DOS SEMANAS EN OTRA
CIUDAD.

Vibrante melodrama realizado
por Vincente Minnelli, uno de esos films donde el
mundo del cine se mira el ombligo, el neurálgico guión de Charles Schnee (“Rio
Rojo” o “Cautivos del mal”) se basa en la novela de Irvin Shaw (“El baile de
los malditos”), que a su vez se dice está inspirada en la relación entre Tyrone Power, Linda Christian y el productor Darryl Zanuck. Está protagonizada por un
elenco de intérpretes brillantes, un exuberante Kirk Douglas, Edward G. Robinson, Cyd Charisse, Claire Trevor, Daliah Lavi, George Hamilton, o Rosanna Schiaffino. Se puede ver como una especie
de secuela de la magnífica “Cautivos del mal” (1952), realizada diez años
antes, y es que la película está edificada por el mismo equipo, la susodicha
dirección, productor (John Houseman), guionista (Charles Schnee), compositor
(David Raksin), el protagonista estrella (Kirk Douglas), y el estudio (MGM),
asimismo tienen de nexo la canción "No me culpe", aquí por Leslie Uggams, y en la de 1952 por Peggy King, incluso en una escena
estaremos en una sala de proyección viendo clips de “Cautivos del mal”.
Tratando además temas similares, como la búsqueda de segundas oportunidades, la
frustración vital, la decadencia moral, la corrupción anímica, las ansias de
redención, ello con el telón de fondo de una producción cinematográfica, aquí
mostrando los cambios que germinaban en Hollywood, donde algunas producciones
que para abaratar costes se trasladaban a Europa (ejemplo los péplum europeos),
o bien influenciados por la ola hedonista que Fellini puso en marcha con su
“Dolce Vita” (1960) quisieron retratar la “bon vivant” de la Ciudad Eterna. Minnelli
repudió el resultado final al no permitírsele montarla como él había querido y
estrenarse amputada, y es que la edición posee algunos defectos referentes a la
coherencia de algunos comportamientos de los personajes que se antojan
excesivos, quizás lastrados por falta de metraje que ayude al entendimiento.


El protagonista es la
estrella de cine venida a menos, Jack Andrus (Kirk Douglas), está desde hace
tres años en un sanatorio recuperándose de una depresión causada por el
divorcio de su esposa Carlota (Cyd Charise), que le hizo caer en el
alcoholismo, alejándose de Hollywood. Maurice Kruger (Edward G. Robinson),
director de cine y especie de mentor de Andrus lo reclama para un pequeño papel
para una película que rueda en Roma, esto le puede suponer su redención o su
caída total, pues allí además reside su ex Carlota con su nuevo amante
millonario. También tendrán importancia en la historia Veronica (Daliah Lavi),
bella mujer que entabla relación con Andrus, Davie Drew (George Hamilton),
protagonista del film de Kruger, Clara (Claire Trevor), neurótica esposa de
Kruger, y Barzelli (Rosanna Schiaffina), estrella femenina y diva del film de
Kruger.

