DELITOS Y FALTAS.
Notable film del “gafotas”
neoyorkino, un incisivo drama dirigido, escrito y co-protagonizada por Woody Allen, nos adentra en una especie de fábula moral
en que introspecciona con bisturí afilado los sentimientos de culpa, los
principios morales, los códigos éticos que nos auto-imponemos desde nuestra
educación judeo-cristiana, ello con un marcado toque existencialista, donde los límites entre el
bien y el mal parecen difusos, donde la justicia y lo correcto son entes
confusos y relativizados. Todo narrado en modo dual, en ello denota cierto
desequilibrio, pues la historia que protagoniza Allen se nota algo superficial,
solo rota esta por la compleja aparición del pseudo-Primo Levi. La cinta fue
nominada a tres Oscar; Mejro director (Allen), Mejor Guión Original (Allen) y
para Actor de Reparto (Martin Landau). No faltan las notas intelectuales-artísticas
propias de WA, dándose cita de una u otra forma músicos clásicos como Bach o Schubert, escritores como Shakespeare, Joyce, Chejov o García
Márquez, o referencias cinéfilas a "Cantando bajo la lluvia", "El
cuervo", "Matrimonio original", o "La chinoise".
La historia tiene como
escenario Nueva York, hay dos personajes principales: Judá Rosenthal (Martin Landau), exitoso oftalmólogo , y Clifford Stern (Woody Allen), un idealista
y poco exitoso director de documentales; Judá, es hombre
de familia respetable, está teniendo una aventura con una azafata de vuelo, Dolores
Paley (Anjelica Huston), ella
desea que Judá ponga fin a su matrimonio para está con ella, con lo que pone al
oftalmólogo en un cruento dilema. Tiene en un rabino, Ben (Sam Waterston), paciente suyo que está perdiendo la vista a un consejero. En esta
trama tendrá importancia el hermano de Judah, Jack (Jerry Orbach); Por otro
lado Clifford está infelizmente casado con Wendy (Joanna Gleason), siendo contratado
por el hermano de ella para hacer un documental del pomposo y arrogante cuñado
Lester (Alan Alda), productor de éxito de televisión, Clifford se siente
contrariado por el petulante Lester. Durante el rodaje conoce a la productora
asociada Halley Reed (Mia Farrow), a la que muestra lo que verdaderamente le
atare, como es el trabajo que está haciendo sobre
el Prof. Louis Levy (psicólogo Martin S. Bergmann), un filósofo de renombre.
Allen en el inteligente,
mordaz y cínico guión hace una notable miscelánea entre religión, amor, la
muerte, adulterio, fe, nihilismo, los fuertes lazos familiares, la conciencia del individuo, sentido de culpa, búsqueda de la dignidad, el sentido de la vida, ello en el marco de la sociedad media-alta de
Nueva York que tanto le gusta retratar de modo caustico a Woody Allen, poniendo
contra el paredón su superficial modo de vida, su decadencia moral, sus
caprichos, su hipocresía, todo esto lo hace regando de magníficos y jugosos
diálogos el metraje, con situaciones formidablemente y edificada,

Es
una cinta de las que te hace reflexionar sobre el dilema moral de si una
persona (normal, no psicópatas) puede continuar su vida tranquilamente sabiendo
que ha cometido (o lo ha inducido por acción u omisión) un asesinato, idea
parecida a la del escritor ruso Fiódor
Dostoievski en su famosa obra “Crimen y castigo” (1866), algo con lo
que Allen jugó en dos de sus films posteriores “Match Point” (2005) y “El sueño de
Casandra” (2007) , especulando en modo
existencialista sobre los sentimientos de culpa, especulando y haciéndonos sentir
partícipes sobre lo frágil de nuestros principios éticos cimentados en nuestra
educación judeo-cristiana, lo hace con algunos toques
brillantes de humor (la parte reservada a Cliff), pero aún así con un tono
pesimista hacia nuestro mundo, mostrándonos lo paradójico y contradictorias que
son nuestras enseñanzas, enfrentando el sentido dogmático de la religión (en
este caso la judía) contra el nihilismo (inherente a las mentalidades
agnósticas, anarquistas y comunistas), hace una deconstrucción escalofriante de
lo que es creer en Dios, pues de este modo nos sentimos reconfortados y
consolados (de modo condescendiente) de un modo cuasi de karma budista, pues si
eres malo te castigará el Todopoderoso cuando mueras, y si eres bueno iras al
Paraíso, pero y si Dios no existe? Los múltiples culpables de actos que han
quedado impunes en vida, tampoco serán castigados tras su muerte (ejemplo que
se pone con los genocidas nazis)? Así que es más cómodo pensar en Dios, pues si
no nuestro mundo sería el caos, es por ello significativa la aseveración que
hace un personaje “Prefiere a Dios antes que a la
verdad”, muy en consonancia con el acto de fe que es la religión.

La cinta avanza con dos tramas
en paralelo: La fuerte y que tiene el jugo es la de Judah, la que entra la
metafísica de nuestro volátil y complejo universo de valores que nos
autoimponemos (desde nuestra educación), la que nos habla "Cómo he podido llegar a esto?" (Judah), y a través de haber caído
en su bajos instintos, en su lujuria, en romper con la monotonía hogareña, el
protagonista se ve envuelto en una tormenta de estremecimientos que le hacen
replantearse su vida, las decisiones que tome le serán una losa aplastante para
su conciencia y su sentido de la culpa tan judeo-cristiano sentimiento, analizando
como nos tomamos a la muerte y como discurrimos sobre que hay más allá, sobre
el pecado frente a la justicia, sobre el peso de los recuerdos (clarificadores
y aleccionadores los flash-back idealizados de Judah), la justicia divina
frente al nihilismo, la certeza frente a la duda, planteando cuestiones y no
dando respuestas, y es que Allen no juzga, trata al espectador como adulto para
tome su propia perspectiva moldeable según (probablemente) haya sido educado, todo
narrado con pulso pétreo, con densidad y atractivo filosófico; Y está la trama
de Cliff, más liviana, más enfocada al humor caustico, irónica, con buenos
puntos de humor, caricaturizando a los pedantes productores de televisión (y
por ende de cine), solo se libra de este tono comedia (cínica) cuando aparece
en escena Louis Levy (un remedo de
Primo Levy), personaje que aprovecha Allen para dar algo de fondo dramático y
complejidad a su algo plano rol. Y es que en la suma de las dos historia sale
perdiendo la suya, no mezclan bien, quizás la de Judah sola hubiera sido más
sólida, aunque quizás (valga la redundancia) Allen creyó que era demasiado seca y adusta y
había que darle algo de desengrasante humor para hacerla más llevadera, algo
que ya utilizó también en “Hannah y sus hermanas” (1986).
Es crucial en el film la
importancia alegórica que se da a la vista, a los ojos como medio de
transmisión entre este mundo y el (posible) más allá, ello ya marcado desde que
el protagonista Judah es oftalmólogo, este trata a un rabino (figura
religiosa), Ben, de un problema que le
está dejando ciego, seguramente una alegoría de cómo la fe se puede quedar sin
luz, sin respuestas satisfactorias. Judah al enterarse que el asesinato de su
amante se ha consumado (por orden suya) es lavarse los ojos, alegoría de donde
se puede concentrar la culpa, luego este acude al apartamento de ella (morbosamente)
a verla asesinada, y la cámara arranca en los ojos impactados del oculista y se
desliza suavemente por la muerta hasta acabar el plano en los ojos sin vida de
Dolores, para volver la imagen a los ojos de Rosenthal, mientras de fondo recuerda al rabino en su infancia decir “Los ojos de
Dios lo ven todo. No hay absolutamente nada que se le escape. Ve a los justos y
a los pecadores”, remarcando el sentido de la
vista como poseedor de una mística espiritual especial.
Martin Landau está
sensacional en su complejo y contradictorio rol, sabe imprimir toda una trémula
gama de emociones, haciéndonos empatizar con él, con sus dilemas morales, con
su padecimiento, maravilloso como modula su mirada, su cuerpo, su voz,
fenomenal actuación. Anjelica Huston demuestra la buena actriz que es, con un
papel sin mucho profundidad, sabe dotarlo de fuerza vital, de energía, de
cariño, excelente en sus duelos con Landau. Woody Allen cumple en su cliché de
papel, lo baña de cinismo, y un toque de petulancia altanera que lo hace
punzante y con aristas de creerse superior moralmente que lo hacen pelín
desagradable. Mia Farrow está bien pero sin demasiada enjundia, le falta
dimensión y fondo. Alan Alda borda con brillantez a su pedante productor, le empapa
de sarcasmo, vanidad, altivez, poseyendo además una química extraordinaria con
Allen, más ententes entre ellos y menos Farrow
habría elevado su trama. Sam Waterston da ternura y un gran sentido
religioso a su papel de rabino.
