CABEZA BORRADORA.




El primer e inclasificable largometraje
del singular David Lynch (guión también suyo, de 21 páginas) cumple 40 años sin perder vigencia su estado de film de culto, título
que parece hecho exprofeso para esta surrealista obra embebida de
presuntuosidad rallando en el onanismo, cinta que no dejará indiferentes o la
amas o la odias, te fascina o te repele, te hipnotiza o te aburre, le
encuentras un tsunami de significados profundo en su encriptado metraje o te
asquea tanta petulancia que parece dirigida a mentes gafapastiles dispuestos a
explicarnos a nosotros mentes obtusas todo el caudal de mensajes que se
esconden tras tantos recursos subliminales y abstractos, pareciendo al final que
estamos ante un cuadro cubista-abstracto-surrealista, donde a muchos les
magnetizará y a otros les provocará sopor, y es que parece pintado para unos
elegidos. A mi Lynch me despierta sensaciones encontradas y es que hay obras
suyas que me despiertan mucho interés (“El hombre elefante”, “Terciopelo azul”,
“Carretera perdida” o “Una historia verdadera”) y otras que me hastían (“Inland
Empire” o “Dune”), en este segundo grupo está este producto pesadillesco, y es
que en el cine no solo es necesario presentar una imaginería visual atractiva o
llamativa, es vital dar algún sentido y que no todo sea un enigma dentro de un
laberinto dentro de un crucigrama invisible, y todo esto acentuado por un
sentido del ritmo nulo, creando “el milagro” de que cada minuto de metraje se eternice
cual hora, derivando en una agonía tediosa sofocante, dándome igual lo que
quiera contar Lynch con su fatigoso film. Ya sé que todo es muy onírico,
imaginativo, sensorial (sonidos penetrantes e insidiosos), muy perturbador,
pero carece de asidero al que agarrarme, ya desde el inicio me siento frío ante
lo que veo, sensación que solo hace aumentar con el paso de los minutos. Ya sé
que es un ejercicio de estilo, una obra de arte y ensayo muy particular que
divaga entre la fantasía, lo bizarro y lo real (esto poco). La escritura de
Lynch está notoriamente influenciada por el Franz
Kafka de la novela “La metamorfosis” (1915) y el Nikolai Gogol del cuento " La nariz " (1836), incluso se notan atisbos al director de Calanda, Luis
Buñuel. Lynch deja destellos de lo que será su cine posterior, su gusto por el ser humano imperfecto, por sus deformaciones, por los seres disfuncionales (psicológicamente),
por el modo en que mezcla sueños-pesadillas (su marca de la cortina) y realidades
alternativas, su gusto por los sonidos extraños-disonantes, la femme fatale, y
sobre todo su gusto por retratar las falsas apariencias de la familia típica
(feliz) estadounidense (la llamada “american way of life”), esto provoca cierta
impresión de estar ante una mancha (en formato film) de Rorschach, donde cada espectador
es libre de encontrar su significado oculto. Relato inspirado por el miedo a la
paternidad de Lynch; su hija Jennifer había nacido con "gravemente pies
en palillo de tambor ", requieren extensa cirugía
correctiva, el tono determinada por el
tiempo que Lynch vivió en un barrio conflictivo en Filadelfia, Lynch y su familia pasaron cinco años viviendo en un ambiente de
"la violencia, el odio y la suciedad", la zona plagada de crimen,
inspirando el contexto urbano sombrío de Eraserhead . La producción fue una
odisea para Lynch, tardando varios años en poder completar su producción, Lynch y un grupo de colaboradores estrechos (Lynch; diseñador de
sonido Alan Splet ; director de
fotografía de la hierba Cardwell, que murió durante la producción y fue reemplazado
por Frederick
Elmes; gerente
de producción y técnico Doreen Little; y
Coulson, que trabajaba en variedad de papeles) hicieron la película durante un período de
cinco años con un presupuesto de $ 20.000 que se recibió sobre todo como donación
del American Film Institute (AFI) durante el tiempo que el director estudiaba allí. Además se añade
que el matrimonio del director se había roto y se separó de su mujer Peggy.