La cinta se convierte en una
odisea de redescubrimiento para el protagonista, una terapia de choque en que
es puesto contra los peores de sus fantasmas del pasado, donde será llevado al
límite, pasando por varias etapas, que le harán volver a generar ilusión,
pasión, euforia, amor, idealismo, amistad, ello una travesía obsesiva, donde
también se nos hablan de los celos ( de todo tipo, de amor y profesionales), de
las dudas, de las tentaciones, del arrepentimiento, del odio, la soledad, en lo
que es un lienzo desolador y agrio de unas élites clasistas que viven en el
hedonismo más degradante, donde el círculo vicioso, algo cambiado, pero
continua igual, donde la juventud
instalada en sus huecos “tronos” vuelven con las mismas taras y errores. Minnelli
imprime un ritmo acelerado, con secuencias de enorme intensidad dramática, en algún
caso sobrepasándose, con diálogos inteligentes, cínicos, irónicos, apoyándose
en una buena composición de personajes, ello en el delicioso marco de un
autohomenaje al cine. Como defecto está que el relato se nota algo forzado en
su excesivo melodramatismo, con comportamientos demasiado teatralizados en su
pompa trágica, quizás esto se deba a un montaje atrofiado y no con la connivencia
necesaria del director, verdadero guardián de las esencias de una película,
provocando en el espectador cierta desazón nebulosa en las actuaciones idas de algún
que otro rol, ejemplo es la relación confusa entre Davie y Veronica, un
laberinto dentro de un enigma.
Para este viaje un nuevo
despertar de nuestro antihéroe serán claves varios personajes que irán tallando
su regenerado carácter, los dos primeros son sus malsanos lazos con el pasado
que le oprime, que si quiere avanzar deberá superar o sucumbirá: El
mentor-director de cine, que en el ocaso de su carrera decide llamarlo, estableciéndose
entre los dos una relación complicada que termina por explotar, espoleado por
la Lady Macbeth (Clara) que es la esposa de Kruger; Carlotta, la ex, es la
tentación tóxica, representa su corrupción moral, su degradación y malversación
de su integridad, la puerta a su Averno personal; Veronica, es la contraparte
de Carlota,la pureza de espíritu, la inocencia, el amor desinteresado, pero a
la vez ella es una especie de prueba para Andrus en la fragilidad anímica que
detenta, y si es capaz de ayudarla, se ayudará a sí mismo; Davie es el espejo
del pasado de Andrus, un actor joven, caprichoso, voluble, acomplejado,
inseguro, que parece cometerá los errores del propio Andrus, teniendo que
convertirse en su mentor, del éxito de esto dependerá en gran medida que el
protagonista se salve a sí mismo de la caída al vacío.
A finales de agosto de 1961,
Minnelli viajó a Roma durante 6 semanas de pre-producción a la búsqueda de
localizaciones. A principios de octubre,
comenzó a rodar alrededor de la Piazza Navona, la plaza de España, Trastevere y
la Via Veneto. Minnelli deseaba su versión nocturna de Roma bebiendo de la aclamada felliniesca
“La Dolce Vita”, esta película genero un gran revuelo en la escena
internacional con su retrato de la alta y decadente sociedad, para ello
Vincente traspasa los límites de lo políticamente correcto, sobre todo en ese
tiempo, hablando de anhelos suicidas, adulterio, orgias, o voyeurismo. Una de
las últimas escenas que quiso rodar Minnelli era algo rozando lo depravado, una
fiesta salvaje con Andrus como juguete roto, rodeada por multitud de jet-set,
frente a un cuadro erótico que se desarrollaba fuera del alcance de la cámara. Minnelli estaba orgulloso de esta secuencia, que combinó su inclinación
por las superficies elegantes con un toque vanguardista más contemporáneo, pero
llegarían los recortes.

Uno de los puntos fuertes del
film es su recreación de la Roma dolcevitesca, con una brillante puesta en
escena retroalimentándose de su condición de tributo al mundo del cine, con una
exquisita dirección artística de George W. Davis (“Eva al desnudo” o “La
Dimensión desconocida”), y Urie McCleary (“Siete novias para siete hermanos” o “Patton”),
con hermosas localizaciones exteriores, filmándose en Roma (Via Veneto, Lazio, Fontana
de Trevi, Plaza de España, Cinecittà Studios, Excelsior Hotel,
Leonardo da Vinci Airport,...),
con bulliciosos clubs nocturnos, fiestas bohemias, terrazas, callejuelas
romanas, la playa, esto filtrado por
hipercromática fdotografía en cinemascope de Milton R. Krasner (“La tentación vive arriba” o “La Conquista del Oeste”),
otorgando un aire hiperrealista a los fotogramas, con un fulgor de colorido
electrizante, captando la alegría huera de la capital transalpina, la atmósfera
de cuasi-bacanal, con vibrantes tramos de noche, creando cuadros de una
decadencia incisiva, esto en conjunción con algunos recursos de efectos
especiales de Robert R. Hoag (“Ben-Hur” o “La Conquista del Oeste”)que entiendo
como guiños cinéfilos clásicos como son los falsos fondos, esto atomizado en la
“orgiástica” carrera de la muerte de Andrus, con la proyección trasera, donde
canta más que Iker Casillas la falsedad de la escena. La música es de David
Raksin (“Tiempos modernos” o “Cautivos del mal”), muy bien encajada en la
acción dramática y en el romanticismo.