La puesta en escena resulta
estimable para la función de trasladarnos este incisivo drama, con un buen
diseño de producción de Santo Loquasto (“Balas sobre Broadway”), rodándose en
diferentes lugares de Nueva York (Central Park, la Quinta Avda., Greenwich
Village, Park Avenue, Long Island, o el Waldorf-Astoria Hotel),
todo esto potenciado por la fotografía del sueco Sven Nykvist (“Los comulgantes”), jugando puntualmente con los
contraluces, los claroscuros, y todo en un patinado de tonos pastel. El score
está compuesto por un repertorio de tamas al gusto alleniano, se oye a Cople
Porter, Bach, Schubert, Irving Berlin o la banda de Xavier Cugat.
Spoiler:
Allen se inspiró en la
trágica muerte del Primo Levy acaecida dos años antes (11/04/87). Levy era un químico
judío italiano residente en Turín, durante la WWII fue capturado por los nazis
y enviado al campo de exterminio de Auschwitz. Levy sobrevivió, y dedicó su
vida a la ciencia y la filosofía, hasta que inesperadamente se suicidó Levi, se precipitó por el hueco de las escaleras de su
edificio, desde el tercer piso en el que vivía. Algunas de las biografías
publicadas con posterioridad explican este hecho como una consecuencia
inevitable de las heridas abiertas de su estancia en Auschwitz, así como de los horrores que allí vivió, que se
reflejan en su obra. Pero es un asunto controvertido, pues amigos cercanos, que
hablaban a menudo con él, no previeron en ningún momento tal desenlace. Hay
quienes argumentan que el método elegido para quitarse la vida quizá no fuera
el más adecuado para alguien que posee conocimientos de química.

Momentos recordables: La
charla familiar en recordada por Judah, confrontando las dos posturas entre el
rabino y la profesora, siendo lapidaria la dogmática visión de entre Dios y
verdad; La visión de la fe del rabino Ben
“Yo no podría seguir viviendo si no creyese de verdad en una estructura moral
con un verdadero significado, con capacidad de perdón y una especie de poder
superior. Sin eso no hay una base que nos guie en la vida. Y te conozco lo
suficiente para saber que en ti hay el germen de esa noción”; Cliff Stern,
director de documentales sin éxito, al que ni su propia esposa tiene en consideración,
Cliff “Recibí una mención especial en aquél festival de Cincinnati” y la
hiriente respuesta de su mujer “Te aferras a eso? Todo el mundo recibió una
mención especial”; Cuando Judah vuelve a la casa en la que vivió de adolescente
(de clara influencia bergmaniana de “Fresas
Salvajes”),
visualizando a sus antepasados discutir sobre la base moral del ser humano y lo
inevitable del castigo (humano o divino) a todo acto en contra de la ley; Cuando Cliff le muestra a Lester la película que ha rodado sobre él, un
delirante montaje; La clarificadora conversación final entre Rosenthal y Cliff, donde el primero con la excusa de
contarle el argumento de una posible película: “descubre que no es castigado.
Su vida ha vuelto a la normalidad. Puede que tenga malos momentos de vez en
cuando, pero pasan. Y con el tiempo, todo se desvanece”, Cliff le responde que
él hubiera hecho que el protagonista se entregase “porque así la historia adquiere
proporciones trágicas” (como en “Crimen y castigo”) al asumir su cargo ante la
ausencia de Dios, Rosenthal sentencia: “Pero esto es ficción. Pasa en las películas.
Yo estoy hablando de la vida real”, Boom!;
Epílogo, Allen cierra con las palabras del viejo profesor Levi acerca de
la capacidad de elección del ser humano y de su búsqueda de la felicidad a
través de las cosas más sencillas, paradójica, pues intenta insuflar esperanza,
cuando lo contado en la cinta es lo contrario.
Frases para
el mármol:
“La historia la escriben los
vencedores”
“Somos la suma de las decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestra vida”
"Comedia es igual a tragedia más tiempo"
Fascinante film de Woody Allen,
de los que te hace pensar y generar auto-debates internos, sobre lo que somos y
lo que nos hacemos pensar, lástima de la descompensación ya mencionada. Fuerza
y honor!!!