domingo, 21 de abril de 2024

 

Tucker, un hombre y su sueño

 

Buenista y demasiado plana hagiografía del emprendedor y visionario inventor (dejó para la posterioridad los cinturones de seguridad y los frenos de disco, entre otros elementos que perduran) Preston Tucker. Proyecto personal del productor y director Francis Ford Coppola, relata la historia de Tucker y su intento de producir y comercializar el Tucker 48, encontrándose con el boicot de las tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler), que derivó en acusaciones de fraude bursátil por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos. La cinta es un lienzo bondadoso del Sueño Americano, que termina cono la lucha del Bien vs Mal, donde Tucker es un particular David enfrentándose al Goliat del todopoderoso lobby del automóvil. Tucker como un soñador con un vitalismo a prueba de bombas, un optimista irredento, al que Coppola se paraleliza, se ve a sí mismo como una versión contemporánea de Tucker, Francis dice que ha estado fascinado por la leyenda de Tucker desde que vio por primera vez un automóvil Tucker a finales de los años 40, su padre Carmine compró acciones de la compañía Tucker, y adquirió un modelo, que el hijo director de cine conserva. Muchos detalles coinciden entre el fabricante de automóviles y el cineasta, como la esposa leal, la gran familia, el grupo muy unido de amigos que colaboran a todas horas, los proyectos grandiosos, el verdadero genio, la creación de una compañía para realizar sus sueños y que colapsó (para Coppola su compañía Zoetrope Studios).

 

Coppola despliega una elegancia manifiesta, un film de los 80 que brilla, en el mejor sentido, como de los 40, con un ritmo ágil y muy fluido. Con una cinematografía del maestro Vittorio Storaro (“El Conformista” o “Apocalypse Now”) lúcida que destila fulgor enérgico, jugando a engrandecer la figura de este particular Charles Foster Kane (Coppola dijo haber sido fuente de inspiración la ‘wellesiana” “Ciudadano Kane”) con contrapicados, ello adornado por una bella recreación del tiempo fruto del gran trabajo del gran diseñador de producción Dean Tavoularis (“Apocalypse Now” o “El Padrino III”), el estupendo vestuario creado por la cuatri-oscarizada Milena Canonero (“Barry Lyndon”, “Carros de fuego”, “Cotton Club”, y “El Gran Hotel Budapest”), así como neurálgica la música jazzística del inglés Joe Jackson con big band. Tenemos a un más que competente elenco de intérpretes, encabezados por un carismático Jeff Bridges, calcando de modo fenomenal a su Preston Tucker, una vivaraz Joan Allen como su esposa que siempre le apoya, un brillante Martin Landau (nominado al Oscar como Mejor Secundario, ganando por esta actuación el Globo de Oro) como el fiel consejero, un formidable Dean Stockwell , que en una sola escena desborda la pantalla con su encarnación de Howard Hughes, amén de otros con menos peso dramático como Elias Koteas, Frederic Forrest y Christian Slater.

 

Pero es su tono de ligereza envuelto en el estilo ultra optimista ‘capriano’ lo que hace perder lo bueno en pos de un almibarado mensaje de la batalla del individuo contra los oligopolios, todo rezuma azúcar en este relato. Su historia está demasiado romantizada, sin aristas, directa al mentón, el idealismo de Tucker arrollado por el capitalismo más salvaje, no hay sutilidad, ni complejidad, no hay profundización en Preston, en que lo motiva, no hay introspección de donde le viene su arrojo en el mundo de crear inventos es así y punto. No tiene conflicto alguno con su familia que le sigue y alienta a ciegas. Se entra en el mundo del marketing tan importante cuando se quiere vender algo, se entra en el mundillo de la prensa tan importante como soporte de este marketing, se entra en la cloaca política tan importante para no ser saboteado, se entra en la ciénaga de los oligopolios tan importantes para no ser laminado, se colisona con el estamento judicial, tan importante como sibilino instrumento de los poderosos intereses ocultos tras la cortina. Pero a todo esto referido se le da cobertura de modo simplista, se caricaturiza en exceso todo esto como para ofrecernos una fotografía de calado de esta cosmovisión. Se cae en la complacencia, en la simpleza y con ello se queda en la superficie.

