LA CIUDAD DE LAS
ESTRELLAS. (LA LA LAND)
Crítica dedicada a
Marta, porque no te sientas sola no viendo una maravilla en este film.
Sobrevalorado melodrama romántico-musical
realizado y escrito por Damien Chazelle, el nuevo niño prodigio de Hollywood,
que con tres direcciones en su haber, con solo 31 años ya ha tenido dos
nominaciones a los Oscars, pero mientras que “Whiplash” me fue un soplo de aire
fresco reconfortante e incisivo sobre lo que estás dispuesto a sacrificar por
tener éxito en la vida, esta, que la esperaba ansioso por las buenas críticas
(y su galería de premios, coronada por
pasar a la historia en los Globos de Oro al hacer un
pleno y llevarse
los 7 premios por los que competía), que acarreaba,
me ha sido meliflua, naif, irregular. Chazelle pretende hacer una oda a sus
grandes pasiones, la música (por ende el jazz),
se formó como batería de jazz en Princeton Hight School, antes de comenzar sus
estudios en estudios Visuales y Ambientales en la Universidad de Harvard,
y el cine, ello con una visión
nostálgica y melancólica, a un tiempo lejano en que los cines se llenaban con
público que se contagiaba de la vitalidad de los musicales, y los clubs de jazz
eran hervideros donde los músicos carismáticos florecían al calor de una
entusiasta audición, ambos ámbitos han cambiado con el paso de los años, el
musical esta en desuso en el cine, y los clubs jazzísticos (como nos muestran
en el film) han cambiado de género (samba y tapas). La cinta pretende ser una
revisión y a la vez homenaje a todo tipo de musicales, a los clásicos de la
época dorada como "Cantando bajo la lluvia" (1952) de Stanley Donen o
"West Side Story" (1961) de Robert Wise y Jerome Robbins, a los de
los 70 y ochenta como “All that jazz" (1979) de Bob Fosse,
"Grease" (1978) de Randal Kleiser, "Fama" (1980) de Alan
Parker o "Dirty dancing" (1987) de Emile Ardolino, o a los
tardo-musicales del SXXI como “Moulin Rouge” (2001) de Baz Luhrmann, “Chicago”
(2002) de Rob Marshall, o "Once" (2007) de John Carney, pero quizás
con la que guarde más similitudes e influencias sea con los del galo Jacques
Demy, “Los paraguas de Cherburgo” y “Las señoritas de Rochefort” (1967), por su
realismo social, y por ser protagonistas actores no profesionales del baile y
la canción. Pues con tanto homenaje juega en su contra, pues no encuentra su
lugar entre tanto refrito de ideas, sumado a una autocomplacencia y falta de
riesgo máxima, con un argumento manido hasta el hartazgo, siguiendo el ajado
esquema romántico de “chico encuentra chica, chico...”, donde nada sorprende,
es una experiencia bonita, pero de contenido vano, superficial, con
protagonistas acartonados, clichés, sin fondo, sin conflictos que te emocionen,
todo tan artificioso como la catarsis y su final plúmbeo, sobre todo por ser un
pastiche de otra película (spoiler).
El escenario es la
californiana urbe Los Ángeles. Mia (Emma Stone), es una camarera aspirante a actriz que lucha por tener éxito en
alguna de sus múltiples audiciones. Sebastian (Ryan Gosling), es pianista de jazz, que tiene el sueño de poder tener su propio club
de jazz, pero ahora se busca la vida donde puede, tocando en restaurantes o en
grupos de música techno-pop. Los dos terminan encontrándose, manteniendo un romance
mientras intentan cumplir sus anhelos profesionales.
Chazelle rodó de modo
cronológico y filmando los números musicales en una sola toma, como se hacían
en la década de 1930, con Ginger Rogers y Fred Astaire, asimismo quería emular la
pantalla ancha CinemaScope, donde muchos grandes
musicales de la década de 1950 agrandaron los fotogramas. En consecuencia, filmada en película (no digital) con el equipo de
Panavision en un formato de pantalla ancha, pero no tecnología CinemaScope ,
que ya no está disponible. Sin embargo, los créditos de
apertura de la película dice "Presentado en Cinemascope" (
"presentado", no "filmado") como un tributo a la pantalla
ancha de los musicales. Este crédito aparece
inicialmente en blanco y negro y en un formato estrecho, a continuación, se
ensancha a la pantalla ancha y se disuelve al logotipo CinemaScope pasada de
moda, en color.
