martes, 23 de abril de 2024

 


Capricho Imperial.

 

Sugestivo y atractivo drama histórico estadounidense biopic sobre la zarina rusa Catalina la Grande y como llegó al trono. Dirigido y producido por el vienés Josef von Sternberg, con guion de Manuel Konroff, Eleanor McGeary, se inspira libremente en el diario de Catalina II de Rusia encarnada aquí por la berlinesa Marlen Dietrich. Film que cumple este año el 90 aniversario de su estreno (15/09/1934), y se mantiene fresco en modernidad, en su forma mordaz de tratar esta disfuncional corte. Fue la sexta de siete colaboraciones entre von Sternberg y su musa Marlene Dietrich ("El ángel azul", "Marruecos", "Dishonored", "Shanghai Express", "Blonde Venus", "The Scarlet Empress" y "El diablo es mujer") que convirtió su rostro en uno de los iconos inmortales del cine, en la que de nuevo la cámara se deleita en su belleza.

 

Destaca la cinta por la gótica estética recargada con la que dota los atestados decorados (rodada íntegramente en los estudios Paramount en Hollywood), creados por la dirección artística del germano tri-oscarizado Hans Dreier (“Perdición” o “Sunset Boulevard”), proyectando un estado de ánimo malsano y retorcido, rozando el escenario de terror salido de la mente de William Blake, donde hay constante presencia de grotescas figuras, el suizo Pete Babusch (“Los tres mosqueteros” o “Una americano en París”) creó cientos de esculturas parecidas a gárgolas de figuras masculinas "llorando, gritando o sumidas en la miseria" que "se alinean en los pasillos, decoran los tronos reales e incluso aparecen en los platos para servir". Figuras que se retuercen y contorsionan sobre el trono, asientos, espejos, o sosteniendo candelabros, dando impresión de envolver y poseer a los personajes en sus pesadillescas formas, con múltiples esculturas beatas, (cinco mártires macilentos y de gran tamaño custodian el lecho de Isabel), con un esqueleto de anfitrión de la mesa banquete de bodas real, cofres reales con santos tallados en sus tapas, el trono imperial tiene forma de la doble águila vengadora de las Rusias, hay un espejo curvado en forma de gárgola con cuernos y alas y una silla formada con la imagen de un santo mártir, para acomodar al modelo en el regazo del santo. Todo un sinfín de mobiliario mastodóntico, tapices inmensos, puertas ‘kinkongnianas’ que la pantalla no es capaz de abarcar, y deben ser abiertas y cerradas por dos personas, todo inundado de una fastuosa híper-realidad, con pasillos saturados de decoración; Ello iluminado por la expresionista lente en glorioso b/n de Bert Glennon (“La Diligencia”) con genuinos juegos de sombras lóbregas, juegos de reflejos en cristales, travellings incisivos, TOMAS DE GRÚA, y como no acariciando en delicados primeros planos el rostro de Marlen, con filtros que la hacen inalcanzable; punteado por la música clásica con arreglos de W. Franke Harling, John M. Leipold y Milan Roder, tomada de pasajes de los grandes Tchaicovsky, Mendelson y Wagner; Ello en un palacio poblado de pomposos húsares de diseño cool, ataviados por exagerados vestuarios de abrigos creados por el diseñador Travis Banton (“Perdición” o “El proceso Paradine”), también fascinan te para los trajes de la Dietrich, destacando el del rush final de húsar blanco con sombrero ruso militar de marta.

 

Y todo esto regido por un demente Duque Pedro encarnado por un maravilloso Sam Jaffe, con una madre dominante y protectora en la emperatriz Isabel encarnada magistralmente por Louise Dresser, y donde se retrata a Catalina en varias fases patentes por enunciados en pantalla marcan las elipsis, en un desarrollo de la protagonista desde una ingenua muchacha, a lideresa de un golpe de estado, pasando por como su belleza sedujo a militares para remover los cimientos de la nación más grande. Todo adornado por un acentuado sentido del humor, donde las insinuaciones sexuales y los diálogos con doble sentido están presentes, gracias a que el film fue estrenado previo al Codigo Hays de censura ("Catalina añadió fríamente el ejército a su lista de conquistas"). Por supuesto, que nadie espere una clase de Historia, aunque hay sus pinceladas (superficiales) de reflejar en bosquejos forzados la pobreza de la plebe rusa de mediados SXVIII, donde los hedonistas mandatarios viven en su burbuja mientras el pueblo está sumido en la miseria, esto solo queda como apunte a pie de página.

