BLACK MIRROR: CÁLLATE Y BAILA.
Magnífico
y turbador tercer episodio de la antológica serie creada por el británico Charlie
Brooker, su serie estrella vuelven, han
cambiado de cadena, de la británica Channel 4 a la estadounidense Netflix, pero
su mordacidad, ironía, acidez y visión inquieta sobre el impacto de las nuevas
tecnologías en nuestra sociedad sigue intacto. Para el que no la conozca, es
una serie de antología, capítulos independientes autoconclusivos, con
diferentes tramas, diferentes géneros, diferentes actores y personajes,
diferente ambientación, e incluso abordando diferente franjas temporales, pero
todas con el nexo de unión de cómo la nueva era tecnológica puede ser
pervertida haciéndonos menos humanos, corrompiendo la sociedad. Este capítulo está
dirigido con pulso trepidante por James Watkins (“Eden Lake”), con guión del
propio creador Brooker y William Bridges (“Shallow”), nos adentra en las
perversiones que ese esconden en la red
y en cómo tras estas se pueden esconder “justicieros-chantajeadores”, de cómo
hoy en día la privacidad e intimidad resulta ambigua, un pestillo en la puerta
no es suficiente cuando el Caballo de Troya lo tenemos todos instalado en
nuestra casa.
Con un ritmo frenético discurre este subyugante
episodio , con una ágil delineación de personajes, con aristas y matices,
emitiendo humanidad, con diálogos ásperos, con creación de situaciones
originales, aderezado por un protagonista Alex Lawther (Alan Tuning de joven en
“The Imitation Game”) impresionante, una actuación colosal en la que se
mimetiza con el personaje, sublime como transmite su odisea existencial al
abismo, con un lenguaje gestual estremecedor. Jerome Flynn (el inolvidable
Bronn de “Juego de Tronos”) realiza un notable trabajo, con una extraña mezcla
de víctima y manipulador acuciado por la presión de sus “pecados”.
“Cállate y baila” explora con acritud desesperanzadora
de la oscuridad de la Condición Humana, la fina línea que separa lo
convencional y aceptado socialmente de lo patológico, un mediometraje que te
hace reflexionar sobre lo hasta donde estamos dispuestos a llegar por ocultar
nuestro lado primario, ello desarrollado en un increscendo dramático sofocante,
gracias a un guión hábil, ingenioso, de los que te hace pensar, de los que te
provoca dilemas morales sobre lo que tu
harías en el caso de los protagonistas, ello para desembocar en un final que
sacude, retorciéndose hasta hacerte sentir mal, dando una visión distinta de lo
visto, y tomando otra perspectiva lo acontecido, tomando otro cariz el agudo
argumento. Resulta el metraje un análisis mordaz sobre la quimera de hoy en día
creernos guardianes absolutos de nuestra intimidad, en un mundo global, donde
las redes de internet pueden funcionar en dos vías esto es un cuasi-imposible,
y en este sentido se pueden mover todo tipo de entes de mentalidad siniestra,
vengadores, pervertidos, enfermos sociales, etc.
Para este incisivo y agrio capítulo crean un
protagonista complejo, un chico aparentemente asocial, víctima de bullying,
reservado, lacónico, para conforme avanza la trama sentirnos empatizados por su
calvario, con el que nos llegamos a identificar, desgarradora su travesía,
angustiosa, asfixiante, no llegando en un momento dado si la caída en picado es
producto de la atomización en su mente de algo pequeño, pero al final hay un
giro extraordinario que da sentido a todo lo visto hasta entonces,
provocándonos incomodidad, mal cuerpo, zozobra.
Lo bueno que tienen casi todos las entregas de la serie
es que es fácil conectar con su núcleo argumental, y este lo es por lo cercano
y realista de su premisa, provocando con ello una feroz crítica a los peligros
que posee entrar en la Red, ello enredado con los bajos instintos humanos
deriva en un coctel siempre explosivo que pone contra el paredón las
ingenuidades, miserias y mezquindades humanas. Este es un relato que conforme
pasan los minutos se vuelve más duro y adusto, conformando una tensión e
intensidad que te atrapa y subyuga, hasta desembocar en un clímax que te
descoloca por la fuerza de la percepción que habíamos tenido hasta entonces, y
zarandearnos, otorgando un enfoque radialmente diferente a lo que creíamos,
sublime el modo que Brooker tiene de hacer que nos cale emocionalmente sus
historias.
