SEDUCIDA Y ABANDONADA.
Doy gracias al Dios del
Cine por con todo el cineque he visto en mi cinefilia de décadas por que aún
guarda tesoros que se me abren de vez en cuando y me regocijan, y este film es
un claro ejemplo de ello. Dramedia fascinante que con un ritmo trepidante
deconstruye con bisturí afilado el tóxico heteropatriarcado italiano, centrado
en una comunidad cerril siciliana, donde el lema es ‘Onore e Famiglia’.
Siguiendo mi costumbre de ver films que cumplan efemérides desde su estreno
(30/05/1964), le ha tocado a esta incisiva sátira, cargada de acidez
prodigiosa, lanzando dardos a un lado y a otro, no dejando títere con cabeza
en su crítica a la sociedad machista del tiempo y lugar. Dirige Pietro Germi,
realizador que entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta,
antes de dirigir la comedia ganadora del Oscar “Divorcio a la italiana” en
1961, sus películas de Germi eran crudos relatos neorrealistas, centrados en
problemáticas sociales, epítome de esto “El ferroviario” (1956), pero llegó el
éxito de la mencionada “Divorcio a la italiana”, una sátira irreverente y
políticamente incorrecta de entraba a saco a implosionar la sagrada
institución del matrimonio, pero a partir de entonces el director salpicó su filmografía
de comedias punzantes, como es este caso donde se entra con mucha mordacidad en
problemas de Honor y Venganza, en este caso siendo una película con muchos
paralelismos con “Divorcio a la italiana” (gran parte de toda la tripulación
está aquí presente), pues se aborda con vitriolismo la caduca y muy machista
legislación transalpinas. Para un relato donde se funden estas estridentes
leyes con el costumbrismo atávico siciliano, dándose se cita, abusos sexuales a
menores, intentos de asesinatos de honor, abogados sibilinos, raptos,
encarcelamientos hogareños, violencia doméstica, "matrimonio de
rehabilitación" (matrimonio riparatore), hasta apaños dentales, en una historia que
tratada de modo dramático podría haber sido un relato adusto, Germi lo enfoca
con un humor de esos que nos deja el gesto torcido por como pone nuestras
convicciones contra la pared.
Un guion ingenioso
firmado por el propio Germi junto a Luciano Vincenzoni con colaboración de Agenore
Incrocci (“Camaradas” o “El Buenoi, el feo y el malo”), y Furio Scarpelli (“Rufufu”
o “Competencia desleal”), retratando unos seres patéticos, mezquinos, miserables, siempre
preocupados sobre el qué dirán, auscultando a una sociedad que vive de las
falsas apariencias, que respira con los cuchicheos, que busca chivos
expiatorios a su podredumbre moral, sacando al espectador una risa incómoda.
Ello el juguetón que va de un lado a otro lo consigue con un equilibrio
prodigioso entre humor y drama. Apoyándose en una realización puntiaguda en
buscar algo cercano al expresionismo, filmando rostros en punzantes primeros planos,
que sonsacan lo mejor de unas actuaciones brillantes, intérpretes ninguno
famoso, ni siquiera Stefania Sandrelli era reconocida entonces, luciendo ella
unos esplendorosos 18 años que deslumbran en su apogeo sensual, resto son
eternos secundarios que te sonaran y que aquí bordan sus roles, especialmente
un Homérico Saro Urzi como el patriarca vejado que tras la ‘tragedia’ debe
intentar hacer un control de daños, en una actuación titánica de carisma, de
carácter, una fuerza de la naturaleza que actuación una intensidad arrolladora,
no te crees actúe, ves a ese padre que según su retrógrado código moral ve su
mundo colapsar.