 

El ingeniero de Detroit Preston Tucker (Jeff Bridges) ha estado interesado en la construcción de automóviles desde la infancia. Durante la Segunda Guerra Mundial, diseñó un vehículo blindado para el ejército y ganó dinero construyendo torretas para aviones en un pequeño taller junto a su casa en Ypsilanti-Michigan. Tucker cuenta con el apoyo de su numerosa familia, en particular su esposa Vera (Joan Allen), sus hijos Preston Jr. (Christian Slater) y Noble (Corin Nemec (el eterno Parker Lewis), y su hija Marilyn Lee (Nina Siemaszko). A medida que la guerra termina, Tucker se inspira para construir el "automóvil del futuro". El "Tucker Torpedo" contará con diseños de seguridad revolucionarios, que incluyen frenos de disco, cinturones de seguridad, un parabrisas desplegable y faros que giran cuando el automóvil gira. Tucker contrata al joven diseñador Alex Tremulis (Elias Koteas) para que le ayude con el diseño y recluta al financiero neoyorquino Abe Karatz (Martin Landau) para conseguir apoyo financiero. Al recaudar el dinero mediante una emisión de acciones, Tucker y Karatz adquieren la enorme planta Dodge Chicago para comenzar a fabricar. Abe contrata a Robert Bennington (Dean Goodman) para dirigir la nueva Tucker Corporation en el día a día. Las tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) le boicotearan al ver en peligro su negocio.

 

Siendo un film bonito de ver, que no aburre, tampoco te deja alguna escena para el recuerdo, tiene enfrentamientos entre el idealismo vs el pragmatismo, tenemos el tramo de la presentación a prensa del Tucker 48, cuando Tucker se apartado de su propia empresa, el alegato durante el juicio, pero en realidad solo medio recuerdas, la escena del encuentro entre los dos visionarios Preston Tucker con Howard Hughes, especie de impulsor del proyecto cuando este estaba en sus peores momentos. Es una obra amena, pero a la que le falta intensidad dramática, absorbida por la banalidad con que se aborda todo, tanta que llegados al final se ve con interés, pero nunca se conecta emocionalmente con este protagonista idealizado y nunca humanizado.

 

Es una cinta a la que le falta chispa y le sobran buenas intenciones. Tiene a un gran protagonista Jeff Bridges, saboreando su rol con ímpetu y frescura, emitiendo buen rollo con sus embrujadora perenne sonrisa, pero este en realidad es solo un charlatán de barraca intentando vender su crépelo, y es que él en realidad no inventa nada, él ‘sueña’ con un auto y son los ingenieros los que deben dar forma. Es como el que dice va a inventar la radio a color, y a continuación pone a técnicos a crearla. Muchos sea que no soñara con un coche volador y anfibio que se moviera de forma autónoma.

 

Spoiler:

 

Rush final: Incapaz de cambiar el diseño de Bennington, Tucker modifica el nuevo motor y lo instala en un Tucker de prueba en el secreto de su taller de herramientas y troqueles en el patio trasero. Este prototipo resulta exitoso, tanto en durabilidad como en pruebas de choque. Sin embargo, Tucker se enfrenta a acusaciones de fraude bursátil. La investigación de Ferguson con la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) hace que Karatz, una vez condenado por fraude bancario, renuncie por temor a que sus antecedentes penales perjudiquen las audiencias. El periodismo amarillista casi arruina la imagen pública de Tucker, pero la batalla judicial se resuelve cuando muestra toda su producción de cincuenta Tucker 48, lo que demuestra que ha alcanzado el estado de producción. Después de dar un discurso ante el jurado sobre cómo el capitalismo en los Estados Unidos se ve perjudicado por los esfuerzos de las grandes corporaciones contra los pequeños empresarios como él, Tucker es absuelto de todos los cargos, pero Tucker Corporation cae en quiebra. En el plano final de la película, toda la línea de producción de Tucker (cincuenta "autos del futuro") circula por las calles del centro de Chicago, admirada por todos al pasar.

 

Epílogo: Preston Tucker murió de cáncer de pulmón seis años después del juicio. Aunque sólo se produjeron 50 Tucker 48, 46 de ellos permanecían aptos para circular y en uso en 1988. Muchas de las innovaciones de Tucker (estilo aerodinámico, tablero acolchado, ventanas emergentes, cinturones de seguridad, inyección de combustible y frenos de disco) fueron adoptadas gradualmente por fabricantes de automóviles más grandes y se encuentran en la mayoría de los automóviles modernos.

 

Desde niño, Coppola imaginó una película sobre el automóvil Tucker y, mientras asistía a la Escuela de Teatro, Cine y Televisión de UCLA a principios de la década de 1960, perfeccionó aún más un concepto cinematográfico basado en la vida de Preston Tucker. En junio de 1973, durante el rodaje de El Padrino II (1974), Coppola anunció su intención de iniciar el desarrollo en American Zoetrope como escritor, productor y director. Ya se había acercado a Marlon Brando para el papel principal. Luego compró los derechos de Tucker Estate en 1976, y, además de Brando, discutió el papel principal con Jack Nicholson y también consideró a Burt Reynolds. Inspirándose en Ciudadano Kane (1941), el teatro Kabuki y la obra de Bertolt Brecht, Coppola inicialmente planeó hacer a Tucker como un "musical oscuro". Más tarde dijo que la idea se aproximaba al estilo de una película experimental, similar a Mishima: Una vida en cuatro capítulos (1985), que él produjo. El musical habría presentado predominantemente a Tucker, pero las historias habrían entrelazado a Thomas Edison, Henry Ford, Harvey Samuel Firestone y Andrew Carnegie como personajes secundarios. Leonard Bernstein aceptó escribir la música y Betty Comden y Adolph Green fueron contratados para escribir la letra. Todos pasaron una semana en la casa de Coppola en California, planeando el musical, lo que resultó en que Bernstein escribiera una canción. Coppola también se acercó a Gene Kelly como consultor para la coreografía de danza. Sin embargo, la financiación de Tucker fracasó cuando la productora de Coppola, American Zoetrope, se declaró en quiebra tras los fracasos de taquilla de One from the Heart (1982) y The Cotton Club (1984).  Coppola abandonó a Tucker por el momento y se puso a trabajar en Peggy Sue Got Married (1986).

 

En 1986, durante la producción de Captain EO (1986), el amigo de Coppola, George Lucas, lo animó a revivir el desarrollo de Tucker , creyendo que era "la mejor película en la que Francis había estado involucrado". Además, Lucas aceptó servir como productor ejecutivo y ofreció el uso de sus compañías cinematográficas, Lucasfilm e Industrial Light & Magic. También convenció a Coppola de que abandonara la idea musical en favor de hacer un homenaje a las películas de Frank Capra, especialmente “El señor Smith va a Washington” (1939). Coppola se interesó en el aspecto del sueño americano de la historia, así como en el capitalismo y la política posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En un momento, Coppola se acercó a Capra para producir la película con Lucas, sin embargo, Capra pensó Tucker era un fracaso y Coppola abandonó ese plan.

 

Coppola originalmente tenía la intención de escribir el guión él mismo, pero debido a su compromiso con el rodaje de Jardines de piedra (1987), contrató a Arnold Schulman, quien escribió el guión de Un agujero en la cabeza (1959) de Capra. Schulman se enojó cuando la WGA le concedió al guionista David Seidler, que había estado previamente vinculado al proyecto, un crédito de coautoría, afirmando: "Créanme, estaba enojado por la apropiación del crédito de Tucker. Todavía estoy "Estoy cabreado. Ese es un caso en el que cada palabra del guión es mía". Coppola también estaba disgustado por el crédito de Seidler, afirmando: "Le dieron el crédito a un escritor que no tenía nada que ver con el guión que usé". Los realizadores idearon un presupuesto de producción de 24 millones de dólares, pero Universal Pictures, Walt Disney Pictures, TriStar Pictures y Paramount Pictures querían Coppola y Lucas lo redujeran a 15 millones de dólares. Los distribuidores también tenían dudas sobre trabajar con Lucas después de los fracasos comerciales y críticos de 1986 tanto de Labyrinth como de Howard the Duck. Lucas decidió cubrir él mismo el presupuesto de 24 millones de dólares y comenzó la preproducción.

 

El desarrollo y producción de Tucker: The Man and His Dream incluyeron la participación de los hijos y nietos de Tucker. Jeff Bridges fue elegido para el papel principal y, con fines de investigación, estudió los gestos y movimientos de Preston Tucker a través de películas caseras. Los descendientes de Tucker también le dieron a Bridges la oportunidad de lucir el anillo de perlas negras y los gemelos del hombre en su guardarropa. El hijo de Preston, John Tucker, dijo que Bridges "lo tiene todo en los gestos y la apariencia. Mi padre era muy positivo, siempre pensando en lo que vendría después. Jeff capta eso". La familia de Coppola atravesaba un momento estresante durante la producción y dedicó la película a Gio, su hijo mayor, que murió antes de comenzar el rodaje.

 

Cuarenta y siete de los 51 Tucker '48 originales todavía existen, y muchos están en excelentes condiciones. Veintiuno de los coches fueron tomados prestados de miembros del Tucker Automobile Club of America y se utilizaron ampliamente como "decoración de escenario" y en papeles protagónicos.

 

Coppola tenía cierta afinidad personal con el efímero legado de Preston Tucker. Su padre, Carmine Coppola, había sido uno de los inversores originales en las acciones de Tucker y compró uno de los coches de la línea de producción. Coppola incluyó la participación de los hijos, nietos y miembros de Tucker Estate de Preston Tucker durante el desarrollo de Tucker a fines de la década de 1970, así como durante el rodaje en 1987. Coppola y Lucas reconocieron tenían la intención de retratar Tucker de manera comprensiva. Ambos cineastas poseían cada uno dos Tuckers,  aunque Lucas finalmente vendió uno de sus autos en septiembre de 2005 por 385.500 dólares.

 

Imprecisiones históricas. Preston Tucker en realidad no tenía una línea de montaje; hay una en la película; En realidad, tuvo cinco hijos, en la película sólo hay cuatro; Nuestra historia se desarrolla en un año, la historia real se desarrolló a lo largo de cuatro años; Cosas como el presidente de la Tucker Company era un buen tipo, pero necesitábamos un villano, así que lo convertimos en villano; Alex Tremulis , quien sirvió como uno de los consultores históricos durante la producción, es representado como el diseñador jefe de automóviles del Tucker Torpedo en lugar de como el estilista, y la película ignora la participación del diseñador Philip Egan.

 

En 1973, Coppola comenzó el desarrollo de una película basada en la vida de Tucker, originalmente con Marlon Brando en el papel principal. A partir de 1976, Coppola planeó que Tucker fuera una película tanto musical como experimental con música y letras escritas por Leonard Bernstein, Betty Comden y Adolph Green. El proyecto finalmente colapsó cuando el American Zoetrope de Coppola experimentó problemas financieros. Tucker revivió en 1986 cuando el amigo de Coppola, George Lucas, se incorporó como productor ejecutivo.

 

Sus conexiones emocionales con los autos Tucker y este proyecto son inextricables: Coppola en realidad posee algunos autos Tucker; su padre compró uno recién salido de línea en la década de 1940; su hijo Gian Carlo, un gran fanático de los autos Tucker, y a quien está dedicado "Tucker", murió en un espantoso accidente de navegación el año pasado. Y esa pasión sincera parece haber impulsado lo que podría ser un avance comercial necesario y satisfactorio para Coppola.

 

Es un film interesante, pero espero mucho más de Coppola que ser un trivial aprendiz de Frank Capra. Gloria Ucrania!!!

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