 

El director hace de la peli un vehículo para el lucimiento de su amada Marlene, y con ello hace un ejercicio de estilo visual impactante. Se le puede achacar la falta de cohesión narrativa, nos falta información para tener cosmovisión de lo que acontece, así como los cambios de Catalina suceden por Imperativo del guion, en cortes demasiado abruptos en como vemos su cambio de carácter.

 

La acción se inicia (1745) en Prusia y se desarrolla en Rusia, entre 1745 (boda de Catalina y Pedro) y 1762 (entronización de Catalina). La princesa Sofía Federica se casa por conveniencia política con el Gran Duque Pedro, sobrino de la zarina Isabel de Rusia y heredero del trono, “el hombre más apuesto de toda la corte rusa, esbelto y con la constitución de un dios griego (topándose con la dura realidad)”. Es rebautizada con el nombre de Catalina, se le impide hablar su lengua (alemán), se la mantiene alejada de todo lo que puede recordarle el país de origen y se le prohíbe alejarse sola de Palacio.

 

“Hace unos siglos, en un rincón del Reino de Prusia, vivía una pequeña princesa elegida por el destino para convertirse en el mayor monarca de su época: Zarina de todas las Rusias, la conocida como Mesalina del Norte”. Tras el enunciado vemos a la niña que será Catalina, convaleciente en cama, allí gimotea espetando: “No quiero ser una reina. Quiero ser bailarina”. Tras lo que la princesita escucha a su tutor un cuento infantil, donde narra las atrocidades cometidas por los zares Pedro el Grande e Iván el Terrible, mientras los vemos recreados en pantalla en un difuso pero aterrador encadenado de secuencias de torturas, donde se ven tomas de mujeres con los pechos desnudos (retortero que fue estrenada la obra antes de la censura del Codigo Hays), acabando con un reo utilizado como badajo para una gran campana, tras lo que simbólicamente la edición corta líricamente a la princesita columpiándose en el jardín. En una alegoría brillante de como la niña se verá enlazada entre la frivolidad y el horror en rusia.

 

Sobresale el humor tan bizarro que tiene, desde los pícaros encuentros entre Catalina y Alexei, la conversación entre Pedro y Catalina comiendo en una larga mesa a través de un criado, la escena donde Pedro agujerea una pared con un berbiquí para espiar un dormitorio ante la atónita mirada de Catalina, que observa como el agujero es sobre el ojo de un cuadro; la lectura familiar de la carta de Federico de Prusia, los besamanos de Sofía, Catalina con miriñaque en el vestidor, el encuentro entre Catalina y un húsar que desconoce quien es ella y juega con ella; Tenemos juegos pícaros como el de Alexei y Sofia (aun no es Catalina), al poco de conocerla él la besa, ella le espeta: "Por qué hiciste eso?", y él le contesta: "Porque me he enamorado de ti y ahora debes castigarme", le da para ello un látigo, insinuando que le gustan las relaciones sadomasoquistas (que atrevidos! repito, estamos antes del Codigo Hays); Tenemos a la llegada de Sofia a la corte recibida por la emperatriz Isabel, ello mientras de modo flemático un doctor se mete bajo el miriñaque de la recién llegada para hacerle un examen exprés ginecológico para cerciorarse de que es fértil; Tenemos un evocador encuentro que rezuma erotismo entre Catalina y Alexei en un establo, ella se sumerge en el heno, luego se endereza y se mete una pajita en la boca de lado, Alexei se la quita y ella se mete coquetamente otra, y él también se la quita, ya sí varias veces, esto cual running-gag lo repite ella más adelante para burlarse de Alexei (acaso es una metáfora de felación?); Está la escena del banquete de boda, filmado en emocional travelling a lo largo de la infinita mesa desbordada de comida, donde los invitados comen de forma atávica cual si no hubiera mañana; Está el turbador encadenado en que vemos a Catalina que abraza al teniente Dmitri (Gerald Fielding), deja caer el broche del conde Alexei (al que ha repudiado al sorprenderlo en el dormitorio de la Emperatriz), entrelazado esto por el vigoroso montaje a un plano de campanas tañendo celebrando el nacimiento del ‘heredero’ (claramente no siendo el padre Pedro); Como vibrante el tramo ultimo (spoiler).

