EL JOROBADO DE
NOTRE DAME. (DISNEY 1996)
Atractivo film de animación
de la Disney (el 34 largometraje de la compañía del ratón), basándose
libremente en la novela homónima de Victor Hugo, musical dramedia de aventuras
que dirigen Kirk Wise y Gary
Trousdale, un atípico relato de la productora por la oscuridad de sus temas, por cómo
trata temas de adultos como lo ambiguo de la religión, el infanticidio, el
racismo, la lujuria, el peso del pecado, o la obsesión sexual, ello teniendo en
cuenta que el guión rebaja bastante lo sombrío de la texto original. Aunque se
denota cierto desequilibrio entre los diferentes tonos, quizás fruto de que
haya cinco guionistas, pues por un lado está su lado para mayores, donde
sobresalen los temas susodichos, la sensualidad de Esmeralda, el genocidio de gitanos,
castigo a latigazos, y más, esto mostrado con solidez narrativa, pero que sumado
a la vertiente para niños, como lo es la cabrita “terminator” o las gárgolas “vivientes”
rechina un poco “bastante”. Aunque el recurso de las gárgolas es una licencia
sobre el libro donde Victor Hugo que dice sobre estas figuras de piedra "Las otras estatuas, los de monstruos y demonios, no sentían odio
hacia Quasimodo ... los santos eran sus amigos y le bendijo los monstruos eran
sus amigos, y se protegen de él. Así él derramaría su corazón largamente con
ellos", a partir de esto las gárgolas toman vida, aunque con un
comportamiento harto infantiloide. La imaginería visual de la cinta es
portentosa, un deleite visual, con momentos atronadores de magnetismo
sensorial. Fue un rotundo éxito comercial, recaudando más de 325 millones $ en
todo el mundo, la quinta más taquillera de 1996. La historia intentará responder a la pregunta que Clopín plantea en la
introducción: “Who is the monster and who is the man?” (Quién es el hombre y
quién el monstruo?), algo que ya planteaba otro film poco anterior de la
Disney, “La Bella y la Bestia” (1991).

Estamos en el París de 1482 Paris, Clopin (Paul Kandel), un gitano titiritero, narra el
desgraciado origen de Quasimodo (voz original de Tom Hulce), el campanero
jorobado y desfigurado de Notre Dame, donde ministro de justicia Frollo (v.o.
Tony Jay) tiene mucho que ver, que pasó a ser el tutor del bebe, ello por la
mediación del arcediano de la catedral. Veinte años después Quasimodo vive en
la planta alta de Notre Dame, desde donde tiene una espléndida panorámica de la
bulliciosa urbe, pero aislado del mundo, tiene de compañeros a tres gárgolas
(Victor, Hugo y Laverne) que su mente da vida para hacer su soledad más
llevadera. El seis de enero en la plaza se produce una fiesta pagana, el
Festival de los Locos, al que Quasimodo quiere asistir, pero Frollo se lo
prohíbe, alertándole de lo mala que es la gente con los diferentes. En el
festival será la estrella la bella gitana Esmeralda (v.o. Demi Moore), tendrá importancia en el relato el capitán de
los guardias de París, Febo (v.o. Kevin Kline).
La cinta posee un principio
arrollador que ya te imanta a la pantalla, donde de fondo, mientras vemos
sobreimpresionado el castillo Disney se oyen las míticas campanas de Notre
Dame, mientras flotamos entre las nubes el sol marca sus angelicales rayos y al
fondo sobresalen sobresalen las colosales torres de Nortre Dame, ello mientras
escuchamos estremecedores cantos gregorianos, la cámara se hunde bajo las nubes
y volamos sobre los tejados parisinos medievales sus callejuelas y desde allí
en un magno contrapicado volvemos a ver la catedral de Notre Dame, y comienza a
sonar el vibrante tema cantado por Clopin (cual juglar) “The bells of Notre
Dame”, y durante el bello tema asistiremos a la llegada del bebe (luego llamado
Quasimodo) a un nevado y tormentoso París con sus padres, y con ello se nos
presentará al tétrico villano Frollo, que termina persiguiendo (con su azabache
equino) por las calles a la madre con el bebé en brazos, llegar a las puertas
de Notre Dame, y... (hay que verlo... esa imagen en contrapicado de Frollo a
punto de lanzar al bebe a un pozo...), muchos niños viéndola pueden quedar
traumatizados, los mayores quedaran subyugados.


