
Después de diez años sin
dirigir eran altas mis expectativas, teniendo puestas muchas esperanzas en esta
quinta realización de Mel Gibson, y es que sus dos anteriores films, “La Pasión
de Cristo” (2.004) y sobre todo “Apocalypto” (2.006) me habían maravillado por
la fuerza emocional de la primera y la segunda por ser una de las mejores
cintas de aventuras jamás realizadas, pero mi gozo en un pozo, este biopic se
convierte en una especie de retorcida homilía cristiana sobre los parabienes
del antibelicismo, y es que su (creo) mensaje pacifista resulta atrofiado por
el modo torpón de presentarlo. Asimismo todo en ella me parece un deja vú de
situaciones ya vistas un refrito entre “El sargento York”, “La Pasión de
Cristo” y “La chaqueta metálica”, donde en su primera parte abusa del azúcar
destemplado, siendo nulla en saber contarnos el porqué del pacifismo de Doss, y
en la segunda, cuando se desata la guerra quedan unas situaciones exageradas
(cuando no ridículas), pasadas de vueltas, muy mal expuesta las batallas, no
faltan medios, ni sangre, ni vísceras, ni desmembramientos, pero todo
desarrollado de modo que no sientes nada, pues los personajes son meros clichés
con patas, con una evolución de con más agujeros que un queso gruyere, tanta
loa general al film me dan grima, como a su muy sobrevalorada “Braveheart”,
otro biopic burdo y artificioso. La cinta cuenta la vida verdadera (pero narrada muy
libremente) de Desmond Doss, el primer
estadounidense objetor de conciencia (miembro de
la Iglesia Adventista del Séptimo Día que se negó a usar un arma en obtener la medalla de honor, por el servicio por encima y más allá del llamado del deber
durante la batalla de Okinawa en 1945, uno
de los tres únicos objetores en recibirla hasta hoy. El guión es de Andrew Knight (“El maestro
del agua”) y Robert Schenkkan (“All the
way”), basado en un documental sobre Doss, un idealista
que se enroló en el ejército USA en 1942, poco después del ataque japonés a
Pearl Harbor, siendo su idea intervenir en la guerra como paramédico. Me queda
la suigeneris duda de por qué un tipo que no cree en las armas se alista en el
ejército para estar en primera línea de batalla?
El escenario del principio es
Lynchburg (Virginia-USA), donde el joven Desmond Doss (Darcy Bryce de chico, Andrew Gartfield de mayor) crece junto a su
hermano menor Hal (Roman Guerriero de
chico, Nathaniel Buholic de mayor), lo hace con un padre, Tom (Hugo Weaving), veterano
de la Gran Guerra atormentado por lo vivido en la contienda, siendo la madre
una comprensiva y religiosa Bertha (Rachel Griffiths). Años más tarde conoce a
la joven enfermera Dorothy Schutte (Teresa Palmer) de la que se enamora, cuando
se produce el ataque japonés a Pearl Harbor decide alistarse en el ejército
pero siguiendo sus principios religiosos no quiere tocar un arma, chocando en
la instrucción en Fort Jackson (Carolina del Sur) con los mandos militares, entre
los que están el sargento Howell (Vince Vaughn) y el capitán Glover (Sam
Worthington).
Es una cinta que rezuma las
obsesión de Mel Gibson por el sufrimiento humano visualizado a través del
horror de la violencia , por mostrar el dolor, la sangre, descuartizamientos,
su lado gore (masoquista) como forma de expresar una alegoría del sufrimiento
existencial, el espiritual-religioso paralelo al físico, algo ya demostrado en
toda su filmografía “El hombre sin rostro” (el rostro desfigurado por un
incendio del protagonista), “Bravehart” (las sanguinarias batallas, la tortura
a William Wallace...), “La Pasión de Cristo” (todo el Calvario de Jesucristo),
“Apocalypto” (la crudeza de un mundo atávico), y ahora esta, donde en Hacksaw
Ridge Gibson se viene arriba exponiendo con todo detalle todo un repertorio de
muertes y lesiones, desde mutilaciones, cuerpos explotando, personas ardiendo,
y más. Y todo esto asociándolo a una vertiente mística, la creencia en que el
sufrimiento y martirologio nos puede acercar a Dios, la Fe como motor de la
vida (y de la muerte), hecho para que quede constancia de esta idea teológica
la cinta arranca con una cita bíblica para empujarnos a
sentirnos imbuidos de un halo religioso.

Historia partida en tres: En
la primera conoceremos la adolescencia y juventud del protagonista, su azarosa
relación con su violento y alcohólico padre, como conoce a su novia. Tramo
liviano, esponjoso, maniqueo, donde debería quedar manifestada la conversión
religiosa y por ende las motivaciones inquebrantables de Desmond, es todo
confusión y destino (con postales religiosas chirriantes), aderezado por un
romance plano y sin fuste alguno, adornado con postales ñoña, todo esto llega a
provocar falt5a de ritmo; La segunda parte versa sobre el adiestramiento
militar, de cómo Desmond y sus convicciones morales chocan frente al
militarismo, frente a la incomprensión general, tildando de cobardía su
anti-armas, siendo el zenit el juicio militar. Este tramo me resulta muy ajado,
previsible, manido, los del sargento cruento que veja a sus reclutas queda ya muy
visto, y sin aportar un mínimo de frescura, oliéndome a rancio; Y llegamos al
bloque bélico, aquí esperaba que la simpleza y superficialidad del metraje
hasta entonces quedara laminada por una épica bien gestada. Me equivoqué, pues
todo me parece tan acartonado, tan prefabricado, manufacturado, nada creíble,
ya desde el modo en que suben la escala y no hay japos arriba disparándoles.
Llegamos a la feroz batalla y me digo que aquí llegará lo bueno, muy entonces
las situaciones bochornosas se suceden y amontonan, donde el realismo no ha
sido convocado, ejemplo es ver al sargento chusquero en plan Terminator
cogiendo a un muerto como escudo y avanzar de modo risible, con lo que la
intensidad dramática requerida queda extirpada, si vemos el caos y muerte, cabezas
estallando, hemoglobina a borbotones, disparos a tutiplén, explosiones, pero no
siento empatía por los guerreros, no hay conexión alguna, me deja frío.

Aunque a priori pudiera
parecer sobre la sinopsis una cinta antibélica y pacifista, esto queda oscurecido
por otra idea, la del poder de la fe, el poder amparador de la llamada a Dios,
el espíritu de sacrificio por los tuyos, la redención como única vía (todos los
personajes tienen su momento), la valentía a través de salvar y no matar, poniendo
más el foco Gibson en la mencionada sólida fe que en hacer un alegato
anti-guerras, con lo que su mensaje queda bastante contradictorio y difuso.
Quedando la cinta más como un homenaje a un héroe singular, donde el esperado
alegato sobre el Infierno bélico queda trivial por el modo de exponerla, un
carrusel aturullado de imágenes gore que no te mueven a sensación alguna, más
que nada porque no se respira veracidad. A esto se suma que su mensaje buenista
de fe queda torpedeado por el modo burdo en ser visto los soldados japoneses,
meras alimañas a las que exterminar sin remisión, ellos no son hijos del Dios
de Desmond (ataque de ironía), hubiera faltado dar dimensión a los nipones para
su mensaje haber tenido matices y no resultar tan simplista e infantiloide, de
buenos y malos, donde lo gris es solo parte de la fotografía no de este
microuniverso. El colmo es el plano final (spoiler) que no hace más que
remarcar que el film es propaganda ultrareligiosa. No suma un protagonista
siempre con cara de felicidad perpetua, que no parece padecer (solo una vez se
rebela) ante su calvario, siempre con una media sonrisa, un personaje con el
nunca empatizas, te da igual lo que le pase, principalmente porque su
comportamiento es muy lineal, no tiene tridimensión, ni matices, nunca tiene
dilemas, no tiene dudas, más plano que una mesa. Hay más desatinos (spoiler)
que embarran un relato que teniendo potencial se queda en un panfleto
pseudo-religioso.
Andrew Lincoln por mucho que
esté nominado por su interpretación me resulta cargante su rostro de perpetua
felicidad, imperturbable gesto risueño ante todo lo que sufre, no empatizo
medio segundo con él. Hugo Weaving si sabe emitir personalidad, matices y mundo
interior. Rachel Griffiths cumple con un rol blandito. Aunque para blandito el
de Teresa Palmer, y es que la belleza no está ligada a la calidad en la
actuación, prueba viviente ella. Vince Vaughn
resulta una caricatura imposible de creer. Sam Worthington demuestra que
haber protagonizado el film más taquillero de la historia (“Avatar”) no es
sinónimo de buen actor, tenue y sin personalidad.
La puesta en escena resulta
buena, con un excelente diseño de producción de Barry Robinson (“Lobezno”),
rodándose íntegramente en Australia (recreándose allí los lares USA como
Lynchburg y Fort Jackson, así como Okinawa, ello en nueva Gales del Sur), ello
potenciado por la notable fotografía de Simon Duggan de (“El gran Gatsby”), que
exalta la belleza bucólica de las supuestas montañas de Virginia, pero sobre
todo se crece en las escenas bélicas, envolviendo en inquietantes brumas la
acción, con un hábil patinado grisáceo, con ágil cámara en mano para dar
sensación documental, otorgando ritmo y crudeza, lástima que esté al servicio
de un relato tan tosco. El score es obra de Rupert Gregson-Williams (“Hotel
Rwanda”), siendo sobreutilizada, como queriendo empujarte a emocionarte,
ejemplo es el modo en que se usa la música de violines para los momentos
cuasi-místicos, siendo la música de las que no deja huella.
Spoiler:

Que cursilada lo de Desmond
yendo a enamorar a Dorothy con aquello de pedirle de vuelta su sangre donada
(puaj!!!); Penoso el modo de transcurrir el consejo de guerra, con un clímax
manoseado de llegar en el último momento el documento que libra a Desmond de la
condena; No puede ser la licencia que se toman en el guión de hacernos creer
que Desmond descendió a 75 heridos por el acantilado en un día cuando realmente
lo hizo en 3 semanas, es una falta de respeto a la inteligencia, un insulto a
la realidad, una licencia que no aguanta un mínimo análisis, en su afán de
convertirlo en un cuasi-Mesías a Gibson se le va la mano; Por no hablar de lo
tramposos que son en la historia real, pues se nos hace creer que el primer
acto en el campo de batalla de Doss es en Okinawa, y es que la película no menciona su servicio de combate antes en la Batalla de Guam y la de Leyte; Y es que no te puedes creer que tras huir el ejército estadounidense solo quedan sanos arriba los japoneses, pues bien,
estos no cortan la escala, increíble; Desmond hay que creerse que se mueve todo
un día bajando heridos el solo mientras los japos silban “El puente sobre el
rio Kwai”, venga ya!; Desmond baja los heridos que los sanitarios abajo
trasladan a hospitales de campaña, y mientras ningún mando se entera de tal
heroicidad, y con ello mandar gente a ayudarlo, menudos zoquetes despreocupados
los oficiales; Lo de Desmond huyendo del campo de batalla arrastrando al
sargento Howell con una manta, mientras este repele malherido a decenas de
japos que les acosan disparándolos, es de película mala de ciencia ficción,
resta toda intensidad, encima tenemos que asistir a un momento de pretendida
épica, y que me produce vergüenza (aún más), y es cuando mientras les siguen
baleando los nipones, Desmond es capaz de bajar a Howell por el tajo, y cuando
él se lanza los malos se asoman a matarlo y se abre el plano y abajo decenas de
soldados USA disparan al unísono a los malos de arriba, todo manufacturado,
hecho de un molde mil veces visto pero peor; El momento en que llaman al
capitán Glover para preguntarle por que no suben a Hacksaw Ridge y este
responde que están esperando a que Desmond rece, es vomitivo; No contentos con
tanta impostura tenemos que asistir a más momentos estridentes que se acumulan
cual tsunami, como la cámara lenta de los japos que parecen entregarse y en
realidad se autoinmolan con granadas, o el bochornoso momento en que Desmond
protege a los “suyos” contra las granadas nada menos que a puntapié, cual Pelé,
sonrojante, pero esto no es el sumun (de lo vergonzante), esto se reserva a la
imagen salida de un cuadro religioso de Desmond descendiendo la colina en una
camilla-tirolina y quedando suspendida para el plano del contrapicado en que
parece Desmond cuasi-crucificado y los rayos (divinos) del sol filtrándose,
tanta azúcar me provoca demasiada caries.
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Desmond Doss jr. |
Después de la guerra, Doss
rechazó muchas peticiones de libros y películas, porque él tenía cuidado de que
su vida, experiencias de guerra, y sus creencias adventistas del séptimo día
fueran reseñadas de manera incorrecta o sensacionalista. El hijo único de Doss, Desmond Doss
Jr., declaró "La razón por la que no quiso es que ninguno de ellos se
adhirieron a su un requisito: Que sea exacta y me resulta notable, el nivel de
precisión en la adhesión al director de la historia en esta película". El productor David Permut afirmó que
tomaron gran cuidado en el mantenimiento de la integridad de la historia como
Doss era muy religioso.
En conjunto me queda una
pretenciosa cinta que dista mucho de cumplir las expectativas puestas en ella,
y es que parece que Gibson puede tapar las muchas carencias del guión con actos
de fe religiosa y litros de sangre.
Seguro que Desmond merecía un tributo, pero no este. Fuerza y honor!!!
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