LA MUJER DE ARENA.
Fascinante
film japonés, propuesta que me vuelve a demostrar que el cine siempre puede
sorprenderme con obras que me hagan estremecer por su poder de hacerte
reflexionar sobre la vida. Dirigida hace casi 60 años por Hiroshi Teshigahara,
que adapta el guión de Kobo Abe basado en su propia novela, para un relato nada
complaciente, no apto a todos los paladares, desarrollando una narración
serena, que conforme avanza te cala más y más, cual granos de arena de la sima
protagonista. Una historia con referencias kafkianas (por lo surrealista de la
idea, nunca termina de entenderse el porqué del secuestro esclavizante, porque
es tan valiosa la arena que sacan de dentro del hoyo y la de arriba; como por
la Metamorfosis que sufre el protagonista) mezcladas con El Mito de la Caverna
(la cueva en el hoyo en que vivirán los protagonistas) y El Mito de Sísifo (la
legendaria roca pasa aquí a ser la arena), definitorio de la indefinición
(paradójicamente) es cuando el hombre le pregunta a la mujer: "Estás
paleando (recogiendo arena) para sobrevivir o sobreviviendo para palear?".
Thriller psicológico con
mucho de sensualidad turbadora, con protagonismo casi exclusivo para un
entomólogo (Eiji Okada) y una mujer joven (Kyôko Kishida), casi una obra de
teatro por los pocos personajes y por estar casi toda la cinta ocurriendo en un
solo lugar, ero que el realizador con su fluida y hábil realización hace que no
lo sintamos así, combinado con la ayuda de cuasi- protagonista la expresionista
cinematografía en glorioso b/n de Hiroshi Segawa (“El rostro ajeno” o “Bajo la
bandera del sol naciente”), componiendo planos y tomas de una beldad epicúrea,
con un gran sentido poético, escenas de resonancias pictóricas hipnóticas, como
son esas líricas tomas leit-motive de los granos de arena deslizándose cual si
tuvieran vida, pendiente abajo sobre la inmensidad de la ladera arenada,
manejando las profundidades de campo en pos de exponer la soledad, así como
sensacional en la carnalidad en las tomas de la piel desnuda, con exacerbados
primeros planos, el detallismo, todo en pos de un efecto emocional incisivo,
cargado de intensidad, una calidad fotográfica que nos hace rozar la piel de
los protagonistas, la arena se nos hace tangible, la vemos filtrarse por las
rendijas de las maderas de la cabaña, las vemos llover en el interior de la
misma, las tomas pegadas a la piel asemejan a las dunas con el sudor
deslizándose por los poros de la piel cual arena. Sumando tomas de marcado
espíritu descriptivo con planos cenitales para hacer ver el poder y el
sometimientos de unos y otros, con planos holandeses, o la secuencia sexual en
que los protagonista hacen el amor mientras la arena cae del techo en sus
sacudidas cual alegoría del orgasmo; Como formidable es la labor de edición de Fusako Shuzui (“Okami” o “La trampa”), creando
yuxtaposiciones fabulosas, como las que asemejan las curvas de una mujer a las
ondulaciones de las dunas; Ello combinado con una banda sonora omisa creada por Tôru Takemitsu (“Harakiri” o “Ran”), de resonancias
metálicas que te hace removerte en miscelánea con las imágenes.
La película se puede
entender como una alegoría sobre la búsqueda de la libertad, sobre la búsqueda
de nuestra identidad, sobre el eterno choque entre urbanitas y ruralidad, con
epicentro en una prisión suigéneris, una cabaña dentro de un infinito pozo de
arena, que cual Sísifo llevando la piedra montaña arriba deben ir sacando poco
a poco para no ser devorados por la misma. Todo ello adornado por una historia
de amor perturbador, donde ella es carcelera y a la vez sumisa a los amantes.
Todo discurriendo en un claro sino existencialista, donde puedes ver en las
entrañas de los personajes sus engranajes moverse, en un escenario por el modo
de filmarse de resonancias onírico-pesadillescas, donde el calor y el calor
asfixiante se combina con una impresión de claustrofobia opresiva que roza los
niveles de insoportable.
La película comienza con
un montaje de huellas dactilares y sellos de pasaporte, y luego hay un primer
plano de un grano de arena del tamaño de una roca, y luego varios del tamaño de
diamantes, y luego innumerables granos, con el viento ondeando su superficie
como si fueran agua. Tras ello escuchamos en off al protagonista Jumpei que
reflexiona sobre la seguridad que el ser humano necesita para vivir, en
realidad el director hace en este inicio una alegoría sobre como Jumei es un
grano de arena a la vez un insecto en medio de la inmensidad, para ello nada
mejor que esas tomas de Jumpei subiendo las dunas, o durmiendo dentro de un
bote en medio de la nada. Y en medio de este inicio el director cuela una de
las señas del film, imágenes superpuestas, en este caso sobre las dunas el
rostro de una mujer. Tras perder el último bus los lugareños le ofrecen poder
quedarse en una cabaña, Jumpei responde: "Me encanta quedarme en casas
locales", esto que para él en principio será una anécdota terminará siendo
una condena. La cabaña está en el centro de un enrome pozo de arena, regentada
por una mujer amable (sin nombre), y la misma sufriendo las inclemencias de
continuas brisas y vientos que hacen llover arena constantemente, al lugar se
baja pro una escalera enrollable. En la noche Jumpei se despierta y ve a la
mujer en el exterior con una pala llenando compuertas de arena que suben desde
arriba, y le sigue resultando anecdótico. Por la mañana se despierta y ve
desnuda a la mujer durmiendo, observamos la piel resplandeciente de ella en su
espalda, y sentimos su excitación. Se levanta el tipo sin querer despertar a la
mujer, con intención de marcharse, pero la escalera ha desaparecido, entonces
la insidiosa música explosiona unos aterradores acordes presagiando la
pesadilla que se le avecina a Jumpei. Y tras ello el hombre entra en de lleno
en el pozo que será su vida a partir de entonces, preso de un lugar donde debe
palear arena si no quiere ser enterrado por ella.
El hombre intentara huir
a su aciago destino intentando subir con sus desnudas manos la pared de arena
elevándose unos centímetros y volviendo a caer una y otra vez en una imagen
desesperante. Deberá aceptar su sino de reo, no sin antes rebelarse todo lo que
puede con violencia contra la mujer, Allí solo le queda adaptarse o morir. Lo
hará interesándose por las aves y los insectos del lugar, intentará atrapar
cuervos que le sirvan de mensajeros y en el intento hará un descubrimiento. Por
el camino tendrá una relación amorosa con quién si no que con la mujer. Todo en
un desarrollo sereno, que hace que su duración de casi dos horas y media nos
cale cual, si fuéramos Jumpei, su rutina, su tedio, con altibajos, como la
ilusión que tiene por el plan de escape, las frustraciones, todo ello para desembocar
en final brillante en su mensaje potente.
En esta sub trama
romántica se esconde gran atractivo del film en el tratamiento tórrido de la
historia. Ella se le ofrece como parte del ‘pago’ ‘por estar allí recluido.
Ella ya desde el inicio se le muestra en todo su esplendor físico desnuda
tumbada durmiendo cerca de él. Este sentido erótico se mezcla con las imágenes
que desprenden sentido metafórico haciéndonos ver que ella es el escarabajo de
arena que vive en la misma, y él es el insecto que intenta escapar.
Transmitiendo los fotogramas sudor, calor, sofoco, con esa sensual secuencia en
que ella lava esmeradamente el cuerpo desnudo de él, llegamos a sentirnos allí
presentes. Un romance forzado, donde ella espera de él alguien que le haga
compañía y le ayude en su kafkiana tarea, acepta humillaciones por parte de él
(en lo que puede verse como una alegoría de la sumisión al hombre de la mujer
tradicional nipona) y él espera de ella un desahogo sexual.
Kyôko Kishida expone a
una mujer dura, adusta, muy sensual y carnal, flemática en la asunción de su
situación, que nunca baremos si es forzada o voluntaria. Desprende ternura en
su sumisión, en su mirada, en sus gestos, en su lenguaje corporal, es una
especie de femme fatale extraña, una viuda negra peculiar, no anhela del
exterior nada, solo una radio. Ha asumido su posición allí de forma estoica.
Ello en una gran actuación cargada de sentimiento; Eiji Okada encarna a Jumpei,
este hombre atrapado en una situación surrealista, convertido en esclavo con
pago de sexo, en principio se opone. En realidad una persona que disfruta de la
soledad, pero reniega de que le impongan su cautiverio (como todos haríamos),
va pasando por varias fases en el ’pozo’ de arena, cual modelo Kübler-Ross (las
cinco etapas del duelo, proceso por el cual el ser humano lidia con la
tragedia, en cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación).
Todo esto el actor lo transmite con gran energía.
Spoiler:
Momentos recordables
(aparte de los mencionados): Cuando Jumpei consigue salir fuera por sus medios,
emborrachando a la mujer, y con unas rudimentarias cuerdas. Una vez fuera se
siente desorientado, huye ante la presencia de sus carceleros locales y en su
huir por las dunas termina dentro de arenas movedizas y acaba pidiendo ayuda a
gritos. Lo sacan y lo devuelven a la ‘madriguera’; Tiempo después Jumpei pide a
los aldeanos le dejen ver el mar como válvula de escape, prometiendo no huir.
Pero la respuesta es que deben servir como entretenimiento sexual para los
lugareños, pidiéndole que a cambio de su petición deben fornicar ante ellos,
ello cona escalofriante pasada por los rostros de estos viscosos seres. Jumpei
tras pensarlo un poco accede, pero es ella la que se resiste, él ve que si son
un juguete para ellos lo pueden ser hasta el asco, mientras ella piensa hay
límites a la humillación y no lo hacen; Pasado tiempo Jumpei descubre por
casualidad un medio para obtener agua potable del subsuelo, y encuentra en
perfeccionar el sistema un sentido a su estancia allí; El momento en que la
mujer escucha la radio donde ponen música clásica, parece una epifanía. Y un
día la mujer se pone enferma, está embarazada y tiene problemas por ello. Los
aldeanos la sacan de allí rápidamente, tanto que se olvidan la escalera. Jumpei
sube, allí no hay gente, da una vuelta por allí. Pero lo vemos volver al ‘pozo’
de arena paras seguir con su invento de extraer agua de bajo la arena, dice en
off: "Ya me las apañaré para escapar más adelante. Ahora debo terminar mi
experimento". Ejemplificando aquello de que el hombre necesita libertad
para decidir incluso si quiere estar cautivo, o es que sufre el Síndrome de
Estocolmo, o que ha hallado el sentido a su Vida con este invento.
Notable y arr5iesgada propuesta,
a al que entre con muchas reservas y terminó ganándome. Gloria Ucrania!!!
PD. Film que ganó el premio
del jurado en Cannes y dos nominaciones al Oscar.
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