Capricho Imperial.
Sugestivo y atractivo
drama histórico estadounidense biopic sobre la zarina rusa Catalina la Grande y
como llegó al trono. Dirigido y producido por el vienés Josef von Sternberg,
con guion de Manuel Konroff, Eleanor McGeary, se inspira libremente en el
diario de Catalina II de Rusia encarnada aquí por la berlinesa Marlen Dietrich.
Film que cumple este año el 90 aniversario de su estreno (15/09/1934), y se
mantiene fresco en modernidad, en su forma mordaz de tratar esta disfuncional
corte. Fue la sexta de siete colaboraciones entre von Sternberg y su musa
Marlene Dietrich ("El ángel azul", "Marruecos",
"Dishonored", "Shanghai Express", "Blonde Venus",
"The Scarlet Empress" y "El diablo es mujer") que convirtió
su rostro en uno de los iconos inmortales del cine, en la que de nuevo la
cámara se deleita en su belleza.
Destaca la cinta por la
gótica estética recargada con la que dota los atestados decorados (rodada
íntegramente en los estudios Paramount en Hollywood), creados por la dirección
artística del germano tri-oscarizado Hans Dreier (“Perdición” o “Sunset
Boulevard”), proyectando un estado de ánimo malsano y retorcido, rozando el
escenario de terror salido de la mente de William Blake, donde hay constante
presencia de grotescas figuras, el suizo Pete Babusch (“Los tres mosqueteros” o
“Una americano en París”) creó cientos de esculturas parecidas a gárgolas de
figuras masculinas "llorando, gritando o sumidas en la miseria" que
"se alinean en los pasillos, decoran los tronos reales e incluso aparecen
en los platos para servir". Figuras que se retuercen y contorsionan sobre
el trono, asientos, espejos, o sosteniendo candelabros, dando impresión de
envolver y poseer a los personajes en sus pesadillescas formas, con múltiples
esculturas beatas, (cinco mártires macilentos y de gran tamaño custodian el
lecho de Isabel), con un esqueleto de anfitrión de la mesa banquete de bodas
real, cofres reales con santos tallados en sus tapas, el trono imperial tiene
forma de la doble águila vengadora de las Rusias, hay un espejo curvado en
forma de gárgola con cuernos y alas y una silla formada con la imagen de un
santo mártir, para acomodar al modelo en el regazo del santo. Todo un sinfín de
mobiliario mastodóntico, tapices inmensos, puertas ‘kinkongnianas’ que la
pantalla no es capaz de abarcar, y deben ser abiertas y cerradas por dos
personas, todo inundado de una fastuosa híper-realidad, con pasillos saturados
de decoración; Ello iluminado por la expresionista lente en glorioso b/n de Bert
Glennon (“La Diligencia”) con genuinos juegos de sombras lóbregas, juegos de
reflejos en cristales, travellings incisivos, TOMAS DE GRÚA, y como no
acariciando en delicados primeros planos el rostro de Marlen, con filtros que
la hacen inalcanzable; punteado por la música clásica con arreglos de W. Franke
Harling, John M. Leipold y Milan Roder, tomada de pasajes de los grandes Tchaicovsky,
Mendelson y Wagner; Ello en un palacio poblado de pomposos húsares de diseño
cool, ataviados por exagerados vestuarios de abrigos creados por el diseñador
Travis Banton (“Perdición” o “El proceso Paradine”), también fascinan te para
los trajes de la Dietrich, destacando el del rush final de húsar blanco con
sombrero ruso militar de marta.
Y todo esto regido por
un demente Duque Pedro encarnado por un maravilloso Sam Jaffe, con una madre
dominante y protectora en la emperatriz Isabel encarnada magistralmente por
Louise Dresser, y donde se retrata a Catalina en varias fases patentes por
enunciados en pantalla marcan las elipsis, en un desarrollo de la protagonista
desde una ingenua muchacha, a lideresa de un golpe de estado, pasando por como
su belleza sedujo a militares para remover los cimientos de la nación más
grande. Todo adornado por un acentuado sentido del humor, donde las
insinuaciones sexuales y los diálogos con doble sentido están presentes,
gracias a que el film fue estrenado previo al Codigo Hays de censura ("Catalina añadió fríamente el ejército a su lista de conquistas"). Por
supuesto, que nadie espere una clase de Historia, aunque hay sus pinceladas
(superficiales) de reflejar en bosquejos forzados la pobreza de la plebe rusa de
mediados SXVIII, donde los hedonistas mandatarios viven en su burbuja mientras
el pueblo está sumido en la miseria, esto solo queda como apunte a pie de
página.
