ANIMALES NOCTURNOS.
Absorbente y cautivador film
esta segunda obra de Tom Ford (ex director creativo de Gucci
e Yves Saint Laurent), dura, cruda, áspera, pero
ante todo magnética y turbadora, el guión del propio director adapta el
best-seller “Tony and Susan” (1993, traducido en España como “Tres noches”) de Austin
Wright, edificando un entramado de subhistorias que no te dejaran indiferente,
mezclando con ingenio realidad y ficción, en varios niveles que en una
subyugante miscelánea se retroalimentan, en lo que es una penetrante narración
de metaficción, en lo que es una incisiva reflexión sobre el proceso creativo,
sobre el amor verdadero, sobre la superficialidad de las riquezas, sobre la
venganza, sobre el dolor, ello en marco de emociones desatadas, con notorias
reminiscencias al cine de David Lynch. Se convierte el metraje en un
rompecabezas de sentimientos encontrados, donde lo imprevisible es la nota
predominante, llegando a sentirnos como Susan con el libro atrapados en sus
malsanas y pesadillescas redes.
Susan Morrow (Amy Adams) es una acaudalada galerista de arte en Los
Ángeles, casada con el apuesto Hutton
(Armie Hammer), Susan tiene por madre a la snob y dominante Anne Sutton (Laura Linney). Una tarde le
llega un paquete y en su interior se halla “Animales nocturnos”, una novela aún
sin publicar escrita por Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal), su primer marido
al que hace diecinueve años que abandonó, y que le ha dedicado la obra. En la
soledad nocturna de su cuarto, mientras su marido viaja, comienza la absorbente
lectura. El libro cuenta una desgarradora historia de violencia y drama
familiar, un joven padre Tony Hastings (Gyllenhaal) es atacado junto a su
esposa Laura (Isla Fisher) y su hija India (Ellie Bamber), en una solitaria
carretera por un grupo de camorristas (Ray Marcus, Lou, y Turk), que secuestran
a su mujer y retoña, dejando impactado a Tony, tendrá importancia en esta subtrama
el agente de policía Bobby Andes (Michael Shannon).
Una obra envuelta en una
profunda melancolía que se te mete en la piel gradualmente, una singular odisea
existencial por la que transitarán meta-textualmente las ocasiones perdidas,
los fantasmas del pasado, la frustración, el sacrificio, el amor puro, el
desamor, la traición, los recuerdos, el sentido de la culpa, la venganza, todo
colocado sobre una telaraña donde se dan cita el presente, la ficción y el
pasado, realizando un ejercicio (del que sale victorioso) de malabarista visual
al ir mezclando personajes de unos niveles en otros. Todo esto ayudado por una
labor estética muy marcada (apabullante) que nos hablan de un realizador
intuitivo y con enormes dotes para la comunicación cognitiva. Recurriendo al
sentido alegórico-visual, una historia que nos habla de cómo la integridad
personal está reñida con la ambición y la codicia, que la nobleza puede estar
asociada (retorcidamente) a la
debilidad, que el soñar nos hace frágiles y volubles, que es mejor ser
práctico.
Un relato que deconstruye con
bisturí envenenado el vacío de las clases altas, su huera pompa, su hipocresía,
ataca el mundo de las falsas apariencias, el microcosmos (que tan bien conoce
Tom Ford) de las modas y el (supuesto) arte, ausculta la soledad metafísica,
arremete contra el fatuo universo de lujo y decadencia moral en que vive la
protagonista, una sociedad instalada en lo vano, en lo plúmbeo, para ello es
impresionante su brillante arranque de una perfomance, una danza de mujeres
orondas desnudas danzando cuasi-hipnóticamente, al final vemos que todas estas
mujeres están en una galería de arte, en las paredes proyectadas en pantallas y
físicamente ellas tumbadas sobre mesas, mientras un grupo de snobs elegantes
las observan con curiosidad. Todo ello no hace más que hacer lucir sus
inseguridades y su ataraxia emocional, en un desarrollo en un increscendo
dramático llevado de modo formidable, impregnado de de tensión e intensidad
profunda, con personajes maravillosamente construidos, diálogos punzantes, con
creación de situaciones que te remueven, con dosis de intriga que producen
zozobra (la estremecedora escena del secuestro de Laura e India), de cómo el
relato literario va socavando a la protagonista la va cercenando y angustiando
por la empatía sentimental que establece con lo que lee, y a través de estas
páginas el mundo de papel en el que vive se va colapsando, va quedando desnudo,
el sentido de la culpa y remordimiento la oprime, todo enlazado trémulamente
por los paralelismos entre lo que ocurre (brutal y salvajemente) en el libro
físicamente y lo que ella ve que hizo emocionalmente a Edward, provocándole una pesadilla inquietante.