La historia arranca con
Agnese Ascalone (Sandeelli), hija del destacado propietario de una cantera
Vincenzo Ascalone (Urzi), y se desarrolla en un pequeño pueblo de Sicilia
(Sciacca, al igual que la película anterior de Germi, “Divorcio a la italiana”)
Agnese es seducida por el prometido, Peppino (Aldo puglisi), de su hermana
Matilde (Paola Biggio) y tiene una cita con él, de la que se confiesa e intenta
arrepentirse, sólo para ser descubierta por su madre (buena en la escena con
relevancia que es cuando descubre el trozo de nota, Lina Lagalla), cuando indaga
en que quiere decir ‘lujuria’ y se lo comenta a su visceral esposo.
La Ley Delito d’Onore,
se aceptaba tácitamente que ‘la mujer es propiedad del hombre’, y si éste la
sorprendía en un acto de infidelidad, podía matarla, asesinar a su amante o a
ambos a la vez, y como el crimen era ‘con ira justa’, solamente se le condenaba
a penas entre 3 y 7 años; y la segunda ley hablaba del Matrimonio Riparatore,
mediante la cual, los delitos de secuestro y/o violación se declaraban nulos en
el mismo momento en que el victimario aceptara casarse con su víctima.
Tiene un inicio
cautivador en el saber transmitir durante los créditos iniciales un estado de
ánimo geosocial pesaroso. Con música folclórica siciliana de fondo lo primero
que vemos es una plaza soleada de un pueblo rural blanco, y en el centro una
gran cruz, cerca de ella una madre y su hija caminan vestidas de impoluto negro
y la joven el cabello moreno recogido, tras lo que las vemos ascender unas
escaleras. Vemos lo rural de un burro que es llevado con alforjas por un hombre
mientras por otro lado hay una carretera por la que pasa un seiscientos (o
cinquecentto). Hay un primer plano del bello rostro de la chica, muy seria
paseando. Un plano en alto de las mujeres donde se la ve a la hija cabizbaja, y
justo cuando acaban los créditos hay un flash de creo, la chica confesándose al
párroco con la mantilla puesta. No se puede contar más en menos.
Tras ello vemos un hogar
familiar Ascalone tras el almuerzo, en la cocina platos sucios amontonados, y
vemos a los diferentes miembros de la prole echando la siesta (con toques de
humor, como el patriarca roncando, o el primogénito en paños menores con un
calcetín con un tomate), entrando el sol por las ventanas. Tras lo que vemos a
un tipo con bigote (Peppino) retirarle una taza a una chica (Matilda) que se ha
quedado dormida sentada en el sofá, luego sabremos el del bigote es su
pretendiente. Entonces el tipo comienza a cortejar de modo agresivo a la
hermana de la dormida que estudiaba, el del bigotito la acosa en la cocina
hasta que esta sucumbe al deseo, habiendo un genial corte a la confesión de la
joven Agnese se llama, al cura en un atosigante primer plano, este le recrimina
lo hecho, y ella siente vergüenza y llora mientras lo relata. Esta dependencia
cultural del sentimiento de culpa de ‘ceder al sexo’, se verá atomizado cuando
vemos que Agánese se mortifica por sus pecados colocando piedras bajo su sábana
para expiar el pecado. Tras ello vemos al padre a la mesa con toda la familia
leer una carta que le ha enviado un pretendiente a (la tercera hija de los
Ascalone) Rosaura Ascalone (Roberta Narbonne), misiva fría, hasta que descubre
un mensaje secreto bajo el sello, ‘Te beso apasionadamente la boca’. Ello
encoleriza a Vincenzo que arremete contra la hija y dice que con esas palabras
que escriba a su hermana, en la mesa pasando de todo está el primogénito
Antonio Ascalone (Lando Buzzanca) pasando de todo mientras intenta inútilmente
abrir nueces, hasta que el padre pega un golpe sobre la mano del hijo que le
hace gritar de dolor, abriendo la nuez que se come mientras dice ‘Mano de
marica’. Y solo llevamos 8 minutos, no se puede contar más en menos. Tenemos la
hipocresía de la comunidad puritana siciliana, cuando todos los hombres en la
plaza se les cae la baba al ver pasar a tres jóvenes de vacaciones con ropa
ceñida y escote, y cuando estas llegan al hotel un grupo de tipos de mediana
edad, entre ellos Don Vincenzo se acercan a ellas para invitarlas a una copa,
ejemplificando el machismo reinante. Tenemos dosis de la ignorancia pueblerina
cuando la madre de la familia encuentra un trozo de carta donde pone la palabra
lujuria, y no sabe lo que es.
