El salario del miedo
Con motivo del 70 aniversario del estreno (15 de abril en el festival de Cine de Cannes) me he vuelto a revisionar este clásico imperecedero, un thriller angustioso francés dirigido por Henri-Georges Clouzot, que no ha perdido un ápice de frescura en las décadas transcurridas, de las cintas que te atrapan y no te dejan cuasi respirar en su crescendo dramático sofocante. Guion del director junto a Jérôme Géronimi (seudónimo de su hermano Jean Clouzot, con el que escribió “Las Diabólicas” o “Los espías”), adaptación de la homónima novela (que Alfred Hitchcock quiso adaptar) de 1949 de Georges Arnaud (1949), narra la peligrosa aventura de cuatro camioneros que deben transportar una peligrosa e inestable carga de nitroglicerina para extinguir el incendio de un pozo de petróleo. Una de únicas películas en la historia del cine que ha ganado la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes el mismo año (Charles Vanel también recibirá el premio al mejor actor) y Festival de Cine de Berlín, también galardonada con el BAFTA a la Mejor Película.
Tiene un comienzo que indefectiblemente recuerda a la
posterior Obra Maestra peckinpahiana “Grupo Salvaje”, donde vemos a un niño
negro (desnudo de cintura para abajo, en una imagen hoy no posible) jugando con
unas cucarachas (Peckinpah se inspiró para su arranque del mencionado
film donde unos chiquillos juegan con unos escorpiones) atadas a un hilo
amarrados a un palo, exponiendo como la crueldad y la violencia humana se
mama desde la niñez. Tras ello Clouzot mediante suaves travellings nos pasea
por este desangelado pueblo, por sus embarrizadas calles se cruzan jeeps y
motos de la compañía petrolífera SOC (clara referencia a la Standar Oil Company),
mientras vemos a los lugareños en contraste ir en burros. Llegamos a un bar
donde en el exterior hay varios ociosos tipos.
Una obra que en su primera parte de una hora (he visto
la versión larga de 152 minutos, restaurada en 2017) compone los cimientos en
los que asentar las personalidades de antihéroes de los protagonistas y el
escenario de cuasi purgatorio que es este lugar en medio de la nada donde por
diferentes motivos han ido a parar estos desheredados del mundo, donde se lanza
un mensaje antiamericano contra su Imperialismo corporativo (esto hizo tener
problemas en su estreno en USA al film, donde se redujo 18 minutos el metraje),
remarcando una frase de Mario: ‘Donde hay petróleo ahí están siempre los
americanos’. Empresa esta que es la que propone el viaje de los dos camiones,
para aprovechándose de la desesperación de las gentes proponerles esta cuasi
suicida misión. Ejemplo de la colonización americana a través de estas
empresas. Un lienzo de un pueblo perdido de la mano de Dios, lugar sombrío, sin
nada que hacer, mísero, los muchos extranjeros componen una deprimente Torre de
Babel (con franceses, italianos, alemanes, estadounidenses, …), aunque
pretenden escapar de allí no tiene los medios para hacerlo. La vida allí transcurre
lentamente sumida en el calor sudoroso, uno de los personajes dice del lugar:
“Es como una prisión. "Es fácil entrar, pero escapar es imposible".
Un formidable glosario de personajes contradictorios que evolucionan, muy
cercana al homoerotismo ese triángulo ‘afectivo’ que se establece entre Luigi;
Mario y Jo, desembocando en una tensa escena en la taberna, donde parece se
establece la dureza de Jo frente a la endeblez de Luigi, ante la mirada
entusiasta de Mario, todo una fachada. El que parece el héroe termina siendo un
cruel avaricioso egoísta, el que presume de ser un tipo duro de los bajos
fondos, termina siendo un pusilánime cobarde, o la pareja de camioneros (el
alemán y el italiano) con anda en común, terminan siendo los más fieles
compañeros. Cada uno de los (se convertirán en la segunda parte en) camioneros tiene
sus elementos que los hacen con alma y carácter, genial la forma en que se
conocen Mario y Jo, silbando un himno de guerra y respondiendo uno al otro. Demostrando
Clouzot un gran sentido simbólico gracias a la fenomenal cinematografía en
glorioso b/n de Armand Thirard (“Manon” o “Las Diabólicas”), transmitiendo al
espectador el calor ambiental, el feísmo del lugar, la ociosidad general, y con
ese toque presidiario de enfocar en varias ocasiones a los personajes cubiertos
de líneas verticales de sombras, cual reflejando las rejas de la cárcel en la
que están.
En este tramo emergerá otra de las características
peckinpahianas, la misoginia, ello se da en el tratamiento del único personaje
femenino, Linda (la brasileira Véra Clouzot, esposa del director en su debut en
cine), mujer con muy baja autoestima, chica camarera de una taberna al que el
dueño trata como una prostituta (esa imagen del trasero de ella mientras friega
es bastante significativa), que enamorada de Mario, se deja humillar una y otra
vez por este, casi a un nivel masoquista, realmente esta es una sub trama
eliminable, de hecho, es el único defecto que le encuentro al film. Una
actuación error de casting, no pega ese bellezón en ese lugar tan decrépito,
pulcra, hermosa, de una sensualidad apabullante, no em la creo en ese lar donde
todos los hombres caerían sobre ella como carroñeros. La actriz estuvo mucho
mejor en la película de su marido “Las Diabólicas” (1955).
Para en la hora y media después embarcarnos en una
aventura que nos dejará sin aliento en sus consiguientes etapas de pruebas a superar
para llegar a su Sueño Americano (o sudamericano), en una historia con efluvios
a “Pasión Ciega” (1940) de Raoul Walsh, más “Mercado de ladrones” de Jules
Dassin (1949), mezclado con dosis de “El tesoro de Sierra Madre” (1948). Un
relato en que el maravilloso guion compone un microcosmos adusto, seco, áspero,
muy realista, emanando unos personajes tridimensionales, matizados, muy humanos
en sus virtudes y muchos defectos, ello hace que nos importe lo que les pase,
que empaticemos con ellos y que en su travesía endemoniada nos sintamos presos
de la tensión letal que aguarda en cada esquina. Ello para un desesperanzador
desarrollo, lo que hace que temamos por la vida de estos personajes puestos al
borde del abismo, que ansían una salida a su infortunio en la anhelada meta,
cual Paraíso al final del túnel. Toda una oda al nihilismo, al egoísmo, y
paradójicamente también al compañerismo. Ello filmado de modo inteligente, con
fueras de campo prodigiosos, jugando con la inteligencia del espectador (ese
camionero que no acude a la cita de salida, y todos intuimos porque, pero nunca
ni se dice, ni se hace mención), el modo de apuntar al fatalismo de los
protagonistas, pero apenas hace mención a su (misterioso) pasado (hace que el espectador
deba poner de su parte para construir esta laguna). Todo en pos de edificar un
retrato prodigioso de la cainita Condición Humana.
La primera parte del relato transcurre en Las Piedras,
un pueblo inhóspito a lo infierno en la tierra rodeado de desierto y marcado
por el barro, la miseria, las aves rapaces, la corrupción, los perros, el
aburrimiento, las peleas banales, el alcohol, la falta de trabajo, el olvido
institucional y una cantina llamada El Corsario Negro, propiedad de un tal
Pepito Hernández (Darío Moreno), donde se reúne la colorida fauna de exiliados
que habitan las inmediaciones, hablamos de Mario Livi (Yves Montand), un
seductor, mujeriego y vividor nativo de Córcega que trata para la mierda a su
devota y cándida amante, Linda (Véra Clouzot), empleada multirubro y aparente
esclava sexual del afeminado Hernández, Bimba (Peter van Eyck), un judío
holandés taciturno que pasó tres años en una mina de sal trabajando para los
nazis, quienes además ahorcaron a su padre, Luigi (Folco Lulli), afable
compañero de hogar de Mario y albañil de Calabria que sufre de silicosis como
consecuencia de haber respirado cemento durante años, hoy con los pulmones
destruidos/ quemados al punto de tener que abandonar su profesión de toda la
vida, y el recién llegado Jo (Charles Vanel), gánster parisino cercano a la
tercera edad, viene huyendo de la ley gala. La vía de escape para los
protagonistas: Conducir dos camiones cargados de nitroglicerina a través de 300
millas de traicionero país montañoso. Si sobreviven, una propuesta incierta en
el mejor de los casos, cada uno recibirá un cheque por $ 2000.
Una vez empieza la travesía comienza la tensión
acuciante, dividiéndose el viaje en cuatro etapas de peligros a superar con
nervios de acero. El primero de los riesgos son 35 kilómetros de camino llamado
de uralita por sus continuos resaltos, donde la táctica será ir a una velocidad
continua de 40 km/h, si se baja o aumenta puede suponer que el vaivén provoque
‘boom’ en la carga, onde la tensión aumenta cuando los dos camiones deben
mantener una distancia de seguridad que se reduce hasta ponernos el corazón en
un puño; Luego tenemos una curva cerrada, donde para poder entrar en ella hay
que maniobrar sobre una plataforma de madera suspendida sobre un tajo. El
director hábilmente juega con el camión de delante para establecer la
angustiosa situación. El segundo será el que tenga que sufrir por todo el pique
que llevan los camioneros y por como el director desarrolla con pinzamiento
espectacular el montaje (genial edición de Madeleine Gug, Etiennette Muse y
Henri Rust), con esa madera podrida, esa vagoneta al borde, ese cable de acero que
se engancha, endiabladamente Homérico, toda una lección de tempo tensionado
hasta dejarte sin aliento; Tras ello tendremos una gran roca en el camino, la
única forma de continuar será hacerla explotar con métodos rudimentarios. Donde
Bimba se convierte en el líder al idear como destruir el obstáculo, con una
secuencia prodigiosa en el uso de los resortes para provocar tensión; Y por
último será un gran socavón en la carretera lleno de petróleo por una tubería
de oleoducto rota y que hace que cada vez esté más inundado. Aquí estamos en el
zenit, donde cualquier atisbo de humanidad ha caído, solo queda el darwinismo,
ello expuesto de modo atávico; Y ya en la última parte queda una estremecedora
secuencia entre Mario y Jo; Para lo último el epílogo que da sentido al tono
(no quiero spoilear) del film.
Por el camino las relaciones entre unos y otros irán
evolucionando de forma que nos atrapen, como en cada camión se irá destapando
la verdadera personalidad de cada uno, cuando estas al borde del peligro emerge
el verdadero carácter despojado de la coraza de la rutina del día a día normal.
Como unos se derrumban ante la visión de la cercana muerte, otros se dan de
bruces contra la realidad de haber entronizado a gañanes hipócritas, y se
invierten los roles, y con ella saliendo a la luz la cobardía de unos y el
sadismo de otros; en el otro lado sacan a relucir el compañerismo, mostrándose
leales, joviales, compenetrados entre el hieratismo de uno y lo extrovertido
del otro. Acrecentando la intensidad de esta odisea trágica.
El elenco actoral es sensacional es muy bueno. Con
Yves Montand en su primer papel protagónico demuestra carácter, melancólico de
París, nihilista radical ("Y no somos todos los muertos vivientes?"
comenta), guarda el último billete de tren que usó antes de salir de la capital
gala, símbolo de su añoranza, mantiene una gran química con Varnel en su
alambicada relación, encarna con vigor a un tipo embelesado por alguien al que
admira y torna en un trampantojo, y con ello la crueldad más nihilista aflora
en alguien que no dudará en pisotear al que sea para llegar a meta, notable;
Folco Lulli está maravilloso como el vivaraz Luigi, sabe que tiene fecha de
‘caducidad’ su vida e intentará que no sea Las Piedras su tumba. Impregna a su
rol de simpatía, de empatía, deseamos que llegue a meta, sentimos su dolor por
como lo ha tratado Mario, exuberante en la escena de la taberna en su
enfrentamiento con Jo, desde como baila, como hace música y como mantiene el
duelo. Para luego mantener una grácil asociación con Bimba, brillante; Peter
van Eyck da vida al lacónico Bimba, un alemán perseguido por los horrores
nazis, tipo de pocas palabras, pero siempre observador, termina haciendo buenas
migas con Luigi, tiene ese toque de arrogancia ante la Muerte de querer estar
presentable (se afeita) por si se presenta; Entre todos el que saca más es un
espléndido Charles Vanel (actuación le valió premio en el Festival de Cine de
Cannes), un veterano actor gabacho que encarna con fascinan te aplomo a este
tipo que vive de las apariencias, tipo complejo, el que más evoluciona a
nuestros ojos, desde es hombre duro, valiente, tiene su zenit en el choque con
Luigi (por celos), a como vira en el viaje. “Desde anoche es como si me hubiese
matado ya 50 veces. Lo tengo aquí metido. Me veo destrozado, roto en mil
pedazos”, comenta. Extraordinario como lo vemos descomponerse y degradarse,
hasta llegar a la soberbia escena última escena con Mario en el camión.
Antológico el actor. Trabajaría tres veces más con Clouzot, como el Inspector
Fichet en Diabolique , luego en The Truth de 1960 y Female Prisoner de 1968 (el
último largometraje de Clouzot)
A reseñar la notable música compuesta por Georges
Auric (“La Bella y la Bestia” o “Rififi”), engarzándose como un engranaje más a
la tensión atmosférica agobiante.
Spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): La
primera parada del camión por el ataque de ansiedad de Jo en la noche,
exhibiendo que ya se ha caído un mito para Mario; Cuando Mario ha superado
salir de la plataforma de madera antes de que esta caiga, sale y no encuentra a
Jo, grita su nombre y no contesta teme lo haya matado, ve su gorra, y se ve el
dolor en su rostro, hasta que mira arriba y lo ve reptando ladera arriba como
una acobardada rata; La tensión de como Bimba prepara y ejecuta la nitro sobre
el interior de la roca, con el suspense posterior a la explosión cuando vemos a
Luigi tirado en el suelo boca abajo; Está el Magno momento, por derecho propio
debería estar en los anales del cine por lo ingenioso (se queda corta la
palabra) de como sentimos y luego vemos la explosión del camión de Luigi y
Bimba, primero hay un flash de luz, luego una ráfaga de aire tira el tabaco del
cigarro que preparaba Jo, tras ello la cámara se fija en la nube de humo que ha
provocado la explosión a lo lejos. Nos impacta por lo inesperado, nunca
sabremos porqué, simplemente pasa y lo sentimos en tercera persona como Jo y
Mario; Cuando Mario pasa a ritmo pétreo por el cráter de petróleo y pilla la
pierna de Jo, no para y continua de modo desgarrador ante los gritos de Jo,
mostrando la deshumanización del conductor ante su cercano ‘premio’ monetario,
no duda en destrozarle la pierna a su amigo, Salvaje; El último trayecto, vemos
a Mario conduciendo, y con Jo tumbado sobre el hombro del piloto, tiene la
pierna entablillada, Jo comenta que la pierna huele (gangrena), Mario le dice
que no (para consolarlo). Parta animarlo Mario le habla de París, de las calles
que conocían. Llegan a la meta, pero Jo está muerto. Mario llora y lo llama
‘amigo’; Recibe el cheque (y el de Jo) y se marcha en camión (vacío) de vuelta
a Las Piedras. Hay un montaje turbador en que vemos que en la taberna de Linda
se enteran de que Mario vuelve exitoso de su aventura, y montan una fiesta,
poniendo la icónica “Danubio Azul”, Mario lleva el camión de forma entusiasta,
haciendo eses de alegría por su triunfo, pero en una curva pierde el control y
cae ladera abajo, destrozando el camión y muriendo, la cámara se detiene en su
mano que tiene el billete de metro que guardaba como un fetuiche Mario, gran
simbolismo de los sueños inalcanzables. Me sobraba el vahído de Linda en el
baile presagiando la muerte de Mario (como ya he dicho esta sub trama sobraba).
Mario, el personaje principal interpretado por Yves
Montand, se conoce con el nombre de Livi (como se ve en el cheque que se le da
a Mario al final de la película), en referencia al verdadero nombre de Montand,
Ivo Livi.
Como la historia de la película tiene lugar en América
Central (específicamente Guatemala), Henri-Georges Clouzot originalmente quería
filmar allí. Un viaje a Río tiempo antes había convencido a Yves Montand ya
Simone Signoret de la miseria reinante en América Latina. Por lo tanto, Montand
se negó a rodar en esta parte del mundo, considerándolo indecente. Clouzot le ofreció
entonces rodar la película en España, a lo que se negó por puro disgusto con el
régimen de Franco. El director cedió y rodó la película en el sur de Francia,
construyendo decorados en la Camarga y el uso del bambú de Anduze por su
exuberante vegetación.
Los lugares de rodaje son los siguientes: el antiguo
campo de Saliers (en el municipio de Arles ), donde 700 gitanos fueron
internados por el régimen de Vichy entre 1942 y 1944. Allí, el decorador René
Renoux hizo construir el pueblo de Las Piedras con una fábrica, un café, una
iglesia de hormigón encalado , palmeras de metal, cactus de yeso apodados
"cactus andantes" porque se movían según los lugares de rodaje y
charcos de agua alimentados por tuberías que les traían agua de las marismas de
los alrededores; el jardín de bambú de Prafrance ( Anduze ), para filmaciones
nocturnas donde el camión circula por la vía de chapa ondulada; en la Camarga
donde se construyeron pozos y torres de perforación para la película; la margen
izquierda del Gardon ( 43° 56′ 15″ N, 4° 25′ 50″ E ) para el lugar de la
explosión del primer camión; pudimos, en 2002, durante la gran inundación del
Gard, redescubrir este lugar, entre el antiguo Hotel y la fuente del Canelle;
en efecto, durante décadas, tres metros de arena, depósitos aluviales y
vegetación ribereña han cubierto el lugar; las curvas de la D 979 , atravesando
el campamento de Garrigues entre Nîmes y Uzès , para la escena en la que Yves
Montand zigzaguea al volante de su camión; la ruta de la Baume (antigua D 127)
en el borde de Poulx ( 43° 56′ 07″ N, 4° 25′ 50″ E ) para la escena donde el
camión de Yves Montand cae en el combe 9 . Los restos de éste, tapados por
otros, yacían en el fondo del valle hasta 1990 10 , mostrando los restos en el
fondo de la vaguada : chasis, plataforma
y costados que emergían de los demás cadáveres, así como la cabina, volcada ,
en cuya puerta aún se podía leer el logo de la empresa petrolera SOC.
Posteriormente en 1995 realizamos una limpieza del valle para retirar cincuenta
cadáveres: un helicóptero izó los escombros previamente cortados con soplete y
trituradora 11. En 2021, una nueva operación de limpieza en Combe de Signore en
Poulx permitió sacar otros desechos del camión.
Hay dos versiones más de la historia: “Violent Road”
(1958) de Howard W. Koch, “Carga maldita” (1977) de William Friedkin. Que no he
visto, pero que veré para juzgarlas.
Clase magistral de como hacer cine de tensión. Gloria
Ucrania!!!
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