Varias razones pueden ser la causa de este suceso: La obsesión de Lynch por
llevar a cabo el proyecto, la falta de dinero (lo que ganaba repartiendo
periódicos lo invertía en el film, quedándole lo justo) y la falta de tiempo
para dedicar a su familia. Aunque para lo que respecta a la película, esto tuvo
una ventaja: “Durante ocho meses viví en la
mansión Greystone, sede de la AFI. Era algo ilegal, pero mi esposa se había
quedado con el coche y habiendo levantado una especie de “plató” en un complejo
de edificios del Instituto me pareció una buena idea dormir allí también. Lo
hacía en el decorado que construimos para el dormitorio de Henry, me encerraba
de manera que a nadie del exterior se le pudiera ocurrir que allí dentro
podía haber alguien”. Durante ocho meses Lynch casi
se “transmutó” en Henry Spencer. El rodaje sufrió una crisis al final,
provocada por la propia AFI, estaba harta del proyecto, pero finalmente, en
1976, se pudo dar por concluido. Las mezclas de sonido se hicieron en siete
días entre Splet y Lynch, y él mismo se encargaría del montaje final.
Henry Spencer (Jack Nance), hombre nervioso y enigmático que trabaja en una imprenta y dice estar de vacaciones, reside en una ciudad indeterminada, un día
recibe un mensaje de Mary X (Charlotte Stewart), su ex pareja, lo invita a cenar en casa con sus padres. Henry se
entera entonces de que Mary ha dado a luz a un bebe (con aspecto larval)
extraño, situación por la cual se ve obligado a vivir con ella. A partir de ese
momento, la pareja debe cuidar a la anormal criatura. Después, solo quedará
Henry lidiando con su singular hijo. Tendrá importancia
en el argumento “El hombre del planeta” (Jack Fisk), extraña figura, que vive
en otra “dimensión”, la “Chica del
Radiador” (Laurel Near), y la promiscua vecina (Judith Anna Roberts).
Es una cinta con mucho
simbolismo metafórico ya exhibido sin
cortapisas en su surrealista prólogo, un meteorito que colisiona con una cabeza
(o no), llegando a un semisótano con cráteres y seres “espermatozodiformes”
flotando en el aire, y aparece el enigmático Hombre de la Palanca que la
acciona cual Dios dando movimiento al mundo (o no); Recursos que el director y
guionista maneja para intentar escenificar de un modo abstracto la inmersión en
el subconsciente de un protagonista angustiado por un presente y futuro que en
su ordinariez nos oprime, para ello edifica una atmosfera zozobrante, espeluznante,
mórbida y sórdida.
Todo en pos de un mensaje de
crítica a la institución familiar americana (seguro marcado esto por la crisis
matrimonial que tenía entonces Lynch), arremetiendo contra la concepción,
contra los bebes, contra las cargas que estos suponen, contra los miedos que su
cuidado conlleva, contra los temores a la paternidad, contra la crisis
existencial que estos cambios pueden producir, sobre el crecimiento personal y
la maduración, contra la mística de la engendración (el desparrame constante de
seres espermatozoidales que llegan a ser
pisoteados o aplastados). Una obra bastante misógina (vuelvo al contexto en que
la rodó Lynch). Una obra que rodada en blanco y negro, con evidentes toques
expresionistas germanos que explora la psique humana al borde de la demencia
(cuando no hundida en ella), esto deriva en dosis de terror, sobre todo ante lo
imprevisible, ante lo grotesco, ante lo bizarro, marcado esto por su clima irreal de alucinación
distrofiada permanente, mezclando situaciones mundanas con lo grotesco, donde
la línea de la presentación, nudo y desenlace no existen, donde la lógica es
nula. La cinta discurre entre tramos letárgicos sin diálogos, pero donde los
sonidos extraños lo cubren todo de modo ominoso, provocando inquietud en el
espectador (me refiero al que aguante), con exteriores industrializados, sumado
esto al entorno feista y mugriento, añadiendo ese adefesio de bebe, una
cantante de mofletes exagerados, todos
estos elementos y recursos entretejen un clima enrarecido y malsano.
Lynch juega con mucha
simbología sexual asociada al sentido de la procreación, sintiendo que el realizador
reniega de la fornicación y sus consecuencias eyaculativas, lo digo por el modo
en salpica los fotogramas de espermatozoides gigantes, saliendo incluso (al
principio) de la boca del protagonista; o cuando sale este de la boca de la
dormida Mary ante la cariacontecida mirada de Henry; o cuando Henry tiene un
affair sexual con la vecina en la cama y esta se convierte en un recipiente de
leche con ellos dentro que se hunden en ella, ello con algún significado del
lácteo sobre la metáfora del semen y sus “peligros” de donde verterlo (o quizás
no es este su simbolismo).
El protagonista Henry Spencer
es un tipo lacónico e introvertido que se ve envuelto en una forzada relación
de pareja, surgiendo de este modo en su voluble y frágil mentalidad un submundo
de inseguridades filtradas a través de su distorsionada mente. Lynch quiso
reflejar en el común de los hombres, al más ordinario e insignificante, arrollado
por su aciago destino, una pluma débil mansa con sus miedos y dudas, que solo
tiene un acto de rabia ante el adusto
entorno que le rodea: El infanticidio; Su imagen con el cabello erizado vertical
es alegórico a su futuro como reciclado su cabeza a lápiz con goma en una
cadena de montaje, o sea, lo que da título al film “Erasrhead” (Cabeza
borradora); Hay exégetas que han querido ver una pesadilla sobre la alienación deshumanizadora
industrial (capitalista), donde el hombre tirando de una palanca, que aparece
en los créditos sería una especie de deidad omnímoda.
Las mujeres del film con
marcado sino misógino Lynchiano: Mary X, representa la rutina, la sinrazón
impuesta por la sociedad de vivir en pareja, el sinsentido de la forzada
convivencia con la familia política; La vecina libertina es la tentación, el
deseo prohibido, el cruzar la línea de lo ordinario o la aventura vitalista; La
mujer del radiador vendría a ser la idealización de la mujer que anhela Henry,
y ni aún así es perfecta (menudos mofletes!), es la ingenuidad, la inocencia,
la pureza espiritual (reflejado cuando canta “In heaven everything is fine”), y a la vez (creo) expone ignorancia hacia
la procreación, pisoteando cándidamente los espermatozoides.
Pues con lo dicho puede parecer es una
cinta que me gusta, y lo cierto es que me ha resultado cansina, fatigosa, pesa,
donde impactar visualmente es confundido con atrapar al espectador, con
secuencias letárgicas en las que no pasa nada, con otras donde lo bizarro se amontona
sin que el cerebro pueda procesar tanto desvarío mental, con tanto elemento
encriptado que al final te da igual lo que ocurra, has desconectado ante tanto despropósito
visual. Con un hilo argumental nimio, con personajes con los que no empatizas,
con un desarrollo atropellado en su arritmia.
La puesta en escena resulta adecuada
para crear el clima de ánimo malsano, con escenarios mugrientos, feistas,
sucios, decadentes, apartamentos decrépitos, paredes desconchadas, luces frías,
muebles avejentados, un escenario lúgubre y mísero filtrado por la fotografía en blanco y negro de Frederick Elmer y Herbert Cardwell, en
alusivo expresionismo gótico, jugando con picados y contrapicados, con la
semioscuridad, con las sombras y claroscuros, con toda una gama de grises
dramáticos. Llamativos son los efectos visuales que se utilizan para crear el
niño deforme, estos Lynch los ha
mantenido en secreto, se ha especulado que puede haber sido construido a partir
de un conejo de piel o de un feto de cordero. Elemento
reseñable (como en toda su filmografía) es el manejo descolocante de los
sonidos extraños, aquí con la ayuda del diseñador de sonido Alan Splet,
los dos pasaron un año trabajando en el audio de la película, incluyendo hasta quince diferentes
sonidos que se ejecutan simultáneamente utilizando varios carretes, sonidos
creados en una variedad de maneras para una escena en la que una cama se
disuelve lentamente en un charco de líquido, Lynch y Splet insertan un
micrófono dentro de una botella de plástico, flotando en una bañera, y se
registra el sonido del aire soplado a través de la botella. Después de haber sido registrado,
sonidos fueron aumentadas aún más por alteraciones en su tono, cuenta con sonidos industriales
constantes, proporcionando ruido de fondo de bajo nivel en cada escena, esto
incide en un ambiente de tensión latente. La música cuenta con melodías de
órgano de órgano por Fats Waller e incluye la canción "In the Heaven", escrita para la película por Peter Ivers. Lástima que todo esto esté
al servicio de una narración tan espesa, densa y hiper-encriptada.
Se estrenó en el
Filmex, Festival de cine de Los Ángeles, el 19
de Marzo de 1977. La reacción tanto de crítica y público fue terrible, y el
semanario de cine más importante del país, Variety, destrozó el film. Resignado, Lynch decidió hacer varios cortes en la
película centrando la atención en Henry y eliminando todas las historias
paralelas, recortando unos 20 minutos, entre ellas las escenas donde salían su
ex mujer y su hija. Por suerte la presentación en Filmex sirvió para que lo
viera Ben Barenholtz, el “inventor” del concepto de “cine de culto” (responsable
en convertir en éxitos películas marginales como El Topo de Alejandro Jodorowsky o Pink Flamingos de John Waters). La película se estrenó en el Village de Nueva
York y el boca a boca funcionó.
Curioso que con lo que me ha aburrido
haya comentado tanto sobre ella, pero es que tras su tsunami surrealista se
hayan algunos elementos apreciables, eso sí, en un contexto de demasiados
valles y pocos picos. Una cinta muy desequilibrada en la que Lynch no pretende dar respuestas, solo hacer reflexionar. Fuerza y honor!!!
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