Kirk Douglas borda su
complejo papel, un volcán en perpetua erupción de emociones, expresando toda
una gloriosa gama de sensaciones, desde la frustración, al ilusión, el optimismo,
o cuando se desboca al abismo, en un rol que como bien he leído es parecido en
cierto modo al de su Van Goch de “El loco del pelo rojo” (1956), también de
Minnelli, reflejando ambos a un tipo depresivo, bipolar, y con tendencias
suicidas, la raza y viscerabilidad del actor hace que desborde la pantalla,
empatizando su sufrimiento con el espectador, magnífico. Edward G. Robinson
como el director Kruger, solo está como siempre, o sea, imperial, derrochando
carisma, temple, personalidad, simpatía, rabia, con una naturalidad y mesura
sublimes. Cyd Charisse como Carlotta está fenomenal emitiendo la villanía
perversa, hermosa, voluptuosa, sensual, depredadora sexual, y sobre todo una
manipuladora retorcida. Claire Trevor como la neurótica Clara, esposa posesiva
de Kruger, despliega una enardecida energía puesta al servicio de lo pernicioso,
excelente. George Hamilton es el más flojo de todos como el angustiado actor
Davie, desubicado, frío, desangelado, chirría cuando aparece, fue elegido según
él como "un actor tipo James Dean, de joven con
problemas, para lo cual no podría haber sido menos adecuada", admitió más
tarde, el reconocimiento de su nula actuación le honra. Daliah Lavi es una tremenda belleza, desparrama sex apple, pero le
falta alma, se ve algo artificiosa en su comportamiento. Rosanna Schiaffina
como la actriz Barzelli, es muy divertida en su caricatura de una diva
caprichosa.
Spoiler:


Momentos recordables: Su
inicio con los crédito iníciales, vemos a un Andrus caminar sin rumbo por unos
jardines, sin saber bien que hacer, dubitativo, esto se puede encadenar con el
final en el aeropuerto mientras charla con Davie, Andrus es un tipo decidido, enérgico,
seguro de sí mismo, sabe lo que quiere, ha superado sus traumas del pasado; Cuando
conocemos a Clara en su habitación de hotel con Kruger, con una desagradable
discusión con el marido, iracunda, celosa, amenazante, un huracán en depresión
permanente; Cuando Andrus sostiene melancólicamente el Oscar en sus manos,
observándolo tiernamente, mientras su reflejo es visto en el espejo, muy
alegórico del paso del tiempo, donde siempre este fue mejor; La hermosa secuencia en que se proyecta en una
pantalla “Cautivos del mal”, el rostro de satisfacción de Andrus/Douglas, donde
la ficción se confunde con la realidad, el orgullo de tener ante sí una Obra
Maestra se nos traspasa; La fiesta-cena con Andrus de anfitrión y como Clara
despliega toda su bilis contra una actriz, tremebunda; El tramo en que Andrus
ha sustituido en la dirección a Kruger, un estupendo encadenado de imágenes en
que Andrus debe lidiar con la diva, primero con delicadeza y cariño, y luego¡,
con el hartazgo pasa al plan b, le da una patada en el culo; Cuando Andrus es
repudiado de mala manera por Kruger azuzado por el “bicho” de su esposa; El
clímax, primero con la fiesta bacanal, donde Andrus ha caído en las fauces de
la decadencia, y siendo el zenit la carrera pesadillesca con Carlotta, extasiante
auto-terapia de choque, con ese final de referencias freudianas sexuales con el
coche posado bajo una fuente de agua.
La pobre respuesta de la
audiencia durante el preestreno en 1962 reafirmó la decisión del productor
Siegel para cortar la película. Siegel asignó al editor
supervisor del estudio, Margaret Booth, permitiéndole recortes drásticos, sin
consultar a Minnelli. Se recortó en mucho la orgía final, así como el monólogo melancólico
de Charisse, discurso destinado a
humanizar a su personaje. Minnelli protestó que sin
esta explicación, el personaje de Charisse sería percibido como simplemente una
depredadora. Los
devastadores recortes de Booth convirtieron en los personajes aún más neuróticos y sórdidos, y restando coherencia sobre lo que había sido el
guión, despojando de motivación psicológica matizada, los personajes parecían
simplemente desagradables, inseguros y paranoicos. No consultando por ninguna
alteración a Minnelli, siendo un duro golpe a su ego, el estudio no atendió las suplicas de
Houseman y el director. En el proceso, se cerca de 15 minutos de tiempo de
pantalla crucial y fue puesto en libertad con duración de 107 minutos.
Queda una buena
propuesta fílmica, entretiene haciendo una reflexión sobre el mundo henchido de
las celebrities del cine, aderezado por unas cuantas actuaciones espléndidas.
Fuerza y honor!!!
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