MOULIN ROUGE. (1952)
Sugestivo
biopic sobre la figura del mítico (maldito, pocos en esta vocación no lo es)
pintor francés Henri de Toulouse-Lautrec. Con motivo del reciente 70
aniversario del estreno (23/12/1952) de este film me lo he visto, que lo tenía
lejano en la memoria, y me he encontrado un drama sugerente, aunque, igual por
mi mucha filmografía a cuestas, me ha sido algo previsible en el retrato del
artista bajo de autoestima, martirizado por los amores incomprendidos,
ejemplificando aquello del éxito en su vocación artista y fracaso en el amor.
Dirige el gran John Huston a partir de un guion que coescribió con Anthony
Veiller (“Forajidos” o “El extraño”), basada en la novela homónima de 1950 de
Pierre La Mure, aunque con notorias influencias de la novela "Of Human
Bondage" (1915) de W. Somerset Maugham. Sigue al mencionado pintor en su
crucial estancia en la París de los bajos fondos, en la bohemia cultura
floreciente de finales del SXIX y principio del siguiente, siendo epicentro el
epónimo club Moulin Rouge, protagonista encarnado por un gran José Ferrer como
el tullido que tras un accidente no le crecieron las piernas (agravado esto por
la endogamia de que sus progenitores eran primos hermanos), atormentado por
esta tara vive una existencia flagelante, en medio de su vocación pintora en
Montmartre, donde se especializa en ser ‘cronista’ infográfico de esta sub
cultura de baja estofa, con sus bailes de can-can, o el enfoque a figuras de
prostitutas, aquí entremezclándose con sus alienantes romances, aunque todo
ello idealizando al artista de Albi como figura trágica, obviando su afición a
los prostíbulos, y hasta haciendo laberintos para no decir claramente que la
amante Marie Charlet era una meretriz de la calle, pero esto supongo era por
mor del Codigo Hays de censura.
Este era un tiempo en
que muchas producciones miraron a los pintores como fuente de historias que
engancharan al público, pues muchos eran tipos con muchas aristas. Tenemos a
Alain Resnais con sus documentales de Van Gogh (1948) y Gaugin (1950), Vincent
Minnelli recreó la vida del pintor tulipán Van Goch en “El loco del pelo rojo”
(1956), con un estelar Kirk Douglas como el titular, Henri-Georges Clouzot
dirigió “Le Mystére Picasso” (1956), ty en este panorama surge “Moulin Rouge”,
donde el director de “La Reina de África” deslumbra con el mimo con que intenta
hacer de la pantalla un lienzo sobre el que emanen cuadros en movimiento de
Lautrec, para ello es fundamental la coprotagonista del film, la cinematografía
de Oswald Morris (“El violinista en el tejado” o “El hombre que pudo reinar”),
de hecho Huston pidió al DP que hiciera el esquema de color de la película
pareciera "como si Toulouse-Lautrec la hubiera dirigido", rodando en
fulgente Technicolor de tres tiras, impresión de proyección generada mediante
transferencia de tinte a partir de tres matrices de gelatina de colores
primarios. permite gran plasticidad en el control de la densidad, el contraste
y la saturación de la impresión. Houston le pidió a Technicolor una paleta
tenue, en lugar de los colores a veces llamativos por los que era famoso el
"glorioso Technicolor", esto lo consiguió el director con la ayuda
del fotógrafo documentalista de la revista Life Eliot Elisofon, especialista en
filtros para añadir sensaciones nebulosas en los fotogramas, proyectando
tonalidades suaves cromáticas que impregnan la estética de carácter pictórico
espléndido.
Tiene un comienzo
arrollador de unos 20 fogosos minutos en el titular local nocturno, nos sitúa
en 1899, en el reflejo de lo que era el mítico Moulin Rouge, con una vistosidad
apabullante, que resplandece en los tonos rojizos pastel, lugar donde las clases altas y bajas se funden
en sus bajos instintos, habiendo para adornar números musicales vigorosos,
apoyados en la electrizante música de Georges Auric (“El salario del miedo” o
“Rififi”), con los legendarios bailes de Can-Can, lascivas coreografías que
lascivamente dejan ver sus ropas interiores y con ello excitando al personal, con
una vivacidad de personajes punzantes, como son esas dos mujeres rivales que
acaban en pelea de gatas, o esos bailarines (uno de ellos con unas prótesis ridículas),
con esa bella cantante que baja las escaleras (la Zsa Zsa Gabor en su debut en
cine como la bailarina Jane Avril, a la que inmortalizó en sus carteles con el
Can-Can, aunque paradójicamente aquí se atiene a cantar "Where Is Your
Heart" [que se convirtió en un éxito], en un rol sin sustancia, de pasar
por allí), todo un chute de vitalidad. Y en medio del jolgorio ese pintor
bajito, al que (ingeniosamente, cual Rick de “Casablanca”) solo vemos sus manos
(en vez de firmar un talón) que pinta sentado en una mesa a las danzarinas.
También tiene éxito la cinta en la recreación de este sub mundo de tabernas,
callejones oscuros iluminados por tenues lamparillas de gas, pisos decrépitos, cafés
mugrientos, los Bateaux Mouches que navegan por el Sena, o sus hermosos
puentes, ello gracias a Marcel Vertés (“El ladrón de Bagdad”), que en su faceta
de diseño de producción y de diseñador de vestuario ganó doble Oscar por su
exquisita labor, y ello teniendo en cuenta que la cinta se filmó casi
enteramente en interiores en los Estudios Shepperton, con tomas de segunda
unidad de Paris y el Château de Malrome (Gironde). Todo ello suma para emitir
un estado de ánimo entre nostálgico y evocador.
Tras el poderoso inicio
en Moulin Rouge la cinta torna en un drama angustioso, con el pintor
enamorándose de una díscola ‘chica de la noche’, Marie Charlet (Colette
Marchand), hubiera preferido que siguieran con esa faceta de exhibir la alegría
de vivir que es este Moulin Rouge. Pero la historia se centra entonces en este
amor fou del artista dándolo todo por alguien amoral, tóxica, alienante, que lo
humilla, que tiene cambios de humor constantes, que le engaña una y otra vez, y
sin embargo él está enamorado de la debilidad que esconde tras esa fachada
ostentosa: Un cliché esto del artista vejado por el amor. Este ‘romance’ marca
al pintor en su devenir anímico, en sus relaciones posteriores, esto si fuera
ficción no pasaría nada, pero si es una biografía filmada es chirriante cuando
sabes que esto es inventado, y me hace torcer el gesto, es un reduccionismo
caricaturesco, queriendo hacer de este fracaso amoroso el centro de su
carácter, y esto está lejos de la verdad. Aunque la actriz Colette derrocha
energía, electricidad, nervio, un torbellino vibrante en sus cambios de humor; Vemos
en flashback ágil la opulenta vida aristócrata de niño que será pintor, todo
muy idílico, aquí el propio José Ferrer interpreta al padre del pintor, el
conde Alphonse de Toulouse-Lautrec, también lo hará en la edad adulta del
artista, los distinguiremos porque el pintor tendrá barba y el otro no, hasta
que tiene un accidente y le provoca su tara física que le marcará de por vida; Hay
un muy aleccionador tramo en que Henri idea con un impresor como crear carteles
con sus pinturas a modo de publicidad del Moulin Rouge, con estampas que
escandalizaron; Y en la parte final tenemos la relación entre el pintor y la
mujer de clase alta Myriamme Hirman (Suzanne Flon),
que conoció casualmente cuando él creía se iba a tirar por un puente parisino.
Ella le deja caer su interés amoroso y él dañado por su relación anterior no
quiere comprometerse y crea un escudo entre ambos, llamándose asimismo ‘Mono de
feria’, por ir con ella. Hay un pretendiente de ella al que nada vida nada
menos que Peter Cushing, en un pequeño rol de una sola escena. Esta una
subtrama un tanto sosa por el carácter plano de ella, aunque Ferrer derrocha
mordacidad cruel y un cinismo sangrante notable en sus réplicas a ella, a sus
acercamientos cariñosos; Hay par de momentos del film en que el director
inserta durante algún minuto un encadenado de pinturas de Toulouse Lautrec,
dejando claro que la cinta es un homenaje al pintor; Y tenemos un final
precioso, que hace se eleve la cinta para ser más que interesante (añadiendo todo
lo positivo mencionado), una entrañable secuencia donde el onirismo más
conmovedor se adueña de la pantalla, dando un cautivador broche a la cinta
(spoiler).
El actor portorriqueño
José Ferrer era especialista en encarnar a personajes atormentados por su
físico, lo que les hacía cínicos misántropos, como lo atestigua su papel
protagónico en “Cyrano de Bergerac” (1950), le valió el Oscar,
también fue nominado por el papel secundario como el Delfín Carlos VII en
“Juana de Arco” (1948), y aquí mismo tuvo también nominación por su gran
actuación, aunque perdió ante el Gary Cooper de “Solo ante el peligro”. Cyrano
y este pintor tienen mucho en común, aparte de ser franceses, ambos son tipos
cultos, aman y no son correspondidos, llevan con dignidad su defecto físico.
Ferrer da vida al pintor con gran mordacidad, con una melancolía que cala en el
espectador, gritando en su comportamiento su reverencial aislamiento, intenta
apagar sus penas en alcohol, un adelantado a su tiempo, que vivía entre el
lumpen casi como un flagelo. Tipo de modales elegantes, con lengua afilada,
siempre con respuesta fina, casi siempre adustamente sarcástica, sobre todo ya
en la parte en que su baja autoestima le son todo, con la relación con
Myriamme, sus ojos tras esas gafillas son sublimes expresando tristeza,
seguramente el padecimiento al tener que hacer de bajito, teniendo que andar de
rodillas en algunas escenas le hicieran mimetizarse en parte (salvando mucho
las distancias) con su alter ego real. Transformar a Ferrer en Henri requirió
uso de plataformas y fosos ocultos, ángulos de cámara, maquillaje y vestuario
especiales. También se utilizaron dobles de cuerpo corto. Ferrer utilizó un
juego de rodilleras de diseño propio le permitían caminar de rodillas. Recibió
grandes elogios no solo por su actuación, también por su disposición a que le
ataran las piernas de tal manera simplemente para interpretar un papel.
Spoiler:
Tras delirios por
alcoholismo, supuestamente por haber dejado escapar a Myriamme, acaba
desahuciado en el castillo de sus padres, acostado esperando la muerte, allí
postrado ve entrar a los fantasmas de los bailarines del Moulin Rouge,
saltando, danzando, en Can-Can: Las gentes que inspiraron su arte, y lo vemos
sonreír, quizás la única vez en el film y muere.
La película en el
Festival Internacional de Cine de Venecia ganó el León de Plata; Además del
mencionado Peter Cushing, aparece en un rol aun más pequeño sin acreditar el
gran Christopher Lee, pareja de Cushing en las populares producciones de terror
de la Hammer, años después.
Henri de
Toulouse-Lautrec era un ‘putero’, contrajo sífilis, y nada de esto se comenta
en el film. Como que conoció a grandes pintores como Van Goch y Edgar Degas,
del primero se hace mención sin más, del segundo ni eso; Asimismo viajó a
Londres donde hizo amistad con Oscar Wilde, al que retrató e incluso diseñó el
programa de mano (folleto o cuadernillo) repartido en el estreno parisino de su
drama Salomé. Acudía no solo al Moulin Rouge, si no a otros locales nocturnos
como el Salón de la Rue des Moulins, el Moulin de la Galette, Le Chat Noir o el
Folies Bergère, pero estos no existen en la película.
Me queda entre lo bueno y
menos bueno, una película apreciable, recomendable por muchos elementos, aun
sabiendo de sus fallas. Gloria Ucrania!!!
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