sábado, 6 de mayo de 2023

 

El salario del miedo

 

Con motivo del 70 aniversario del estreno (15 de abril en el festival de Cine de Cannes) me he vuelto a revisionar este clásico imperecedero, un thriller angustioso francés dirigido por Henri-Georges Clouzot, que no ha perdido un ápice de frescura en las décadas transcurridas, de las cintas que te atrapan y no te dejan cuasi respirar en su crescendo dramático sofocante. Guion del director junto a Jérôme Géronimi (seudónimo de su hermano Jean Clouzot, con el que escribió “Las Diabólicas” o “Los espías”), adaptación de la homónima novela (que Alfred Hitchcock quiso adaptar) de 1949 de Georges Arnaud (1949), narra la peligrosa aventura de cuatro camioneros que deben transportar una peligrosa e inestable carga de nitroglicerina para extinguir el incendio de un pozo de petróleo. Una de únicas películas en la historia del cine que ha ganado la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes el mismo año (Charles Vanel también recibirá el premio al mejor actor) y Festival de Cine de Berlín, también galardonada con el BAFTA a la Mejor Película.

 

Tiene un comienzo que indefectiblemente recuerda a la posterior Obra Maestra peckinpahiana “Grupo Salvaje”, donde vemos a un niño negro (desnudo de cintura para abajo, en una imagen hoy no posible) jugando con unas cucarachas (Peckinpah se inspiró para su arranque del mencionado film donde unos chiquillos juegan con unos escorpiones) atadas a un hilo amarrados a un palo, exponiendo como la crueldad y la violencia humana se mama desde la niñez. Tras ello Clouzot mediante suaves travellings nos pasea por este desangelado pueblo, por sus embarrizadas calles se cruzan jeeps y motos de la compañía petrolífera SOC (clara referencia a la Standar Oil Company), mientras vemos a los lugareños en contraste ir en burros. Llegamos a un bar donde en el exterior hay varios ociosos tipos.

 

Una obra que en su primera parte de una hora (he visto la versión larga de 152 minutos, restaurada en 2017) compone los cimientos en los que asentar las personalidades de antihéroes de los protagonistas y el escenario de cuasi purgatorio que es este lugar en medio de la nada donde por diferentes motivos han ido a parar estos desheredados del mundo, donde se lanza un mensaje antiamericano contra su Imperialismo corporativo (esto hizo tener problemas en su estreno en USA al film, donde se redujo 18 minutos el metraje), remarcando una frase de Mario: ‘Donde hay petróleo ahí están siempre los americanos’. Empresa esta que es la que propone el viaje de los dos camiones, para aprovechándose de la desesperación de las gentes proponerles esta cuasi suicida misión. Ejemplo de la colonización americana a través de estas empresas. Un lienzo de un pueblo perdido de la mano de Dios, lugar sombrío, sin nada que hacer, mísero, los muchos extranjeros componen una deprimente Torre de Babel (con franceses, italianos, alemanes, estadounidenses, …), aunque pretenden escapar de allí no tiene los medios para hacerlo. La vida allí transcurre lentamente sumida en el calor sudoroso, uno de los personajes dice del lugar: “Es como una prisión. "Es fácil entrar, pero escapar es imposible". Un formidable glosario de personajes contradictorios que evolucionan, muy cercana al homoerotismo ese triángulo ‘afectivo’ que se establece entre Luigi; Mario y Jo, desembocando en una tensa escena en la taberna, donde parece se establece la dureza de Jo frente a la endeblez de Luigi, ante la mirada entusiasta de Mario, todo una fachada. El que parece el héroe termina siendo un cruel avaricioso egoísta, el que presume de ser un tipo duro de los bajos fondos, termina siendo un pusilánime cobarde, o la pareja de camioneros (el alemán y el italiano) con anda en común, terminan siendo los más fieles compañeros. Cada uno de los (se convertirán en la segunda parte en) camioneros tiene sus elementos que los hacen con alma y carácter, genial la forma en que se conocen Mario y Jo, silbando un himno de guerra y respondiendo uno al otro. Demostrando Clouzot un gran sentido simbólico gracias a la fenomenal cinematografía en glorioso b/n de Armand Thirard (“Manon” o “Las Diabólicas”), transmitiendo al espectador el calor ambiental, el feísmo del lugar, la ociosidad general, y con ese toque presidiario de enfocar en varias ocasiones a los personajes cubiertos de líneas verticales de sombras, cual reflejando las rejas de la cárcel en la que están.

