Extraction 2
Esta secuela ha vuelto a
dar en el clavo de los que disfrutamos con este placer culpable en formato
thriller de acción desenfrenado, ofreciéndonos lo mismo, pero en mayor escala,
explorando los márgenes de la primera con alguna introspección sobre el
protagonista, tampoco es que sea mucho, pero sirve para reflejar algo más que
un Terminator, y extiende la presencia de secundarios (Nik Khan y su hermano
Yaz), amén de incorporar a personajes nuevos que da solera de saga (Idris Elba).
Vuelve a dirigir Sam Hargrave, tras su ópera prima con la pretérita, vuelve con
su segundo realización, este coordinador de especialistas (“Piratas del Caribe:
En mareas misteriosas”, “Llanero Solitario”, “Capitán América: Soldado de
Invierno”, “Atómica” o “Vengadores: Edgame”),demuestra gran pericia con su
experiencia en la acción, demostrando un brillante ingenio para las
coreografías de batallas, con todo tipo de armas, así como una gran visión para
filmar las secuencias de forma que el espectador se siente dentro de los
ententes violentos, resultan diáfanos, así como genial en las ya marcas de la
casa planos-secuencia extraordinarios (aquí un apoteósico plano secuencia de 23
minutos), ello apoyándose en un guion de Joe Russo (director junto a su hermano
de las marvelianas sagas “Capitán América” y “Vengadores”, pero sobre todo
productores y directores de la sensacional serie de humor “Community”),
basándose en una historia propia, de su hermano Anthony Russo, y del creador de
la novela gráfica “Ciudad” de Ande Parks, que era la base para la primera parte
(cambiando el escenario de Asunción-Paraguay por Dhaka-Bangladesh), repitiendo
por supuesto el mismo carismático protagonista aussie Chris Hemsworth, junto a Golshifteh
Farahani y Adam Bessa con roles ambos más extendidos, también como secundarios Olga Kurylenko, Daniel Bernhardt, Tinatin
Dalakishvili e Idris Elba.
Un festín fenomenal de coreografías
imaginativas en miscelánea con unos estupendos f/x, acrobacias sensacionales,
golpes, tiroteos, explosiones, todo tipo de vehículos saltados por los aires
(todoterrenos, motos, quads, helicópteros, trenes, etc…), todo ello con un gran
sentido del show, donde no falta sangre, rotura de huesos que se oyen, ello
atomizado por la gran cinematografía de Greg Baldi en su primer trabajo
importante (ha hecho una gran ‘mili’ trabajando de asistente en films de acción
como “El patriota”, “The Italian Job”, “La Jungla 4”, “Wanted”, “Quantum of
solace”, “Noche y Día”, “Inception”, “Drive”, “Los Vengadores”, “Jack Reacher”,
o “John Wick 3”) demuestra espléndido vigor con la cámara sublime, rodando con ARRI
ALEXA Mini LF efectuando las mismas estrategias de toma larga de la primera
película. Filmando con filtros amarillos, y pronunciados grises azulados para
Georgia, con muchísima cámara en mano, de un virtuosismo epopéyico en el plano secuencia
como en las escenas de acción alrededor y sobre el rascacielos vienés; Todo
esto electrizado por la magnífica edición de Alex Rodríguez (“Y tu mama también”
o “Hijos de los hombres”; ambos estos films de Alfonso Cuaron, que gusta de
colocar una escena plano-secuencia en sus films, con lo que se sabe porque ha
sido fichado aquí), y William Hoy (“300” o “The Batman”), todo un portento de
comunión con la acción frenética, grandiosa en como une fotogramas de modo imperceptible
en el plano-secuencia, o en el tramo del rascacielos, alternando entre los tres
extractores, imprimiendo tensión dramática.
En 2020 Netflix lo petó
con la primera parte, por lo que la secuela era de cajón, creando su suigéneris
‘John Wick’, un héroe de acción que va al grano, con apenas unos elementos
dramáticos para hacerlo ‘humano’ (aquí entran un poico más en sus traumas),
pero en esencia una máquina de matar cuasi-sobrehumana, en medio de secuencias
de acción que se desarrollan con efluvios a videojuegos, y con un argumento más
simple que el mecanismo de un botijo, se
va por los que gustó la primera y por tanto sabe lo que gusta a quien va
dirigida. Film que vive de los recuerdos de los que abrieron paso en este sub
género de la acción akelarre, desde Charles Bronson o Clint Eastwood en los 70,
luego Stallone o Schwarzenegger en los 80, Bruce Willis o Mel Gibson, el Matt
Damon (de Jason Bourne) o Liam Neeson, son prueba de actores que han mantenido
y regado la semilla de este estilo de cine, con héroes remilgados a la hora de
desencadenar la violencia, pero cuando lo hacen ya no pueden parar, tipos a los
que el dolor les resbala, y los dilemas morales a la hora de matar son entre
zero y la nada.
Arranca justo donde nos
quedemos en la primera parte, tras la caída al rio en Dhaka de Tyler Rake,
cuasi-muerto, sus compañeros lo trasladan a Dubai, donde se recupera en un
hospital, donde se encargan de recordarnos en varias ocasiones que ha estado clínicamente
muerto. Allí acompañado por sus fieles Nik (Golshifteh Farahani) y Yaz (Adam
Bessa). Tras darle el alta sus colegas le alojan en una cabaña en los Alpes
austriacos (Gmunden), allí en solitario residirá con su perro (al que viste con
una camisa de lujo que le ha regalado Yaz) y dos gallinas que compra (guiño a
una referencia que Tylker hizo al ver la cabaña), siendo esto notas de humor en
la previa a las hostilidades. Allí aun convaleciente (lleva el brazo en
cabestrillo y una pierna la tiene con un aparato ortopédico), es visitado por
un misterioso tipo (Idris Elba, vuelve a aparecer junto a Hemsworth tras
hacerlo en “Thor: Ragnarok”), en una escena con diálogo propio de los 80 en el
mejor sentido, con réplicas y contrarréplicas chistosas cargadas de testosterona.
El visitante viene a encomendarle una misión de ‘extracción’, sacar de una
prisión en Georgia a la hermana de su ex mujer (Rake a la que da vida Olga
Kurylenko), Ketevan (Tinatin Dalakishvili), y a sus hijos, allí recluida por el
poder de su marido, poderoso mafioso, Davit Radiani (Tornike Bziava), que está
allí preso, y que su hermano, Zurab (Tornike Gogrichiani) capo gangsteril en el
exterior intenta dar cobertura, amén de tratar de sacarlo. Tras loq eu vemos un
manido montaje en que Tyler se repone de su convalecencia estilo Rocky IV, con
la famosa edición de Stallone rudimentariamente haciendo ejercicios en las
montañas rusas en la previa de su duielo con Drago, aquí Rusia es sustituída
por los Alpes, pero todo es tan similar, haciendo todo tipo de esfuerzos, con
flexiones en la nieve, cortar troncos, empujar pesadas cargas por inhóspitos
bosques, tan parecido que parece una parodia par avezados en la cultura pop. Se
agracdece y sorprende que sin solución de continuidad no pierden tiempo siquiera
en que veamos el plan para la extracción, simplemente vemos llegar al equipo de
noche frente a la prisión, donde un guardia sobornado la abre a Tyler y
comienza el Épico plano-secuencia.
Cuando Sam Hardgrave
debutó con la primera parte en 2020, lo hizo exhibiendo como carta de
presentación estelar al mundo fue una impresionante toma en plano
secuencia (falso por haber cortes enmascarados digitalmente) de 12 minutos
durante un tramo espectacular de acción trepidante, con continuas peleas con
decenas contrincantes del protagonista, entrando por edificios, salto por ellos
a gran altura, con choques, tiroteos, persecuciones en la bulliciosa Dhaka
(Bangladesh), dejando al espectador sibarita con la boca abierta por lo colosal
y prodigioso de lo vivido. Pues aquí, como toda buena secuela que se precie
debe dar lo mismo, pero más. Y en este caso lo cumplen con creces, ofreciendo
un Antológico plano secuencia de 23 minutos y medio, de una dificultad
Kolossal, desde la entrada en prisión de Tyler, irrumpiendo primero
sigilosamente en la instalación, hasta que las hostilidades se desatan y
comienza la batalla, dejándote a cada giro con la respiración ajada, una
gymkana impresionante donde Tyler protegiendo a la familia que está rescatando
debe pelear con decenas de presos por las celdas, el patio, en medio de un
motín luchará contra guardias, con un genial momento shockeado por un golpe en
la cabeza, con su brazo ardiendo mientras pelea, con disparos de todo tipo, con
un climático enfrentamiento contra uno de los villanos top, con momentos gore;
pasamos a la siguiente fase del plano secuencia, ello durante una homérica
persecución por entre un bosque, con Suv, motos y quads, explosiones, choques,
coches que son volteados. Ello mientras la cámara hace virguerías
indescriptibles flotando por dentro de autos, entre los árboles, cual si no
estuviera sujeta a las leyes de la física; y llegamos a la tercera y última
fase cuando suben en un tren militar y son perseguidos por dos helicópteros de
combate, aquí todo se atomiza aún más (me recuerda este tramo al tramo final de
la infravalorada cinta surcoreana “Carter”, también en plano secuencia, este
total), Imperial ver a Tyler sobre el tren disparando con un gran arma al
helicóptero a pecho descubierto, no hay que analizarla desde el punto de vista
del realismo, es un divertimento. De unos de los helicópteros descienden
malotes, derivando en peleas cuerpo a cuerpo grandiosas. La cámara sigue siendo portentosa en su modo de moverse por dentro y fuera del tren. Todo
culminando en un accidente. En varios momentos la cámara es subjetiva, y en
otros, cual videojuego se coloca en la nuca del protagonista, haciéndonos
partícipe en primera persona de la Magna acción.
