QUE DIOS NOS
PERSONE.
Notable thriller hispano, muy grata
sorpresa esta segunda realización del madrileño Rodrigo Sorogoyen, guionizado
con él e Isabel Peña (“Stockholm”), un denso descenso a los infiernos de la
maldad humana, a sus miserias y patetismo moral, ello enmarcado de modo
electrizante para trasladarnos esta idea de cuasi-antesala al purgatorio en que
se convierte este Madrid co-protagonista, mugriento, feista, caluroso, decadente,
por el que pulula un psicópata que viola y asesina a desvalidas ancianas, ello
en un microcosmos de personajes oscuros y disfuncionales, con múltiples
aristas, con defectos, lo que los hace más humanos, y nos hace empatizar con
ellos. Cinta que te atrapa en la malsana red que va tejiendo poco a poco y que
terminará por oprimirte en su sórdido entramado de lacras de nuestra sociedad.
Un muy incisivo y profundo guión que enmarca paradójicamente los hechos en
medio de una visita del Papa para unas jornadas dedicadas a la juventud en
2011, ello mientras un sociópata veja y mata ancianas solitarias, como
queriendo gritar que nadie se preocupa de la tercera edad, son “material
obsoleto”, brutal. Obra que denota influencias claras al David Fincher de
“Seven” (1995) y “Zodiac” (2007), por su sequedad, por su crueldad visual, por
su villano singular. Apoyado en un trabajo actoral glorioso, con secundarios
que dotan de altura dimensional a los protagonistas, Roberto Álamo y Antonio de
la Torre extraordinarios, la fuerza dramática emocional que transmiten traspasa
la pantalla.

Sorogoyen edifica un relato
agrio, adusto, con personajes defectuosos, en medio de un mundo que parece
devorarse a sí mismo en su decadencia moral, en su pobreza física y espiritual, con un
arranque que engancha por lo bien que describe a los personajes, no son héroes,
son personas de carne y hueso con sus taras y virtudes, que se desenvuelven en
una sociedad violenta (vemos salpicadas escenas de manifestaciones y represión policial
en la tele), embebida de religiosidad y a la vez egoísta, una sociedad
degradada. Más preocupada de esconder la suciedad bajo la alfombra de la
invisibilidad mediática, a estos no les “pone” la muerte de una “vieja”, todo
sea por mostrar un hipócrita escaparate de fervor cristiano sin mácula. Las
falsas apariencias ocultando la realidad de un submundo viciado en su
podredumbre, una ciénaga donde lo peor de la naturaleza humana sale a flote,
transmitiendo para ello con ingenio sudor y calor que se nos cuela en la
epidermis, con recursos como que el aire acondicionado del coche no funcione,
el sudor en las axilas, o Alfaro siempre con una botella de litro y medio de
agua. El realizador hace un descarnado lienzo propio de Goya y su serie negra
(ej, “Saturno devorando a sus hijos” o “Duelo a garrotazos”), pintando el patio
trasero de nuestra juventud, la vejez, como un sumidero de personas que solo
parecen encontrar consuelo en la religión, donde cualquier esperanza no es más
que una mentira que las devora, su aislamiento social es un muestra de nuestro
egoísmo patológico.
El director amasa con
intensidad un atmósfera cerrada de esperanza, donde prima el individualismo y
el sálvese quien pueda, en un desarrollo tan fluido como tenso, con diálogos
inteligentes que discurren con tremenda naturalidad y frescura y a la vez
describiendo con hondura a los personajes, salpicando de humor que sirve además
de para hacer digerible, para humanizar y dar patina de realismo. Sorogoyen
para impactar y dar relieve al
salvajismo del asesino no se priva de que asistamos con detalle a como ha
dejado a sus infelices víctimas (elemento en el que se asemeja a “Seven”),
imágenes nada políticamente correctas, de las que dejan huella en el
subconsciente, no aptas a todos los estómagos, esto baña de autenticidad y
nivel tétrico el metraje
Tiene su
núcleo en la buddy-movie, dos protagonistas que son pareja policial, muy
diferentes entre sí y a la vez con muchas similitudes, los dos con dificultades
para socializar los dos con dificultades en su vida íntima: El inspector Velarde
introvertido (por su tartamudez), meticuloso en su proceder profesional, pero
apocado y cobarde, solitario que anhela a la limpiadora de su piso.
Interpretado por Antonio de la torre de modo fascinante, imprimiéndole
complejidad, mundo interior, fragilidad, grietas emocionales, impresionante la
naturalidad de su tartamudez, su química con Roberto Álamo es vibrante,
magnífico en su lenguaje corporal y gestual para hacernos creíble el personaje
sin caer en la fácil sobreactuación (propia de encarnar esta patología),
Formidable; El inspector Alfaro es su contraparte, visceral, impulsivo,
violento, otro arrollador, temerario, autodestructivo en su rabia interior, con
problemas con su familia, con su distante esposa y con su rebelde hija
adolescente. Roberto Álamo lo encarna con una pasión brutal, rudo,
temperamental, desplegando un dignidad y potencia ardorosa tremebunda, inunda
la pantalla con un carisma enérgico, le otorga fondo, debilidad, frustración,
melancolía, siempre un volcán a punto de estallar, con una compenetración con
de la Torre espléndida, haciendo brotar entre los dos momentos ardientes de
sensaciones, Colosal; Los dos con fantasmas en que les atosigan, los dos nobles
a su manera, los dos unos perdedores, y lo mejor, el realizador no juzga,
expone. El film entremezcla de modo hábil las dos tramas, la del asesino y la
de las complicadas vidas sociales de los protagonistas, componiendo un
entramado que se retroalimenta uno del otro.
Asimismo entre los
secundarios sobresale un brillante José Luis García Pérez en el rol de jefe de
policía Sancho, dotado de un cinismo y vis cómica notable, con contención y
mesura demuestra grandes dotes interpretativas, con interacciones con los
protagonistas fenomenales, desplegando mordacidad, ironía y mucha mala baba, el
ejemplo de la autoridad que se dobla ante la opinión pública; Luis Zahera en el
rol de inspector Alonso lo borda en su mezquindad, en su hipocresía, en su
dejadez, estupendo como reflejo del mal profesional que solo busca acabar otro
día en la oficina manteniendo sea base de hacer la pelota al jefe; María
ballesteros como el anhelo amoroso de Velarde hace una gran labor con un
turbadora química con el actor, actuación en base a sutiles gestos, excelente;
María de Nati como la hija adolescente de Alfaro deja estela de prometedora
actriz en ciernes, manteniendo el tipo con Álamo.


La puesta en escena se
convierte en uno de los pilares que sirve para incrustar al espectador este
Madrid que parece la antesala al Averno,
con una memorable dirección artística de Miguel ángel rebollo (“La
herida”), filmado en Madrid (Puerta del Sol, Calkle arenal, ...), en
Torrelavega (Cantabria), y Santa Cruz de Tenerife (Tenerife), recreando un
Madrid de calles estrechas, con basura amontonada en sus aceras, de bloques de
pisos rancios, enmohecidos, de portales rancios, de escaleras angostas, de
rellanos vetustos, donde el olor a
apolillado te cala, esto sustentado en una magna fotografía de Alejandro de
Pablo (“Stockholm”), con un surtido de movimientos cámara en mano rebosantes de
dinamismo, jugando con la semioscuridad para infundir inquietud, jugando con
los reflejos en espejos, con los simbolismos visuales, con efectos de luz
excepcionales (ejemplo el del final con Velarde acercándose visto a través de un cristal mojado por la
lluvia), Antológico el plano- secuencia del villano escapando por una ventana a
la calle, de un virtuosismo visual epicúreo, entrando en la galería de
secuencias mejores de la historia del cine patrio, todo esta labor crea
momentos cuasi-pesadillescos, ayudado por una eléctrica edición de Alberto del
Campo (“Stockholm”), y Fernando Franco (“Blancanieves”), que sabe modular el
ritmo de trepidante en la acción (ejemplo la persecución por las calles de
Madrid),a serena cuando es necesario, así como alternando los contrastes entre
la visita papal y el truculento caso del asesino y violador. Y todo envuelto en
la agobiante y zozobrante música de Olivier Arson (“Stockholm”), disonante,
lúgubre, siniestra, amoldándose de modo magno a la narración. Todo sumado crea
un coprotagonista más que conforma un cosmos claustrofóbico-ominoso.
La tara que le pongo es que su
trama detectivesca se apoya ciertos recursos azarísticos a los que es preciso
poner en suspenso la credibilidad de tanta suerte; Asimismo hacia sus dos
tercios hay cierta bajada de ritmo, derivando en algo de letanía (algo, no
mucha).
Spoiler:
Momentos recordables: Todas
las escenas de crímenes de las ancianas, pavorosas, así como sus perturbadoras
visiones en la morgue, esto sumado a la frialdad aséptica con que es
visualizado esto por Velarde; Velarde interrogando a un sospechoso en un
sótano, la tensión y el miedo del policía se masca, de pronto la luz parpadea y
Velarde se pone nervioso al acercarse a él el tipo, saca su arma y se le cae
patéticamente al suelo, el tipo lo que hace es apretar la bombilla y reírse del
agente; La persecución por Madrid del asesino, urbe repleta de peregrinos, todo
un alarde de manejo del tempo de tensión; El divertido y mordaz modo en que el
jefe de policía hace a “Sesmillo” enumerar los daños y denuncias que la
persecución por la ciudad han causado Velarde y Alfaro; Velarde con la mujer de la limpieza,
demostrando sus problemas de comunicación asocial, intentando fornicar con ella
violentamente, desgarrador; La intensa escena en que Alfaro descubre a su mujer
con otro en la cocina, estremecedor; El escalofriante tramo en que Alfaro ha
caído en el abismo (lo han echado del trabajo y su esposa le pone los cuernos),
siendo el culmen cuando intenta enterrar a su perro en el jardín de la
comunidad, atronadora su actuación; Todo el tramo en que Alfaro busca en un
piso de una víctima y de la nada aparece el asesino y le golpea con un trasto
en la sien, cayendo este vahído, llega otro agente y desesperado el malo decide
saltar por la ventana el piso de altura, con un magistral movimiento de cámara
en plano-secuencia; El neurálgico final en la lluvia, Velarde ha dado tras tres
años con el asesino que se cree a salvo en otra ciudad, pero Velarde tirando
del nimio hilo de un libro llega hasta él, tras un tenso diálogo en que
sabremos que Velarde ha dejado a su pareja, este se ha transformado en decidido
y con coraje en un justiciero por su amigo, bajo la lluvia le da un tremenda
paliza, lo mete en el coche y el último plano es un notorio primer plano de
Velarde.
En conjunto un poderoso thriller que conjuga lo mejor
de las influencias negras estadounidenses con el sabor cañí a lo nuestro.
Fuerza y honor!!!
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