jueves, 29 de junio de 2023

 


LA MUJER DE ARENA.


Fascinante film japonés, propuesta que me vuelve a demostrar que el cine siempre puede sorprenderme con obras que me hagan estremecer por su poder de hacerte reflexionar sobre la vida. Dirigida hace casi 60 años por Hiroshi Teshigahara, que adapta el guión de Kobo Abe basado en su propia novela, para un relato nada complaciente, no apto a todos los paladares, desarrollando una narración serena, que conforme avanza te cala más y más, cual granos de arena de la sima protagonista. Una historia con referencias kafkianas (por lo surrealista de la idea, nunca termina de entenderse el porqué del secuestro esclavizante, porque es tan valiosa la arena que sacan de dentro del hoyo y la de arriba; como por la Metamorfosis que sufre el protagonista) mezcladas con El Mito de la Caverna (la cueva en el hoyo en que vivirán los protagonistas) y El Mito de Sísifo (la legendaria roca pasa aquí a ser la arena), definitorio de la indefinición (paradójicamente) es cuando el hombre le pregunta a la mujer: "Estás paleando (recogiendo arena) para sobrevivir o sobreviviendo para palear?".

 

Thriller psicológico con mucho de sensualidad turbadora, con protagonismo casi exclusivo para un entomólogo (Eiji Okada) y una mujer joven (Kyôko Kishida), casi una obra de teatro por los pocos personajes y por estar casi toda la cinta ocurriendo en un solo lugar, ero que el realizador con su fluida y hábil realización hace que no lo sintamos así, combinado con la ayuda de cuasi- protagonista la expresionista cinematografía en glorioso b/n de Hiroshi Segawa (“El rostro ajeno” o “Bajo la bandera del sol naciente”), componiendo planos y tomas de una beldad epicúrea, con un gran sentido poético, escenas de resonancias pictóricas hipnóticas, como son esas líricas tomas leit-motive de los granos de arena deslizándose cual si tuvieran vida, pendiente abajo sobre la inmensidad de la ladera arenada, manejando las profundidades de campo en pos de exponer la soledad, así como sensacional en la carnalidad en las tomas de la piel desnuda, con exacerbados primeros planos, el detallismo, todo en pos de un efecto emocional incisivo, cargado de intensidad, una calidad fotográfica que nos hace rozar la piel de los protagonistas, la arena se nos hace tangible, la vemos filtrarse por las rendijas de las maderas de la cabaña, las vemos llover en el interior de la misma, las tomas pegadas a la piel asemejan a las dunas con el sudor deslizándose por los poros de la piel cual arena. Sumando tomas de marcado espíritu descriptivo con planos cenitales para hacer ver el poder y el sometimientos de unos y otros, con planos holandeses, o la secuencia sexual en que los protagonista hacen el amor mientras la arena cae del techo en sus sacudidas cual alegoría del orgasmo; Como formidable es la labor de edición de  Fusako Shuzui (“Okami” o “La trampa”), creando yuxtaposiciones fabulosas, como las que asemejan las curvas de una mujer a las ondulaciones de las dunas; Ello combinado con una banda sonora omisa creada por Tôru Takemitsu (“Harakiri” o “Ran”), de resonancias metálicas que te hace removerte en miscelánea con las imágenes.

 

La película se puede entender como una alegoría sobre la búsqueda de la libertad, sobre la búsqueda de nuestra identidad, sobre el eterno choque entre urbanitas y ruralidad, con epicentro en una prisión suigéneris, una cabaña dentro de un infinito pozo de arena, que cual Sísifo llevando la piedra montaña arriba deben ir sacando poco a poco para no ser devorados por la misma. Todo ello adornado por una historia de amor perturbador, donde ella es carcelera y a la vez sumisa a los amantes. Todo discurriendo en un claro sino existencialista, donde puedes ver en las entrañas de los personajes sus engranajes moverse, en un escenario por el modo de filmarse de resonancias onírico-pesadillescas, donde el calor y el calor asfixiante se combina con una impresión de claustrofobia opresiva que roza los niveles de insoportable.

 

La película comienza con un montaje de huellas dactilares y sellos de pasaporte, y luego hay un primer plano de un grano de arena del tamaño de una roca, y luego varios del tamaño de diamantes, y luego innumerables granos, con el viento ondeando su superficie como si fueran agua. Tras ello escuchamos en off al protagonista Jumpei que reflexiona sobre la seguridad que el ser humano necesita para vivir, en realidad el director hace en este inicio una alegoría sobre como Jumei es un grano de arena a la vez un insecto en medio de la inmensidad, para ello nada mejor que esas tomas de Jumpei subiendo las dunas, o durmiendo dentro de un bote en medio de la nada. Y en medio de este inicio el director cuela una de las señas del film, imágenes superpuestas, en este caso sobre las dunas el rostro de una mujer. Tras perder el último bus los lugareños le ofrecen poder quedarse en una cabaña, Jumpei responde: "Me encanta quedarme en casas locales", esto que para él en principio será una anécdota terminará siendo una condena. La cabaña está en el centro de un enrome pozo de arena, regentada por una mujer amable (sin nombre), y la misma sufriendo las inclemencias de continuas brisas y vientos que hacen llover arena constantemente, al lugar se baja pro una escalera enrollable. En la noche Jumpei se despierta y ve a la mujer en el exterior con una pala llenando compuertas de arena que suben desde arriba, y le sigue resultando anecdótico. Por la mañana se despierta y ve desnuda a la mujer durmiendo, observamos la piel resplandeciente de ella en su espalda, y sentimos su excitación. Se levanta el tipo sin querer despertar a la mujer, con intención de marcharse, pero la escalera ha desaparecido, entonces la insidiosa música explosiona unos aterradores acordes presagiando la pesadilla que se le avecina a Jumpei. Y tras ello el hombre entra en de lleno en el pozo que será su vida a partir de entonces, preso de un lugar donde debe palear arena si no quiere ser enterrado por ella.

 

El hombre intentara huir a su aciago destino intentando subir con sus desnudas manos la pared de arena elevándose unos centímetros y volviendo a caer una y otra vez en una imagen desesperante. Deberá aceptar su sino de reo, no sin antes rebelarse todo lo que puede con violencia contra la mujer, Allí solo le queda adaptarse o morir. Lo hará interesándose por las aves y los insectos del lugar, intentará atrapar cuervos que le sirvan de mensajeros y en el intento hará un descubrimiento. Por el camino tendrá una relación amorosa con quién si no que con la mujer. Todo en un desarrollo sereno, que hace que su duración de casi dos horas y media nos cale cual, si fuéramos Jumpei, su rutina, su tedio, con altibajos, como la ilusión que tiene por el plan de escape, las frustraciones, todo ello para desembocar en final brillante en su mensaje potente. 

 

En esta sub trama romántica se esconde gran atractivo del film en el tratamiento tórrido de la historia. Ella se le ofrece como parte del ‘pago’ ‘por estar allí recluido. Ella ya desde el inicio se le muestra en todo su esplendor físico desnuda tumbada durmiendo cerca de él. Este sentido erótico se mezcla con las imágenes que desprenden sentido metafórico haciéndonos ver que ella es el escarabajo de arena que vive en la misma, y él es el insecto que intenta escapar. Transmitiendo los fotogramas sudor, calor, sofoco, con esa sensual secuencia en que ella lava esmeradamente el cuerpo desnudo de él, llegamos a sentirnos allí presentes. Un romance forzado, donde ella espera de él alguien que le haga compañía y le ayude en su kafkiana tarea, acepta humillaciones por parte de él (en lo que puede verse como una alegoría de la sumisión al hombre de la mujer tradicional nipona) y él espera de ella un desahogo sexual.

 

Kyôko Kishida expone a una mujer dura, adusta, muy sensual y carnal, flemática en la asunción de su situación, que nunca baremos si es forzada o voluntaria. Desprende ternura en su sumisión, en su mirada, en sus gestos, en su lenguaje corporal, es una especie de femme fatale extraña, una viuda negra peculiar, no anhela del exterior nada, solo una radio. Ha asumido su posición allí de forma estoica. Ello en una gran actuación cargada de sentimiento; Eiji Okada encarna a Jumpei, este hombre atrapado en una situación surrealista, convertido en esclavo con pago de sexo, en principio se opone. En realidad una persona que disfruta de la soledad, pero reniega de que le impongan su cautiverio (como todos haríamos), va pasando por varias fases en el ’pozo’ de arena, cual modelo Kübler-Ross (las cinco etapas del duelo, proceso por el cual el ser humano lidia con la tragedia, en cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Todo esto el actor lo transmite con gran energía.

 

Spoiler:

 

Momentos recordables (aparte de los mencionados): Cuando Jumpei consigue salir fuera por sus medios, emborrachando a la mujer, y con unas rudimentarias cuerdas. Una vez fuera se siente desorientado, huye ante la presencia de sus carceleros locales y en su huir por las dunas termina dentro de arenas movedizas y acaba pidiendo ayuda a gritos. Lo sacan y lo devuelven a la ‘madriguera’; Tiempo después Jumpei pide a los aldeanos le dejen ver el mar como válvula de escape, prometiendo no huir. Pero la respuesta es que deben servir como entretenimiento sexual para los lugareños, pidiéndole que a cambio de su petición deben fornicar ante ellos, ello cona escalofriante pasada por los rostros de estos viscosos seres. Jumpei tras pensarlo un poco accede, pero es ella la que se resiste, él ve que si son un juguete para ellos lo pueden ser hasta el asco, mientras ella piensa hay límites a la humillación y no lo hacen; Pasado tiempo Jumpei descubre por casualidad un medio para obtener agua potable del subsuelo, y encuentra en perfeccionar el sistema un sentido a su estancia allí; El momento en que la mujer escucha la radio donde ponen música clásica, parece una epifanía. Y un día la mujer se pone enferma, está embarazada y tiene problemas por ello. Los aldeanos la sacan de allí rápidamente, tanto que se olvidan la escalera. Jumpei sube, allí no hay gente, da una vuelta por allí. Pero lo vemos volver al ‘pozo’ de arena paras seguir con su invento de extraer agua de bajo la arena, dice en off: "Ya me las apañaré para escapar más adelante. Ahora debo terminar mi experimento". Ejemplificando aquello de que el hombre necesita libertad para decidir incluso si quiere estar cautivo, o es que sufre el Síndrome de Estocolmo, o que ha hallado el sentido a su Vida con este invento.

 

Notable y arr5iesgada propuesta, a al que entre con muchas reservas y terminó ganándome. Gloria Ucrania!!!

 

PD. Film que ganó el premio del jurado en Cannes y dos nominaciones al Oscar.

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