lenguaje gestual poderoso, con una
mirada que te atraviesa, su fuerte carácter deja traslucir vulnerabilidad, ayudando
la fotografía que conforme se hunde en las tinieblas de los celos, su imagen se
va oscureciendo más y más, sobresaliente. Suzanne Cloutier como Desdémona resulta una presencia
encantadora, enternecedora, sensible, transmitiendo una dulzura y fragilidad
sublime, candor, inocencia belleza, su dolor se nos introduce en los huesos, parece
flotar de modo etéreo por la pantalla, sobresaliente. Micheál MacLiammoir resulta glorioso como el sibilino y malvado Yago,
una comadreja sutil, venenosa, artera, manipuladora, un claro antecedente del
Joker encarnado por Heath Ledger, un tipo que disfruta creando el caos. Fay Compton como Emilia está muy bien,
destacando en la charla final que tiene con Desdémona, cargada de feminismo y
de rabia. Robert Coote como Rodrigo, demasiado caricatura. Michael Laurence
como Casio está un tanto desdibujado.
Spoiler:


Momentos recordables: Su
escalofriante arranque, con un plano cenital vemos el rostro sin hálito vital
de Othello, su cuerpo es llevado por un cortejo fúnebre por el exterior de una fortaleza,
en un contrapicado vemos al fondo moverse las nubes, y recortadas las siluetas
de los monjes que trasladan el féretro, ello con una melodía sacra de coros,
luego vemos otro féretro, es el de Desdémona, cubierta con una velo negro, de
pronto aparecen unos soldados arrastrando a un preso (Yago), esto con un plano
holandés (oblicuo) y lo meten en una pequeña jaula que elevan con una cadena a
las alturas para ser expuesto, mientras este observa el funeral, todo muy gótico,
una operística coreografía; El bello tramo en Venecia, con la primera presencia
viva de Desdémona, la vemos tras varios cristales enrejados, en consonancia con
la cárcel psicológica en la que se a hundir; con el cuasi-juicio a Othello, con
la rabia del padre de Desdémona, inquiriendo sin saberlo la llama de la muerte
de su hija, cuando le dice al moro que si la ha engañado a su padre, puede
engañarle a él; La persecución a Rodrigo por las catacumbas de la fortaleza chipriota,
con ese fascinante entramado de bóvedas, de arcos que parecen enredarse unos en
otros; Yago envenenando
la mente del moro con falsas sospechas sobre una supuesta infidelidad de su
esposa, el rostro de Othello se va desencajando, esto mientras se refleja
alegóricamente en un espejo en el que no se ve el insidiador, símil de cómo
Yago ha roto la coraza del protagonista y se ha apoderado de su sentido; El
tramo en los baños en que Yago con la ayuda de Rodrigo intentará asesinar a
Casio, espléndidamente filmada, con tensión creciente entre las brumas.
Curiosamente esta escena fue fruto de exprimir la frugalidad de medios, de
hecho en la obra teatral no es así, y es que como no tenían el vestuario de
época para filmar OW decidió prescindir de él y rodar en los baños, una
genialidad; Otelo, en uno de sus
parlamentos fundamentales, dice que es el conocimiento –el saberse cornudo- lo
que verdaderamente lo destruye, y no la intensidad de la falta; El clímax del asesinato de Desdémona, de cómo Othello le habla a ella
cual espectro que emerge entre la oscuridad, y ella lo hace desde la luz que se
refleja en sus rubios cabellos, los dos en una actuación escalofriante, y llega
el momento en que él la asfixia con un velo, de un modo líricamente perverso; Otelo en su final, en una visión cuasi-fantasmal de su rostro entre la
oscuridad “…Os lo suplico, cuando en vuestras cartas narréis estos desgraciados
acontecimientos, hablad de mí tal como soy, no atenuéis nada, pero no añadáis
nada por mi malicia. Si obráis así, trazaréis entonces el retrato de un hombre
que no amó con cordura, sino demasiado bien, de un hombre que no fue fácilmente
celoso, pero que una vez inquieto, se dejó llevar hasta las últimas extremidades...”
Otelo se filmó de manera irregular
durante tres años. El rodaje comenzó en 1949, se vio obligado a cerrar cuando el productor
italiano de la película anunció en uno de los primeros días de rodaje que
estaba en quiebra. En lugar de abandonar el rodaje, Welles como director comenzó a verter
su propio dinero en el proyecto. Cuando se le acabó el dinero, para el rodaje durante meses a la hora de
recaudar dinero, sobre todo, al participar en otras producciones. Debido a la falta de fondos,
la producción se detuvo al menos tres veces. La película encontró algunas soluciones imaginativas a una serie de
problemas logísticos; la escena en que Rodrigo es asesinado en un baño turco recibió un
disparo en esa forma porque los trajes originales fueron confiscados y utilizar
reemplazos habrían significado un retraso. Welles utilizó el dinero de sus
actuaciones en otros films, como en “El tercer
hombre” (1949), para ayudar a financiar la película, pausando el rodaje de
varios meses, mientras él recaudaba dinero; estas pausas complicaban la disponibilidad de desplazamiento de los
diferentes actores, lo que significaba que algunas partes clave (como
Desdémona) tuvieron que ser reformulada, y escenas enteras a continuación,
tomadas de nuevo. Cuando Welles hizo “La Rosa Negro” en 1951, insistió en que la
capa de su carácter, Bayan, fuera con visones, a pesar de que no sería visible. A pesar de la costa, los
productores accedieron a su petición. Al final de la película la capa desapareció, posteriormente se podía ver en Othello con el forro de piel expuesta
El director ha tomado una serie de libertades con la obra
original, cambios hechos con habilidad, enriqueciendo el resultado final. Las secuencias de funerarias, que Welles ha añadido a la historia en su
principio y al final, no eran así en la obra original teatral, son fascinantes
y despiertan sentimientos de tristeza trágica.
En conjunto una Obra maestra Universal y Atemporal, una infravalorada
película que gana a cada visionado, poniendo contra el espejo la contradictoria
Condición Humana. Fuerza y honor!!!
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