El director hace de la
peli un vehículo para el lucimiento de su amada Marlene, y con ello hace un
ejercicio de estilo visual impactante. Se le puede achacar la falta de cohesión
narrativa, nos falta información para tener cosmovisión de lo que acontece, así
como los cambios de Catalina suceden por Imperativo del guion, en cortes
demasiado abruptos en como vemos su cambio de carácter.
La acción se inicia
(1745) en Prusia y se desarrolla en Rusia, entre 1745 (boda de Catalina y
Pedro) y 1762 (entronización de Catalina). La princesa Sofía Federica se casa
por conveniencia política con el Gran Duque Pedro, sobrino de la zarina Isabel
de Rusia y heredero del trono, “el
hombre más apuesto de toda la corte rusa, esbelto y con la constitución de un
dios griego (topándose con la dura realidad)”. Es rebautizada con el nombre de
Catalina, se le impide hablar su lengua (alemán), se la mantiene alejada de
todo lo que puede recordarle el país de origen y se le prohíbe alejarse sola de
Palacio.
“Hace unos siglos, en un
rincón del Reino de Prusia, vivía una pequeña princesa elegida por el destino
para convertirse en el mayor monarca de su época: Zarina de todas las Rusias,
la conocida como Mesalina del Norte”. Tras el enunciado vemos a la niña que
será Catalina, convaleciente en cama, allí gimotea espetando: “No quiero ser
una reina. Quiero ser bailarina”. Tras lo que la princesita escucha a su tutor
un cuento infantil, donde narra las atrocidades cometidas por los zares Pedro
el Grande e Iván el Terrible, mientras los vemos recreados en pantalla en un
difuso pero aterrador encadenado de secuencias de torturas, donde se ven tomas
de mujeres con los pechos desnudos (retortero que fue estrenada la obra antes
de la censura del Codigo Hays), acabando con un reo utilizado como badajo para
una gran campana, tras lo que simbólicamente la edición corta líricamente a la
princesita columpiándose en el jardín. En una alegoría brillante de como la
niña se verá enlazada entre la frivolidad y el horror en rusia.
Sobresale el humor tan
bizarro que tiene, desde los pícaros encuentros entre Catalina y Alexei, la
conversación entre Pedro y Catalina comiendo en una larga mesa a través de un
criado, la escena donde Pedro agujerea una pared con un berbiquí para espiar un
dormitorio ante la atónita mirada de Catalina, que observa como el agujero es
sobre el ojo de un cuadro; la lectura familiar de la carta de Federico de
Prusia, los besamanos de Sofía, Catalina con miriñaque en el vestidor, el
encuentro entre Catalina y un húsar que desconoce quien es ella y juega con
ella; Tenemos juegos pícaros como el de Alexei y Sofia (aun no es Catalina), al
poco de conocerla él la besa, ella le espeta: "Por qué hiciste eso?",
y él le contesta: "Porque me he enamorado de ti y ahora debes
castigarme", le da para ello un látigo, insinuando que le gustan las
relaciones sadomasoquistas (que atrevidos! repito, estamos antes del Codigo
Hays); Tenemos a la llegada de Sofia a la corte recibida por la emperatriz
Isabel, ello mientras de modo flemático un doctor se mete bajo el miriñaque de
la recién llegada para hacerle un examen exprés ginecológico para cerciorarse
de que es fértil; Tenemos un evocador encuentro que rezuma erotismo entre
Catalina y Alexei en un establo, ella se sumerge en el heno, luego se endereza
y se mete una pajita en la boca de lado, Alexei se la quita y ella se mete
coquetamente otra, y él también se la quita, ya sí varias veces, esto cual
running-gag lo repite ella más adelante para burlarse de Alexei (acaso es una
metáfora de felación?); Está la escena del banquete de boda, filmado en
emocional travelling a lo largo de la infinita mesa desbordada de comida, donde
los invitados comen de forma atávica cual si no hubiera mañana; Está el
turbador encadenado en que vemos a Catalina que abraza al teniente Dmitri
(Gerald Fielding), deja caer el broche del conde Alexei (al que ha repudiado al
sorprenderlo en el dormitorio de la Emperatriz), entrelazado esto por el
vigoroso montaje a un plano de campanas tañendo celebrando el nacimiento del ‘heredero’
(claramente no siendo el padre Pedro); Como vibrante el tramo ultimo (spoiler).
Marlene Dietrich sabe
expresar en su expresividad la evolución de su rol, desde la cándida prometida,
a la lujuriosa amante, a la rebelde amotinada contra la locura de su marido, y von
Sternberg la acaricia con el objetivo, la viste de encajes, con plumas, con
pieles, con miradas subjetivas tras velos haciéndola plúmbea, con ropajes
suntuosos el que parece hecho de púas de pelo blanco con puntas negras, que
ondulan hipnóticamente cuando se mueve, enalteciéndola con la delicada
iluminación, esto lo aprovecha la actriz para seducirnos con su encanto. A la
apr que se hace creíble en el rush final dirigiendo el motín; Sam Jaffe da vida
de modo guiñolescamente divertido a Pedro el Grande, con una sonrisa delirante,
tiene una mente infantil, y parece no saber de sexo, cuando su deber es tener
un heredero
Spoiler:
Rush final: Un
intertítulo dice, "Y mientras su Majestad Imperial Pedro III aterrorizaba
a Rusia, Catalina añadió fríamente el ejército a su lista de conquistas". Catalina
inspecciona a los oficiales del regimiento favorito de Alexei y destaca al
teniente Dmitri al tomar prestada una de las condecoraciones de Alexei para
recompensarlo por su valentía. También le llama la atención Orlov, el capitán
de Dmitri. Esa noche, Catalina, se había negado a ver a Alexi en privado desde que
lo admitió en las habitaciones de Isabel, le permite visitarla. Cuando están
solos en su habitación, ella juega con él antes de enviarlo por la escalera
secreta para abrirle la puerta al hombre que espera allí. Ve al Capitán Orlov y
comprende que su oportunidad de tener una relación con Catalina ha pasado.
Durante la cena, el archimandrita recoge limosnas para los pobres. Catalina se
quita las pulseras del brazo, Orlov dona gemas, Alexéi regala una bolsa llena
de monedas, el canciller añade una sola moneda y la amante de Pedro pone un
trozo de comida en el plato. Pedro abofetea al archimandrita y luego propone un
brindis por su amante, pero Catalina se niega a participar. Pedro la llama
tonta y ella se va con Orlov. Pedro despoja a Orlov de su rango y lo destituye
del servicio militar al trono. Luego pone a Catalina bajo arresto domiciliario,
ocultándolo al emitir una proclamación pública de que está muriendo. En mitad
de la noche, Orlov se cuela en la habitación de Catalina y la despierta. De
uniforme, huye del palacio con sus tropas leales. Alexei la ve partir y
murmura: "Sale Pedro III, entra Catalina II". Cabalga durante la
noche, reuniendo hombres para su causa. En la catedral, el archimandrita
bendice a Catalina y ella hace sonar la campana que señala el inicio del golpe.
Pedro se despierta y abre la puerta, encontrando a Orlov haciendo guardia.
Orlov dice "No hay emperador. Sólo hay una emperatriz" y lo mata,
ello visto fuera de campo con una silueta negra de un gran crucifijo. Catalina ataviada
de uniforme militar virginal blanco con gorro ruso, en una muy bella y operística
escena suben las escaleras del palacio y entran atronadoramente en la sala del
trono para hacerse con el poder en una asonada, mientras las campanas se unen a
la Obertura de 1812. Su gobierno es seguro.
Me queda uno de esos
films que es mejor pro partes que, en conjunto, pero esas partes son la mayoría
brillantes, de las que calan. Gloria Ucrania!!!
PD. Hace el debut en la
cinta la pequeña María, hija de Marlene, con una pequeña aparición al principio
como Catalina niña.