domingo, 8 de enero de 2023

 


Pinocho de Guillermo del Toro


El creador de universos propios, el mexicano Guillermo del Toro (de ahí el acertado título, no por pedantería, si no por remarcar que es su mente la que moldea el relato), junto al especialista en animación stop-motion Mark Gustafson (en su debut como director, trabajó en films como “El fantástico Mr. Focx”), ofrecen una muy atractiva revisión del clásico literario infantil, aunque el binomio de realizadores dan su particular toque más para adultos que para peques, siendo una cinta que destila tristeza y melancolía. Basándose libremente en la obra del florentino Carlo Collodi de 1883, “Las aventuras de Pinocho” (en realidad se publicó originariamente en forma de historieta en el periódico infantil “Giornali per un bambini” entre 1881 y 1883, con el título de “Storia de un burattino”, después publicado ya como libro con el título de “Le avventure de Pinocchio”), convertido desde entonces en un clásico para los niños, ayudando mucho a ello la popularísima y canónica adaptación que Disney en 1940 (segundo largometraje de Disney), aunque se apartaba bastante de éste, pero manteniendo su espíritu aleccionador. Tras esta ha habido decenas de revisiones sobre la legendaria marioneta, tanto animadas como en vida real, algunas muy recientes, como son la italiana de 2019 dirigida por Matteo Garrone con Roberto Benigni como Geppeto (él mismo dirigió otra versión en 2002), o la coetánea del 2022 dirigida por Robert Zemeckis con Tom Hanks de Geppeto, pero ninguna (incluidas estas) han conseguido ni tan siquiera cercarse a la magia inherente a la dirigida por Ben Sharpsteen & Hamilton Luske para la compañía del logo-ratón. Hasta que ha llegado esta del de Jalisco, que ha conseguido dar una perspectiva nueva cautivadora. Teniendo un reguero impresionante entre los que dan voz a las figuras animadas, como Ewan McGregor como Sebastian J. Cricket el grillo, David Bradley como el maestro Geppetto, Ron Perlman como el villano Podestà, Cate Blanchett, Tim Blake Nelson (v.o. de los Conejos Negros, cuerpos esqueléticos que trabajan para la Muerte. Se basan en los Undertaker Rabbits de la historia origina), Christoph Waltz como el Conde Volpe, Tilda Swinton o John Turturro como el Dottore.

 

Guion de Del Toro y Patrick McHale (“Hotel Transilvania 2”), a partir de una historia de del Toro y Matthew Robbins (“Mimic”), que pasan el relato por su gótico-oscuro filtro para regalarnos una obra más para adultos que para peques. Proyecto muy personal de Del Toro, considera que ningún otro personaje "tuvo conexión personal tan profunda con [él]" que Pinocho. Film influenciado notoriamente por las ilustraciones de Gris Grimly para la edición del libro de 2002 (las descubrió Del Toro nen 2003), donde crea a Pinocho como un títere con una nariz larga y puntiaguda y extremidades delgadas, con gestos que del Toro sintió que capturaban la energía de un títere rebelde, pero de buen corazón, de modo sombrío el director azteca ideó el aspecto de Pinocho para la película, representándolo como madera sin terminar. Del Toro mantiene de la obra seminal el pasaje de los conejos sepultureros, aquí muertos, con las costillas expuestas, que en el libro son negros como la tinta y enseñan al muñeco que, si no se toma su medicina, morirá. Pero prescinde -como en Disney-, de algunos de los pasajes más oníricos y, a la vez, más escalofriantes del original, como la muerte del hada y la del Grillo Parlante -que con Disney adquirió el nombre de ‘Pepito’.

 

Enmarcando la historia de la popular marioneta en la Italia mussoliniana, ello para otorgarle mordazmente un cariz diferente a la narración sobre la pérdida de la inocencia, atacando el adoctrinamiento y lavado de cerebro, a favor de la desobediencia (como ejemplo de libre pensamiento) cuando es claramente el mal totalitario (el fundamentalismo político) el que está arriba en la jerarquía, contra la manipulación de las masas, por ello lo de la inclusión del fascismo como epítome de lo que se supone debe ser obediencia ciega (en el libro era pro obediencia a los padres), también sirve en este contexto como mensaje antimilitarista, contra la acomodación de la Iglesia en torno al poder (representada en el sacerdote que contrata a Geppeto con v.o. de Burn Gorman), o ensalzando el poder del arte (el teatro de variedades en este caso, vemos una chanza de Pinocho desfilando al paso de la oca) como medio para la sátira de los poderosos sátrapas. Se hace ver como los fascismos quieren a gente sin sentimientos, robots fuertes que no sientan dolor (sean asentimentales). 'Credere, obbedire, combattere (creer, obedecer, luchar)’, es el lema fascio italiano que vemos en multitud de partes, y Del Toro satiriza esta antidemocrática ideología apegada al militarismo (que estado dictatorial no lo está?), nada mejor para ello que el tramo en la escuela militar parodia el culto a la personalidad (en este caso a un Mussollini caricaturizado de forma grotesca como pequeñín), atacan la sumisión dogmática.

 

Asimismo, se incluye otro elemento nuevo orgánicamente perfecto en el argumento, como es que Pinocho ‘nace’ de la pérdida de Geppeto de su hijo pequeño (muerto en un bombardeo producido durante la Gran Guerra, llamado aquí Carlo, en claro homenaje al creador de Pinocho), lo que se maneja para radiografiar las relaciones paterno-filiales en como los progenitores podemos colgar una losa pesada sobre las espaldas de nuestros hijos con las expectativas que creamos sobre ellos, lo cual puede llevarnos (peligrosamente) a la frustración paternal y al desamor filial, en este sentido, el director de “El Laberinto del Fauno” vuelca su amor por sus padres, dedica la película sus padre y madre. Tocando temas tan profundos (amen de los comentados) como son la aceptación del paso del tiempo, nuestra mortalidad, que estamos de paso y hemos de aprovechar lo que estemos aquí, la fugacidad de nuestra existencia, hemos de valorar el amor, el sacrificio por un bien mayor, las amistad, la empatía con los que los que sufren, siendo por ello un relato que rezuma humanismo por todos lados.

 

Del Toro hace eso tan difícil como es revisar un clásico y alcanzar a darle una visión distinta, pero a la vez bien engarzado a la historia, manteniendo su esencia lo que hace más que justificable verla. Dejando un poso de reminiscencias al clásico del terror “Frankenstein or the Modern Prometheus” (1818), sobre jugar a ser Dioses dando vida y nuestra responsabilidad sobre la creación. Todo ello con una estética muy propia del expresionismo alemán en su tenebrismo, esto apoyado en el sensacional diseño de producción de Guy Davis (colaborador habitual de Del Toro en films como “Pacific Rim” o “La forma del agua”, o “El callejón de las almas perdidas”), y del especialista en animación de este tipo, Curt Enderle (“The Boxtrolls” o “Isle of Dogs”), jugando en la iconografía feérica cruzada con la cultura egipcia (sobre todo en la ‘Muerte’ que maneja las vueltas a la vida de Pinocho, original de esta película), con lares formidables como el pueblo (con sus sinuosas calles empedradas), o la Iglesia, proyectando una impresión magnética en su deslumbrante imaginación lóbrega, rica en detalles siniestros. Esto sustentado en gran medida por la fascinante cinematografía de Frank Passingham (especialista en la animación stop-motion: “Evasión en la granja” o “Ratompolis”), proyectando un patinado cromático en tonos marrones macilentos, ominosos, con sombras, con mucho picado y contrapicado, con cielos nublados. Con unas figuras con brillantez en sus naturales movimientos, el monstruo marino, su bizarro interior, todo un deleite para la vista. Esto adornado por la notable música del galo Alexandre Desplat en su segunda colaboración con del Toro, tras de “La forma del agua”, con letra de Roeban Katz.

 

Historia donde tienen mucha importancia unos secundarios con carácter, que dejan poso en su fuerte personalidad para bien o para mal, incluso complejos, seres que evolucionan con los acontecimientos, como el grillo, Carlo, el malvado Podestà, el niño Candlewick (v.o. Finn Wolfhard), el matón simio Spazzatura (Su nombre significa "basura" en italiano y es la contraparte de la película del Gato de la historia original de Pinocho. Spazzatura solo puede hablar a través de los títeres que opera), la espectacular Muerte (v.o. Tilda Swinton), o el fascista Conde Volpe.

 

Pinocho (v.o. de Gregory Mann) es alborotador, y primario, en contraste con el bien educado y dócil Carlo, pero tiene un corazón noble, es individualista, valiente, intrépido, etc. Crece en una sociedad fascia dominada por personas que se comportan como marionetas que profesan fe ciega en su líder, y él es un alma libre que no se ata ni a los hilos que debería tener como títere, se rebela contra la tiranía, tanto como para burlarse ante él de Mussolini (muy buena la secuencia), va aprendiendo lo importante de la vida a fuerza de golpes, incluso de muertes (extraordinarios sus pasos por este suigéneris limbo), va generando su propia identidad lejos del espejo que le quiere interponer su creador Geppeto. Ser de madera maravillosamente diseñado, alejado de la imagen aniñada que tenemos iconizada en mente, nada que ver con la cuasi-transfiguración de un niño ‘amuñequizado’ (valga el palabro), propia de ser una creación provocada por la ira que son los hachazos de Geppeto, creado imperfectamente con la furia de un parto imaginativo y doloroso, lo vemos ir desarrollándose en sus movimientos, del inicio que parece una especie de aterrador arácnido, para a medida que discurre el minutaje ir pareciendo más humano, hasta impregnarnos de ternura y simpatía. Aquí no hay horizonte con el que llegar a ser un humano de carne y hueso, aquí debes quererlo como es por dentro, sin que tenga que ver el aspecto, la transformación debe ser de carácter; Geppeto tiene una presencia de más peso en su arco evolutivo, yendo a la par que Pinocho en su toma de conciencia de que no puede clonar a las personas, debe aceptar a su hijo tal y como es y no quererlo moldear como otro, lo que puede suponer el rechazo del infante.  

 

También se cambia la caracterización de Sebastian J. Cricket, el grillo parlante, asume el papel de la conciencia de Pinocho (aquí el narrador en off de la historia que está escribiendo cual escritor). Su importancia personal molesta a Pinocho, lo que hace que escape de la supervisión de Sebastián. El grillo se da cuenta de que Pinocho debe descubrir ciertas cosas por sí mismo, como el amor, la humildad y cómo comportarse. Como en el libro original, Sebastian es "asesinado" varias veces durante la duración de la película, pero siempre regresa para cumplir con el arco de su personaje. Del Toro no deseaba depender demasiado de las criaturas mágicas en la película. Deseando más realismo, eliminó el Zorro, el Gato y la Tierra de los Juguetes. Además, del Toro creó el Conde Volpe, como homenaje y fusión de Fox, Cat y Mangiafuoco. En la trama secundaria del burro, el cochero es reemplazado por el Podestà, oficial fascista que, al darse cuenta de que no se puede matar a Pinocho, se esfuerza por reclutarlo en el ejército de Italia.

 

Del Toro imprime un ritmo fluido que hace sus 105 minutos sean muy llevaderos. Con una narración episódica que nunca pierde su cohesión, todo muy orgánico, dejando que los personajes se expresen para nos sintamos empatizados con ellos, haciendo que con el prólogo nos sintamos partícipes del dolor de Geppeto, una angustia vital que todo el que es padre entiende (proveniente de la muerte de su hijo; esto producido por una imagen recurrente en la filmografía de del Toro, aviones de guerra sobrevolando en la noche, y soltando bombas, hacen blanco en un terreno habitado por niños, el símbolo de la inocencia, esto ya lo vimos, por ejemplo, en “El Espinazo del diablo” (2001).

 

Para cuando aparece Pinocho la historia tomar aún más impulso con sus ‘aventuras’ primero con el feriante Conde Volpe (v.o. Christoph Waltz; Su nombre significa "zorro" en italiano y es una combinación de Fox, Mangiafuoco y Ringmaster de la historia original), luego con el Podestá (v.o. Ron Perlman), tras ello el monstruo marino, y todo ello salpicado por saltos al Limbo. Para desembocar en un final satisfactorio en como llega, emocionando. Y encima coronado por un epílogo cargado de nostalgia, de madurez, de sentido del ciclo de la vida es imparable (por mucho que nos duela), donde se hace un recordatorio de aquello del Tempus Fugit, que yo entiendo como el Carpe Diem.

 

Tiene también parte de musical en varias canciones que se reparten por el metraje, no es su parte mejor, tampoco son un lastre, aunque si está un tema que se puede salvar como es "Ciao papá", de los temas que te dejan huella.

 

Film que ha tenido 3 nominaciones en los Globos de Oro, entre ellas Mejor Película de Animación.

 

Spoiler:

 

Un epílogo crudo en su exposición del Memento Mori (otra cita popular del latín), nada complaciente y menso para los niños. Donde vemos en varias poéticas elipsis como todos los que rodean a Pinocho van desapareciendo, van muriendo presos de nuestra mortalidad, mientras él permanece igual, ello para hacer ver la muerte como algo natural lejos del tabú.  

 

Un Pinocho original, conmovedor, entrañable, muy humano en sus falencias y virtudes, exponiendo con fuerza dramática un viaje iniciático de calado para el espectador. Para mí, la mejor película de Del Toro, siempre le había encontrado defectos a sus cintas, pero esta es la más redonda, aun con algún altibajo de ritmo. Gloria Ucrania!!!

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