LA MALDICIÓN DE
FRANKENSTEIN.
El realizador londinense
Terence Fisher se dio a conocer en el panorama internacional con esta exitosa
revisión a la historia creada por Mary Shelley en 1818, dando inicio a la época
dorada de la compañía británica Hammer, especializada en el renacimiento del terror
serie b que pasaba por su particular
filtro de escasos medios los icónicos títulos del horror de la Universal de los
años 30. Esta que comento me queda en una simpática pero muy avejentada cinta,
donde de medios brilla con fulgor, donde el goticismo y expresionismo propio
del género han sido amputados, la iluminación candorosa anula el mundo de las
sombras, donde la sala espectacular donde el Dr. Frankenstein creaba a su
criatura en el film de 1931 aquí ha pasado a ser algo tan frugal que da
lástima, donde los hermosos exteriores (ejemplos la torre-laboratorio o el
épico final en el molino) han sido cercenados, todo tan escaso que huele a
teatral, donde el Monstruo mítico ha pasado a ser algo con un maquillaje de la
Señorita Pepis, donde el comportamiento del monstruo queda en algo ridículo. Se
alteró la historia para no ser demandados por plagio por la Universal, el más
importante es el cambio de personalidad del Dr. Frankenstein, aquí un psicópata
amoral, lujurioso, sádico. Fue la
primera cinta en que aparecieron juntos en un film Peter Cushing y Christopher
Lee, es Cushing el que lleva el peso del relato con un tremendo carisma y
credibilidad.
En 1818, el Barón Victor Frankenstein ( Peter Cushing ) está en prisión, en espera de ejecución por asesinato, allí le cuenta
la historia de su vida al capellán. Tras la muerte de su madre el joven Baron
Victor Frankenstein (Melvyn Hayes) toma el
control exclusivo de la finca Frankenstein.Él se compromete a seguir pagando
una cantidad mensual a su tía empobrecida Sofía y su joven prima Isabel (a
quien su tía sugiere le hará una buena esposa). Paul Krempe (Robert Urquhart) se convierte en su tutor, con los años los dos
comparten las inquietudes por los avances científicos. Después de varios años
de estudio intenso, Víctor (Peter Cushing) con Paul comienzan a colaborar en experimentos científicos soibre
traer a a la vida a seres muertos. También
tendrán importancia en la historia Elizabeth (Hazel Court), prima de Victor y el Monstruo (Christopher
Lee).

Un
film entretenido, con un buen ritmo, donde no paran de suceder cosas, su escaso
metraje (no llega a la hora y media) impide llegue el tedio, pero sobre todo lo
que hace a la cinta apreciable es un Peter Cushing mayúsculo, un pérfido “Mad
Doctor”, más retorcido que el Colin Clive de la versión de James Whale, una
encarnación muy victoriana (a pesar de que el personaje es suizo), sibilino, elegante,
sutil, libidinoso, flemático y muy manipulador, es su evolución hacia la total
corrupción moral ele eje de la cinta, convirtiéndose alegóricamente el Monstruo
la recreación espiritual del alma degradada de su creador (cual el retrato de
Dorian Grey). Se le agrega a su personalidad lujuria, esto marcado por su
relación sexual explícita (me refiero al lenguaje, no a escenas eróticas) fuera
del matrimonio con una criada (Justine), algo muy adelantado a su tiempo, como
lo es mostrarlo como un psicópata criminal sin escrúpulos, todo con tal de
alcanzar sus malsanos objetivos, todo esto diferente a la versión del maestro
Whale, que lo mostraba víctima de querer jugar a ser Dios, pero aquí estos
depravados rasgos son para acentuar la perversión y maldad degenerativa del
“Doctor Loco”, aquí dueño absoluto de sus actos. Y es que en la versión de la
Universal compartían protagonismo el Baron y el Monstruo, y en la
Hammer-versión este recae casi absolutamente en un absorbente Doctor
Frankenstein, quedando relegado a un segundo plano la creación.