Thriller psicológico
apasionante que se enredará en el subconsciente, con una estructura singular
que bien parece un juego de matrioskas en donde una venganza es perpetrada
sobre otro venganza (o no), obra compleja y revestida una ambigüedad que te
imanta (spoiler). Entiendo que nos es una cinta para todos los paladares, pero
si entras en ella te encontraras ante un metraje con múltiples sublecturas, un
material vivo, de la que seguramente ganará en el tercer visionado (y no digo
segundo, pues te nivel ya lo he superado), de las que te dejará pensando,
atomizado esto por su final desconcertante y desolador, abierto a
interpretaciones varias, y que incluso puede dar un sentido diferente a lo
visto. El film juega con los géneros cual trilero, combinando drama, thriller,
suspense, terror, policiaco, y todo enfocado de modo equilibrado, con mucho mimo
por el detalle.
Hay dos escenarios
diferenciados y contrapuestos: La realidad (subdividida entre presente y
pasado), un microcosmos urbanita hueco, decadente, frívolo, burgués, donde la
gente va vestida y peinada de modo vanguardista, aséptico, con decoración aparatosa,
todo huele a artificioso y falso, como las relaciones entre los personajes; Y
está el de la novela, un paisaje de western, sucio, mugriento, sudoroso,
caluroso, feista, de amplios desiertos solitarios, sintiéndose este más real,
más auténtico, las relaciones más viscerales e impulsivas, en definitiva, más
humanas, sentimos la fragilidad de nuestra “civilización”, con lo que a cada
situación impactante que sufre el protagonista más hiere (por la metáfora que
el escritor ha dado) a la lectora protagonista por la sensación agria que le
produce, pues creará una empatía con el dolor que indujo en su ex, induciéndole
insatisfacción y desencanto.; Estas dos vertientes paralelas sirven para
mostrarnos por un lado la burbuja hedonista en la que vive esta élite, aislados
del mundo de la calle, esto en antagonismo con el relato novelesco enmarcado en
la América profunda, donde se respira violencia primaria, lo que es un
“guantazo” a esa fatua alta sociedad.
Como defecto cabe achacarle
que en su reparto de tiempo dedica demasiado a la ficción del libro, cuando
esta trama es lineal y solo una muleta para mostrar el dolor de Edward a Susan,
se echa más en falta más introspección de ella en el pasado o en el presente.
Susan es un personaje rico en matices y aristas del que se debiera haber dado
más cancha con su complejidad intrínseca, las dudas e inseguridades en las que
vive.
Amy Adams vuelve a demostrar que es una de las grandes
actrices actuales, encarna con pasión a la infeliz Susan, la dota de fragilidad,
de aristas, de tristeza, de soledad entre la multitud, brillante como sabe
emitir toda una gama de emociones contenidas que te tocan la fibra. Jake Gyllenhaal
en la complicada tarea de hacer un doble
papel, y lo hace de modo sensible, imprimiendo angustia, ternura, dolor,
desesperación, abatimiento, frustración, y al final ira, sublime interpretación
cargada de estremecimiento. Michael Shannon impregna a su
rol de texano de vigoroso carisma, con un lenguaje físico soberbio, emitiendo
un fuerte carácter y una gran autosuficiencia, buenísimo. Laura Linney en una
sola escena consigue dejar una huella gloriosa, dura, clasista, snob, y dejando
una frase para el recuerdo “Todas acabamos convirtiéndonos en nuestras madres”.
Aaron
Taylor-Johnson deslumbra en su rol de sociópata, hace suya la maldad atávica
del personaje, sobresaliente. Armie Hammer aprovecha
su poca expresividad en un rol que lo que requiere es eso, gelidez y hieratismo.
Michael Sheen en un pequeño papel se nota
haber disfrutado con su extrovertido Carlos, el amigo gay (pero casado con una
mujer) de Susan.

La puesta en escena es propia
de un sibarita, una maravilla en la dualidad de ambientes contrastados, con un
excelente diseño de producción de Shane Valentino (“Batman Begins” o “Straight
outta compton”), rodándose en California (Los Ángeles y en el desierto Mojave),
recreando con enorme gusto estético el mundo insustancial de Susan frente al
sucio y polvoriento de la ficción, destacando el gran diseño de vestuario de
Arianne Phillips (“El tren de las 3:10” o “Kingsman”), que aumenta la sensación
frívola de esta élite snob, mezclando con tino estos diferentes niveles de
historias, sobre todo gracias a la magnífica edición de Joan Sobel (“Kill Bill” o “Un hombre soltero”), que crea comprensión
para no crear confusión, haciendo brotar fluidas transiciones visuales, esto
apoyado en la bidimensional fotografía de Seamus McGarvey (“Expiación” o “Los
vengadores”), dando desiguales patinados a los niveles (con lo que ayuda a
distinguir), en el presente se da un patinado de cromatismos fríos, la ficción
del libro en tonos rojos (el más presente simbolizando la pasión y la
violencia), verdes y amarillentos macilentos, y la del pasado en un patinado
más claro, de muchos blancos y suaves grises, con planos excelsamente cuidados
en composiciones que provocan al espectador, jugando con los claroscuros, con
la luz tenue, con electrizantes primeros planos ultraexpresivos, sacando lo
mejor de las actuaciones. Y todo adornado por epicúrea música del polaco Abel
Korzeniowski (“Un hombre soltero” o “Penny Dreadful”), de los que estremece y
conmueve en sus sonidos de melodías intrigantes y perturbadoras, con profusión
de sonidos de cuerdas, con un tema principal que abre y cierra el film de modo
estremecedor, con efluvios a la epicúrea que compuso John Barry para “Fuego en
el cuerpo” (1981, la escucho mientras escribo), primero como se ajusta a los
acompasados movimientos de las carnes de las orondas bailarinas, y al final
apegándose al rostro compungido de Susan, espléndido.
