CIUDAD DE DIOS.

Los realizadores brasileiros Fernando Meirelles y Kátia
Lund nos regalan una Magna radiografía del submundo que se esconde en los
patios traseros de las grandes ciudades, el lugar donde se tira lo que no sirve
o estorba, en Rio de Janeiro estos lugares toman el nombre de favelas, allí
residen las miserias de nuestro mundo, las vergüenzas, el germen del crimen.
Los directores se acercan de modo vibrante a este collage de personajes al
límite, lo hacen claramente influenciados por el cine de Scorsese, el de
Tarantino, el de Guy Ritchie, David Fincher, Peckinpah, o por el
film “Amores perros” de Iñárritu, e
incluso el neorrealismo italiano, es una mirada deprimente a estas barriadas de
la periferia, el componente geosocial marca a fuego a los allí residentes,
envolviéndolos en una espiral de violencia de la que parece casi imposible
escapar, una jungla donde prima el darwinismo social, o sea, la ley del más
fuerte, en lo que incluso podría entenderse como una alegoría del capitalismo
salvaje, con un enfoque prístino hacia como ya desde niños esto se va
inoculando en los infantes, como lo van mamando y al final para avanzar su
horizonte es convertirse en criminales, como los referentes a los que ven a
diario. Adaptación del best-seller homónimo (Cidade de Deus) de 1997 de Paulo
Lins, residente habitante en Ciudad de Dios relata hechos reales, el cineasta
Meirelles contó con la colaboración de Katia Lund, documentalista de las
favelas, con guión de Bráulio Mantovani (“Tropa de élite”), sintetiza
formidablemente las más de 600 páginas del libro, con más de 300 personajes y
ningún protagonista claro, lo hace de modo trepidante, desarrollando un relato
seco, desprovisto de juicios morales, dejando al espectador como ente inteligente al que no hay que dárselo todo masticado, sin acudir maniqueísmos sensibleros, y ello los
realizadores lo evolucionan de modo eléctrico, palpitante, vertiginoso,
manejando de modo magistral recursos modernos que imprimen vigor y atrapan al
espectador en este descenso a las cloacas de nuestra deprimente sociedad. Contado
de modo no lineal, con continuos saltos temporales, con mucha mordacidad y
humor negro, aderezado por unos actores no profesionales que bañan de
naturalidad el relato. Resulta paradójico que la favela se llame Ciudad de
Dios, cuando más bien es la puerta al Infierno, donde como bien he leído Dios
está bastante lejos de estar presente aquí, si fuera allí no aguantaba un
paseo.
El escenario es un barrio
pobre de Río de Janeiro, Ciudad de Dios, creado en la década de los 60, allí
germinó el crimen organizado comandado por chicos imberbes, se narra el
crecimiento y auge de las violentas bandas que dominan el lugar, y de cómo se
enfrentan entre ellas por el monopolio del tráfico de drogas. La historia es
vista a través de los ojos de Buscapé (Luis Otávio de niño, Alexandre
Rodrigues de mayor), un niño que crece en medio de las miserias y salvajismo
atávico. Personajes importantes son el Trío Ternura Marreco (Renato de Souza),
hermano de Buscapé, Cabeleira (Jonathan Haagensen) y Alicate (Jefechander Suplino), conformaban trío ternura, el violento desde niño Dadinho (Douglas
Silva), de mayor Zé Pequenho (Leandro Firmino) tomará el liderazgo criminal de
la favela, su socio Bené (Michel de Souza de niño, de adulto Phelipe
Haagensen), su enemigo en la favela, Cenoura (Matheus Nachtergaele), Mané
galinha (Seu Jorge), un chico de buen corazón que sufre la maldad de la favela,
y la chica de la que se enamora Buscapé, Angelica (Alice Braga).
Los
directores dotan de gran intensidad la narración, construyendo personajes
tridimensionales, carismáticos, matizados, empujados por el entorno, saben
manejar con magna habilidad el guión para que sus muchísimos personajes queden
delineados en pocos trazos, impregnándolos de fondo dramático, es un pesimista
fresco sobre la vida en las favelas, un cuasi-inframundo del que es complicado
escapar a las garras del delito y la amoralidad, parece la única salida a la
pobreza, ello aderezado con diálogos punzantes, cínicos, irónicos, con voz en
off del que será un espectador imparcial de la vida en esta favela, Buscapé, que
nos relata con gran acidez y tono sarcástico la odisea en este submundo. Los
directores tienen la inteligencia para distanciarse de los personajes, no
glorificar a estas víctimas de la sociedad. El retrato abarca tres décadas en
Ciudad de Dios, cómo mientras crece en población la favela, crece el delito, y
los antihéroes en ella se reproducen en esta marginal cloaca, explora con sagaz
bisturí los orígenes y las repercusiones que tiene tanto en los que caen en la
delincuencia, como en los que la padecen y como algunos son arrastrados sin
querer. Esto contado con pulso firme, arrollador, fulgurante, no te da respiro,
componiendo secuencias de un alto valor, de las que emocionan, conmueven, te
turban, con un montaje memorable te magnetiza, entrecruzando fenomenalmente las
subtramas, siendo todas importantes, haciendo el espectador este absorbido por
una narración brutal, donde se dan cita todos los excesos y patetismo de
nuestro mundo, las armas, las drogas, los asesinatos, las venganzas, los
crímenes pasionales, violaciones, robos, y ello con los niños mamando o siendo
artífices.
Se muestra
una sociedad marginada y paradójicamente en un “Paraíso” turístico como Río de
Janeiro, lugar que nos venden de fiesta infinita, bailes samberos,
promiscuidad, playas edenísticas, pero aquí se la trastienda, el basurero
humano que es esta favela, lugar donde prima la incultura (el líder Zé Pequenho
no sabe ni leer), la degradación social, la pérdida de valores, de referentes a
los que agarrarse, donde la corrupción moral provoca la putrefacción más
siniestra. Film de denuncia social, exhibiendo un microcosmos desalentador
donde reina la impunidad, el más salvaje y sin sentimientos tiene el poder.
El modo de afrontar este
Averno de situación en la barriada se puede entender mediante cuatro
personajes: Buscapé, un idealista, que sueña con dejar el barrio y dedicarse a
la fotografía, su gran pasión, ante los primeras adversidades decide hacer
criminal, pero él no está hecho para eso, ni tan siquiera la muerte del
hermano, Marreco, consiguen que entre en la espiral, es la brújula moral de la
cinta; La antítesis es Ze Pequenho, que es seducido desde muy niño por la
violencia y el mundo del crimen, chico analfabeto, un sádico que disfruta
infringiendo dolor y matando, un asocial sociópata sin más horizonte que cual
depredador tener más y más territorio; Bené es el socio de Zé, su contrapeso,
chico jovial, inquieto, coqueto, que intenta con poco éxito hacer pensar a Zé
que no hay que matar a todo el que te molesta; Y Mané Galinha, quizás el
ejemplo más notorio de la fuerza demoniaca de esta favela, tipo noble,
pacífico, trabajador, pero que es empujado al lado oscuro por venganza, por
haber sufrido las fauces del mal decide revolverse embarcándose en ser el
también un lobo desalmado.


La puesta en escena es
antológica, con un diseño de producción de Tulé Peak (“Tropa de élite”),
diferenciando los escenarios entre los tres periodos tratados, para la década
de los 60, filmado en Nueva Sepetiba, Rio de Janeiro, segunda parte de los 70,
rodado en una urbanización construida en el momento, Ciudad Alta, la tercera y
última se rodó en estudios con escenarios mugrientos feistas, alejados de las
postales icónica de Rio de janeiro, esto atomizado por la fascinante fotografía
de César Charlone (“El jardinero fiel”), dotando de una tonalidad distinta a
cada segmento temporal, evocando espléndidamente cata época, manejando con gran
reflejo expresionista filtros de imagen (Naranja, dorados, marrón, arenosos,
macilentos) , con iluminación por momentos hiperrealista para acentuar algunas
situaciones claves, utilizando de modo prodigioso recursos como la cámara
lenta, las superposiciones temporales, pantalla dividida con escenas en
paralelo, cámara al hombro, ello adaptándose al modo neurálgico de la acción. A
esto se suma la maravillosa edición de Daniel Rezende (“El árbol de la vida” o
“Robocop”), una lección majestuosa de saber manejar los tiempos, acelerando y
decelerando cuando la narración lo requiere, sublime. El músico Ed Côrtes (“El Señor de la Guerra” o “Seduciendo a un
extraño”), y Antonio Pinto (“El Señor
de la Guerra” o “Collateral”), componen una puntuación excitante, muy rítmica,
con reminiscencias samberas, con sonidos de tambores, flautas, en un alarde de
soberbia simbiosis con las imágenes.
La galería de decenas de
actores rezuman frescura chispa, naturalidad. Destacaría a Douglas Silva como
Dadinho, tremenda su sonrisa mientras dispara, también buena la actuación de
Leandro Firmino con el mismo personaje de mayor, transpira amoralidad y psicopatía
misántropa. Phelipe Haagensen está muy
bien como bené, el delincuente que intentará escapara a la espiral, emite
empatía y buen rollo.

El film en su no lineal desarrollo se divide en tres partes, separadas más o menos
por décadas: Tras un fulgurante arranque la cinta nos sumerge en el largo
flash-back que será el grueso del metraje. Primer tramo en los 60, nos
presentan el nacimiento del barrio Ciudad de Dios, nos acerca al Trío Ternura,
tres jóvenes delincuentes de poca monta que son el referente de la chavalería
del barrio, roban camiones del gas, a incautos y en su golpe estrella un motel,
y de fondo la contraposición de otros dos, el narrador, Buscapé, un niño que
convive con la violencia y el crimen, pero que intentará eludirlo con su sueño
de ser fotógrafo, por otro lado está otro niño, Dadinho, un niño sádico, un
amoral que disfruta matando, su sueño es ser un capo dominador del barrio, para
ello no duda en asesinar a todo cuanto le moleste lo más mínimo. En este tramo
el estilo visual es más clásico, de fotografía en tonos ocres arenosos; El
segundo tramo se inicia con la muerte del último de los trío ternura, Cabeleira ( Jonathan Haagensen ), es el segmento
más rico en detalles, profundidad y desarrollo de personajes, refleja el
salvaje ascenso al poder de Dadinho, ahora convertido en Ze Pequenho, un
sanguinario que aspira a acabar con todos los traficantes de Ciudad de Dios y
tomar el control, el centro de acción es una decrépita vivienda, cuartel
general de Dadinho, y que los realizadores nos muestran su evolución de modo
magistral, de cómo fue pasando de unas manos a otras hasta llegar a Zé, ayudado
por Bené, el delincuente de buen corazón que intentará escapar de la espiral de
crimen y muerte, entre los edifican la jerarquía de esta “industria” del
narcotráfico, siempre con niños. Buscapé mientras sondea su lugar en el mundo,
con escarceos vanos en el mundo criminal, o con otros intentos de dejar de ser virgen.
En este tramo a imagen rebosa colorido, con recursos de cámara brillantes, a
mano, o fija para exponer el recorrido vital del cuartel general de Dadinho a
cámara fija, o dividiendo la pantalla con secuencias a tiempo paralelo para
imprimir tensión dramática; La tercera y última parte es una montaña rusa
repleta de ritmo trepidante. Arranca en la fiesta de despedida de Bené (
impresionante esta secuencia narrada con un pulso y una intensidad
formidables), que deriva en el nacimiento de otro anti-héroe a la fuerza, Mané
Galinha (Seu Jorge), ejemplo de cómo la espiral de violencia puede arrastrar a
los más buenos, este por venganza se involucra en una guerra de la que solo se
puede escapar muriendo, la guerra latente ya en el segundo tramo entre las bandas
de Zé y Cenoura, que pugnan por el monopolio del barrio, desembocando en un
increscendo magnífico en un clímax portentoso, donde los niños vuelven a ser
secundarios necesarios en esta historia.
