Bajo la bandera del sol naciente.
Notable muestra de cine
antibélico que arraiga y penetra en el espectador por su gran capacidad de
atravesar tus entrañas sobre como la Guerra deshumaniza hasta niveles
desgarradores. Film japonés que he visto con motivo del 50 aniversario de su
estreno (12/03/1972), siendo para mi todo un hallazgo su solidez narrativa, que
mediante una estructura episódica consigue ser cohesionada y de calado. Dirige
un director al que ya me pongo a escudriñar su filmografía, como es Kinji
Fukasaku, se basa en dos de las historias de la colección de cuentos del mismo
nombre ganadora del Premio Naoki de Yūki Shōji. Alrededor de 1970-1971, Fukasaku
usó su salario de “Tora! Torá! Torá!” (1970) para comprar los derechos de la
novela homónima de Yuki, que luego produjo y dirigió para su estrenó en 1972. Película
que se adentra en el revisionismo desmitificador del guerrero nipón,
radiografía el dolor, la perdida, hace una autopsia del trauma de la WWII para
los del Imperio del Sol Naciente, se sumerge en los horrores del conflicto, realiza
un punzante mosaico de la conciencia japonesa sobre la guerra, exhibe lo peor
de la decadencia humana cuando se llega a condiciones extremas en todos los
sentidos, la tiranía de los mandos (incluso les obligan a pelear con palos, en
un ejemplo del atavismo a que se abocan los personajes), falta de escrúpulos,
su abuso del poder, como también las consecuencias de intentar sobrevivir en medios
hostiles, donde el hambre hace acto de presencia para llevar a estos soldados
hasta el canibalismo, Atroz. Ello Fukasaku lo transmite con recursos setenteros
muy bien manejados dramáticamente para emitir un estado de ánimo pesaroso y
desesperanzador, con zooms nerviosos sobre fotografías en b/n que parecen
reales de archivo de guerra, con turbadores congelados de instantáneas, con
flashes penetrantes de color rojo sangre que inundan puntualmente la pantalla,
provocando un efecto inquietante de metaficción. Toda la narración comandada
por una sensacional Sachiko Hidari como esta peculiar heroína que lucha contra
los Molinos de Viento de un aparato burocrático sin sentimientos, y contra una
‘omertá’ de los testigos que buscan entre olvidar y no sacar a relucir sus
propias miserias.
Con imágenes de archivo,
de la primera ceremonia por las víctimas, celebrada el 2 de Mayo de 1952 en el
gran parque de Shinjuku, donde vemos a Hirohito Michinomiya ofreciendo las
flores. Para el marido de Sakie no hay flores, caído en algún punto y lugar
durante la sangrienta campaña de Nueva Guinea (esto entroncará circularmente con
el final). Una viuda de guerra de la WWII, Sakie Togashi (Sachiko Hidari) cuyo
esposo, el sargento Katsuo Togashi (Tetsuro Tamba), murió en Nueva Guinea en
algún momento alrededor de la rendición japonesa el 15 de agosto de 1945,
veintiséis años antes de la actualidad de la película. Desde 1952, que fue
cuando se promulgó la Ley de Beneficios para Sobrevivientes Militares, ha
presentado repetidamente reclamos para sus propios beneficios, solo para ser
rechazados una y otra vez. La razón de sus repetidos rechazos se deriva de las
misteriosas circunstancias y la posible desgracia que rodea la muerte de su
marido. El aviso que recibió no incluía la fecha de la muerte, y el motivo
anotado se había cambiado de "Muerto en combate" a un
"Fallecido" más ambiguo y descuidadamente garabateado. Las
autoridades afirman que, de hecho, el sargento Togashi fue ejecutado por
deserción, pero la señora Togashi quiere pruebas más convincentes de su
destino. Le dan los nombres de cuatro hombres que sirvieron en la unidad de su
esposo, pero que no respondieron a la llamada inicial para obtener información
sobre el caso. Ella visita y pregunta a cada uno de ellos para ver si puede
saber la verdad.