Spoiler:
El film se destapa como una
obra viva, me refiero a que hay espectadores que han podido encontrar
subliminalmente significados ocultos tras lo tangible, algo muy al estilo del
David Lynch de “Carretera Perdida” o “Mullholland Drive: Se puede entender que
Edward comienza a escribir su venganza en modo libro (“Nocturnal animals”) cuando
descubre a su esposa Susan con su amante
Hutton cuando salen de una clínica abortiva, la hija (India) que imagina en la
novela sería la que habría tenido con Susan, con lo que Tony es el alter ego de
Edward, y lo que le sucede con los “macarras” viene a ser el tormento y dolor que
él sintió cuando ella lo abandonó, como sintió la muerte de las dos del modo
más salvaje y violento, sintiéndose desesperado y desesperanzado con el mundo.
Bobby Andes vendría a ser el alter ego valiente y vengativo de Edward. Con la
muerte de él considera que su “yo débil”, como ella lo definía había muerto, y
su lado duro afloró, es por ello que él se venga de ella no rebajándose a
perdonarla, que es lo que se consideraría si hubiera acudido a la cita.

Hay otra teoría más rebuscada
pero a mi entender puede no estar desencaminada: Susan es una mujer que está infelizmente casada, padece insomnio. Con lo
que puede tener algún trastorno mental, acentuado esto al descubrir
(sutilmente) que su fatuo marido le es infiel (cosa que ya sospechaba). Este
coctel puede hacer pensar que el libro realmente no existe y que es producto de
su alterado subconsciente, que su psique con remordimientos por lo que le hizo
a Edward, que si que la amaba, materializa subliminalmente las páginas de este
manuscrito y se imagina alegóricamente lo que sintió Edward y como al final por
ella el murió (su corazón). Susan está trastornada por detalles como que
visualice un cuadro donde pone “Revenge” (Venganza) y ella no recuerde haberlo
comparado para la galería, o es que no existe y ella cree estar allí viéndolo,
como lo que sigue cuando una ayudante le deja su móvil para ver a su retoño y
la mente perturbada de Susan ve a uno de los macarras del libro, reitero que
puede que este tramo solo aconteciera en la mente de la protagonista acuciada
por los sentimientos de culpa. Incluso esa llamada a la hija puede ser mentira
y una creación mental, pues al verla desnuda y bella puede ser una idealización
de la hija que ella querría. Con lo que cuando Susan queda con Edward en un
restaurante a cenar puede que en realidad no haya quedado y sea su mente (de
nuevo) la que se auto-perpetre un una salida digna vengativa a su ex para
sentirse (quizás) ella mejor; Seguro hay más teorías y lo bueno es que Tom Ford
no da respuestas.

Momentos recordables, alguno
ya mencionado: El lisérgico inicio con un encadenado de imágenes
desconcertantes, frente a una cortina de terciopelo rojo (guiño Lynchiano), mujeres
orondas de carnes flácidas y desnudas, con labios rojo purpurina, con adornos
de majorettes, con sus michelines colgantes, danzando mórbidamente en slow, un
montaje hipnótico que se mimetiza con la música creando un momento absorbente
en su nivel grotesco y bizarro, entonces saltamos a ver que estamos en una
galería de arte en medio de una exposición de arte (perfomance) moderno, torpedo
nuclear contra los snob que alaban como arte lo que sea; El desgarrador por lo crudo y realista del
secuestro de la mujer e hija de Tony Hastings, el terror se siente palpa,
atomizándose cuando vemos desde la perspectiva de Tony como se las llevan
gritando en el coche, el espectador siente lo que les ocurrirá y nos cala
mientras padecemos la desesperación de él, todo este pavor se siente en
elipsis, fundiéndose en realidad cuando descubren muertas de un modo lírico
escalofriante a las dos desnudas abrazadas sobre un sofá tirado en medio del
campo; Cuando Susan acaba de salir del aborto y está con Hutton en el coche y
ella descubre que afuera bajo la lluvia le mira un estremecido Edward; La
brillante escena en que aparece la madre de Susan, apoteósica Laura Linney en
su clasismo y el desdén con el que juzga a su hija; Cuando al final queda con Edward
para cena r en un restaurante, se viste y maquilla, pero se mira al espejo y no
le gusta lo que ve y se limpia los labios pintados, genial alegoría de
transformación; Esos eternos segundos para nosotros de ver a Susan esperando
sin que nadie llegue, sus ojos nos punzan en su tristeza, excelso final.
En conjunto una muy grata
sorpresa, uno de los mejores y turbadores films de este año. Fuerza y honor!!!
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