IL DIVO.
Esta es una de esas pocas veces (las hay) en que hay directores de cine con
mundos particulares que al principio los siento herméticos, impenetrables, y no
me tocan la fibra, pero si consigo entrar en estos universos originales siento
una epifanía y hace que todo lo visto de él hasta entonces sienta que lo vi de
modo torcido, me ha pasado con por ejemplo Wes Anderson, y aquí con el
napolitano Paolo Sorrentino, y es que el primer film que vi de él fue este “Il
Divo” y no me encandiló, pero tras ver toda la filmografía de este original
artista he decidido volver a verla y es casi como si hubiera visto una película
distinta. Con lo que he rehecho la crítica que coloqué hace 15 años, donde le
di un seis.
Paolo Sorrentino dirige
y guioniza este complejo y ambiguo retrato de uno de los políticos más
influyentes y más poderosos de la Italia de la segunda mitad del siglo XX,
Giullio Andreotti (Toni Servillo), como todos los que han estado en el poder
tantísimo tiempo poseen multitud de zonas oscuras en las que la línea entre lo
bueno y lo malo se difumina, lo único importante es tener el poder a toda
costa. Giulio Andreotti es uno de los políticos más fascinantes que han
aparecido a lo largo de la segunda mitad del siglo XX por su capacidad de
aferrarse al poder durante 40 años y, es que él mismo lo dijo: "el poder
desgasta, sobre todo cuando no se tiene". Para retratarle, el realizador
italiano Paolo Sorrentino se remonta a principios de los años 90, momento en
que asume por séptima vez la presidencia del Consejo de Ministros, al tiempo se
encadenan aceleradamente testimonios de la corrupción y conexiones con la mafia
de él mismo y los miembros de su corriente en la Democracia Cristiana.
Este es un fascinante
estudio de personalidad, de un tipo de apariencia desagradable, antipático,
lacónico, pero que paradójicamente detenta un carisma arrollador en sus
silencios y en sus discursos-monólogos, ejemplo cuando en el confesionario le
explica al cura (el maquiavélico) por qué el mal es necesario para el bien. Tipo
con una coraza de insensibilidad, se mueve cuasi deslizándose, encorvado, con
orejas caídas de soplillo, los codos apretados a los lados y las manos rectas
entrelazadas, es un ‘Nosferatu’ de la política, viste con ropas propias de un
amortajado en su ataúd, vampiro pálido que intenta manejarlo todo con su
inteligencia (apariencia física gracias al fenomenal trabajo en maquillaje de Vittorio
Sodano, labor nominada al Oscar). La
primera vez que lo vemos es en gran angular con agujas de acupuntura le
sobresalen de la cara en un intento de curar su migraña. La interpretación de
Toni Servillo es un caramelo para un actor, transmite sabiduría, cinismo,
inteligencia, papel en el que poder hacer gala de sobreactuación justificada
por un personaje que lo requería, su sola presencia provoca terror, Servillo
crea un antihéroe que recuerda a los emperadores romanos en que el imperio
estaba en peligro y ellos se creían los salvadores y en pos de este objetivo su
maquiavélica cabeza es capaz de todo. Ser inalterable como cuando es
entrevistado por un periodista que le endosa un sinfín de eventos ‘ásperos’ . Cuando traidores de la mafia señalan a Andreotti, él tiene
que darle la noticia a su esposa Livia (Anna Bonaiuto), le dice con
cariño que una no puede vivir con alguien décadas y no saber quién es en el
fondo (dejando en lo ambiguo que piensa realmente), tras lo que se dan la mano y
miran la televisión. ‘Il Divo’ es un ser grotesco, críptico en sus alocuciones,
de risa burlesca fina, emitiendo mucho con la mirada. Interpretación majestuosa
capaz de no caer en la fácil caricatura, otorgando una fuerte personalidad a su
rol. Y todo esto salpicado de fino humor remanente de la sofisticada ironía del
protagonista, también por la relación con sus allegados.