Sakie comienza una
cruzada personal por rehabilitar y conocer la verdad sobre su esposo, donde ni
los hijos la apoyan, en clara señal de como la juventud quiere pasar página por
encima de todo. Con lo que se inicia un relato fragmentado, donde el tiempo es
voluble en sus diferentes flash-backs apegados a los relatos un tanto poco
fiables de los testigos, en lo que recuerdan claramente a la Obra Maestra
japonesa de Kurosawa “Rashomon” (1950), en lo que es una narración no lineal, construyendo
el puzle Sakie de los últimos días de su amado, adentrándose en el sub mundo de
la desesperación y la sinrazón del ocaso de la guerra. Sakie busca limpiar y
restaurar el nombre de Togashi, y lo que haya entre los escombros de las narraciones
es el Averno de lo peor de la naturaleza humana, una tragedia que deconstruye
el horror, donde la clara alegoría es como se extiende este Infierno hasta ese
vertedero donde vive uno de los testigos a modo de expiar culpas cual monje fustigándose.
Aflorando la brutalidad, la crueldad, ello en secuencias que destilan atavismo,
con ejecuciones, linchamientos, medio-decapitaciones. Es destacable como el
director no hace lo fácil de entronizar a Tatsuo, es un ser soldado con sus
virtudes y defectos, lo humaniza, en medio de enfrentamientos, órdenes
absurdas, rebelión contra el tiránico mando, traiciones, conspiraciones,
asesinatos, enfermedades (la malaria), desesperación con el hambre (en un primer
nivel llegan a matar y comer rata) hasta llegar a la antropofagia (el nivel
máximo), una odisea de salvajismo en el escenario precisamente de un lugar dado
a ello como la selva. Todo ello desarrollado a un ágil ritmo, atrapándote en
sus malsanas redes, queriendo saber con Sakie la verdad, hasta desembocar en un
final muy satisfactorio, nada facilón o complaciente.
El recorrido para ir a interrogar
a los testigos sirve para hacer un lienzo descorazonador del Japón del momento,
reflejando un crisol de comportamientos y situaciones que dejan en mal lugar a
la nación. Tenemos a Terajima, el ejemplo de la persona asolada por sus
recuerdos de guerra, es preso de su pasado que sobrelleva como una losa viviendo
de modo marginal, primero le cuenta a Sakie era un tipo noble que les salvó de
los abusos del oficial al mando que su marido cayó honorablemente en combate de
batalla, pero como todos los testimonios su fiabilidad es puesta en cuarentena.
Le da vida al rol Noboru Mitani de forma maravillosa en como emite de modo
emocionante su tormento interior; El cabo Tomotaka Akiba, ahora actor que
interpreta una caricatura cómica de la derrota japonesa, exponiendo el poco
respeto y lo lejano que los nipones del momento sentían por su reciente pasado,
ahora convertido en chanzas. Le dice a Sakie que recuerda que le dispararon a
un sargento por robar papas del suministro militar, pero no está seguro de si
fue el sargento. Encarnándolo Takeshi Seki con gran sentido cínico; El sargento
de la policía militar Nobuyuki Ochi, ahora ciego por beber alcohol del mercado
negro de la posguerra conocido como "bomba", le dice a Sakie que
recuerda a un sargento que mató a soldados para comer y vender su carne, pero
no está seguro de si fue el sargento. Vive con una esposa (Sanae Nakahara) que
claramente le engaña, aunque él lo sabe. Le da vida de modo estoico y
amenazante Shonosuke Ichikawa tras sus gafas negras; El segundo teniente
Tadahiko Ohashi, ahora profesor de literatura de la escuela secundaria, lo que
sirve para que el director Fukasaku muestre su izquierdismo mostrando protestas
juveniles en el centro donde imparte clases, contra las bases militares USA en
territorio nipón, a la par que el aeropuerto cercano sirve para lucir el ‘síndrome
de estrés postraumático’ por como afecta el ruido de aviones a su mente que lo
traslada a la guerra: El profesor le dice a Sakie que se reveló información
después de la guerra de que el mayor Senda, oficial de personal de la división,
había ordenado el asesinato de un piloto australiano capturado por el segundo
teniente Goto (excelente en su perfidia cerril Shinjiro Ehara). Taketoshi Naito encarna notablemente a Ohashi; Sakie
termina enfrentándose al fatuo y pomposo mayor Takeo Senda (muy bueno Kanemon
Nakamura en como expone a la casta que siempre, da igual si blanco o negro están
arriba, ellos cual buenos acróbatas siempre permanecen en lo alto, pueden sortear
sus crímenes de guerra, insiste en que siguió el procedimiento adecuado para el
consejo de guerra y ejecución de Togashi.