Spoiler:




Momentos
recordables: Buscapé “En Ciudad de Dios si corres
te cogen y si paras te matan.”; Se
inicia de modo penetrante, vemos un inquietante montaje de un afilamiento de
cuchillos en una piedra, otro cuchillo corta verduras, otro cuchillo decapita a
un pollo, es desplumado, una gallina escapa, veloz sortea a sus cocineros,
corre por las calles del barrio mientras varios chavales se unen para intentar
atraparla, están armados con pistolas, el animal esquiva con tremenda agilidad
a sus cazadores, visionado con un vibrante montaje y adornado por música que
dota de vigor la secuencia, se llega al clímax, la gallina llega frente al
joven Buscapé, los perseguidores del ave le exigen a este que la coja, se
agacha y de pronto aparece tras él la policía, y la panda de perseguidores
sacan sus armas, encontrándose Buscapé… y la gallina en medio de una batalla,
alegoría de la inocencia atrapada en la espiral de violencia; El atraco al
motel-burdel por parte del Trío Ternura, narrado de forma fenomenal, en tres
segmentos, uno el robo en sí, otro el momento en que vemos un carrusel de
asesinados en el recinto, y el tercero más tarde cuando vemos quien produjo
estos asesinatos, un niño de escasamente 10 años, con una pistola más grande
que él, que entró en el local tras el Trío y fue con el arma disparando de modo
sonriente a los que allí había, escalofriante su frialdad y asentimentalidad;
El tramo magno en que se nos cuenta de forma original la trayectoria del piso
cuartel general de Zé, una lección magistral de síntesis y lenguaje visual
moderno para mostrar en un poco tiempo la evolución de la favela a través de
este recinto criminal, mediante una cámara fija y superponiendo flash-back uno
encima de otro, brillante; El espacio para el humor tiene su punto álgido en
Buscapé, con sus escarceos torpes por dejar de ser virgen, ejemplo cuando una
chica le da su número de teléfono y este sin despistadamente se hace se lía un
porro con él, "Y mientras, yo seguía
perdiendo oportunidades de perder la virginidad", o sus escarceos estériles en el mundo del
crimen, dando idea de que no todos valen para el latrocinio; Cuando la banda de
Zé atrapa a dos de los raterillos, entonces Zé les dice que elijan donde quiere
que les dispare en la mano o el pie (por castigo por haber robado en el
barrio), ellos responden sollozantes que en la mano, entonces les disparan en
el pie, los dos gritan de dolor, Zé en el colmo de la amoralidad le ordena a
otro niño, Filé, que mate a uno de los dos, el niño apunta a uno, este llora de
modo desconsolado (con mocos incluso), Zé ríe cínicamente, y tras unos segundos
cambia de parecer Filé y dispara al otro en la cabeza, Zé felicita al verdugo,
y el que ha quedado vivo (y cojo) huye llorando, tremebundo; Todo el colosal
tramo de la Fiesta de despedida de Bené, otra lección del manejo del tempo
narrativo, del montaje ágil, del uso trémulo del increscendo, de las miradas,
impresionante; El tramo enérgico en que se muestra la evolución hacia la criminalidad
de Galinha, de cómo matar era la excepción al modo de atracar y al final la
excepción se convirtió en la regla; Otro momento de humor negro se da cuando Zé
tras un tiroteo, es acompañado por uno de su banda que no hace más que
“rayarle” y termina Zé disparándole; Como vemos el asesinato de Zé desde la
visión escondida de Buscapé, siendo el violento líder acribillado por los
raterillos, una panda de niños, dando a entender subliminalmente que la espiral
criminal vuelve a empezar desde abajo, justo como Zé comenzó.
Obra Maestra a todos los que
gusten de gran cine, de cine que te remueve, del que te hace reflexionar, del
que te deja grandes momentos, del que te entretiene, CINE. Fuerza y honor!!!
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