sábado, 24 de junio de 2023

 

55 DÍAS EN PEKIN.


Aparatosa superproducción del megalómano Samuel Bronston que nunca cumple las expectativas que provocan sus participantes, que en los 60 vio un filón en rodar epopeyas en suelo español, pues la orografía, la arquitectura, el clima, y los costes eran en todo favorables, de ahí las epopeyas “El Cid”, “Rey de Reyes”, “La caída del Imperio Romano” o “El fabuloso mundo del circo”. Pero en este caso patinó con un film caótico, manipulador, con un guion anárquico, notándose el dinero en los escenarios, en los cientos de figurantes, y en las batallas, pero falla con estrépito en el libreto, el propio coprotagonista Charlton Heston dijo que jamás volvería a aceptar un papel en una película sin el guion terminado, y eso pasaba aquí, que el mismo se hacía día a día. A esto se suman los problemas de dirección, con un Nicholas Ray alcoholizado y drogadicto que tuvo que abandonar la dirección por esto (no volvió a dirigir nunca más hasta el documental filmándose a sí mismo en sus últimos días con cáncer terminal, “Relámpago sobre agua”, aunque está acreditado como tal, en realidad fue [polémicamente] dirigido por Win Wenders) teniendo que pasar el testigo al director de segunda unidad Andrew Marton (el que dirigió la mítica escena de la carrera de cuadrigas de “Ben-Hur” de 1959). Por si fuera poco, la heroína de la función es Ava Garner, por aquel tiempo vivía en España, y su actuación estuvo condicionada por su alcoholismo galopante, sus faltas de puntualidad, sus olvidos de los diálogos, lo que llevó a ser despedida antes de tiempo y modificar rigurosamente su rol, Heston estaba hasta los mismísimos de la díscola “Animal Más Bello del Mundo”. Todo ello se traduce en un desbarajuste que proclama sin ruborizarse el jingoísmo pan colonialista, disfrazado vomitivamente de cooperación internacional por un bien común, cuando lo que se hace es un ensalzamiento del Imperialismo más sangrante, cuando se hace una alabanza del Invasor que esquilmaba los bienes de China y coloca a los chinos que se rebelaron como salvajes.

 

Dramatiza el asedio de los recintos de las legaciones extranjeras en Pekín (ahora conocido como Beijing) durante el levantamiento de los bóxers, tuvo lugar en China en el verano de 1900. Con guión de Philip Yordan (“Brigada 21”) y Bernard Gordon (“El fabuloso mundo del circo”), y con contribuciones no acreditadas de Robert Hamer (“Ocho sentencias de muerte”), y Ben Barzman (“El cid”), Noel Gerson escribió una novela del guión en 1963 bajo el seudónimo de "Samuel Edwards". La película dirigida principalmente por Nicholas Ray, aunque Guy Green y Andrew Marton asumieron el liderazgo en las últimas etapas de la filmación después de que Ray enfermara. Ambos hombres no acreditados. Está protagonizada por un reparto estelar, con Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven, con papeles secundarios de Flora Robson, John Ireland, Leo Genn, Robert Helpmann, Harry Andrews y Kurt Kasznar. También contiene la primera aparición en pantalla conocida de la futura estrella de cine de artes marciales Yuen Siu Tien. Bronston declaró que se sintió atraído por la Rebelión de los Bóxers porque mostraba "la unidad de los pueblos, sin importar sus creencias, frente al peligro. Este incidente es lo que la ONU simboliza, pero aún no lo ha logrado". Cuando la producción de Bronston “La caída del Imperio romano” quedó en suspenso (se realizó un año después), se reciclaron sus decorados para reconvertirlos en la ‘ciudad’ de las delegaciones extranjeras en Pekín.

 

Es una recreación grimante de los hechos, filtrados desde la óptica occidental, no hay un análisis mesurado y objetivo de los sucesos, todo se caricaturiza para que parezca un western inspirado en “El Álamo”, cruzado los típicos productos del western donde los indios eran lo que hoy son los zombis, figuras sin alma a exterminar sin dilemas morales, y donde los malos se comportan como seres sin carácter alguno, son hordas de horcos atacando de forma monstruosa, y los pobres occidentales se defienden valientemente, cuando si te paras a pensar un poquito están en territorio extranjero y les han pedido que se marchen de su país, los motivos nunca se explican, pero para cualquiera que estudie un poco el tema se da cuenta del porque y de que los occidentales eran unos ocupantes de territorio chino, y el quedarse allí era un insulto para los chinos. Además, me queda muy guiñolesco como todas las delegaciones de las potencias extranjeras se supeditan al coraje de los ingleses, resulta que los franceses, alemanes, estadounidenses, japoneses, o rusos son partidarios de dejar Pekín, pero el embajador inglés se niega por ‘orgullo’, y entonces los representantes de las otras delegaciones cambian de opinión ipso facto, venga ya!!!