Spoiler:
Momentos recordables:
Vemos un proyectil que atraviesa una foto familiar mientras la pantalla se
vuelve carmesí para registrar una revelación espantosa: Cuando un oficial ordena
la decapitación de un prisionero de guerra australiano, y como el teniente Goto
se rebela como un fanfarrón incapaz de dar muerte rápida al reo, y le asesta golpes
que le hieren únicamente, hasta que el superior saca su pistola y lo mata disparándole
en la cabeza; El mayor Senda en el crepúsculo de la guerra pronostica que en 30
años Japón volverá a ser potencia mundial, esta profecía del pasado se
intercala con desfiles militares en el presente, dejando patente su acierto,
cual si la situación no hubiera cambiado mucho; Terajima es dejado atrás aquejado
de malaria, acosado por el hambre decide cruzar una línea moral y fríe en una
lumbre una mano del asesinado (por sus abusos de poder) Goto. Esto lo conbfiesa
a Sakie, espetándole con dolor: "Me comí un hombre... y el mundo no
cambió"; El rush final de los tres condenados, pidiendo Togashi como
última cena arroz, como símbolo del amor a Japón. NO pueden proporcionársela y
deben rapiñar por todos lados para conseguir un poco, que se comen. Por la
mañana vemos la estremecedora ejecución de los tres en la playa desierta, mirando
a Japón y agarrados de la mano. Togashi le dedica sus últimas palabras al Emperador
en un grito de llamada de atención. Al enterarse Sakie no sabe si este es de amor
al Emperador o de reproche.
En el final vemos a la
viuda camina derrotada entre la multitud en la escena final de la película.
“El gobierno no pidió
permiso a nadie para iniciar esta guerra, pero somos nosotros los que tenemos
que pagar por todo”. Siendo estas palabras finales el epitome leit-motive del
film, Bravo!!!
Más de 30 millones de
muertos para Japón en la Segunda Guerra Mundial es un número devastador que ha
marcado a fuego el SXX del país asiático. Es por ello que hay una larga
historia de cine nipón que explora las consecuencias psicológicas de la nación
en los años inmediatamente posteriores al entente bélico, como “El harpa
birmana” (1956) de Kon Ichikawa, “Pigs and Battleship” (1961) de Imamura, la
épica trilogía The Human Condition (1959-1961) de Masaki Kobayashi, Hiroshima
Mon Amour (1959) de Alain Resnais e incluso Isao Takahata obra maestra animada,
“La tumba de las luciérnagas” (1988) – todas las películas que reflejan la
complejidad y diversidad de la actitud japonesa hacia la guerra. El espíritu de
la época de los años de la posguerra presenta una mezcla intrincada de culpa,
ira, vergüenza, orgullo y perseverancia que es quizás imposible de deconstruir,
o incluso entender, por cualquiera que no sea quien lo experimentó.
Film seleccionado como
la entrada japonesa a la Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar, no
fue aceptada como nominada.
Épica humanista desgarradora.
Gloria Ucrania!!!
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