 

En este tramo emergerá otra de las características peckinpahianas, la misoginia, ello se da en el tratamiento del único personaje femenino, Linda (la brasileira Véra Clouzot, esposa del director en su debut en cine), mujer con muy baja autoestima, chica camarera de una taberna al que el dueño trata como una prostituta (esa imagen del trasero de ella mientras friega es bastante significativa), que enamorada de Mario, se deja humillar una y otra vez por este, casi a un nivel masoquista, realmente esta es una sub trama eliminable, de hecho, es el único defecto que le encuentro al film. Una actuación error de casting, no pega ese bellezón en ese lugar tan decrépito, pulcra, hermosa, de una sensualidad apabullante, no em la creo en ese lar donde todos los hombres caerían sobre ella como carroñeros. La actriz estuvo mucho mejor en la película de su marido “Las Diabólicas” (1955).

 

Para en la hora y media después embarcarnos en una aventura que nos dejará sin aliento en sus consiguientes etapas de pruebas a superar para llegar a su Sueño Americano (o sudamericano), en una historia con efluvios a “Pasión Ciega” (1940) de Raoul Walsh, más “Mercado de ladrones” de Jules Dassin (1949), mezclado con dosis de “El tesoro de Sierra Madre” (1948). Un relato en que el maravilloso guion compone un microcosmos adusto, seco, áspero, muy realista, emanando unos personajes tridimensionales, matizados, muy humanos en sus virtudes y muchos defectos, ello hace que nos importe lo que les pase, que empaticemos con ellos y que en su travesía endemoniada nos sintamos presos de la tensión letal que aguarda en cada esquina. Ello para un desesperanzador desarrollo, lo que hace que temamos por la vida de estos personajes puestos al borde del abismo, que ansían una salida a su infortunio en la anhelada meta, cual Paraíso al final del túnel. Toda una oda al nihilismo, al egoísmo, y paradójicamente también al compañerismo. Ello filmado de modo inteligente, con fueras de campo prodigiosos, jugando con la inteligencia del espectador (ese camionero que no acude a la cita de salida, y todos intuimos porque, pero nunca ni se dice, ni se hace mención), el modo de apuntar al fatalismo de los protagonistas, pero apenas hace mención a su (misterioso) pasado (hace que el espectador deba poner de su parte para construir esta laguna). Todo en pos de edificar un retrato prodigioso de la cainita Condición Humana.

 

La primera parte del relato transcurre en Las Piedras, un pueblo inhóspito a lo infierno en la tierra rodeado de desierto y marcado por el barro, la miseria, las aves rapaces, la corrupción, los perros, el aburrimiento, las peleas banales, el alcohol, la falta de trabajo, el olvido institucional y una cantina llamada El Corsario Negro, propiedad de un tal Pepito Hernández (Darío Moreno), donde se reúne la colorida fauna de exiliados que habitan las inmediaciones, hablamos de Mario Livi (Yves Montand), un seductor, mujeriego y vividor nativo de Córcega que trata para la mierda a su devota y cándida amante, Linda (Véra Clouzot), empleada multirubro y aparente esclava sexual del afeminado Hernández, Bimba (Peter van Eyck), un judío holandés taciturno que pasó tres años en una mina de sal trabajando para los nazis, quienes además ahorcaron a su padre, Luigi (Folco Lulli), afable compañero de hogar de Mario y albañil de Calabria que sufre de silicosis como consecuencia de haber respirado cemento durante años, hoy con los pulmones destruidos/ quemados al punto de tener que abandonar su profesión de toda la vida, y el recién llegado Jo (Charles Vanel), gánster parisino cercano a la tercera edad, viene huyendo de la ley gala. La vía de escape para los protagonistas: Conducir dos camiones cargados de nitroglicerina a través de 300 millas de traicionero país montañoso. Si sobreviven, una propuesta incierta en el mejor de los casos, cada uno recibirá un cheque por $ 2000.

 

Una vez empieza la travesía comienza la tensión acuciante, dividiéndose el viaje en cuatro etapas de peligros a superar con nervios de acero. El primero de los riesgos son 35 kilómetros de camino llamado de uralita por sus continuos resaltos, donde la táctica será ir a una velocidad continua de 40 km/h, si se baja o aumenta puede suponer que el vaivén provoque ‘boom’ en la carga, onde la tensión aumenta cuando los dos camiones deben mantener una distancia de seguridad que se reduce hasta ponernos el corazón en un puño; Luego tenemos una curva cerrada, donde para poder entrar en ella hay que maniobrar sobre una plataforma de madera suspendida sobre un tajo. El director hábilmente juega con el camión de delante para establecer la angustiosa situación. El segundo será el que tenga que sufrir por todo el pique que llevan los camioneros y por como el director desarrolla con pinzamiento espectacular el montaje (genial edición de Madeleine Gug, Etiennette Muse y Henri Rust), con esa madera podrida, esa vagoneta al borde, ese cable de acero que se engancha, endiabladamente Homérico, toda una lección de tempo tensionado hasta dejarte sin aliento; Tras ello tendremos una gran roca en el camino, la única forma de continuar será hacerla explotar con métodos rudimentarios. Donde Bimba se convierte en el líder al idear como destruir el obstáculo, con una secuencia prodigiosa en el uso de los resortes para provocar tensión; Y por último será un gran socavón en la carretera lleno de petróleo por una tubería de oleoducto rota y que hace que cada vez esté más inundado. Aquí estamos en el zenit, donde cualquier atisbo de humanidad ha caído, solo queda el darwinismo, ello expuesto de modo atávico; Y ya en la última parte queda una estremecedora secuencia entre Mario y Jo; Para lo último el epílogo que da sentido al tono (no quiero spoilear) del film.

 

Por el camino las relaciones entre unos y otros irán evolucionando de forma que nos atrapen, como en cada camión se irá destapando la verdadera personalidad de cada uno, cuando estas al borde del peligro emerge el verdadero carácter despojado de la coraza de la rutina del día a día normal. Como unos se derrumban ante la visión de la cercana muerte, otros se dan de bruces contra la realidad de haber entronizado a gañanes hipócritas, y se invierten los roles, y con ella saliendo a la luz la cobardía de unos y el sadismo de otros; en el otro lado sacan a relucir el compañerismo, mostrándose leales, joviales, compenetrados entre el hieratismo de uno y lo extrovertido del otro. Acrecentando la intensidad de esta odisea trágica.

 

El elenco actoral es sensacional es muy bueno. Con Yves Montand en su primer papel protagónico demuestra carácter, melancólico de París, nihilista radical ("Y no somos todos los muertos vivientes?" comenta), guarda el último billete de tren que usó antes de salir de la capital gala, símbolo de su añoranza, mantiene una gran química con Varnel en su alambicada relación, encarna con vigor a un tipo embelesado por alguien al que admira y torna en un trampantojo, y con ello la crueldad más nihilista aflora en alguien que no dudará en pisotear al que sea para llegar a meta, notable; Folco Lulli está maravilloso como el vivaraz Luigi, sabe que tiene fecha de ‘caducidad’ su vida e intentará que no sea Las Piedras su tumba. Impregna a su rol de simpatía, de empatía, deseamos que llegue a meta, sentimos su dolor por como lo ha tratado Mario, exuberante en la escena de la taberna en su enfrentamiento con Jo, desde como baila, como hace música y como mantiene el duelo. Para luego mantener una grácil asociación con Bimba, brillante; Peter van Eyck da vida al lacónico Bimba, un alemán perseguido por los horrores nazis, tipo de pocas palabras, pero siempre observador, termina haciendo buenas migas con Luigi, tiene ese toque de arrogancia ante la Muerte de querer estar presentable (se afeita) por si se presenta; Entre todos el que saca más es un espléndido Charles Vanel (actuación le valió premio en el Festival de Cine de Cannes), un veterano actor gabacho que encarna con fascinan te aplomo a este tipo que vive de las apariencias, tipo complejo, el que más evoluciona a nuestros ojos, desde es hombre duro, valiente, tiene su zenit en el choque con Luigi (por celos), a como vira en el viaje. “Desde anoche es como si me hubiese matado ya 50 veces. Lo tengo aquí metido. Me veo destrozado, roto en mil pedazos”, comenta. Extraordinario como lo vemos descomponerse y degradarse, hasta llegar a la soberbia escena última escena con Mario en el camión. Antológico el actor. Trabajaría tres veces más con Clouzot, como el Inspector Fichet en Diabolique , luego en The Truth de 1960 y Female Prisoner de 1968 (el último largometraje de Clouzot)

 

A reseñar la notable música compuesta por Georges Auric (“La Bella y la Bestia” o “Rififi”), engarzándose como un engranaje más a la tensión atmosférica agobiante.

 

Spoiler:

 

Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): La primera parada del camión por el ataque de ansiedad de Jo en la noche, exhibiendo que ya se ha caído un mito para Mario; Cuando Mario ha superado salir de la plataforma de madera antes de que esta caiga, sale y no encuentra a Jo, grita su nombre y no contesta teme lo haya matado, ve su gorra, y se ve el dolor en su rostro, hasta que mira arriba y lo ve reptando ladera arriba como una acobardada rata; La tensión de como Bimba prepara y ejecuta la nitro sobre el interior de la roca, con el suspense posterior a la explosión cuando vemos a Luigi tirado en el suelo boca abajo; Está el Magno momento, por derecho propio debería estar en los anales del cine por lo ingenioso (se queda corta la palabra) de como sentimos y luego vemos la explosión del camión de Luigi y Bimba, primero hay un flash de luz, luego una ráfaga de aire tira el tabaco del cigarro que preparaba Jo, tras ello la cámara se fija en la nube de humo que ha provocado la explosión a lo lejos. Nos impacta por lo inesperado, nunca sabremos porqué, simplemente pasa y lo sentimos en tercera persona como Jo y Mario; Cuando Mario pasa a ritmo pétreo por el cráter de petróleo y pilla la pierna de Jo, no para y continua de modo desgarrador ante los gritos de Jo, mostrando la deshumanización del conductor ante su cercano ‘premio’ monetario, no duda en destrozarle la pierna a su amigo, Salvaje; El último trayecto, vemos a Mario conduciendo, y con Jo tumbado sobre el hombro del piloto, tiene la pierna entablillada, Jo comenta que la pierna huele (gangrena), Mario le dice que no (para consolarlo). Parta animarlo Mario le habla de París, de las calles que conocían. Llegan a la meta, pero Jo está muerto. Mario llora y lo llama ‘amigo’; Recibe el cheque (y el de Jo) y se marcha en camión (vacío) de vuelta a Las Piedras. Hay un montaje turbador en que vemos que en la taberna de Linda se enteran de que Mario vuelve exitoso de su aventura, y montan una fiesta, poniendo la icónica “Danubio Azul”, Mario lleva el camión de forma entusiasta, haciendo eses de alegría por su triunfo, pero en una curva pierde el control y cae ladera abajo, destrozando el camión y muriendo, la cámara se detiene en su mano que tiene el billete de metro que guardaba como un fetuiche Mario, gran simbolismo de los sueños inalcanzables. Me sobraba el vahído de Linda en el baile presagiando la muerte de Mario (como ya he dicho esta sub trama sobraba).

 

Mario, el personaje principal interpretado por Yves Montand, se conoce con el nombre de Livi (como se ve en el cheque que se le da a Mario al final de la película), en referencia al verdadero nombre de Montand, Ivo Livi.

 

Como la historia de la película tiene lugar en América Central (específicamente Guatemala), Henri-Georges Clouzot originalmente quería filmar allí. Un viaje a Río tiempo antes había convencido a Yves Montand ya Simone Signoret de la miseria reinante en América Latina. Por lo tanto, Montand se negó a rodar en esta parte del mundo, considerándolo indecente. Clouzot le ofreció entonces rodar la película en España, a lo que se negó por puro disgusto con el régimen de Franco. El director cedió y rodó la película en el sur de Francia, construyendo decorados en la Camarga y el uso del bambú de Anduze por su exuberante vegetación.

 

Los lugares de rodaje son los siguientes: el antiguo campo de Saliers (en el municipio de Arles ), donde 700 gitanos fueron internados por el régimen de Vichy entre 1942 y 1944. Allí, el decorador René Renoux hizo construir el pueblo de Las Piedras con una fábrica, un café, una iglesia de hormigón encalado , palmeras de metal, cactus de yeso apodados "cactus andantes" porque se movían según los lugares de rodaje y charcos de agua alimentados por tuberías que les traían agua de las marismas de los alrededores; el jardín de bambú de Prafrance ( Anduze ), para filmaciones nocturnas donde el camión circula por la vía de chapa ondulada; en la Camarga donde se construyeron pozos y torres de perforación para la película; la margen izquierda del Gardon ( 43° 56′ 15″ N, 4° 25′ 50″ E ) para el lugar de la explosión del primer camión; pudimos, en 2002, durante la gran inundación del Gard, redescubrir este lugar, entre el antiguo Hotel y la fuente del Canelle; en efecto, durante décadas, tres metros de arena, depósitos aluviales y vegetación ribereña han cubierto el lugar; las curvas de la D 979 , atravesando el campamento de Garrigues entre Nîmes y Uzès , para la escena en la que Yves Montand zigzaguea al volante de su camión; la ruta de la Baume (antigua D 127) en el borde de Poulx ( 43° 56′ 07″ N, 4° 25′ 50″ E ) para la escena donde el camión de Yves Montand cae en el combe 9 . Los restos de éste, tapados por otros, yacían en el fondo del valle hasta 1990 10 , mostrando los restos en el fondo de la vaguada  : chasis, plataforma y costados que emergían de los demás cadáveres, así como la cabina, volcada , en cuya puerta aún se podía leer el logo de la empresa petrolera SOC. Posteriormente en 1995 realizamos una limpieza del valle para retirar cincuenta cadáveres: un helicóptero izó los escombros previamente cortados con soplete y trituradora 11. En 2021, una nueva operación de limpieza en Combe de Signore en Poulx permitió sacar otros desechos del camión.

 

Hay dos versiones más de la historia: “Violent Road” (1958) de Howard W. Koch, “Carga maldita” (1977) de William Friedkin. Que no he visto, pero que veré para juzgarlas.

 

Clase magistral de como hacer cine de tensión. Gloria Ucrania!!!

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