 

Nunca se ofrece un contexto histórico para que nos hagamos una mínima idea del porqué de la Rebelión de los Boxers, quizás porque hacerlo sería pegarse un tiro de los que quieren ensalzar como héroes. Todo esto se adereza con unas sub tramas con entre poco y nulo peso dramático, unos roles tópicos, tirando de sus estereotipos, como son notoriamente Heston como héroe arrojado flemático (ridícula escena en que el príncipe Tuan le pide a Matt que los ayude en un truco, aparentemente para arreglar su humillación como venganza por dispararle al boxer, pero Matt amenaza con la espada a otro, y esto suponiéndose un gran acto ingenioso ¿?), lo presentan primero como un valiente que arriesga la vida por los oprimidos, y luego como un avezado nihilista cuando le da la correspondencia y tira a la basura, argumenta para ello: “Si la leo tendré que responderla”; Niven como gentleman arrogante, Sir Arthur Robertson, versión ficticia del verdadero jefe de la legación británica Sir Claude MacDonald (ridículo que deje jugar a su hijito en el patio de la residencia sabiendo hay un asedio tras las murallas); y Ava Garner como una hermosa femme fatale. Son un puñado de intrahistorias esbozadas sin poder de emocionar mínimamente, ejemplo notorio es el romance entre la Garner y Heston, impostado, y sin química alguna, se nota demasiado que no se llevaron bien (solo medio recordable por el baile entre ambos en un templo chino, quizás con resonancias al entendimiento entre las potencias que representa cada uno), y para colmo está el final de su relación, ahondando en esto de su enquistada relación durante el rodaje.

 

Son dos horas y media interminables, con muchos bajones, con algunos puntos que dejan ver los buenos profesionales que trabajaron aquí, pero que en conjunto se hace pesada su duración, con muchos valles, y donde su pretendida épica queda muy farragosa y poco creíble.

 

En junio de 1900, China, con una emperatriz viuda que no gobernaba, estaba materialmente ocupada por las potencias coloniales que hacían y deshacían a su gusto. Ante esta situación y vista la inactividad del gobierno, el movimiento nacionalista bóxer, a cuyo frente está el príncipe Tuang, se propuso la expulsión de todos los extranjeros. Aproximadamente mil extranjeros de varios potencias occidentales han explotado sus posiciones dentro de las legaciones de Pekín, buscando el control de la debilitada nación. Los Boxers se oponen a los occidentales y a la religión cristiana y planean expulsarlos. La agitación en China empeora cuando las sociedades secretas Boxer obtienen la aprobación tácita de la emperatriz viuda Cixi. El jefe de la guarnición militar de los EE. UU. es el mayor de la Marina de los EE. UU. Matt Lewis (cumplidor Charlton Heston como un estoico militar fiel a su deber), basado libremente en el verdadero mayor John Twiggs Myers, experto en China que conoce bien las condiciones locales. Un interés amoroso florece entre él y la baronesa Natasha Ivanova (desconectada Ava Garner, con una intra historia con su marido suicidado confusa, que trata de darle fondo y queda en nada; ridícula la forma en que al principio se hace instalar en la habitación de Matt), aristócrata rusa, se revela tuvo una aventura con un general chino. Hay un collar de por medio que actúa durante el baile a modo de vestido escandaloso de Scarlett en “Lo que el viento se llevó”. El ministro imperial ruso, Baron Sergei Ivanoff (caricaturesco Kurt Kasznar, era un rol ruso y en plena Guerra Fría no podía hacer de bueno), cuñado de Natasha, ha revocado su visa en un intento por recuperar un valioso collar; La defensa de la ciudad-delegación occidental es llevada por el embajador ingles Sir Arthur (cliché David Niven, ejemplo de inglés aristócrata rígido, líder natural que no duda en poner en peligro a su familia por defender su orgullo británico; no le pega nada la escena en que va en misión de reventar el polvorín), tipo arrogante, se cree con el Don Divino de decidir por las vidas de gente inocente con tal de salvaguardar su ‘orgullo inglés’ (puaj!): Se nos quiere mostrar como ecuánime y justo, para ello la escena en que le hace el juicio salomónico al perro de sus dos hijos que quiere en propiedad cada uno.

 

Se inicia marcando las cartas de lo que está por venir con la presentación en alto (grúa) de esta ciudad dentro de la ciudad de Pekín que era la delegación extranjera allí presente, enclave conocido como Foreign Compound, vemos las banderas en los diferentes edificios de las potencias extranjeras (entre ellas España, menuda morcilla! Hacía menos de dos años España había perdido su gran posesión en Asia, Filipinas, y no estaba precisamente para juegos de gran Imperio, oímos al embajador Guzmán [Alfredo mayo]diciendo ante la delegación de emisarios extranjeros: ‘En nuestro diccionario no aparece la palabra huir’, seguro fue una concesión a que la cinta se rodaba en España), unido a una guerra psicológica con los diferentes himnos nacionales, esto se encadena con un chino que se tapa los oídos y pregunta a otro que es ese ruido, y el otro le responde, ‘Diferentes naciones diciendo lo mismo al mismo tiempo: 'Queremos China'. Tras ello vemos a la emperifollada folclóricamente emperatriz gobernante Tsu Hzi (Flora Robson, aquí no hay un solo chino real con carácter, todo son intérpretes caucásicos maquillados para parecer con ojos rasgados; la actriz la encarna con estoicismo altivo, teniendo su gran momento en el rush final, una vez despojada de su lujosa vestimenta), vive en la Ciudad Prohibida, bajo el consejo del Príncipe Tuan (Robert Helpmann, le da vida de modo plano de villano) y en contra del consejo del General Jung-Lu (Leo Genn, cumplidor en su actuación), ha permitido los boxers asesinen sin sentido a cristianos blancos como protesta contra extranjeros que ocupan su país. Hay 11 países en China, incluidos Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Alemania y Francia.

 

Tiene en sus formidables valores de producción su punto de atractivo. Ya exhibido desde los títulos de crédito iniciales creados por el artista chino-estadounidense maestro de la acuarela Dong Kingman, implicando al espectador en la estética que veremos. Brillando desde el inicio con los fastuosos decorados y vestuario de Veniero Colasanti y John Moore (ambos en las ‘bronsonianas’ “El Cid” o “La caída del imperio Romano”), creando con ampulosidad la grandeza asiática de este lugar; Esto realzado por la estupenda cinematografía de Jack Hilyard (“El puente sobre el rio Kwai” o “Cleopatra”) en gran formato en 70 mm 'Scope, dando cabida a lo grandioso de los escenarios, con cromatismos fulgente que aparecen desbordar la pantalla, así como vigor a las escenas de batallas, como destable para la escena del baile de oficiales, con secuencias de acción bien conseguidas, como los enfrentamientos encarnizados de los occidentales contra los boxers en la muralla, el choque contra la torre, maravilloso en su presentación de como arrastran cientos de chinos la misma al son de los tambores e intimidante coro, e iluminado la nocturnidad con antorchas, sensacional, aunque resuelto de un modo rudimentario poco creíble (queriendo mostrar a los ingleses, incluso a un sacerdote, como ingeniosos para derrotar a las masas de horcos, o el tramo de la incursión (tipo guerrillera) por alcantarillas al polvorín.

 

Hay una sub trama sentimentaloide lacrimógena con protagonismo para una dulce niñita china, Teresa (adorable en su mirada Lynne Sue Moon), como una huerfanita de padre estadounidense, que involucra a Matt de forma bastante forzada y poco verosímil en el comportamiento frio de este hacia la joven, ella se encariña con él. El sacerdote Bearn (buen Harry Andrews, aunque se siente le han cortado escenas, pues parece en acción de la nada, como si no necesitara presentación mínima), sentencia a Matt comentándole: ‘Alguien, en algún lugar, dijo que cada hombre es el padre de un niño, pero supongo que solo es cierto si realmente lo sientes’, y Matt no parece ni sentir, ni padecer.

 

Cuando ya la esperanza parece perdida para los asediados, hay cañonazos contra los boxers, desde fuera, y con ello vemos aparecer a las tropas de diferentes potencias desfilar ordenadamente al son de música de su país. Vemos a los de cada nación ir a abrazar a sus soldados salvadores. Ello mientras Matt y Arthur intentan darnos masticada la moralina del film sobre la cooperación internacional con un buen fin, solo que este puede no ser tan bueno. Tras ello emos a la Emperatriz en su sala de audiciones, ahora con vestimenta humilde, reflexionado sobre la derrota. Buena frase de la Emperatriz Tzu-Hsi: “Nada hay tan sagrado como la paz, ni existe mayor desastre que una guerra insensata”. En el epílogo de la marcha de las tropas de allí, ósea, lo que podrían haber hecho 55 días antes y haber evitado las cines de meurtes (¿?). Matt en su caballo se acerca a Teresa mientras él y los hombres se preparan para marchar, los dos se mitran, ella con ojitos de corderito a punto de ser degollado, entonces él le tiende la mano y la sube a su caballo.


De la relación real que hubo entre Heston y la Garner habla claro que cuando ella está muriendo el personaje no quiere visitarla, en su rol porque ha estado envuelta en una infidelidad, aunque realmente es que el actor Heston no deseaba relacionarse ya más con la borrachina actriz.


La fotografía principal comenzó el 2 de julio de 1962. La película se rodó en localizaciones de Las Matas-Madrid.  Se requirieron tres mil extras, incluidos 1.500 chinos. Se estimó que había 300 chinos adultos en España, por lo que el resto fue importado de toda Europa, particularmente de Londres, Roma, Marsella y Lisboa.

 

A medida que la producción continuaba, Gardner se volvió difícil durante el rodaje, a menudo llegaba tarde, no le gustaba el guión y bebía mucho. Un día, salió del plató alegando que un extra le había tomado una fotografía. En última instancia, la idea de sacar a Gardner de la película vino del guionista Ben Barzman, quien había reescrito El Cid. Según Heston, Yordan había escrito una escena de muerte en la que la baronesa muere por heridas de metralla. Cuando se filmó la escena, Gardner luchó por recordar sus líneas. Heston luego sugirió darle sus líneas a Paul Lukas, quien interpretaba a un médico.

 

El 11 de septiembre de 1962, Ray fue hospitalizado tras sufrir un infarto. En este punto, la producción se había retrasado seis semanas y el papel de Gardner estaba casi completo, pero aún no se habían filmado escenas significativas para Heston y Niven. Para reemplazarlo, Heston sugirió a Guy Green, quien previamente lo había dirigido en Diamond Head (1963), para terminar las escenas restantes entre él y Gardner. Posteriormente, Green dejó la producción y, en octubre de 1962, las funciones de director se transfirieron a Andrew Marton, quien dirigía la segunda unidad.

 

La bonita música tuvo dos nominaciones a los Oscar. Dimitri Tiomkin y Paul Francis Webster fueron nominados a Mejor Canción Original por "So Little Time", y Tiomkin fue nominado a Mejor Partitura Musical - Original.

 

55 días en Pekín contiene la primera aparición conocida de la frase "Deja que China duerma. Porque cuando despierte, el mundo temblará", que a menudo se atribuye erróneamente a Napoleón Bonaparte. Si bien aparecía en la película en un guión de Bernard Gordon, la frase no apareció en las versiones de libros posteriores de Noel Gerson (escrito bajo el seudónimo de Samuel Edwards).

 

Esta fue la última película vista en la Casa Blanca por el presidente John F. Kennedy (el 10 de noviembre de 1963). También es la película de Hollywood de despedida de Nicholas Ray; fue reemplazado durante el rodaje por su asistente Andrew Marton.

 

Al estreno mundial de la película, que tuvo lugar en Madrid, acudieron los personajes más relevantes de la sociedad española de la época, encabezados por el entonces Príncipe Juan Carlos, así como numerosas estrellas de Hollywood como Rita Hayworth y John Wayne, entre otros.

 

‘Por allá, por 1840, el Reino Unido (Sometido) de la Gran Bretaña, de fauces abiertas hacia cualquier país frágil donde hubiesen importantes riquezas, estaba abonando terreno para apoderarse de una gran parte de la China imperial. Mordiendo la presa, hallábanse también los lobos alemanes, franceses, estadounidenses, japoneses, españoles, austríacos y rusos, pero, los ingleses eran los lobos más feroces y venían peleándose el negocio del opio, que el país prohibía, pero, que ellos estaban dispuestos a preservar para surtir al sudeste asiático que les venía dejando apreciables divisas. De otro lado, los sires se habían apoderado ya de Hong Kong y otras islas cercanas; habían forzado la apertura de puertos para que el comercio europeo entrara sin dificultades, y la fuerte influencia que venían logrando rusos, franceses y japoneses en especial, estaba poniendo en aprietos a la dinastía Qing, que comenzaba a temer que su nación les fuese arrebatada. El atraso tecnológico, cultural y económico de la China imperial, la estaba convirtiendo en un ratoncito para los lobos hambrientos. Con profunda inconformidad, y hartos ya de los improcedentes intrusos, los chinos ven pasar, el para ellos, amargo siglo XIX… y justo cuando se inicia el nuevo siglo -exactamente en el año 1900-, un numeroso grupo de valientes e inconformes jóvenes que se ha venido reclutando secretamente desde algunos años atrás, y que se hace llamar, La Sociedad de los Puños Armoniosos (que, como es su costumbre, para no exaltarlos los invasores llaman peyorativamente, the boxers=los boxeadores), se lanza con toda su furia dispuestos a arrojar de su país a las grandes potencias... incluidos los políticos corruptos que se habían puesto a su servicio; los evangelizadores romanos que pretendían sacar a Buda para introducir el cristianismo... y hasta un sector del pueblo que se había sumado neciamente a sus colonizadoras pretensiones. Estos hechos constituyen el eje central (no la trama) de, <<55 DÍAS EN PEKÍN>>, otro de esos filmes que, cada tanto, se hacen para tergiversar la historia y para limpiar el sucio pasado de los países imperialistas.’