La cinta ‘solo’ tiene
tres escenas de acción en sus dos horas, pero muy extendidas en metraje. La primera
es esta mencionada, y ya es muy difícil aumentar la apuesta para la más de una hora
que queda, han gastado la mejor artillería en su primera mitad. Aunque su
segunda pieza es sobresaliente, en un claro homenaje a “Die Hard” (1988), tiene
como epicentro el rascacielos vienés DC Tower (el más alto de Austria con 220
metros de altura, 250 con su aguja), con un helicóptero destrozando las
cristaleras, con batalla contra blindados policiales, destrozando el interior
del edificio, con una tremenda batalla en la azotea, con una excelente secuencia
que implica a Tyler teniendo que saltar sobre una visera exterior de cristal
para salvar a alguien que resbala inconsciente , quedando colgados del abismo
mientras el villano se les acerca. Todo en un muy bien llevado crescendo de
tensión haciendo que cada uno de los tres del comando esté por un lado diferente,
saltando la acción de un lado a otro. Para desembocar en las alturas con un
momento catárquico, pero al que no se le saca el jugo que requería el momento (spoiler).
Y tenemos la tercera y última pieza de acción, por lo que debe ser un clímax, me ha sido decepcionante en su planteamiento risible (**spoiler), y en como se desarrolla). Como si tras la orgía de muertos y sangre hubieran querido darle una coda más intimista y con alegoría cristiana por el escenario, una Iglesia. Es como si hubieran llegado al final sin ideas. Al parecer puede estar influenciada por el film de John Woo “The Killer”, que también tiene un clímax en una Iglesia con palomas revoloteando por la nave.
Defectillos: Lo de que
Zurab no saque a su hermano de la cárcel teniendo el poder que tiene, y la
cantidad de hombres a su servicio chirría un poco; Hay una sub trama metida con
calzador sobre el hijo de Ketevan, Sandro, que se debate entre el amor a su
madre y el sentido del deber inculcado desde la cuna para que sea parte de la
familia mafiosa del padre. Chico repelente que merecía un par buenos de
guantazos de Tyler y no su comprensión ante el marrón en que les mete; Pierde
con respecto a la primigenia el factor sentido del profesional, era Tyler en su
trabajo y punto, aquí al colocarnos el elemento sentimental pierde gracia el
rol, y cae en cierta medida en lo manido del tipo vengativo; Lo de los cientos
de malos con puntería propia de los clones de “Star Wars” es de traca, si alguna
vez me condenan a fusilarme me pido a estos malos para el pelotón; Lo de que
haya un par de ocasiones en que pueden matar a al malo malísimo Zurab y pasen
de él me resulta cuando menos grimante; Que Zurab llame en el rush final a
Tyler para decirle donde está, es para mear y no echar gota. Y ello sabiendo
que vendrá a por él, lo espera como si nada, con solo uno de guardia; Pero lo
más de torcer el gesto es el anticlímax en la Iglesia, escena ordinaria, del
montón, comparada con el Boom visto hasta entonces es de bajón.
Chris Hemsworth vuelve a
mostrar una imponente presencia, hace creíble su estoico rol de mercenario,
dueño de un físico poderoso, no se le requiere de hablar mucho, lo suyo es lo que
hace. Se le añade un fondo sobre el peso de la culpa que le atosiga por haber abandonado
a su hijito con cáncer poco antes de morir para ir a una misión, lo que le
atormenta. Estop sirve para darle algo de sentido suicida, de no importarle si vive
o muere, su forma de exorcizar fantasmas parece ser dar rienda suelta a la adrenalina
contendida en su interior, las ansias de redención salvando a los demás de lo que
no pudo salvar a su hijo, su vida es su purgatorio y sus enemigos la enfermedad
que no pudo exterminar de su vástago. Buenos en este sentido sus ententes con
alguien de su pasado, no quiero spoilear, aunque no tanto los que tiene con el
irritante Sandro (Andro Japaridze), se notan artificiosos, no me creo a Tyler
charlando sobre su hijo con este muchacho.
Reseñar el peso
adquirido por Nik Khan (Golshifteh Farahani), actriz iraní que borda con nervio
su papel de girl-action, muy buena efectuando las peleas y fisicidad del
personaje; el actor franco-tunecino Adam Bessa cumple, aunque algo más al
margen como tercer vértice del trío de extractores, la parte débil del comando;
Tornike Gogrichiani como el villano Zurab, resulta algo guiñolesco, con la
cicatriz a lo ‘scarface’, con el ojo decolorido, con esa especie de sumisión
fanática a la Biblia, cumple en la acción, sin más. Me hubiera gustado un
antagonista más a la altura de Tyler.
Vakhtang: Voy a
disfrutar matándote.
Rake: Sí, ponte en fila.
Sumado lo mucho bueno y
lo malillo, me queda un muy disfrutable producto, que meda lo que pido a una secuela
pasarratos. Gloria Ucrania!!!
DP. Los hermanos Russo
declararon que más allá de la secuela esperan desarrollar una serie de
películas ambientadas en el mundo de la extracción no solo para explorar
algunos de los personajes que se introdujeron en la primera película, sino para
potencialmente lanzar un universo cinematográfico.
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