El film ostenta una
puesta en escena operística, por momentos parece un spot, con el que supongo
querrían sustituir lo complejo de su historia plagada de multitud de nombres, sucesión
de personajes solo entendible para alguien que haya seguido la política
italiana, la historia puede ser complicada de seguir en este sentido. Aunque he
entendido que Sorrentino todo lo que hay alrededor de Giulio es accesorio, para
él lo crucial es que veamos y sobre todo sintamos a este tipo retorcido, ambiguo,
donde realmente nunca termina de juzgarlo el director, nos lo expone veladamente, que
sea el espectador el que juzgue si cree posible las acusaciones que recibe, se nos
cuentan, vemos los crímenes que hay a su alrededor, de jueces, políticos,
empresarios, donde las aristas del protagonista resultan cortantes, pero nunca
se entra en sentenciarlo, es un tiburón de la política sinuoso y sutil en sus
movimientos el Andreotti, siempre hacia adelante, soltando peroratas cargadas
de cinismo.
Los valores de
producción son superlativos, PS deja su marca de esteta sibarita en cada
secuencia y plano penetrante, ayudado por la epicúrea de sus habituales en la
trastienda, como el elegante diseño de producción de Lino Fiorito, paseándonos
por palacios suntuosos, contrastándolo calles empedradas romanas, o el
apartamento particular angosto de Giulio (para exponer el lado austero de
Giulio), el caos aparente durante los juicos sumarísimos con los mafiosos
(Proceso de Palermo); ello filtrado por la fascinante fotografía de Luca
Bigazzi, con una iluminación irreal turbadora, con movimientos gráciles, con
tomas simétricas, voyeurs, picados con Steadicam, en consonancia con la fenomenal
edición Cristiano Travaglioli, provoca momentos de una beldad lírica punzante, ello
salpicando la narración de crímenes atroces, suicidios atronadores, atentados brutales (como cuando vemos al aliado de
Andreotti, Salvo Lima [Giorgio Colangeli] asesinado por la mafia, esto intercalado
con escenas de Andreotti en carreras de caballos), cala emocionalmente en trasladar
el mundo interior del titular, cada cual sacará sus propias conclusiones; Todo
ello con la marca habitual de PS de su gusto por adornar con música heterogénea
sus historias, mezclando temas de música clásica de Sibelius con cantantes como
Beth Orton y combinándolas con escenas que hacen te sientas removido. Secuencias
finales vinculadas al inexpresivo éxito de 1982 de Trio, “Da Da Da”, te dejan
tocado. Con música original de Teho Teardo.
La película presenta la
historia de Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia, conocido
por sus presuntos vínculos con la mafia. La narración abarca la séptima
elección de Andreotti en 1992, su intento fallido de llegar a la presidencia de
la República Italiana, el escándalo de sobornos Tangentopoli y su juicio en
1995. Al comienzo de la película, Giulio Andreotti ofrece un monólogo interior
en el que observa cómo ha logrado sobrevivir a su tumultuosa carrera política
mientras sus diversos detractores han muerto. Un montaje muestra los asesinatos
de varias personas relacionadas con Andreotti, incluido el periodista Mino
Pecorelli, el general de los Carabineros Carlo Alberto Dalla Chiesa, los
banqueros Michele Sindona y Roberto Calvi, y el ex primer ministro Aldo Moro.
La incumbencia de
Andreotti revela el pentapartito, consistía en cinco partidos que iban desde el
centro-derecha hasta el centro-izquierda. Esta coalición se formó para evitar
una mayoría de izquierda y pudo asegurar una mayoría mediante métodos estratégicos
de toma y daca. Al mantener este sistema de turnos, se formó una
"corrupción sistemática" en la que los partidos ya no eran impulsados
por las masas, sino por sus alineaciones, lo que resultó en un
"intercambio de recursos".
Andreotti, que en ese
momento era senador vitalicio, entró al gobierno por primera vez en 1947 y, con
su partido, la Democracia Cristiana, gobernaron Italia básicamente como un
sistema de partido único durante 44 años, hasta que los escándalos de “Tangentopoli”
o Sobornos finalmente derribaron el control del partido.
El arranque es
impactante con un montaje truculento de asesinatos sexteados por extraña música
rockera, a los que PS coloca sobreimpresionado para decirnos quien era y que
cargo tenía, ristra de políticos, banqueros y jueces, incluidos Aldo Moro,
Roberto Calvi y Giovanni Falcone. Tras lo que se cambia a algo mucho más
tranquilo, un corte para ver en primer y desbordante primer plano a Andreotti
con la cabeza ‘invadida’ por decenas de agujas, iluminas de modo penetrante.
Tenemos ese toque PS de los contrastes entre lo devastador y lo minimalista.