 

‘Los boxers, más propiamente llamados Yìhéquán o la Milicia Unida en la Rectitud, ganaron su apodo común por su práctica de disciplinas de artes marciales, o Boxeo Chino como se llamaba en ese momento. Los bóxers eran una coalición de sociedades construidas en torno a tales actividades, algunas de ellas desinteresadas en asuntos políticos, otras obsesionadas con ellas, pero muchas estaban unidas por su odio arrollador por las diversas formas de influencia extranjera que invadían China a finales del siglo XIX. y evolucionaron hasta convertirse en cuasi revolucionarios alimentados por la religión con una perspectiva anticristiana militante y antiimperialista occidental. Los boxers crearon alarma y miedo inicial a través de la persecución y, finalmente, asesinatos de misioneros y otros extranjeros. Eventualmente, convenciéndose de que tenían la protección divina de las armas modernas, comenzaron a agitar una cruzada de purificación a mediados de 1900 y marcharon sobre Beijing, o Pekín, como se llamaba en ese momento. Mientras tanto, la dinastía Qing, dirigida por la emperatriz viuda que había depuesto a su sobrino por tratar de imponer reformas, estaba siendo fatalmente bloqueada por guerras perdidas y potencias extranjeras invasoras.’

 

‘El productor Samuel Bronston nació en la Rusia zarista y era, sorprendentemente, sobrino de León Trotsky. Bronston creció en los EE. UU. y tuvo cierto éxito como productor de cine a principios de la década de 1940. Luego cayó en un largo barbecho que no se rompió hasta John Paul Jones de 1959. Al filmar esa película en parte en España, languideciendo bajo el régimen de Franco en ese momento y aún tratando de reconectarse con el resto del mundo, Bronston captó el potencial sin explotar de hacer películas en ese país. Los costos eran tan bajos y el campo tan variado y lleno de estructuras históricas que era un lugar perfecto para hacer epopeyas de disfraces, en ese momento el material de atracción oficial de los éxitos de taquilla. Pronto, la movida de Bronston sería imitada por industrias cinematográficas enteras. Pero la combinación de astucia económica y ambición llamativa de Bronston eventualmente arruinaría no solo su carrera sino también la de dos de los más grandes directores de Hollywood. Bronston obtuvo rápidamente un enorme éxito con El Cid (1961), dirigida por Anthony Mann, y la película Jesús Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, uno de los cineastas más vitales y floridamente talentosos pero fatídicamente inconformistas de la época. Bronston luego se embarcó en otras dos epopeyas históricas de gran presupuesto, contratando a Ray para hacer 55 días en Pekín y Mann para La caída del Imperio Romano (1964).’

 

En ese momento, la vida personal de Ray estaba en picada y su salud empeoraba gracias a su constante consumo de drogas y alcohol. Ray colapsó durante el rodaje de 55 días en Pekín, y Andrew Marton, el director de la segunda unidad y un tirador experimentado de secuencias de acción, tuvo hacerse cargo de la película, hasta que el ex director de fotografía convertido en director Guy Green fue contratado apresuradamente para terminarla. Los resultados fueron un castigo para todos los involucrados: el presupuesto de la película se disparó a la entonces astronómica suma de $17 millones y solo recaudó la mitad en la taquilla estadounidense (aunque parece haber sido mucho más popular en otros lugares), comenzando el colapso de la fortuna de Bronston.

 

Me queda un film atropelladlo, manipulador, y que termina haciéndose largo, aun con algunas apreciables escenas, pero que se pierden entre tanta confusión narrativa que hace perder el sentido a este impostado heroísmo. Gloria Ucrania!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario