jueves, 8 de junio de 2023

 


MOULIN ROUGE. (1952)

 

Sugestivo biopic sobre la figura del mítico (maldito, pocos en esta vocación no lo es) pintor francés Henri de Toulouse-Lautrec. Con motivo del reciente 70 aniversario del estreno (23/12/1952) de este film me lo he visto, que lo tenía lejano en la memoria, y me he encontrado un drama sugerente, aunque, igual por mi mucha filmografía a cuestas, me ha sido algo previsible en el retrato del artista bajo de autoestima, martirizado por los amores incomprendidos, ejemplificando aquello del éxito en su vocación artista y fracaso en el amor. Dirige el gran John Huston a partir de un guion que coescribió con Anthony Veiller (“Forajidos” o “El extraño”), basada en la novela homónima de 1950 de Pierre La Mure, aunque con notorias influencias de la novela "Of Human Bondage" (1915) de W. Somerset Maugham. Sigue al mencionado pintor en su crucial estancia en la París de los bajos fondos, en la bohemia cultura floreciente de finales del SXIX y principio del siguiente, siendo epicentro el epónimo club Moulin Rouge, protagonista encarnado por un gran José Ferrer como el tullido que tras un accidente no le crecieron las piernas (agravado esto por la endogamia de que sus progenitores eran primos hermanos), atormentado por esta tara vive una existencia flagelante, en medio de su vocación pintora en Montmartre, donde se especializa en ser ‘cronista’ infográfico de esta sub cultura de baja estofa, con sus bailes de can-can, o el enfoque a figuras de prostitutas, aquí entremezclándose con sus alienantes romances, aunque todo ello idealizando al artista de Albi como figura trágica, obviando su afición a los prostíbulos, y hasta haciendo laberintos para no decir claramente que la amante Marie Charlet era una meretriz de la calle, pero esto supongo era por mor del Codigo Hays de censura.

 

Este era un tiempo en que muchas producciones miraron a los pintores como fuente de historias que engancharan al público, pues muchos eran tipos con muchas aristas. Tenemos a Alain Resnais con sus documentales de Van Gogh (1948) y Gaugin (1950), Vincent Minnelli recreó la vida del pintor tulipán Van Goch en “El loco del pelo rojo” (1956), con un estelar Kirk Douglas como el titular, Henri-Georges Clouzot dirigió “Le Mystére Picasso” (1956), ty en este panorama surge “Moulin Rouge”, donde el director de “La Reina de África” deslumbra con el mimo con que intenta hacer de la pantalla un lienzo sobre el que emanen cuadros en movimiento de Lautrec, para ello es fundamental la coprotagonista del film, la cinematografía de Oswald Morris (“El violinista en el tejado” o “El hombre que pudo reinar”), de hecho Huston pidió al DP que hiciera el esquema de color de la película pareciera "como si Toulouse-Lautrec la hubiera dirigido", rodando en fulgente Technicolor de tres tiras, impresión de proyección generada mediante transferencia de tinte a partir de tres matrices de gelatina de colores primarios. permite gran plasticidad en el control de la densidad, el contraste y la saturación de la impresión. Houston le pidió a Technicolor una paleta tenue, en lugar de los colores a veces llamativos por los que era famoso el "glorioso Technicolor", esto lo consiguió el director con la ayuda del fotógrafo documentalista de la revista Life Eliot Elisofon, especialista en filtros para añadir sensaciones nebulosas en los fotogramas, proyectando tonalidades suaves cromáticas que impregnan la estética de carácter pictórico espléndido.

 

Tiene un comienzo arrollador de unos 20 fogosos minutos en el titular local nocturno, nos sitúa en 1899, en el reflejo de lo que era el mítico Moulin Rouge, con una vistosidad apabullante, que resplandece en los tonos rojizos pastel,  lugar donde las clases altas y bajas se funden en sus bajos instintos, habiendo para adornar números musicales vigorosos, apoyados en la electrizante música de Georges Auric (“El salario del miedo” o “Rififi”), con los legendarios bailes de Can-Can, lascivas coreografías que lascivamente dejan ver sus ropas interiores y con ello excitando al personal, con una vivacidad de personajes punzantes, como son esas dos mujeres rivales que acaban en pelea de gatas, o esos bailarines (uno de ellos con unas prótesis ridículas), con esa bella cantante que baja las escaleras (la Zsa Zsa Gabor en su debut en cine como la bailarina Jane Avril, a la que inmortalizó en sus carteles con el Can-Can, aunque paradójicamente aquí se atiene a cantar "Where Is Your Heart" [que se convirtió en un éxito], en un rol sin sustancia, de pasar por allí), todo un chute de vitalidad. Y en medio del jolgorio ese pintor bajito, al que (ingeniosamente, cual Rick de “Casablanca”) solo vemos sus manos (en vez de firmar un talón) que pinta sentado en una mesa a las danzarinas. También tiene éxito la cinta en la recreación de este sub mundo de tabernas, callejones oscuros iluminados por tenues lamparillas de gas, pisos decrépitos, cafés mugrientos, los Bateaux Mouches que navegan por el Sena, o sus hermosos puentes, ello gracias a Marcel Vertés (“El ladrón de Bagdad”), que en su faceta de diseño de producción y de diseñador de vestuario ganó doble Oscar por su exquisita labor, y ello teniendo en cuenta que la cinta se filmó casi enteramente en interiores en los Estudios Shepperton, con tomas de segunda unidad de Paris y el Château de Malrome (Gironde). Todo ello suma para emitir un estado de ánimo entre nostálgico y evocador.

 

Tras el poderoso inicio en Moulin Rouge la cinta torna en un drama angustioso, con el pintor enamorándose de una díscola ‘chica de la noche’, Marie Charlet (Colette Marchand), hubiera preferido que siguieran con esa faceta de exhibir la alegría de vivir que es este Moulin Rouge. Pero la historia se centra entonces en este amor fou del artista dándolo todo por alguien amoral, tóxica, alienante, que lo humilla, que tiene cambios de humor constantes, que le engaña una y otra vez, y sin embargo él está enamorado de la debilidad que esconde tras esa fachada ostentosa: Un cliché esto del artista vejado por el amor. Este ‘romance’ marca al pintor en su devenir anímico, en sus relaciones posteriores, esto si fuera ficción no pasaría nada, pero si es una biografía filmada es chirriante cuando sabes que esto es inventado, y me hace torcer el gesto, es un reduccionismo caricaturesco, queriendo hacer de este fracaso amoroso el centro de su carácter, y esto está lejos de la verdad. Aunque la actriz Colette derrocha energía, electricidad, nervio, un torbellino vibrante en sus cambios de humor; Vemos en flashback ágil la opulenta vida aristócrata de niño que será pintor, todo muy idílico, aquí el propio José Ferrer interpreta al padre del pintor, el conde Alphonse de Toulouse-Lautrec, también lo hará en la edad adulta del artista, los distinguiremos porque el pintor tendrá barba y el otro no, hasta que tiene un accidente y le provoca su tara física que le marcará de por vida; Hay un muy aleccionador tramo en que Henri idea con un impresor como crear carteles con sus pinturas a modo de publicidad del Moulin Rouge, con estampas que escandalizaron; Y en la parte final tenemos la relación entre el pintor y la mujer de clase alta Myriamme Hirman (Suzanne Flon), que conoció casualmente cuando él creía se iba a tirar por un puente parisino. Ella le deja caer su interés amoroso y él dañado por su relación anterior no quiere comprometerse y crea un escudo entre ambos, llamándose asimismo ‘Mono de feria’, por ir con ella. Hay un pretendiente de ella al que nada vida nada menos que Peter Cushing, en un pequeño rol de una sola escena. Esta una subtrama un tanto sosa por el carácter plano de ella, aunque Ferrer derrocha mordacidad cruel y un cinismo sangrante notable en sus réplicas a ella, a sus acercamientos cariñosos; Hay par de momentos del film en que el director inserta durante algún minuto un encadenado de pinturas de Toulouse Lautrec, dejando claro que la cinta es un homenaje al pintor; Y tenemos un final precioso, que hace se eleve la cinta para ser más que interesante (añadiendo todo lo positivo mencionado), una entrañable secuencia donde el onirismo más conmovedor se adueña de la pantalla, dando un cautivador broche a la cinta (spoiler).

 

El actor portorriqueño José Ferrer era especialista en encarnar a personajes atormentados por su físico, lo que les hacía cínicos misántropos, como lo atestigua su papel protagónico en “Cyrano de Bergerac” (1950), le valió el Oscar, también fue nominado por el papel secundario como el Delfín Carlos VII en “Juana de Arco” (1948), y aquí mismo tuvo también nominación por su gran actuación, aunque perdió ante el Gary Cooper de “Solo ante el peligro”. Cyrano y este pintor tienen mucho en común, aparte de ser franceses, ambos son tipos cultos, aman y no son correspondidos, llevan con dignidad su defecto físico. Ferrer da vida al pintor con gran mordacidad, con una melancolía que cala en el espectador, gritando en su comportamiento su reverencial aislamiento, intenta apagar sus penas en alcohol, un adelantado a su tiempo, que vivía entre el lumpen casi como un flagelo. Tipo de modales elegantes, con lengua afilada, siempre con respuesta fina, casi siempre adustamente sarcástica, sobre todo ya en la parte en que su baja autoestima le son todo, con la relación con Myriamme, sus ojos tras esas gafillas son sublimes expresando tristeza, seguramente el padecimiento al tener que hacer de bajito, teniendo que andar de rodillas en algunas escenas le hicieran mimetizarse en parte (salvando mucho las distancias) con su alter ego real. Transformar a Ferrer en Henri requirió uso de plataformas y fosos ocultos, ángulos de cámara, maquillaje y vestuario especiales. También se utilizaron dobles de cuerpo corto. Ferrer utilizó un juego de rodilleras de diseño propio le permitían caminar de rodillas. Recibió grandes elogios no solo por su actuación, también por su disposición a que le ataran las piernas de tal manera simplemente para interpretar un papel.

 

Spoiler:

 

Tras delirios por alcoholismo, supuestamente por haber dejado escapar a Myriamme, acaba desahuciado en el castillo de sus padres, acostado esperando la muerte, allí postrado ve entrar a los fantasmas de los bailarines del Moulin Rouge, saltando, danzando, en Can-Can: Las gentes que inspiraron su arte, y lo vemos sonreír, quizás la única vez en el film y muere.

 

La película en el Festival Internacional de Cine de Venecia ganó el León de Plata; Además del mencionado Peter Cushing, aparece en un rol aun más pequeño sin acreditar el gran Christopher Lee, pareja de Cushing en las populares producciones de terror de la Hammer, años después.

 

Henri de Toulouse-Lautrec era un ‘putero’, contrajo sífilis, y nada de esto se comenta en el film. Como que conoció a grandes pintores como Van Goch y Edgar Degas, del primero se hace mención sin más, del segundo ni eso; Asimismo viajó a Londres donde hizo amistad con Oscar Wilde, al que retrató e incluso diseñó el programa de mano (folleto o cuadernillo) repartido en el estreno parisino de su drama Salomé. Acudía no solo al Moulin Rouge, si no a otros locales nocturnos como el Salón de la Rue des Moulins, el Moulin de la Galette, Le Chat Noir o el Folies Bergère, pero estos no existen en la película.

 

Me queda entre lo bueno y menos bueno, una película apreciable, recomendable por muchos elementos, aun sabiendo de sus fallas. Gloria Ucrania!!!

 


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