Peter
Cushing encarna al científico con un
fuerte dominio de la escena, con carácter, con carisma (espléndido
manejando compulsivamente las máquinas revividoras de su laboratorio), con
complejidad y mesura, le aporta matices gestuales contenidos brillantes
(ejemplo el modo distraído con que se limpia una gota de sangre de la solapa de
la camisa), muestra con veracidad su
descenso al Averno de la razón, un trastornado obseso con su idea ser un
pequeño Dios, lo dota de arrogancia, fanfarronería, altivez, con sonrisa cínica
(desgarradora la que esboza cuando el Monstruo mata a la criada gritando, al
otro lado de la puerta), sadismo (como pide como si nada la mermelada durante
el desayuna a su prometida, cuando antes ha provocado la muerte de su amante), manejando
una doble vida, en el escaparate un sofisticado anfitrión, pero en la
trastienda un tipo poseído por la oscuridad. El actor fue escogido por su
popularidad en la televisión británica.
La historia pretende exhibir un enfrentamiento entre la obsesión enfermiza amoral
de Frankenstein contra la brújula moral que representa Paul Krempe, reflejo de
la razón, del sentido común recto, de la ética moral, del temor a lo desconocido,
quiere exponer el guión la lucha entre el Mal (Frankenstein) y el Bien
(Krempe). En esto también se diferencia de la versión de 1931, me refiero al
personaje del asistente del Doctor, en la primigenia era un tullido con joroba
que seguía al Baron ciegamente, el mítico Igor, aquí es un hombre cabal el
mentor que discute con su discípulo, y que termina por decencia distanciándose
del Baron. Pues bien con lo dicho, Robert Urquhart con este rol
resulta hastiante, fatigoso, molesto, irritante, cansino, parece un parásito
que está con el Barón para poder vivir a cuerpo de rey en una mansión, incluso
cuando ya no quiere seguir ayudando a Frankenstein sigue en la residencia, pero
es que además sus aseveraciones morales resultan redundantes, cargantes, repetitivas,
ser buenista plano, totalmente prescindible, es como si el guionista hubiera
querido meter la voz del espectador en el personaje, no me refiero a la actuación, es lo
torpemente escrito que está.
Luego está el Monstruo, esta
como he dicho tiene escaso protagonismo, aparece muy avanzado el metraje, tiene
pocos minutos en pantalla, y su comportamiento dista mucho de tener un mínimo
de rasgo psicológico, actúa cual zombi, no ayuda a tomarlo en serio su penoso
maquillaje, obra de Phil Leaky (“Dracula” o “Lejos del mundanal ruido”), una
cosa es que por derechos de imagen no pudieran hacerlo similar al de Boris
Karloff, pero otra es que cantara a la legua el embadurnamiento penoso de la
criatura. Christopher Lee se esconde tras
este maquillaje del todo a cien (igual en su día impactó, hoy causa sonrisa),
en una actuación desprovista de carisma, un mero zombi sin alma, alejado de la
evolución deliciosa del Monstruo de la Universal, que provocaba empatía y
ternura en el espectador, creando dimensión trágica a los acontecimientos, Lee
se convierte en una especie de muñeco marioneta movido por hilos invisibles, que
provoca la más enorme Nada en el público, Lee fue escogido por su gran altura
(6 '5 "), la Hammer había considerado antes, el aún más alto (6'
7") Bernard
Bresslaw para el papel.
La escasez de
medios es notoria en su escasez de escenarios (nos han hurtado la
torre-laboratorio ), rodada prácticamente toda en interiores, creando sensación
de teatralidad, con tomas de cámara muy abiertas maximizando esta sensación. Al
acontecer casi todo en la mansión Frankenstein, se produce un recurso no sé si adrede
o no, pero que queda curioso, como es la dualidad entre el salón victoriano recargado
de decoración exquisita, esto frente al diabólico laboratorio de Franknestein,
especie de patio donde se esconden las más bajas obsesiones, para redondear
esta impresión deberían haberse producido los pecaminosos encuentros sexuales
entre Justine y el Doctor allí.
La
cinta carece de momentos recordables, ni tan siquiera la “gestación” de la
criatura tiene una mínima épica, en comparación con la Colosal de James Whale,
subiendo al cuerpo inerte hacia la tormenta de rayos, y culminado con el mítico
grito del Doctor “It’s Alive!!!”, aquí todo es tan minimalista como burdo, hay
unos muy lindos escenarios victorianos con el interior de la mansión
Freankenstein o el laboratorio, creados por el director artístico Bernard
Robinson (“La momia” o “Dracula”), pero la lírica visual es algo que ni está,
ni se le espera, un producto hecho para
impactar a las mentes ingenuas de finales de los 60, hecho para ganar dinero
fácil, sin importar el calado emocional (inexistente aquí). Aquí el
expresionismo alemán es cero, se porfía todo a la explícita luminosidad dotada
por la fotografía de Jack Asher (“Dracula” o “El perro de los Baskerville”),
tonos pastel que anulan cualquier emoción de tensión, suspense o terror. La
música de James Bernard (“Dracula” o “El
beso del vampiro”) deja marca alguna.
Laguna argumental es que no
se sabe por qué está condenado a muerte Frankenstein, por matar al monstruo que
intentaba matar a su prometida? Es que nadie ha visto a la criatura por la que
intenta justificarse Frankenbstein? Pues se supone que los cuerpos de la criada
y el viejo no se han encontrado.


La compañía británica tiene
su origen en 1935 cuando el actor de variedades William Hinds -cuyo nombre
artístico era William Hammer- funda un pequeña compañía independiente con el
apoyo de Enrique Carreras, un exhibidor de origen español propietario de una
cadena de cines; ambos fundan la Exclusive Films, a la cual se incorporarían
James Carreras y Anthony Hinds, hijos de ambos socios. A partir de 1947 se
expanden hacia el mercado de la producción, cambiando el nombre de la empresa
por el definitivo de Hammer Films Production Limited y la incorporación de un
nombre clave para su evolución: Michael Carreras, nieto de uno de los
fundadores. La primera cinta formalmente producida por la Hammer fue “River
Patrol” (1948) y desde entonces privó en la compañía la política de producir
filmes de bajo costo y con actores no muy conocidos que pudiesen ser rentables
por su impacto popular. No tardaron en darse cuenta de que los filmes de
suspense e intriga eran base principal predilecta del público, por lo que
pronto se dedicaron a la manufactura de policiales, thrillers y filmes de
suspense. Pero fue en 1955 cuando llegó el primer éxito grande para la
productora con The Quatermass Experiment (Val Guest), iniciadora del nuevo
ciclo de películas verdaderamente pertenecientes al género fantástico, a la que
seguirían “X The Unknown” (Leslie Norman, 1956) y “Quatermass II” (Val Guest,
1957). Gracias a la
rentabilidad de estas películas, los directivos de la compañía decidieron
jugársela comprando los derechos de la Universal sobre las películas de terror
que habían tenido tanto éxito en los años treinta, con sus monstruos clásicos
(Drácula, Frankenstein, La Momia...). Así nacieron las películas de la Hammer
que realmente iban a pasar a la historia. La primera de todas las películas de la Hammer
que reutilizaba filmes de la Universal fue The Curse of Frankenstein (La
Maldición de Frankenstein, 1957), como indica su título, recogía el filme
clásico que había dirigido James Whale en los años treinta. El filme fue un gran
éxito, lo que permitió a la franquicia continuar realizando filmes Revival de
antiguos mitos. Además en “La Maldición de Frankenstein” nos encontramos ya con
un reparto que sería totalmente aprovechado en películas posteriores y con
actores que se convertirían en totales iconos del cine de terror y fantástico,
como Peter Cushing y Christopher Lee, una dupla imprescindible en el género
fantástico. [dixit]
“La maldición de Frankenstein”
queda en una revisión muy envejecida por el tiempo, aunque con un Peter Cushing
que hace bueno el ver la película. Fuerza y honor!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario