lunes, 9 de enero de 2023

 


Bajo la bandera del sol naciente.


Notable muestra de cine antibélico que arraiga y penetra en el espectador por su gran capacidad de atravesar tus entrañas sobre como la Guerra deshumaniza hasta niveles desgarradores. Film japonés que he visto con motivo del 50 aniversario de su estreno (12/03/1972), siendo para mi todo un hallazgo su solidez narrativa, que mediante una estructura episódica consigue ser cohesionada y de calado. Dirige un director al que ya me pongo a escudriñar su filmografía, como es Kinji Fukasaku, se basa en dos de las historias de la colección de cuentos del mismo nombre ganadora del Premio Naoki de Yūki Shōji. Alrededor de 1970-1971, Fukasaku usó su salario de “Tora! Torá! Torá!” (1970) para comprar los derechos de la novela homónima de Yuki, que luego produjo y dirigió para su estrenó en 1972. Película que se adentra en el revisionismo desmitificador del guerrero nipón, radiografía el dolor, la perdida, hace una autopsia del trauma de la WWII para los del Imperio del Sol Naciente, se sumerge en los horrores del conflicto, realiza un punzante mosaico de la conciencia japonesa sobre la guerra, exhibe lo peor de la decadencia humana cuando se llega a condiciones extremas en todos los sentidos, la tiranía de los mandos (incluso les obligan a pelear con palos, en un ejemplo del atavismo a que se abocan los personajes), falta de escrúpulos, su abuso del poder, como también las consecuencias de intentar sobrevivir en medios hostiles, donde el hambre hace acto de presencia para llevar a estos soldados hasta el canibalismo, Atroz. Ello Fukasaku lo transmite con recursos setenteros muy bien manejados dramáticamente para emitir un estado de ánimo pesaroso y desesperanzador, con zooms nerviosos sobre fotografías en b/n que parecen reales de archivo de guerra, con turbadores congelados de instantáneas, con flashes penetrantes de color rojo sangre que inundan puntualmente la pantalla, provocando un efecto inquietante de metaficción. Toda la narración comandada por una sensacional Sachiko Hidari como esta peculiar heroína que lucha contra los Molinos de Viento de un aparato burocrático sin sentimientos, y contra una ‘omertá’ de los testigos que buscan entre olvidar y no sacar a relucir sus propias miserias.

 

Con imágenes de archivo, de la primera ceremonia por las víctimas, celebrada el 2 de Mayo de 1952 en el gran parque de Shinjuku, donde vemos a Hirohito Michinomiya ofreciendo las flores. Para el marido de Sakie no hay flores, caído en algún punto y lugar durante la sangrienta campaña de Nueva Guinea (esto entroncará circularmente con el final). Una viuda de guerra de la WWII, Sakie Togashi (Sachiko Hidari) cuyo esposo, el sargento Katsuo Togashi (Tetsuro Tamba), murió en Nueva Guinea en algún momento alrededor de la rendición japonesa el 15 de agosto de 1945, veintiséis años antes de la actualidad de la película. Desde 1952, que fue cuando se promulgó la Ley de Beneficios para Sobrevivientes Militares, ha presentado repetidamente reclamos para sus propios beneficios, solo para ser rechazados una y otra vez. La razón de sus repetidos rechazos se deriva de las misteriosas circunstancias y la posible desgracia que rodea la muerte de su marido. El aviso que recibió no incluía la fecha de la muerte, y el motivo anotado se había cambiado de "Muerto en combate" a un "Fallecido" más ambiguo y descuidadamente garabateado. Las autoridades afirman que, de hecho, el sargento Togashi fue ejecutado por deserción, pero la señora Togashi quiere pruebas más convincentes de su destino. Le dan los nombres de cuatro hombres que sirvieron en la unidad de su esposo, pero que no respondieron a la llamada inicial para obtener información sobre el caso. Ella visita y pregunta a cada uno de ellos para ver si puede saber la verdad.

 

Sakie comienza una cruzada personal por rehabilitar y conocer la verdad sobre su esposo, donde ni los hijos la apoyan, en clara señal de como la juventud quiere pasar página por encima de todo. Con lo que se inicia un relato fragmentado, donde el tiempo es voluble en sus diferentes flash-backs apegados a los relatos un tanto poco fiables de los testigos, en lo que recuerdan claramente a la Obra Maestra japonesa de Kurosawa “Rashomon” (1950), en lo que es una narración no lineal, construyendo el puzle Sakie de los últimos días de su amado, adentrándose en el sub mundo de la desesperación y la sinrazón del ocaso de la guerra. Sakie busca limpiar y restaurar el nombre de Togashi, y lo que haya entre los escombros de las narraciones es el Averno de lo peor de la naturaleza humana, una tragedia que deconstruye el horror, donde la clara alegoría es como se extiende este Infierno hasta ese vertedero donde vive uno de los testigos a modo de expiar culpas cual monje fustigándose. Aflorando la brutalidad, la crueldad, ello en secuencias que destilan atavismo, con ejecuciones, linchamientos, medio-decapitaciones. Es destacable como el director no hace lo fácil de entronizar a Tatsuo, es un ser soldado con sus virtudes y defectos, lo humaniza, en medio de enfrentamientos, órdenes absurdas, rebelión contra el tiránico mando, traiciones, conspiraciones, asesinatos, enfermedades (la malaria), desesperación con el hambre (en un primer nivel llegan a matar y comer rata) hasta llegar a la antropofagia (el nivel máximo), una odisea de salvajismo en el escenario precisamente de un lugar dado a ello como la selva. Todo ello desarrollado a un ágil ritmo, atrapándote en sus malsanas redes, queriendo saber con Sakie la verdad, hasta desembocar en un final muy satisfactorio, nada facilón o complaciente.

 

El recorrido para ir a interrogar a los testigos sirve para hacer un lienzo descorazonador del Japón del momento, reflejando un crisol de comportamientos y situaciones que dejan en mal lugar a la nación. Tenemos a Terajima, el ejemplo de la persona asolada por sus recuerdos de guerra, es preso de su pasado que sobrelleva como una losa viviendo de modo marginal, primero le cuenta a Sakie era un tipo noble que les salvó de los abusos del oficial al mando que su marido cayó honorablemente en combate de batalla, pero como todos los testimonios su fiabilidad es puesta en cuarentena. Le da vida al rol Noboru Mitani de forma maravillosa en como emite de modo emocionante su tormento interior; El cabo Tomotaka Akiba, ahora actor que interpreta una caricatura cómica de la derrota japonesa, exponiendo el poco respeto y lo lejano que los nipones del momento sentían por su reciente pasado, ahora convertido en chanzas. Le dice a Sakie que recuerda que le dispararon a un sargento por robar papas del suministro militar, pero no está seguro de si fue el sargento. Encarnándolo Takeshi Seki con gran sentido cínico; El sargento de la policía militar Nobuyuki Ochi, ahora ciego por beber alcohol del mercado negro de la posguerra conocido como "bomba", le dice a Sakie que recuerda a un sargento que mató a soldados para comer y vender su carne, pero no está seguro de si fue el sargento. Vive con una esposa (Sanae Nakahara) que claramente le engaña, aunque él lo sabe. Le da vida de modo estoico y amenazante Shonosuke Ichikawa tras sus gafas negras; El segundo teniente Tadahiko Ohashi, ahora profesor de literatura de la escuela secundaria, lo que sirve para que el director Fukasaku muestre su izquierdismo mostrando protestas juveniles en el centro donde imparte clases, contra las bases militares USA en territorio nipón, a la par que el aeropuerto cercano sirve para lucir el ‘síndrome de estrés postraumático’ por como afecta el ruido de aviones a su mente que lo traslada a la guerra: El profesor le dice a Sakie que se reveló información después de la guerra de que el mayor Senda, oficial de personal de la división, había ordenado el asesinato de un piloto australiano capturado por el segundo teniente Goto (excelente en su perfidia cerril Shinjiro Ehara). Taketoshi Naito encarna notablemente a Ohashi; Sakie termina enfrentándose al fatuo y pomposo mayor Takeo Senda (muy bueno Kanemon Nakamura en como expone a la casta que siempre, da igual si blanco o negro están arriba, ellos cual buenos acróbatas siempre permanecen en lo alto, pueden sortear sus crímenes de guerra, insiste en que siguió el procedimiento adecuado para el consejo de guerra y ejecución de Togashi.

 

Spoiler:

 

Momentos recordables: Vemos un proyectil que atraviesa una foto familiar mientras la pantalla se vuelve carmesí para registrar una revelación espantosa: Cuando un oficial ordena la decapitación de un prisionero de guerra australiano, y como el teniente Goto se rebela como un fanfarrón incapaz de dar muerte rápida al reo, y le asesta golpes que le hieren únicamente, hasta que el superior saca su pistola y lo mata disparándole en la cabeza; El mayor Senda en el crepúsculo de la guerra pronostica que en 30 años Japón volverá a ser potencia mundial, esta profecía del pasado se intercala con desfiles militares en el presente, dejando patente su acierto, cual si la situación no hubiera cambiado mucho; Terajima es dejado atrás aquejado de malaria, acosado por el hambre decide cruzar una línea moral y fríe en una lumbre una mano del asesinado (por sus abusos de poder) Goto. Esto lo conbfiesa a Sakie, espetándole con dolor: "Me comí un hombre... y el mundo no cambió"; El rush final de los tres condenados, pidiendo Togashi como última cena arroz, como símbolo del amor a Japón. NO pueden proporcionársela y deben rapiñar por todos lados para conseguir un poco, que se comen. Por la mañana vemos la estremecedora ejecución de los tres en la playa desierta, mirando a Japón y agarrados de la mano. Togashi le dedica sus últimas palabras al Emperador en un grito de llamada de atención. Al enterarse Sakie no sabe si este es de amor al Emperador o de reproche.  

 

En el final vemos a la viuda camina derrotada entre la multitud en la escena final de la película.

 

“El gobierno no pidió permiso a nadie para iniciar esta guerra, pero somos nosotros los que tenemos que pagar por todo”. Siendo estas palabras finales el epitome leit-motive del film, Bravo!!!

 

Más de 30 millones de muertos para Japón en la Segunda Guerra Mundial es un número devastador que ha marcado a fuego el SXX del país asiático. Es por ello que hay una larga historia de cine nipón que explora las consecuencias psicológicas de la nación en los años inmediatamente posteriores al entente bélico, como “El harpa birmana” (1956) de Kon Ichikawa, “Pigs and Battleship” (1961) de Imamura, la épica trilogía The Human Condition (1959-1961) de Masaki Kobayashi, Hiroshima Mon Amour (1959) de Alain Resnais e incluso Isao Takahata obra maestra animada, “La tumba de las luciérnagas” (1988) – todas las películas que reflejan la complejidad y diversidad de la actitud japonesa hacia la guerra. El espíritu de la época de los años de la posguerra presenta una mezcla intrincada de culpa, ira, vergüenza, orgullo y perseverancia que es quizás imposible de deconstruir, o incluso entender, por cualquiera que no sea quien lo experimentó.

 

Film seleccionado como la entrada japonesa a la Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar, no fue aceptada como nominada.

 

Épica humanista desgarradora. Gloria Ucrania!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario