AMANECER ZULU
Buena superproducción bélica británica
realizada por Douglas Hickox, muy didáctico sobre como los Imperios trataban a
sus colonias, de cómo intentaban humillaros e invadirlos por afán de gloria,
cual va de picnic. Gira en torno a la histórica Batalla de Isandlwana entre británicos y zulúes en 1879 en Sudáfrica . El guión de Cy Enfield
(“Zulú”) junto a Anthony Story, es una especie de precuela de “Zulú” (1964), donde se recrea la
Batalla de Rorke's Drift, en esta
sobresale la vanidad y arrogancia de los mandos militares que derivaron en lo
que se ha llamado el Little Big Horn británico. La cinta tiene su fuerte en la
tensión latente que se respira durante la invasión, en el modo arrogante y
racista en que se comportan muchos mandos, y sobre todo en el clímax de la
Batalla, un cuarto de film en que se refleja el caos y la claustrofobia del
fragor guerrero. Rodándose para dar realísimo en los mismos escenarios donde
acontecieron los hechos, y todo esto punteado con un elenco de actores
fenomenales: Peter O’Toole, Burt Lancaster, Simon Ward, Denholm Elliott, Bob
Hoskins, John Mills, o Peter Vaughan (el maestre Aemon de la serie GOT). Cinta que tiene el valor y rigor
de dar alma y dignidad a los zulúes, poniéndolos como los vejados por los
altaneros británicos
El escenario la Sudáfrica en
enero de 1879, cuando era una colonia británica, desarrolla en British South Africa, en la provincia
de Natal. El gobernador Sir Henry Bartle Frere (John Mills) y Lord Chelmsford (Peter
O’Toole), son dos ingleses que intrigan
para ganar gloria a costa de aplastar al vecino Reino Zulú, comandado por el
orgulloso rey Cetshwayo (Simon Sabela), al que
le ponen un ultimátum inaceptable para la paz, desembocando en la organización
de una expedición militar liderada por Lord Chelmsford para aplastar
militarmente a unos guerreros que se antojan frágiles con sus lanzas frente al
poderío de la pólvora y disciplina castrense británica, desembocando todo en la
Batalla de Isandlwana.
Es
una cinta que se destaca por humanizar a los zulúes, por darles motivaciones
para su reacción bélica, están siendo invadidos, luchan por su supervivencia
del racista invasor, además son mostrados como inteligentes en su estrategia de
incrustar espías en lado británico. No son caricaturizados como salvajes
monocordes, su lucha es por conservar su modo de vida, se les trata con
orgullo, aunque carecemos de un personaje con el que empatizar, son mostradas
con respeto y valentía, pero no hay un rostro con un mínimo fondo con el que
conectar el espectador. Por el contrario los mandamases británicos son reflejados
como engreídos arrogantes y superficiales, carentes de la menor simpatía por
los negros, a excepción de algún personaje blanco (el coronel Durnford y el
teniente Harford) que es la excepción a la regla general.
La
historia peca de cierto simplismo cliché, sin matices, todo es debido a la
petulancia de los mandos británicos. También es achacable que hay un reparto
coral, con sus minutos de gloria para cada personaje, pero no son aprovechados
para dar profundidad mínima en alguno, estereotipos que reaccionan de modo
previsible, con lo que el espectador no llega a sensibilizar con ninguno, son
figuras que pasan, pero que no termina de llegarte, por lo que cuando son
expuestos al fragor de la batalla la intensidad por lo que les ocurra es
escasa. La batalla teniendo grande momentos, con tomas espectaculares, sabiendo
moverse entre los soldados, como captar la épica en sus formidables tomas
generales, terminan en algún momento perdiéndose entre los diferentes
escenarios, provocando desorientación en el espectador. Estos defectos pueden
provenir de que el realizador Hickox del mundo de la publicidad, sabe ser un
esteta de la imagen, pero sufre de falta de ser incisivo en dar carácter a los
personajes.
Es una entretenida cinta
bélica partida en tres partes diferenciadas: En la primera asistimos a como a
la génesis de la batalla, a cómo crece la arrogancia, el militarismo, el
reclutamiento entre civiles, las ansias de gloria entre los británicos, con
demandas inadmisibles para los zulúes, el modo trivial en que se toman el
belicismo. Esta parte se muestra un tanto estereotipada, contando mostrar con
claridad a los personajes, y un tanto falto de ritmo; La segunda es sobre el
modo campestre en que los británicos se toman su expedición bélica a
Zululandia, una travesía por la sábana africana, en que sobre todo queda
patente el racismo inglés, y con ello su confianza plena en aplastar con
facilidad a estos “salvajes con taparrabos”. Este tramo es entretenido, tiene
hondura por lo de remarcar la nula importancia que tenía para los británicos
las vidasd de los negros, como los utilizaban de bestias para la carga,
mostrando además bellas estampas paisajísticas, El último tercio está dedicado
a la batalla, una agónica contienda que en increscendo vamos viendo los errores
de los mandos británicos al repartir en pequeños grupos a su tropa, lo cual a
la postre fue un suicidio, hasta desembocar todo en el estallido del belicismo,
primero está la disciplinita militar frente al modo de marabunta de atacar de
los zulúes, estos al superar en amplio número a los británicos terminan por
arrollarlos, se ve venir que será imposible salir vivo de esta desproporción.
Vemos caer muertos por todos lados, transmitiendo el caos de la refriega, aún
así los británicos siguen manteniendo su lado estoico, con detalles como el
control “riguroso” de la munición, o como un mando trata a un mensajero que
trae noticias aciagas de la batalla, y el referido mando le regaña por no
portarse de modo calmado, acentuado el sinsentido de la flema inglesa. Asimismo
se expone el patriotismo inglés con el modo en que los británicos se saben
vencidos, pero quieren su pequeña victoria en salvaguardar la “Union Jack” (La
bandera UK) de que la conquisten los zulúes. Este tramo resulta vistoso, bien
filmado, con buen pulso, pero adolece de intensidad, no llegamos a tener conexión con los personajes que van
cayendo, con lo que te atrapa en su violencia cuasi-atávica, pero no te genera
emoción.
El elenco actoral es numeroso, parte de sus taras
reside en que al querer darle peso a tantos, se queda corto, algunos aprovechan
mejor que otros “sus cinco minutos de gloria”; Peter O’Toole borda con su
rigurosa flema a Lord Chelmsford, un racista
condescendiente con los negros, demostrándolo con sangrantes frases como "para
el salvaje como para el niño, el castigo es a veces una bendición", sabe
infundir a su rol de sutilidad villánica; Burt Lancaster interpreta
con energía al Coronel
Durnford, el actor le dota de mundo interior en
el modo de expresarse y de gestualidad, se nota sufrimiento por lo que ve; John Mills encarna a Sir Henry Bartle Frere, Alto
Comisionado británico
para África del Sur, un tipo ¡que en sus pocas escenas es retratado de
modo alegórico como pseudo-nazi soltando una frase con claras connotaciones al
Holocausto judío, cuando dice “Hace falta una solución definitiva para el problema zulú”; Denholm
Elliott como el Coronel
Pulleine, tipo de modales educados que asiste a la expedición
unta ante displicentemente; James Faulkner como el Teniente Melvill, hombre despreciativo, cuando un guerrero zulú le
cuestiona sobre porque las fuerzas británicas les invaden, Melvill responde
"Venimos aquí por la gran reina Victoria , Reina de toda África!", otra
soflama con ribetes xenófobos; Christopher Cazenove es el teniente Coghill, joven oficial simpático, no
de acuerdo con la estrategia de Lord Chelmsford, deja destellos vibrantes; Simon Ward hace del teniente William Vereker, joven oficial de caballería ha unido a la tropa
de Durnford, un patriota que ve su idealismo tambalearse ante el comportamiento
vejatorio (torturas y nulo respeto por la vida) de los británicos con los
negros; Bob Hoskins es el sargento mayor Williams,
expeditivo, rudo y estricto soldado, el actor deja su impronta eléctrica, deja
una relación con un joven soldado al que adiestra de modo despótico, al final
(por su apellido) parece es su hijo; Ronald Pickup es el Teniente Harford, es junto a Durnford
nuestra brújula moral en el relato, mostrando dolor por el modo en que se
tratan a los negros; Ronald Lacey encarna
a Norris "Noggs" Newman, corresponsal de guerra del The Standard,
acompaña al ejército británico a Zululand para informar sobre la guerra, es un
tipo crítico con el modo de encarar los hechos de Lord Chelmsford, refleja
notablemente exponencialmente a la opinión pública de la isla británica; Simon Sabela encarna al orgulloso Rey zulú Cetshwayo, encarnado de
modo digno, deseoso de evitar el conflicto, pero no acobardándose ante las
amenazas, sabe el actor darle vigor y alma, como lo demuestra que se preocupe
por que el campo se puede quedar sin trabajadores si van a la guerra.
