LOS VIVIDORES.
Singular y sugerente inclasificable obra del
iconoclasta Robert Altman, hija de un tiempo en que se intentaba desmitificar
el western, una ola revisionista con la que se quería mostrar otro oeste,
poblado de personajes que nada tienen
que ver con lo acostumbrado en el género americano por antonomasia, el
realizador de Kansas City ya en su anterior película, “MASH” (1970), hacía una
sátira corrosiva revisionista de otro género, en este caso el bélico. En este
pseudo-western el núcleo es algo que en otras era algo colateral, como es
prostitutas y burdeles, aquí se hace un turbador acercamiento al “Sueño
Americano” a través de un empresario que crea un pujante negocio de meretrices
en medio de un naciente pueblo de las montañas estadounidenses, ello también
vale como metáfora del nacimiento de la nación USA, Altman dijo del film que
pretendía hacer un anti-western desglamurizado, quería destruir "los mitos
de heroísmo en el viejo oeste". Guión del propio director junto a Brian McKay (“Los
Angeles de Charlie”, la serie), y un sin acreditar Ben Maddow (“La jungla de
asfalto”), basado en la novela de 1959 “McCabe” de Edmund Naughton. Se apoya
sobre todo en una ambientación fascinante, una cruda y realista recreación de
un pueblo que puede ser un epítome de USA, lo vemos crecer, feistamente, y muy
veraz, con unos actores protagonistas que trasnpiran humanidad ( Warren Beatty y Julie Christie), y esto
adornado por la bella y lírica música del poeta y cantante canadiense Leonard
Cohen, que envuelven los fotogramas en un halo de gran ternura.
En 1902 el estado de Washington , un tahúr llamado John McCabe
(Warren Beatty) llega a la naciente
ciudad de Presbyterian Church (nombre de su Iglesia, no
utilizado en la cinta, se sabe por el libro), en el Noroeste Estados Unidos. McCabe establece un
improvisada burdel , que consta de tres
prostitutas comprados por $ 200 a partir de un proxeneta en la cercana ciudad
de Bearpaw. Llega a la villa Constance Miller (Julie Christie), una
prostituta que negocia con McCabe una mejor gestión en el negocio. Tendrán
importancia en la historia Sears (Michael Murphy) y Hollander (Antony Holland), un par de agentes de la
empresa minera Harrison Shaughnessy en Bearpaw, tres caza-recompensas, Butler (Hugh Millais), Race (Jace Van Der Veen) y Kid
(Manfred Schulz), Sheehan (Rene Auberjonois), regenta un hotel, el cínico abogado (William Devane), Ida Coyle
(Shelly Duvall), mujer que llega al pueblo como esposa por encargo de un
lugareño, y un cowboy (Keith Carradine), un joven que llega al pueblo a
disfrutar de todas las meretrices.

El film en su devenir se
convierte en una deconstrucción del género western, subvirtiendo todos los
clichés, con un protagonista anti-héroe, alejado de los tipos duros que pueblan
la pantalla de los Ford, Hawks, Mann, Peckinpah, Leone o Eastwood, un proxeneta
que actúa como cualquier otro empresario, tipo que se enamora de la drogadicta
“madame” de su negocio, pero que para acostarse con ella le paga los 5$
correspondientes, donde la gente se pone tibio con el opio de los chinos, donde
apenas hay disparos (me salen cinco en total). La cinta nos habla de un mundo
dominado por hombres, el pueblo al principio solo de hombres y aquí el protagonista
ve una oportunidad, viendo negocio en saciar el apetito sexual inherente en el
género masculino, comenzando así el “Sueño Americano”. Esta vertiente se puede
ver como el nacimiento y crecimiento de los Estados Unidos está fundido a la
creación de grandes compañías que devoran al pequeño emprendedor, lo absorben o
por las buenas (pagando lo que quieren o amenazándolo físicamente, en lo que es
un brutal crítica al capitalismo despiadado y desalmado, la ley darwinista de
la selva, donde el pez grande se come al pequeño,
La cinta divaga entre lo que
parece al principio será un western típico, con lo que parece un pistolero
hábil, con curriculum bite a sus espaldas, luego se adentra en la comedia
suave, de mueca y no sonrisas, con la gestación del prostíbulo, las situaciones
que se dan, luego con la llegada de la Sra. Miller navega por el romanticismo
por la relación que se da entre los dos socios que dan título (en inglés) al
film, más tarde se mezcla el drama con la acción del western, el drama en una
de las muertes más perturbadoras que se han dado en el género, la del pobre muchacho
que va comprar se unos calcetines y se encuentra trágicamente en el puente con
un pistolero sádico, y luego en el duelo con claras reminiscencias al de “Solo
ante el peligro”. Altman cubre el metraje con un velo de nostalgia,
melancólico, decaído, un desencanto marca del director, esto maximizado en la
intimista relación entre la pareja protagonista, mostrado su “romance
soterrado” en destellos, en cuasi-flashes y frases que se sueltan.
Relato marca geosocialmente a
los personajes, un entorno salvaje, una villa que se funde con el bosque y el
río, mayoritariamente hombres, sin ley oficial, días cortos y fríos, provoca
que la las noches sean largas, interiores iluminados con lámparas de gas, donde
la gente se reúne a pasar el rato en bares jugando, hasta que llega McCabe y su
troupe de mujeres públicas. Lugar que lleva el nombre la Iglesia que vemos
erigirse en lo alto del pueblo, haciendo su visión una paradójica semblanza
entre la fe y pureza religiosa frente al burdel, antro del pecado,
confrontándose de modo perverso en su clímax donde los dos pilares de la
comunidad son puestos en peligro, el dueño del burdel por pistoleros y la
iglesia por el fuego.

Pero no todo es bueno en el
film, y es que en muchos momentos su ritmo se aletarga, adolece de arritmia, se
hace lento para lo poco que cuenta, Altman más parece preocupado por el
continente que por el contenido, es todo una magnífica fachada con poco fondo.
Profundidad de la que carecen los protagonistas, tanto McCabe como la Sra.
MMillaer , nada sabremos de ellos, su vida parece empezar cuando aparecen en
pantalla, no sabremos de dónde saca el dinero McCabe para su rentable negocio,
no sabremos porque aparece en el pueblo, no sabremos nada de su pasado, algo
que podría dar relevancia a su personaje y que por el contrario esta opacidad
resta y da superficialidad a su comportamiento un tanto caótico. Lo mismo se
puede decir de ella, nada de donde viene, porque fue allí, porque se droga, no
sabremos si ama a McCabe, no sabremos apenas que piensa, demasiado cerrada al
espectador. Su crítica al capitalismo y las multinacionales queda claro, pero
igualmente muy infantil por cuasi-caricaturesca la situación, como no aceptas
mi oferta te mando a unos matones. Todo
esto repercute en que la conexión con los personajes es escasa, derivando en la
emocionalidad de lo que les pase. Tampoco ayudan unos diálogos con poca chispa.
Warren Beatty compone a un
divertido MacCabe, con dudas, engreído, torpe, cobarde, transmitiendo humanidad
en su desarrollo, lástima que el guión no le dé hondura y lo deje en
superficial. Julie Christie como la Sra. Miller, la madame, se puede ver como
una alegoría feminista, inteligente, audaz, emprendedora, y a pesar de su
profesión muy digna, una enternecedora presencia, pero al que al igual que a
Beatty juega en contra que nos privan de saber de dónde proviene su
personalidad. El resto de secundarios quedan algo diluidos, destacaré un
entrañable Keith Carradine, como un pobre chico; Hugh Millais como el líder de los pistoleros, espléndido en su escena de charla
atemorizadora a McCabe; y William Devane como abogado que en una única escena
resulta providencial en su discurso loando la libertad, para que McCabe no huya
y enfrente a los pistoleros.



La puesta en escena es su
gran pilar sobre el que se asienta una tenue historia, pero su ambientación es
lo que la hace elevarse, con majestuoso diseño de producción de Leon Eriksen
(“Star Wars”), con una impresionante recreación del pueblo, que se convierte en
co-protagonista del film, rodándose en la Columbia Británica de Canadá, en West
Vancouver se construyó Presbyterian Church y
en Squamish fue Bearpaw (el pueblo al otro lado del puente), con un realismo
que te cala la humedad ambiental, con las permanentes calles embarradas, con el
agua helada, con espesas capas de nieve, con la tormenta blanca, aire opresivo, un pueblo que crece, agujeros a medio cavar, madera apilada por todas partes, iglesia que
vemos germinar poco a poco, ejemplo del realismo es la máquina de vapor, una JI Case 80 HP de 1912, genuina y funcionamiento y equipo utilizado para alimentar
aserradero después del rodaje, creando todo junto una
sensación permanente de gelidez y humedad. Comenzó a nevar
cerca del final del rodaje, cuando el fuego iglesia y el enfrentamiento fueron
las únicas escenas que quedaban, para preservar la continuidad, el resto de la
película tendría que ser filmada en la nieve, Altman comentó que, dado que esas
eran las únicas escenas que quedaban a la película, era mejor empezar ya que no
había nada más que hacer, la nieve pesada, con la excepción de unos pocos
parches "de relleno" en el terreno, era genuina. Todo esto embellecido
por la extraordinaria fotografía del húngaro Vilmos Zsigmond (“Deliverance”,
“Encuentros en la tercera fase” o “El cazador”), en Panavision, de resonancias
por su naturalismo con el estilo Kubrick, con interiores iluminados con luz
natural de lámparas de queroseno y fuegos de leña, de tonos lánguidos, marrones
y macilentos amarillos granulados, tenues, turbios, emitiendo la frialdad de la
salvaje naturaleza, de la nieve, de la lluvia, captando con trémulo sentido
poético algunos bellos momentos, como las parejas que bailan al ritmo de la
caja de música el burdel, o el sublime
clímax final, un duelo en medio de una tormenta de nieve, con primeros planos
expresivos, con hermosas panorámicas que emiten la beldad del entorno montañoso,
componiendo preciosas postales. Se suma la excelente edición de Lou lombardo (“Grupo
Salvaje”, “La balada de Cable Hogue” o “Hechizo de luna”), también director de
segunda unidad, de la perfección del montaje hablan que tardó nueve meses en
completarse, en una labor de miscelánea formidable donde se mezclan con lirismo
escenarios y personajes, y sobre todo la música, para dar sentido al clima
turbador del relato. Y todo esto es reforzado epicúreamente por los temas del
poeta y cantautor de Montreal, Leonard Cohen , infundiendo un aura de tristeza,
pesimismo, y amargura que cala, solo tres canciones ("La canción Stranger", "Sisters of Mercy" y
"Mrs. of winter") , pero que parecen envolver todo el film en su fuerza dramática, suena
en escenas de transición deliciosas, el crítico Scott Tobias supo definir el poderío
de las canciones "la película es
inimaginable para mí sin las canciones de Cohen, que funcionan como estos
tristes intersticiales que unifican toda la película".

Spoiler:



Momentos
recordables (algunos excluidos por ya mencionados): Su misterioso inicio, un hombre llega a caballo a un inhóspito pueblo
de la montaña, entra en su bar en medio de una copiosa lluvia, pregunta dónde
está la puerta trasera, vuelve a su caballo y trae al recinto un paño que
extiende sobre una mesa, los clientes del local cogen sus sillas y se
arremolinan a su alrededor, saben que es un tahúr, jugador de póker que trae
algo entretenido que les sacará del tedio, entre medias negocia con el dueño
del establecimiento las ganancias; Las sibaritas transiciones con las canciones
de Cohen, como cuando McCabe cabalga al pueblo con su primer grupo de
prostitutas, se oye de fondo "Sisters of mercy", ello mientras la
cámara nos deleita con hermosos piscos nevados con una luz crepuscular mágica,
componiendo un cuadro sensorial neurálgico; La hábil negociación que hace la
Sra. Miller con McCabe, poniendo sus deficiencias del desconocimiento de la
mujer para hacerla madame del prostíbulo, demostrando ser una gran vendedora de
sí misma; La negociación con los compradores de la gran compañía, creyéndose
McCabe un gran conocedor de los entresijos de los toma y daca de la
compra-venta, en su pretencioso control de la situación les cuenta a los
compradores una chiste sobre una rana, delirante; La muerte del vaquero (Keith
Carradine), desgarrador momento sobre el puente, como el chico rehúye el
enfrentamiento y el arrogante pistolero lo embauca por puro aburrimiento y lo
acribilla, esto ante la impasible mirada de los lugareños, desolador; La viuda de Bart, Ida (Shelley Duvall), decide meterse a
prostituta, la señora Miller la alienta a perder la vergüenza, "Es lo que
estaba haciendo antes con Bart (su maridos), sólo que ahora podrás mantener una
parte del dinero para ti misma"; Cuando McCabe visita a la Sra. Miller
para acostarse con ella, mientras se desviste él le habla de su amor hacia
ella, Miller estoica le pide los 5 $ de rigor, el dice "Si sólo una vez que
pudieras ser dulce sin dinero por medio"; La tensa charla
entre McCabe y el matón de la compañía, late una violencia en el aire bien
manejada por lo cortante del pistolero, sobre todo cuando hace referencia a un
supuesto asesinado por McCabe y como este se justifica atemorizado niega la
mayor; La reunión de McCabe con el abogado, este le hace un discurso
enardecedor sobre lo que es la libertad, "Si los hombres mueren por la
libertad, la libertad misma estará muerta!", haciendo que McCabe saque
valor para enfrentarse a los matones, erigiéndose en paladín de la Libertad; El
clímax del film, el duelo final a lo “Solo ante el peligro”, solo que aquí la
gente no está escondida en sus casas, los vemos en paralelo a la batalla
intentando salvar la Iglesia de la quema, sin saber que hay uno de sus
ciudadanos en peligro. Todo esto en medio de una tormenta de nieve, con densas
capas de nieve cubriéndolo todo, con McCabe demostrando su patetismo cuando el
reverendo le roba el rifle cuando por descuido lo deja un momento, pero después
consigue con astucia acabar con uno tras otro, no sin antes hacer una parada
para tomar un huevo crudo, recorriendo en su odisea matinal el muy nevado
lugar, pero en su último enfrentamiento antes de acabar con el pistolero es
baleado, intenta llegar a su casa entre el espesor blanco y la ventisca, pero
las fuerzas se le agotan y cae en medio de la nieve, la nevada lo comienza a
cubrir de modo turbador en una estremecedora estampa; El epílogo, la Sra.
Miller inconsciente de lo que pasa esa mañana con McCabe, está en fumadero
chino de opio poniéndose a tono, desesperanzada prefiere perderse en sí misma, la
cámara se acerca a su iris y se pierde en sus crípticos pensamientos.
En conjunto, una apreciable
propuesta, que maravilla por su sensible y preciosista puesta en escena, por
unas cuantas escenas de un valor más que
notable, pero en su debe no se pueden ocultar ciertas carencias en su guión.
Fuerza y honor!!!
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