Tras descubrirse el ‘pastel’,
comienza la odisea. El patriarca no pretende vengar el abuso a su hijita, el
actúa de modo egoísta y solo piensa en su honor, agrede a Agnese, la insulta
como ‘puta’ e incluso la encierra en un cuartucho, todo en pos de hacer ver su
rabia ante el ‘Onore’ ultrajado. Intenta chantajear Vincenzo a la familia
Califano, y entonces emerge el machismo más ridículo y misógino, pues Peppino
rechaza el matrimonio aduciendo que Agnese ya no es virgen, aunque él sea el
(miserable) responsable de ello. Entonces llegan las amenazas, las huidas, las
conspiraciones vía leguleyo para crímenes de honor (abracadabrante el tramo en
que embarcan al ‘canelo’ del hijo en convertirse en vengador), detenciones,
encarcelamientos, culto a las falsas apariencias con ese Vincenzo haciendo que
la familia sonría feliz tras salir de la comisaria para ‘trampantojear’ a los
curiosos del pueblo. Hasta desembocar en un plan ‘audaz’ de secuestro
(ridículo), todo queriendo dar pábulo al cerril código moral de esta comunidad.
Para tras idas y venidas desembocar en un rush final incisivo. Aunque aquí lo
importante no es el final, si no el camino para exponer este universo
alienante.
Paralelamente tenemos la
mirada objetiva del jefe de policía local Polenza (Oreste Palella), que observa
perplejo los tejemanejes y triquiñuelas que llevan a cabo estas retorcidas
gentes, mención aparte queda la ‘denuncia’ de Agnese sobre un posible
asesinato, con ese mecanografista ‘veloz’. También esta la sub trama del barón
Rizieri (Leopoldo Trieste), y es que Vincenzo al quedarse Matilde sin novio,
decide el padre buscarle un buen partido y que mejor que un noble aristócrata,
lo que ocurre es que eso es todo lo que tiene este tipo, más pobre que las
ratas, vive en un cuartucho deprimente, y cuando lo conocemos está intentando
ahorcarse, ser con buenos modales, pero con un rostro desfigurado por los
dientes que le faltan.
Aparte del mencionado
Urzi, hay que destacar a la Sandrelli (interpretó a la prima Ángela en Divorcio
italiano), que parte de su beldad fulgente sabe dar alma a esta joven humillada
tanto por Peppino como por su padre, expresa muchísimo con poco, sin apenas
palabras, como buena siciliana siempre de negro, pose doliente, como sui fuera
pecado ser hermosa, con una mirada melancólica que te derrite, con un encanto
magnético. Ella es la víctima y a la vez alguien con al que no se cuenta para
nada, debe obedecer a su padre y punto, maravillosa en este sentido la escena
en que abarrotan las dos familias la sala del juez, todos quieren hablar por
ella, está engullida sin verse, pero el juez quiere oírla a ella, todos se
apartan y aparece ella entre la masa, y entonces se hace oír lo que piensa,
dejando constancia que siente y padece, Grande; Aldo Puglisi como Peppino (También
aparece en “Divorcio a la italiana”), borda su rol de joven machista, ladino,
cobarde, ejemplo de una juventud anclada en el pasado, muy buena su actuación
expresando en su rostro los vaivenes por lo que pasa, desde como acosa a
Agnese, a como demuestra lo asqueroso que es con ella, muy bueno; Leopoldo
Trieste (otro que está en "Divorcio a la italiana"), es buenísimo
como el pusilánime barón Zappala, en claro reflejo de la decadencia de la
aristocracia italiana, una nobleza venida a menos, en una actuación de
bobalicón sensacional; Lando Buzzanca (y tenemos bingo con otro más de
“Divorcia a la italiana”) como el atolondrado Antonio, hijo de Don Vincenzo, joven
tímido, sin sangre en las venas, que se le viene el mundo encima cuando debe
ser el brazo ejecutor de la venganza, notable con su rostro desorientado.
Formidable la puesta en escena, trasladándonos a esta Sicilia en el tiempo. Ello desde la gran dirección artística de Carlo Egidi (“Divorcio a la italiana” o “La larga noche del 43”), haciendo filmar la historia en Sciacca (Sicilia- Italia), un precioso pueblo con sus callejuelas empedradas, su plaza con una enorme cruz, su hotel, sus bares, la vivienda de Ascola, o Santa Margherita di Belice como el decrépito palacio del barón); Esto atomizado por la prodigiosa cinematografía en glorioso b/n de Aiace Parolin (“Señoras y señores” o “Divorcio a la italiana”), con fuertes contrastes de grises, proyectando un pueblo siciliano abrasado por el sol permanente, hace que sientas el sudor polvoriento en tus carnes, maximizando el color blanco de la cal de las viviendas, en contraste con la oscuridad en interiores, con primeros planos extasiantes, con tomas que recogen a las masas donde se pierde la individualidad, jugando los zooms/contrazooms, en miscelánea con la eléctrica de edición entrecortada Roberto Cinquini (“Divorcio a la italiana” o “Por un puñado de dólares”), crea secuencias impactantes, como ocurre en el rush final donde el populacho se convierte en monstruos sátiros acosando a una desgraciada chica, como es la pesadillesca imágen del joven que salta delante de la perseguida y se repite varias veces para crear un efecto demencial, esplendida labor.
Hay un tramo mordaz en
lo oral y en lo alegórico, cuando el cura local a comunicarle a Vincenzo a la
cantera donde trabaja que Peppino no quiere casarse, y muy locuazmente da la
clave de la historia: ‘El matrimonio no es la forma de reparar un error. Para
reparar un error no se debe cometer otro peor, celebrando un matrimonio que no
da garantía alguna de afecto y verdadera unión’. Tras ello Vincenzo no repara
en la sabiduría de estas palabras, solo entiende que el compromiso que mantenía
el Onore se ha roto y entra en ebullición violenta saliendo del lugar en el coche
y entra en acción lo visual metafórico cuando vemos de fondo explotar una carga
sobre la montaña, en clara simbología sobre la cabeza de Vincenzo. Hay
secuencias delirantes en como reflejan a estos pueblerinos orgullosos a la par
de mezquinos, como cuando Don Vincenzo pretende rechazar la propuesta de los
padres de Peppino que pretenden acordar la boda, pero Don Vincenzo quiere lavar
su honore haciendo que se lo pidan en voz alta en la plaza atestada de gente,
aquí no importa lo que quiera Agnese, ella es solo una pieza sin voz ni voto.
Spoiler:
Rush final: Tras Agnese
negarse a casarse, es acosada la familia y sobre todo ella por el populacho en
la plaza, que la insultan como puta mientras ella corre buscando refugio en su
casa, la policía intenta protegerla. Una vez en casa, Agenese colapsa mentalmente,
hasta que recupera la cordura y ve junto a su cama a gente, entre ellos a
Peppino. Vincenzo ha sufrido un infarto que lo postra en cama, desde allí llama
a Agnese y Peppino para felicitarles por la boda (así nos enteramos de que si
hay bodorrio). Mientras la familia va a la ceremonia, Vincenzo queda en casa
acostado enfermo por el colapso, habla con su primo el abogado (buen Umberto
Spadaro) y tras ello fallece. Vemos las exequias en la Iglesia y la
celebración, mientras el abogado se muerde la lengua para no chafar el momento.
Tras ello vemos a Matilda ingresar para monja; El barón vuelve a intentar
ahorcarse sin éxito, el techo cae sobre él; y la última imágen es el
cementerio con un busto de Don Vincenzo con la leyenda de ‘ONORE E FAMIGLIA’.
Todo un descubrimiento
esta refrescante dramedia. Gloria Ucrania!!!
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