Es una película con una amplia
grieta generacional, en el enfoque adulto se habla del deseo prohibido, de los
celos, de torturas, de flagelaciones, de revoluciones sociales en busca de una
sociedad más justa (anticipando en siglos que acontecería en Francia), de los
estigmas sociales o bien por raza (estremecedor momento xenófobo en que cuenta
a Quasimodo la metáfora de las hormigas y los gitanos) , o por aspecto
(Quasimodo), del despotismo del poder (Frollo), de tiranías contra los débiles,
y para ello pone en alza un admirable discurso por la tolerancia, por superar
los prejuicios sociales, por aceptar al diferente, loando el amor verdadero, la
valentía, la integridad, la nobleza de espíritu, el sacrificio por lo que crees
justo, ello en un desarrollo fluido y trepidante, donde no paran de suceder
acontecimientos que hacen avanzar la trama. Ello discurriendo por una senda en
la que hay espacio para mostrar el amor en todas sus vertientes, como el
carnal, el platónico, el idealizado, el obsesivo, y el del sacrificio.
Pero está su vertiente para el
foco infantil que abre un atrompicado desequilibrio entre los temas serios que
se tratan y algunos recursos cómicos que chirrían en el conjunto, ejemplo es el
buen, en principio elemento de que las gárgolas tomen vida por la soledad de
Quaismodo, pero esto es para infantilizar la historia, sufriendo un bajón cada
vez que estos aparecen, llegando crispar peligrosamente, y haciendo por
cercanía parecer aniñado a Quasimodo; Como también algunas pelea y luchas se
sienten filtradas por una visión alevín, ejemplo la puñetera cabrita de
Esmeralda, menuda caricatura fachosa sin gracia; se suma un final traidor con
el libro, y demasiado acomodaticio, queriendo contentar a los niños para no golpearlos
con un mundo cruel y más realista (la licencia Disney).

Un relato que discurre por una
senda dramática ya marcada en otras cintas Disney y que tan buen resultado como
catarsis dio a la compañía, me refiero al hecho de comenzar la narración que el
progenitor del protagonista muere asesinado, esto ya ocurre en “Bambi” (1942) y
décadas después “El Rey León” (1994), ello como resorte adulto que puede desconcertar
a los peques, en la primera era una especie de resorte dickensiano, y en la
segunda era una especie de elemento shakesperiano, en esta es para ya imbuir al
espectador de un universo trágico y de perdedor en el que se moverá el
personaje principal, y que en su devenir la felicidad puede ser una quimera
inalcanzable.


Es la cinta Disney con una
mayor dimensión hacia la fe cristiana-católica, hacia su fe y su tradición,
donde las palabras "Dios", "Señor", e "Infierno"
se pronuncian más veces en esta película que en cualquier otro. Esto ya comienza desde su sibarita apertura
en que la imagen se abre paso entre las nubes del Cielo (símbolo cristiano), pasando
por los tejados de la medieval Paris hasta llegar a la imperial catedral Notre
Dame, la unión del lugar donde se supone reside Dios con su correa de transmisión,
el templo religioso. Varias de las canciones son adaptaciones de oraciones y cantos
latinos, como el canto pidiendo ayuda de Quasimodo “Heaven´s light” y la
paradójica respuesta es el atronador “Hellfire”, con al cavernosa voz de
Frollo, o la balada cantada por Esmeralda (Heidi Mollenhauer) "God Help
The Outcasts", una especie de religiosa llamada a Dios para les ayude. O
con frases alusivas, como la que el archidiácono le dice a Esmeralda "No
se puede enderezar todos los males de este mundo por sí mismos... Tal vez hay
alguien aquí que pueda hacerlo", ello en referencia a que Dios debería
poner orden en un mundo corrompido y sin solución por nosotros mismos, quizás
implorando un segundo advenimiento. Asimismo el relato deja traslucir (como la novela
original) una fuerte carga a la hipocresía moral de la Iglesia y de sus
creyentes (esto es otro rasgo para adultos), donde la gente supuestamente más
ultrareligiosa son los peores, los más retorcidos, los enfermos patológicos, creyéndose
los justicieros de Dios son una peligrosa lacra que intoxica las mentes de las
gentes con su indignidad manifiesta y manipuladora, por supuesto me refiero a
Frollo, epítome de cómo se puede retorcer el mensaje de bondad de la Bíblia,
reflejo (aunque no se nombra de la Inquisición reinante en la Edad Media). Este
inframundo mental del ministro expresado en el modo en que hace recitar el
alfabeto, poniendo a cada letra una blasfemia y abominación, conforme a la
visión distorsionada de Frollo, recordándole además el juez que es un marginado
deforme que nadie le quiere, queriendo hundir su autoestima. También si se
rasca un poquito no queda muy bien parado el archidiácono, pues si bien en
principio intercede para salvar la vida al bebe, luego, con los años permite
que un degenerado cerebral como Frollo lo crie sin poner de su parte para
reconducir la situación, se aparta y parece lavarse las manos cual Poncio
Pilatos, esto algo propio del film, pues en la novela el archidiácono es
Frollo.


Construyendo personajes con carácter
definido y bien expuestos, llamando la atención su arrollador villano, uno de los
más crueles y retorcidos que haya dado la Disney, Frollo, sobre todo porque su
maldad nace de su perversión, de su alma intoxicada, su xenofobia, su visión
envenenada de la religión, del pecado, de no saber superar sus bajos instintos
(maravilloso como huele lujuriosamente el cabello de Esmeralda), lejos de otros
de la compañía que poseían poderes sobrenaturales, este es más humano, incluso
en su perfidia tuvo un rastro de bondad al no matar a Quasimodo, es asimismo el
símbolo del abuso del poder, de la autoridad déspota, extraordinario en voz
original de Tony Jay, y también en la doblada del enorme Constantino Romero, sublime,
teniendo sobre sí el placer de protagonizar el tramo más electrizante del film,
me refiero al Apoteósico a la excitada canción “Hellfire”, en el Palacio de Justicia
y frente a la gran chimenea ardiente el Averno parece abrirse ante nosotros
mientras se acaricia lascivamente con el pañuelo de Esmeralda, donde la
obsesión enfermiza, la lujuria, durante la cual la hipocresía en la que vive
hace que todos sus demonios formen un akelarre llameante de fuego, en el deseo
carnal deja constancia de cómo carcome al malo malísimo. El productor Don Hahn dijo que la inspiración para
el personaje fue el nazi Amon Goeth de Ralph Fiennes de “La lista de Schindler”,
sanguinario racista que era capaz a la vez de estar obsesionado por su criada
judía. En la novela Frollo es el archidiácono
de Notre Dame, aquí pasa a ser el ministro de justicia, ello para no molestar a
los sectores cristianos, de hecho es un archidiácono el que salva a Quasimodo
de que Frollo lo asesine vilmente en el film; Quasimodo es un personaje trágico
al que el guión se encarga de otorgarle humanidad y sentimientos, la vos
original de Tom Hulce, ayuda a dotarle de ternura y empatía, un muchacho inocente
y cándido que cae bajo el influjo de la belleza salvaje de Esmeralda,
encontrando a través de ella y su amor platónico fuerzas para rebelarse, aunque
el libreto se encarga de suavizar el personaje, pues en la novela era más
desfigurado, además de sordo y de expresarse torpemente, esta suavización es un
poco artera con la idea de Hugo, pero es el peaje Disney; Destaca sobremanera
la heroína, lejos de la típica estampa de princesita rubia modosita de Disney,
Esmeralda es una morenaza gitana, sensual, de bailes sexys, con unos
cautivadores ojos azules, con una fuerte personalidad, autosuficiente, con la
voz original de Demi Moore (en las canciones Heidi Mollenhauer), un derroche de
encanto; El capitán Febo con voz original de Kevin Kline es la contraparte
heroica de Quasimodo, este sí, paradigma disneyano, rubio, guapo, atlético, valiente,
caballeroso y noble; Clopín con voz original de Paul Kandel es el narrador de
la historia, una especie de juglar gitano, también maestro de ceremonias en la
Fiesta, y líder de la Corte de los Milagros, expone vivacidad y mucha energía
vital; Y están las tres gárgolas, tres personajes creados ex proceso por el
molde secundarios-infantiloides-Disney, meros recursos chistosos sin más función
que provocar la risa... en los niños, doblados por Jason Alexander, Charles
Kimbrough, y Mary Wickes (murió antes de completar su papel), podrían haber
dado más de sí exprimiendo más el mundo interior de Quasimodo.

La puesta en escena resulta
colosal, ya desde su mencionado inicio, un deleite visual y sonoro, con una
fascinante dirección artística de David Goetz (“Zootropolis”), con la imaginería
visual extraordinaria de un París en el Medievo, sus casitas de entramados de
madera, sus callejuelas, su pavés, el siniestro Palacio de Justicia, y sobre
todo la espectacular catedral de Notre Dame, todo cuidado con un mimo por el
detalle epicúreo, conformando una visión cuasi-tridimensional de todo, ayudado
por el protagonista, un “acróbata” que se descuelga por la fachada del templo
de modo vertiginoso, sobre los caños de agua, sus gárgolas, los santos, sus
columnas, las balaustradas, las bóvedas, los contrafuertes, las tejas, las
vigas, y las colosales campanas tañendo, sumado a unas vistas desde lo alto de
la iglesia sublimes, con la populista plaza abajo y el horizonte del Sena
formando un aura cuasi-divina a los panorámicos fotogramas, con la avernal imagen
de París ardiendo al son del “Paris Burning”, con sus masa de gente de un lado
para otro, se siente real y embrujador, sumado al expresionismo gótico que se
da, jugando con las sombras, con los claroscuros, con los picados y
contrapicados, travellings verticales por las torres y sus campanas, el
cromatismo frío seco, donde resalta el patinado terroso grisáceo, solo roto
este por la luz policolorida filtrada del sol de las suntuosas vidrieras de la catedral
y por los tremendos ojos verdes de Esmeralda, una especie de puerta al Edén,
edificando por su metraje momentos sobrecogedores, rebosantes de brillantez
sensorial. Esto se ve envuelto por la notable banda sonora, Alan Menken (música y letra, “La Bella y la
Bestia”) y Stephen Schwartz (letra, “El
príncipe de Egipto”), que
por momentos suena a ópera (su tema intro), con canticos corales gregorianos
que conmueven, o festivos como el “Topsy turvy” interpretado por Clopin, el que
cantan las gárgolas “A guy like you”, o el “The court of miracles” también por Clopin,
o el romántico “Into the sunlight”, y la esperanzadora “Someday” por All-4-One,
cambiando de tonalidad dramática según lo requiere la acción y sirviendo los
temas para exponer ingeniosamente la personalidad de los roles.

Momentos
recordables, muchos ya mencionados: El fulgurante Festival de los Locos, orgia
de color y caos a la sombra de Notre Dame; Cuando Quasimodo es flagelado en la
plaza, mientras Frollo lo ve impávido, solo Esmeralda sube a la picota para
darle agua, en un hermoso gesto de compasión; Cuando Febo es conminado por
Frollo a que queme la casa con sus habitantes dentro por ayudar a Esmeralda, la
tensión que se respira mientras Febo eleva la antorcha y entonces decide
apagarla en agua, muy bien manejada la intensidad; Cuando Quasimodo rescata a
Esmeralda y la subir por la fachada de Notre dame, y en lo alto la alza sobre sus
hombres (ella está desmayada) y grita extasiado “Santuario!!!”; La batalla clímax,
con Quasimodo intentando defenderse de los soldados que intentan subir, con el
aceite hirviendo vertido por los canalones de la catedral a modo de grito
desesperado de Dios, con el zenit del duelo final entre Quasi y Frollo, siendo
muy alegórico como muere el villano, cayendo desde los alto del templo al fuego
llameante en la plaza, símbolo de su entrada en el Infierno, aunque queda
estropeado por que Quasi cae al vacío y es salvado in extremis por Febo, ello
para querer darle cuota de heroísmo al capitán; Y es que el final me es algo
estridente para dar cabida a un moldeable happy end, donde en la novela morían
todos de una forma u otra, aquí solo fallece Frollo, y queda una moraleja un
tanto discutible, donde el guapo se lleva a la guapa, y el feo es un pagafantas
inocentón, aunque la alegoría de cómo Esmeralda saca a Quasi de la oscuridad de
la catedral a la luz del día para todos le vitoreen y acepten sin importarle su
físico está bien.
Entre las libertades que se
toman en la adaptación sobresalen, además de las mencionadas ya, la eliminación
de cualquier otro devaneo amoroso de Febo, como el cercenamiento total de un
personaje muy importante en la trama d ela novela, me refiero al poeta Pierre Gringoire, con el que por compasión termina casándose
Esmeralda. En conjunto, sumados sus
muchos aciertos, con su pocos defectos me da una notable obra, de la que Victor
Hugo podría sentirse a gusto viéndola. Fuerza y honor!!!

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