La puesta en escena resulta destacable, con un esmerado
diseño de producción de Jhon Rosewarne, filmándose en Sudáfrica, en los
escenarios naturales donde acontecieron los hechos, Pietermaritzburg y en donde
estalló la batalla, en las montañas de Isandlwana, potenciados los lares por la
fotografía de Ousama Rawi (“Avenging Angelo”
o “Los Tudor”, la serie), con excelentes tomas generales que captan la aridez
de la sabana, haciendo resaltar sobre ellas las casacas rojas del ejército
británico, y con ella emitiendo el calor ambiental, y en el clímax de la
batalla proyectando al espectador la violencia atávica, el terror de la masa de
zulúes que se come poco a apoco a los británicos. La música de Elmer Bernstein (“Los siete magníficos” o “La gran evasión”), no deja
especial huella.
El 22 de enero de 1879, unos
24.000 miembros de la tribu de los Zulú masacraron a 1.300 soldados británicos
en su lucha por mantener las colonias africanas, la mayor derrota militar
británica de su época. Inicialmente, las tribus indígenas Zulu tenían una
relación cordial con los británicos, pero un cambio en la estrategia política
devino en crecientes incursiones en territorio zulú. El rey Zulú hizo
grandes esfuerzos para evitar la confrontación hasta que se hizo evidente que
las autoridades británicas locales tenían la intención de tomar sus tierras por
la fuerza militar. La fuerza expedicionaria británica liderada por Lord
Chelmsford estaba bien armada (con el moderno rifle Martini Henry) con lo
último en armamento y se sentía segura de una rápida victoria sobre los
miembros de la tribu, estos con armamento primitivo (lanzas y escudos
rudimentarios). Lord Chelmsford comete el error de dividir su ejército en
unidades pequeñas, alejadas una de otra. Cuando los guerreros zulúes
montan un ataque sorpresa masivo en lo que se conoció como la Batalla de
Isandlwana (por el nombre de las montañas donde ocurrió), los británicos son
rápidamente arrollados.
Momentos recordables: El modo
en que se nos presentan a los dos mandamases enemigos, emparentando su
crueldad, Lord Chelmsford ordenando una
ejecución sin juicio, y paralelamente vemos al Rey zulú, en medio de una fiesta
en que cientos de nativos asisten a una lucha entre dos combatientes, entre
medias llega el ultimátum de los británicos que el Rey rechaza espetando al
“embajador” que él no le dice a la reina
Victoria lo que tiene que hacer, mientras sigue observando el duelo, tras
hablar con el interlocutor, de modo flemático ordena que el vencedor ejecute al
perdedor, cual Cesar en Roma ante los gladiadores; La tremenda imagen de cuando
uno de los oficiales contempla al impresionante numero de zulúes que les van a
atacar; El modo en que el realizador quiere dar una mini-victoria a los
británicos, ello cuando hacia el final de batalla, a Melvill
le es ordenada la misión por el Coronel
Pulleine de llevar a lugar seguro la
bandera de los colores de la reina, huye con ella junto a Coghill y Vereker, alcanzando
la frontera fluvial (río Buffalo) entre Zululand y Natal, pero entonces
guerreros zulús les alcanzan y les malhieren dejándolos tirados, llevándose
alborozados la bandera, Vereker que está impedido en el suelo por el peso de su
caballo muerto apunta con su rifle a la bandera y consigue que esta caiga al
río, y no la aprisionen los zulúes; Significativa tras la calma de la batalla,
con un campo sembrado de cadáveres, llega Lord Chelmsford y
mira con terror el rastro de sus incompetencia y su condescendencia hacia los zulúes.
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