Nos adentraremos en este
mundillo gobernado por un tipo de apariencia anodina, pero un ladino astuto,
que se mueve en este teatrillo como el actor con mejor cintura política, sorteando
con pericia todas las trabas, dejando entrever sus grietas por algunas muertes,
nunca se sabe si el directamente implicado o no. Aquí tendremos el universo de
la política alternado con la sangre, secuestros, crímenes, mafia, traiciones,
delaciones, suicidios (el encadenado agrio por el escándalo de “Tangentopoli”),
momentos de reflexión filmados con elegancia (esos paseos por Roma de Giulio
seguido por sus guardaespaldas).
Tiene momentos de humor
a lo Scorsese, como es esa llegada (con títulos para nombrarlos a ellos y sus
alias a lo Tarantino) de su gabinete, llegan al palacio presidencial como los
Reyes del Mambo, derrochando alegría y seguridad en su mismos, estos se
muestran extrovertidos y locuaces alrededor de su argamasa del líder mientras
lo afeitan, todos hablan, disertan, hasta que el taciturno Andreotti abre la
boca y todo el jolgorio calla, y entonces el protagonista deja sus peroratas
cargadas de metáforas que los desconciertan. Tendremos fiestas al estilo de
bacanales romanas donde resulta divertido ver a gente supuestamente seria que
la cámara los sigue mientras se desmelenan entre el caos del sarao bailando desenfrenadamente
(que maestro es Sorrentino filmando fiestas, chapeaú!).
Hay una ristra de
personajes secundarios a los que no se le da mucha canha, pero que aprovechan su
espacio para ser pintorescos como Paolo Cirino Pomicino al que da vida un
vitalista Carlo Buccirosso, Vittorio Sbardella encarnado por Massimo Popolizio,
o la quie hace de esposa de ‘Il divo’, Livia Danese, entrañable.
"Es necesario hacer el mal, para
perpetuar el bien"
"Siempre me pronostican el final, y son
ellos los que mueren"
"Los saderdotes votan. Dios no" (al
serle comentado que él habla en la Iglesia siempre con los curas, y no con
Dios)
"En la guerra no se
puede escoger a los soldados"
"El poder desgasta,
sobretodo cuando no se tiene"
"No tengo vicios
menores" (al ser invitado a participar en el baile)
"Se que soy un
hombre de estatura media, pero cuando miro a mi alrededor no veo ningún
gigante".
"Perdóneme, pero Su
Santidad no conoce el Vaticano"
"El dictador más
difícil de odiar es uno mismo"
"Pensar mal de tu
prójimo es un pecado, pero has acertado"
"La mezquindad de
un hombre bueno es muy peligrosa"
"Cuando se le
preguntó a Jesucristo en los Evangelios qué era la verdad, él nunca
respondió"
"Si me acerco a la
mala gente es porque los árboles también crecen con ayuda del estiércol"
A veces llamado
irónicamente Il Divo (título honorífico que se le da a su "divino"
homónimo, Julio César), Giulio Andreotti, de 89 años, es la eminencia gris de
la política italiana (en 2008 cumplió 62 años ininterrumpidos como
parlamentario). La ópera política de Paolo Sorrentino, original, escabrosa y
sardónica, intenta analizar el personaje y explicar la longevidad de un hombre
que ha sido primer ministro tres veces y ha salido indemne de nada menos que 26
procesos judiciales por cargos que incluyen corrupción y participación en la mafia.
Si el director nunca llega al corazón del hombre, eso es parte de su objetivo:
Andreotti emerge de la película como una colección de fragmentos: estratega
escurridizo, oportunista político, proveedor de ingeniosas frases ingeniosas,
marido obediente pero opaco, un católico mundano.
Film nominado al Óscar
al Mejor Maquillaje (Ganó el de “Star Trek”). Extrañamente no llegó a ser nominada
al Oscar a Mejor Film en habla No Inglesa.
Desde principios de los
años 90, Andreotti ha estado implicado en una amplia variedad de actividades
ilegales, incluidas conexiones con la mafia, pero ha logrado ser absuelto de
todos los cargos. En “Il Divo”, Sorrentino se convierte en un experto perro de
caza, y le echa la culpa de manera convincente a Andreotti de los escándalos de
los últimos 40 años. Únicas pruebas
mafiosas aducidas contra él fueron las declaraciones de criminales arrepentidos.
Paolo Sorrentino y
punto. Gloria Ucrania!!!
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