Spoiler:
Creo, en mi modesta opinión, que hay un fallo en la trama, y es que la webcam que graba a Kenny masturbándose puede
ocurrir, pero como puede la cámara grabar las imágenes con las que lo hace? Y
es que si se hace colocando al chico en una ventana digital mientras en grande
están las secuencias pedófilas en pantalla o viceversa, siempre se pude decir
que están manipuladas, o que aparezca la dirección web con que se pajea,
también esto puede ser manipulado. La única explicación, que no se dice, es que
hubiera un espejo tras el portátil.
Momentos recordables: El
significativo y simbólico de Kenny colocando un pestillo en la puerta de su
dormitorio, cuando con el portátil en su interior tiene una ventana por la que
se pueden colar intrusos no deseados; El divertido tramo, único toque de humor,
en que a la pareja de chantajeados, Kenny y Hector se les engancha una maestra;
El trémulo tramo en que Kenny atraca el banco, sentimos su angustia y tormento
interior, escenificado físicamente cuando lo vemos mearse encima,
escalofriante; El clímax cuando Kenny está frente a otro tipo en el bosque y
este le pregunta nerviosos que de cuanta edad eran las niñas de su “problema”,
y todo se destapa cual Caja de Pandora; Cuando vemos a Kenny de noche lloroso
por un camino, oye un mensaje de teléfono , lo mira y es el Trollface, los
secretos que los chantajeados querían guardar han sido filtrados, y la madre le
telefonea, contesta Kenny y... su mundo ha explotado, la policía aparece tras
él para detenerle, ello mientras escuchamos el alusivo tema de Radioherad
(cantado por su líder Thom Yorke) "Esperamos que el
estrangulador haga qué te ahogues...", ello mientras se despliega un
hiriente montaje en el que vemos como todos los involucrados en el chantaje van
sufriendo las consecuencias de que sus “fantasmas” se hagan a la luz,
electrizante.
El capítulo mientras lo vemos y asistimos al tormento que sufre Kenny no llegamos a entender como cruza la línea del delito al aceptar atracar el banco, en la balanza su supuesto desliz es una simple e inocente masturbación (eso creemos en ese momento), tendremos que creer en ese momento que es por su introspección, sumado a la acuciante presión que es sometido por su compañero de fatigas Hector, pero entonces tiene el encuentro en el bosque con un tipo también del “club” de los chantajeados, nos enteramos que es un pedófilo, y todo toma otro aspecto, cobra sentido el modo en que Kenny intenta como sea que las imágenes de pornografía infantil que él veía no se hagan públicas, y a los supuestos villanos lo son menos, convirtiéndose en justicieros-vengadores, y la supuesta víctima se torna en sujeto peligroso, un giro épico por lo inesperado. Y entonces podemos volver a montar el rompecabezas de secuencias: Kenny en la hamburguesería que trabaja coge un juguete olvidado por un crio y se lo lleva antes de salir, a la primera creemos que es un chico bueno y servicial, pero volviendo la vista atrás es que se siente atraído por el niño (enfermizo); Que Kenny intente que su hermana no toque su portátil no es por ser cándido celo de su intimidad, es para que no puedan dar con las páginas pedófilas que visita; Asimismo nos damos cuenta en el epílogo que toda la trama de justicieros puede estar detrás de una red de pedófilos, el tipo que al final destapa todo y que es matado (seguramente) por Kenny es un pedófilo confeso; Hector ceunta que ha contratado a una prostituta por internet y que le gustan jóvenes (se puede pensar subliminalmente que es una menor); Oímos que al tipo negro que lleva la tarta a Kenny le están tildando su familia de pervertido, seguramente por pedófilo destapado por la red de justicieros; También está la mujer que vemos al principio llevar el coche al parking, al final nos enteramos por secuencias de internet que ella ha sido chantajeada por mandar e-mails racistas, en estas mismas imágenes vemos que es una ejecutiva, Georgina Tarrington, directora de la cadena de hoteles Low Cost donde Hector estaba esperando a Mindy, pudiendo hilar fino se podría pensar que es en estos hoteles donde se gesta un red de pederastia de la que se han podido servir estos pedófilos.
El capítulo tiene grandes
similitudes con el de la segunda temporada “Oso Blanco”
("White Bear"), y es que durante todo el metraje creemos que el
protagonista es la víctima y al final toda da un giro completo, donde todo ha sido una trama
planeada por justicieros-vengativos contra personas que lo pueden merecer.
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