 

Marlene Dietrich sabe expresar en su expresividad la evolución de su rol, desde la cándida prometida, a la lujuriosa amante, a la rebelde amotinada contra la locura de su marido, y von Sternberg la acaricia con el objetivo, la viste de encajes, con plumas, con pieles, con miradas subjetivas tras velos haciéndola plúmbea, con ropajes suntuosos el que parece hecho de púas de pelo blanco con puntas negras, que ondulan hipnóticamente cuando se mueve, enalteciéndola con la delicada iluminación, esto lo aprovecha la actriz para seducirnos con su encanto. A la apr que se hace creíble en el rush final dirigiendo el motín; Sam Jaffe da vida de modo guiñolescamente divertido a Pedro el Grande, con una sonrisa delirante, tiene una mente infantil, y parece no saber de sexo, cuando su deber es tener un heredero 

 

Spoiler:

 

Rush final: Un intertítulo dice, "Y mientras su Majestad Imperial Pedro III aterrorizaba a Rusia, Catalina añadió fríamente el ejército a su lista de conquistas". Catalina inspecciona a los oficiales del regimiento favorito de Alexei y destaca al teniente Dmitri al tomar prestada una de las condecoraciones de Alexei para recompensarlo por su valentía. También le llama la atención Orlov, el capitán de Dmitri. Esa noche, Catalina, se había negado a ver a Alexi en privado desde que lo admitió en las habitaciones de Isabel, le permite visitarla. Cuando están solos en su habitación, ella juega con él antes de enviarlo por la escalera secreta para abrirle la puerta al hombre que espera allí. Ve al Capitán Orlov y comprende que su oportunidad de tener una relación con Catalina ha pasado. Durante la cena, el archimandrita recoge limosnas para los pobres. Catalina se quita las pulseras del brazo, Orlov dona gemas, Alexéi regala una bolsa llena de monedas, el canciller añade una sola moneda y la amante de Pedro pone un trozo de comida en el plato. Pedro abofetea al archimandrita y luego propone un brindis por su amante, pero Catalina se niega a participar. Pedro la llama tonta y ella se va con Orlov. Pedro despoja a Orlov de su rango y lo destituye del servicio militar al trono. Luego pone a Catalina bajo arresto domiciliario, ocultándolo al emitir una proclamación pública de que está muriendo. En mitad de la noche, Orlov se cuela en la habitación de Catalina y la despierta. De uniforme, huye del palacio con sus tropas leales. Alexei la ve partir y murmura: "Sale Pedro III, entra Catalina II". Cabalga durante la noche, reuniendo hombres para su causa. En la catedral, el archimandrita bendice a Catalina y ella hace sonar la campana que señala el inicio del golpe. Pedro se despierta y abre la puerta, encontrando a Orlov haciendo guardia. Orlov dice "No hay emperador. Sólo hay una emperatriz" y lo mata, ello visto fuera de campo con una silueta negra de un gran crucifijo. Catalina ataviada de uniforme militar virginal blanco con gorro ruso, en una muy bella y operística escena suben las escaleras del palacio y entran atronadoramente en la sala del trono para hacerse con el poder en una asonada, mientras las campanas se unen a la Obertura de 1812. Su gobierno es seguro.

 

Me queda uno de esos films que es mejor pro partes que, en conjunto, pero esas partes son la mayoría brillantes, de las que calan. Gloria Ucrania!!!

 

PD. Hace el debut en la cinta la pequeña María, hija de Marlene, con una pequeña aparición al principio como Catalina niña.

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