El relato está dividido en
capítulos sobreimpresionados que corresponden con las estaciones del año, recreando
el realizador un mundo que se mueve por la fina línea entre la realidad y la
fantasía, donde lo onírico tiene mucho de alegórico con el cómo se sienten los
personajes, con sus estados de ánimo (nada nuevo), sirviendo una idealizada Los
Ángeles como escenario para este “cuento romántico”, aprovechando Chazelle para
ofrecer cálido homenaje al glamuroso Hollywood clásico, con velados homenajes a
varias obras como “Casablanca” o “Rebeldes sin causa”. Esto el director lo
potencia con una potente imaginación puesta al servicio de lo visual, con
prodigiosos planos secuencias, con una cámara que flota alrededor de los
protagonistas, con un cromatismo primario prodigioso. Se nos habla de las
ambiciones personales, de las frustraciones, del amor puro, y sobre todo de
la importancia que le damos a los sueños
como motor de nuestras vidas, de lo que somos capaces de sacrificar por ellos,
si merece la pena el triunfo profesional si por el camino perdemos la
felicidad.

Es una cinta que entretiene
pero no me apasiona, no deslumbra, tiene un potentísimo arranque con el
plano-secuencia del baile en la autopista con decenas de bailarines,
espectacular, el listón estaba muy alto (aunque peligrosamente bastante
parecido al de “Las señoritas de Rochefort” , 1967), y no se mantuvo la
regularidad, bajando a partir de aquí, los temas y números musicales son
bonitos y hacen que su inane trama (un romance convencional, mezcla de entre
“Ha nacido una estrella” y “New York, New York”) no se haga bola, aunque no
sirven para hacer avanzar la historia, más bien para enfatizarla, el resto de
números musicales y sus canciones (a excepción de “City of stars”, lo malo es
que se abusa de él) no destacan por brillantez, agradan pero no cautivan. Además
su guión es más simple que el mecanismo de un martillo, te queda poco a lo que
agarrarte pasadas un par de horas acabado el film, su recuerdo me es efímero,
aunque como le darán muchos premios la elogiaran por inercia, y es que yo
entiendo que esta cinta si estuviera hecha en plena época dorada de los
musicales o bien de Fred Astaire o Gene Kelly sería serie b. Uno conforme
avanza el metraje espera que algo nos saque de la rutina y previsibilidad en la
que desarrolla el metraje, pero es un esfuerzo inútil, todo evoluciona de modo
muy lineal, sin nada que te remueva, todo muy suave y dulzón, sin giros,
adoleciendo de falta de inspiración y falta de intensidad, de dramatismo que te
llegue, que te conmueva, todo plano. Encima se le puede achacar desequilibrio
narrativo, con un goteo de temas musicales descompensado, tirándose casi una
hora sin estos en su núcleo. Algunos tramos se sienten plagios de otras cintas
ya comentadas, un coctel que denota falta de originalidad que intenta esconder
tras el palabro “homenaje”, me extiendo más en spoiler.
Emma Stone está tremenda,
encantadora, hipnótica, sus infinitos ojos azules encandilan y te desarman,
además la actriz sabe infundir alma a su tibio y estereotipado rol, le otorga
matices, emociona y magnetiza, lástima de su tópico personaje. Ryan Gosling igual no es mal actor, a lo mejor sabe emitir algún tipo
de sensación, emoción, sentimiento, pero aquí no lo demuestra, un rastro
lánguido, impávido, impertérrito, inexpresivo, parece no padecer, siempre el
mismo pétreo rostro, sumémosle su rígido y empalado modo de bailar, tampoco
suma su escasa química con la Stone, y encima lo están premiando, inaudito. Y
para de contar en actuaciones, pues carece de secundarios con peso alguno,
meras figuras decorativas, no hay apoyo alguno, ni las amigas de ella, ni los de
él, todos difusos, el único sería el que interpreta Legend, y encima lo pintan
al presentarlo como que tiene un conflicto tenso con Sebastián, como para darle
hondura a su relación, y luego es un engaño tramposo.

La puesta en escena rezuma clasicismo y elegancia, una
ambientación preciosa visualmente, con un esmerado diseño de producción de
David Wasco (“Pulp fiction” o “Malditos Bastardos”), rodándose íntegramente en
California (Century Freeway I-105/Harbor Freeway I-110 Interchange, South Los
Angeles es el escenario de la secuencia de inicio, Long Beach, Angel's
Flight, 351 South Hill Street es donde Mia y Sebastian suben en funicular, Warner Bros Studio es donde
curra de camarera Mia, en Watts Towers para la residencia de Mia y Sebastian, en Griffith
Observatory para el baile sin gravedad, en Hermosa Beach para el Lighthouse
Café, Colorado Street Bridge-Pasadena
cuando vemos a Mia y Sebastian por el puente-paseo marítimo, en el Rialto es donde Mia y Sebastian ven “Rebelde sin causa”, ...), todo
esto enaltecido por el magnífico diseño de vestuario de Mary Zophres (“El gran
Lebowski” o “Interstellar”), rebosante de colorido electrizante, todo esto
maximizado por la fenomenal fotografía del sueco fotografía del sueco Linus Sandgren (“American Hustle” o “Joy”),
potenciando el cromatismo primario, resaltando los rojos azules, amarillos y
verdes, componiendo lienzos de enorme belleza, además sabiendo moverse con la
cámara levitando de modo fluido alrededor de los personajes en los muchos
planos-secuencia. En un musical el apartado de bailes y melodías es crucial, en
este caso cumple a medias, no aburren, pero no te tocan la fibra sensible, solo
para el recuerdo el ya comentado del impetuoso y brioso arranque en la
autopista “Another day of sun”, y la canción “City of
Stars”, muy pegadiza y deliciosa (mientras escribo la tengo de fondo), de las
que se te quedan (sin enquistarse) en el subconsciente, en un escalón más bajo
queda el enérgico momento de John Legend cantando “Start a Fire”, canciones y puntuación compuestas y orquestados por Justin Hurwitz (“Whiplash”), letra escrita por Benj Pasek y Justin Paul, a excepción de "Start a Fire”,
escrita junto a Legend, Hurwitz, Marius De Vries y Angelique Cinelu. La
coreografía toma enorme importancia, es de Mandy Moore (“La gran estafa
americana” o “Modern family”), siendo extraordinaria por tener que moverse los
personajes en bailes sin cortes, en plano-secuencia.
Spoiler:
El clímax del film en el club
de jazz de Sebastian llegando Mia con su esposo a verlo actuar y de pronto
ellos se miran y visionamos una realidad paralela en que ellos viven felices en
pareja en un recorrido onírico. Pues esto me parece un recurso acomodaticio,
quizás para reconfortar a aquellos que desena un final feliz made in Hollywood,
y encima me es una copia-mejunje entre los finales de “La última noche” de Spike
Lee, la conclusión de el de la serie “A dos metros bajo tierra “ de Alan Ball,
“Un americano en París” y “Todos dicen I
love you” de Woody Allen, y estos mucho
mejores y más emocionantes por lo engarzados que están con la historia, a Allen
también lo plagia en lo de que los bailarines dancen sin gravedad por el aire.
El modo en que la pareja de (supuestos) enamorados resuelven su conflicto
sentados en el banco, me es de lo más artificiosa, no emociona, me deja frío, y
es que por que ella se vaya a rodar a parís y el de gira decidan cortar, en la
era digital, me es un tanto forzado y un deux machine metido con calzador para
empujar sensibleramente al espectador. Por cierto, de vergüenza ajena lo del
subrayado de que Sebastian se está vendiendo, cuando le hacen la sesión
fotográfica al grupo y lo vemos con gorra y el cámara pidiéndole se muerda el
labio, ridículo.
Momentos recordables: Secuencia apertura pre-créditos fue el primero en ser rodado, filmado en parte cerrada-off de la rampa
para compartir coche de la carretera de Los Ángeles, conecta la 105 por autopista a la 110 , conduce al centro de Los Ángeles , rodada en dos días, y requiere más de 100 bailarines, para esta escena en
particular, Chazelle quería dar una idea de la ciudad es inmensa. Ello para un resultado magno.
En conjunto, seguramente la
valoraría mejor sin tanta alabanza que acarrea, pero me ha sido efectista, y
para colmo se toma demasiado en serio a sí misma, con lo que me queda demasiado
seca, no hay remansos humorísticos, es amena pero sin poder de punzarme. Fuerza
y honor!!!
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