EL SÉPTIMO SELLO.
Clásico que reside en el
Olimpo de las grandes de la Historia. En mi cinefilia mantenga una relación de
amor-odio hacia la filmografía del sueco Ingmar Bergman, hay obras suyas que me
hastían y cargan en su petulancia narcisista rozando el onanismo, como hay
otras que fascinan y maravillan, y esta que me ocupa forma parte de este
segundo grupo, película fascinante de principio a fin por el modo a la vez
distendido y penetrante con que se tratan temas universales y atemporales,
cuestiones existenciales afrontadas con un gusto sensorial-narrativo
apoteósico, una odisea donde en una miscelánea lúcida se mezclan el
surrealismo, el expresionismo gótico, el drama, el humor sutil, el drama, el
terror, y todo con un gusto exquisito por provocar reflexión el espectador,
haciendo brotar preguntas en este, a las que Bergman no responde, muy al estilo
de la corriente filosófica del existencialista danés Søren Kierkegaard, el
realizador parece situarse en el lugar del dubitativo protagonista Antonius que
se cuestiona la gran pregunta que mueve a la humanidad desde que esta tiene
conocimiento y raciocinio, CUAL ES EL
SENTIDO DE LA VIDA? Ello intentando que la religión sea tabla de salvación, en porque,
Dios existe? Bergman juega con epicúrea inteligencia los recursos medievales,
su imaginería religiosa y pagana. Una sibarita introspección sobre la vida y la
religión, de las más profundas en la historia del cine, solo recuerdo
comparable a la obra de otro escandinavo, el danés Dreyer, “La palabra” (1955),
teología cristiana a la que el realizador conoce a raíz de haber acompañado a
su padre, un pastor luterano, a predicar.

Bergman guioniza (dijo que lo hizo escuchando
el Carmina Burana de Carl Off), sobre su original obra Trämålning (“Pintura de madera”, tomado del
libro Apocalipsis de San Juan) en 1953/1954 para alumnos actúan de Malmö Teatro de la Ciudad . La primera vez que se llevó a
cabo en público fue en la radio en 1954, dirigida por Bergman. También dirigió
en el escenario en Malmö, dirigida por Bengt Ekerot que más tarde interpretaría al
personaje de la muerte en la versión
cinematográfica. La teología tiene mucha importancia para espetar al otro lado
de la pantalla dilemas morales sobre si nuestra existencia tiene valor al final
de la misma. El título hace
referencia a un pasaje del libro de la
revelación , que se utiliza tanto en el comienzo de la película, y de nuevo hacia
el final, comienza con las palabras "Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello , se hizo silencio en el cielo casi espacio de media hora ". [Rdo. 8: 1] Aquí el motivo de silencio se refiere al "silencio de Dios",
que es un tema principal de la película. En palabras del
propio director, esta película surgió «contemplando los motivos de pinturas
medievales: los juglares, la peste, los flagelantes, la muerte que juega al
ajedrez, las hogueras para quemar a las brujas y las Cruzadas. Esta película no
pretende ser una imagen realista de Suecia en la Edad Media. Es un intento de
poesía moderna, que traduce las experiencias vitales de un hombre moderno en
una forma que trata muy libremente los hechos medievales. En el Medioevo los
hombres vivían en el temor de la peste. Hoy viven en el temor de la bomba
atómica. El séptimo sello es una alegoría con un tema muy sencillo:
el hombre, su eterna búsqueda de Dios y la muerte como única certidumbre». Albert
Målare, pintor medieval, inspira a Bergman con su peculiar mural donde un
individuo humano juega ajedrez con un esqueleto. Algunas de las influencias sobre la película son Picasso “Fotos de los acróbatas”, “Carl Orff ' s Carmina Burana” , el drama de “Strindberg 'sFolkungasagan” ( "La Saga de los Reyes Folkung") y el camino de Damasco , el frescos en la iglesia Haskeborga y una pintura (1480) de Albertus Pictor en la iglesia Täby.
Estamos en la Edad Media en
Suecia, el caballero Antonius Block (Max von Sydow) y su escudero Jöns (Gunnar Björnstrand) está de vuelta tras
combatir en las Cruzadas, encontrando su tierra
asolada por la peste. Mientras va de camino a su castillo donde aguarda su
esposa, en una parada en la playa aparece un tipo vestido de negro hasta la
capucha, y con la tez pálida, se identifica como la muerte (Bengt Ekerot),
dice que viene a por Antonius, este le desafía a una partida de ajedrez, donde
el premio es su vida. La muerte es gran aficionada al juego y está de
acuerdo, siendo este duelo producido mientras Antonius viaja a su hogar. En el
relato tendrán importancia en la historia personajes como algunos actores, Jof
(Nils Poppe)
y su esposa Mia (Bibi Andersson), con su pequeño hijo, Mikael y
su actor y director, Skat (Erik
Strandmark), la joven “bruja” (Maud
Hansson) condenada a morir en la hoguera, una criada (Gunnel
Lindblom) salvada por Jöns de ser ultrajada por Raval (Bertil
Anderberg), un ex teólogo, que 10 años antes había convencido al
caballero a dejar a su esposa y unirse a una cruzada a Tierra Santa, Lisa
(Inga Gill), la mujer del herrero, Karin (Inga Landgré), esposa de Antonius.
Bergman tiene su voz en
varios personajes durante el film, ejemplo vigoroso es un pintor en una capilla
que habla de sus pinturas bizarras y retorcidas diciendo "no quiero crear
nada para agradar a la gente". La cinta ya te atrapa desde su vigoroso,
pictórico y a la vez lírico arranque, en una playa rodeados de acantilados,
unos caballos en la orilla, dos hombres vestidos del Medievo (Caballero y
Escudero, cual Don Quijote y Sancho Panza) tumbados y de pronto se aparece un
ser ataviado casi completamente de negro, solo se le ve su rostro pálido, es la
Muerte que ha venido a por uno de ellos, Antonius, y este espera driblarla o al
menos dilatar el momento jugando al ajedrez (apareciendo la dicotomía blanco y
negro) con el siniestro futuro,
derivando esta imagen en cuadros epicúreos, son estos momentos una alegoría de
cómo durante la vida intentamos en muchas ocasiones engañar o ganar a la Muerte,
aunque esta es implacable, siempre llega, como mucho podemos hacer que llegue
más tarde (pero su venida es inexorable), pero siempre (como Antonius) debemos
presentar batalla.
Una honda reflexión sobre la
fe, la esperanza, las ansias de redención, el que hay después de la muerte,
sobre la búsqueda incesante del sentido de la vida y de la muerte, sobre si
esta es la puerta trascendente de entrada a otra dimensión, o es el paso a la
inmensa e infinita NADA. El realizador sueco con recursos inteligentes, con
inteligentes y fondos diálogos, con un sentido onírico intenso, nos hace
preguntarnos sobre la existencia de Dios, sobre si esta creencia y fe es solo un
Dogma para cándidas almas necesitadas de saber que su vida no es un bluff, con
lo que la mítica partida de ajedrez se convierte en su salpiqueo de movimientos
a través de la desolada Suecia medieval en una sondeo constante sobre
respuestas a preguntas que las tienen, pero Bergman es Antonius que termina sin
soluciones.
Para dar sentido a este
tsunami de dilemas Bergman enmarca la acción en el Medievo de la plaga de la
peste, con lares agrestes, áridos, desprovistos de vida, un tiempo en que la
naturaleza humana estaba enferma, donde el paganismo y la religión radical se
daban la mano en su crueldad, dándose lugar autoflagelaciones expiadoras,
brujas, ejecuciones en la hoguera, juglares, intentos de violación, adulterios,
cruzados de Tierra Santa, un microcosmos donde reina la codicia, la mentira, la
brutalidad, los fanatismos, el pecado, las confesiones, mucha inocencia
derivante en la superchería (de todos los tipos), ensalza el realizador el amor
libre, la comida, la amistad, el disfrutar de la vida (el tiempo que estemos
aquí). Asimismo Bergman edifica sutilmente un entramado de metáforas visuales
propias de su universo particular: fresas simbolizan la juventud y erotismo;
águila en vuelo estático es muerte.
Bergman deja una ácida
crítica a la Iglesia cristiana, esa que tanto conoce él por su padre (pastor
luterano), por el fundamentalismo que nos inoculan, por “vendernos” el Dogma de
creer sin prueba alguna, sin poder cuestionarnos, por obligarnos a creer en que
hay algo más allá, por su fanatismo reflejado en las autoflagelaciones o en la
muchacha que van a quemar viva acusada de tener contacto con el Diablo, ello en
lo que es un anhelo de dominar a la plebe con el terror.

Cada personaje que en esta
odisea representa un modo de afrontar la existencia: El caballero Antonius es
la reflexión, la duda existencial, la eterna pregunta y cuestionamiento ante
nuestro futuro y busca tiempo para la respuesta imposible. Interpretado por Max
Von Sydow de modo hondo y exhibiendo la inseguridad del que todo lo cuestiona,
excelente; El escudero Jöns representa el vivir el día, el lado opuesto a su
jefe, no cuestiona y acepta escéptico lo que pasa. Gunnar Björnstrand lo encarna con vigor y mucha
vitalidad; El ex teólogo y ahora ladrón es el reflejo de la demagogia, de la
maldad, y de cómo en especie de justicia karmática acaba devorado por la
enfermedad. Bertil Anderberg le impregna lascivia y malicia
retorcida; La supuesta “bruja” refleja como el fanatismo y yihadismo religioso
puede ser la peor enfermedad. Maud Hansson la actúa con mucho sentimiento y
mostrando los delirios dementes que requiere; La familia Jof y Mia son la inocencia,
que por sus nombres son una alegoría de la Virgen María y San José con su hijo.
Bibi
Andersson interpreta a Mia con conmovedora candidez. Nils Poppe
dota a su rol de inocencia y enorme cariño por su esposa; El herrero es la
víctima de la mentira e infidelidad de su esposa. Åke Fridell
le imprime una vis patética entrañable; La esposa del herrero es el engaño, el
vicio, la lujuria, la tentación, la burla, el adulterio. Inga Gill la
interpreta con mucha picardía y perversión en su mirada libertina; Los
comediantes son la alegría de vivir y disfrutar de la vida; Y está la Muerte,
el fin de todo a lo que todos queremos escapar pero sabemos es nuestro
horizonte. Bengt Ekerot la encarna con un carisma y majestuosidad
portentosa, parece poseer un aura mística regia, Magno.

La puesta en escena resulta
memorable, con un potente diseño de producción de P.A. Lungren (“El manantial
de la doncella” o “Como en un espejo”), rodándose en exteriores de Suecia (Hovs Hallar es la playa del inicio, Skevik, Skytteholm, Viby, , Solna, Östanå, Gustavsberg) y en los Filmstaden estudios en Estocolmo, con un delicioso gusto por el detalle, por enriquecer visualmente el
mensaje del film, sumándose la fascinante fotografía en glorioso b/n de Gunnar
Fischer (“Fresas salvajes” o “El rostro”), esta dualidad de colores primarios es aprovechada, Negro (la muerte) contrasta con el Blanco (la
pureza y nobleza), Sirviéndose del caudal de
iconografía e imaginería medieval de modo simbólico (Mítica la imagen de la
Muerte jugando al ajedrez inspirándose en la de un hombre jugando al mismo
frente a la Muerte simbolizada en un esqueleto de la iglesia medieval de década
de 1480 en Täby kyrka , Täby , al norte de Estocolmo , pintado por Albertus Pictor), con alegorías místicas como
cuenco de leche, componiendo en base una extraordinaria gama de grises,
contraluces, semioscuridad, destilando en su evolución tramos de Apocalipsis, siendo
Colosal la última secuencia con “La danza Macabra” de la Muerte tirando de sus
víctimas colina arr5iba mientras alguien la observa a contraluz del anochecer,
creando una silueta perturbadora genial. La música es obra de Erik Nordgen (“Sonrisas de una noche de verano” o “Fresas salvajes”), seis
temas de instrumentos medievales que evocan al Medievo, amoldándose a la acción
de modo incisivo sin ser intrusivo, añadiendo 5 canciones originales escritas
por el propio Ingmar, se suma un fragmento del "Dies irae". Excelsa
combinación de elementos a favor del relato.
Nacido en Uppsala (Suecia) en
1918, era hijo de un pastor luterano, cuya educación estricta incluido el
castigo (se recuerda en las películas) del niño pequeño estar encerrado en un
armario "con las cosas que va a comer sus dedos del pie." Sus
primeras películas de la posguerra, que no se ve mucho hoy en día, son mezclas
inquietos del neorrealismo italiano y el drama social de Hollywood, e incluso
los títulos ( "llueve sobre nuestro amor", "la noche es mi
futuro") sugieren su banalidad. no estaba a gusto en el mundo de la
pequeña gestos realistas y el comportamiento diario, y sólo cuando dibujó de
nuevo en problemas más serios no empezó a buscar a su genio, en películas como
"a la alegría" (1949) y "Noche de circo" (1953). "El
séptimo sello" y "Fresas salvajes", ambos publicados en 1957,
marcan su mayoría de edad como artista. Ambos
son acerca de los hombres cerca de los extremos de su vida, en un viaje en
busca de sentido. La búsqueda espiritual de Bergman está en el centro de las
películas que hizo en medio de su carrera. "El
séptimo sello" abre ese período, en el que pedía una y otra vez, por qué
Dios parecía ausente del mundo?
Spoiler:

Momentos recordables, alguno
ya mencionado: En El séptimo sello, la muerte
es la protagonista, pero como en el libro del Apocalipsis, del cual se ha
tomado la idea, esto se escucha al inicio y al final “Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello , se hizo silencio en el cielo
casi..."( Apocalipsis 8: 1). Serie de siete sellos se va
desplegando en el Apocalipsis, representando escenas de sufrimiento, muerte,
guerra, peste, hambre. Cuatro de ellos son anunciados por jinetes montados en
corceles de cuatro colores: blanco, bermejo, amarillo y verde (pureza y
victoria, desgracia y miseria, violencia, muerte). El quinto sello revela la
existencia de legiones de muertos y el sexto, la ira divina. En el séptimo solo
aparece el silencio. Para los judíos, el número siete denota la perfección; Arranca
la cinta con un halcón sobrevolando un cielo, mientras una voz recita el
versículo 1 del capítulo 8 del libro de la Revelación "...y cuando el
cordero abrió el séptimo sello, en el cielo se hizo un silencio como de media
hora..."; Antonius comparte un picnic con una joven pareja, Mia y Jof, y el caballero disfrutando del momento dice "... guardaré este recuerdo como
un cuenco lleno entre mis manos", mientras una calavera vemos en el fondo,
como simbolizando que nada es perfecto y que el tiempo siempre se hace efímero; "Medita hermano el hecho cierto, hoy estás sano, mañana muerto, si
breve fue el placer largo el padecer"; La muerte
llega y las respuestas no, Antonius se cubre desesperado el rostro ante lo
insondable; “La Danza Macabra”. En la autobiografía Bergman sobre
esta mítica escena "La imagen de la danza de la muerte debajo de la nube
oscura se logró a una velocidad frenética porque la mayoría de los actores y
ayudantes habían terminado. La hice con veraneantes, que no sabía de qué se
trataba, tuvieron que vestirse con los trajes de los condenados a muerte. Una
cámara sin sonido, se estableció y la imagen fue tomada antes que la nube
desapareciese".
Tumbado sobre la arena de una
pedregosa playa, Antonius es abordado por la muerte
Antonius: Vienes por mí?
Muerte: Hace ya tiempo que camino a tu lado. Estás preparado?
Antonius: Aunque el espíritu está disponible, la carne es débil.
Antonius Block " La fe es un tormento, sabía usted que es como amar a alguien que está ahí
fuera, en la oscuridad, pero nunca aparece, no importa qué tan fuerte?
llama."
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Ingmar Bergman |
OBRA MAESTRA recomendable a
todo cinéfilo que se precie de serlo. Fuerza y honor!!!
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