THE NIGHT OF.
Notable y
absorbente mini-serie de ocho episodios (cerca de 10 horas de metraje) de la
HBO creada por los prestigiosos guionistas Richard Price (“Clockers” o “Rescate”),
que escribe los ocho capítulos, y Steve Zaillian (“La lista de Schindler” o “Gangs
of New York”), que co-escribe con Price el quinto, sexto, séptimo y octavo
episodio, que a su vez adaptan libremente la mini-serie británica de la BBC “Criminal justice” (2008) de Peter Moffat, con
cinco episodios, a la que supera en calidad, matices y arco de desarrollo de
personajes, recreando con brillantez todo un crisol de situaciones que se
desbordan alrededor de un asesinato y de el sospechoso, sirviendo esto para una
mordaz crítica al sistema judicial estadounidense, a los prejuicios sociales,
al sistema penitenciario como supuesta herramienta de reinserción, y más. Zaillian
dirige todos los capítulos menos el cuarto a cargo del oscarizado por “Man on
wire” James Marsh. La propuesta bebe del subgénero “Who dunnit”, sobre un
crimen con múltiples sospechosos que el investigador de turno irá descartando
(ejemplo en literatura es Agatha Christie y sus novelas de misterio; en tv
desde “Scooby Doo” a “Colombo”, “Se ha escrito un crimen”, o las más recientes “Broadchurch”
o “The killing”; en España destaca “Mar de plástico”), pero aquí el quien lo
hizo se convierte casi en un McGuffin, una excusa para mostrar un mosaico de
personajes abocados a momentos límites y como reaccionan, serie a la que se le
da tiempo excelente para la composición de personajes con fuerte carácter definido,
con los que se puede empatizar, sobre todo por lo buenísimo de las
interpretaciones. La serie en su gestación tuvo el hándicap de que James Gandolfini
que iba a hacer el rol de John Turturro falleció poco antes del inicio de la
filmación, entonces Robert DeNiro le sustituyó, pero problemas de agenda le
hicieron caerse del proyecto y pasar este papel a Turturro, haciendo una
extraordinaria labor, tanto que ya no te puedes imaginar a otro en la piel del
abogado Jack Stone.
Un estudiante universitario,
Naz (Riz Ahmed), de origen paquistaní, una noche toma prestado el taxi de su
padre, para ir a Manhattan a una fiesta, por casualidad se sube al taxi una
bella joven, Andrea Cornish (Sofia
Black-D'Elia), terminan en la vivienda de esta y tras una noche de
alcohol y drogas fornican, Naz se despierta en la cocina, sube al dormitorio y
encuentra a la chica salvajemente asesinada, empezando para él una odisea
física y existencial. Tendrán importancia en la historia: Jack Stone (John
Turturro), abogado que se dedica a ir buscando clientes por las comisarias; El
sargento de policía Box (Bill camp, agente stajonovista y lacónico al borde de
la jubilación; Salim Khan (Peyman Moaadi),
el padre de Naz; Safar Khan (Poorna
Jagannathan), madre de Naz; La fiscal Helen Weisz (Jeannie Berlin);
Chandra Kapoor (Amara Karan), voluntarista abogada sin experiencia; Freddy (Michael Kenneth Williams), un
preso con mucho poder en la prisión de Riker Island; Don Taylor (Paul Sparks), padrastro
de Andrea.

Es una serie que relatando su
argumento puede parecer una más sobre defender a un supuesto inocente de un
crimen, y paralelamente buscar al supuesto culpable, pero aquí lo que prima es
el tempo reflexivo, la edificación de personajes sólidos, tridimensionales, con
defectos, con matices, con aristas, enmarranados todos en una espiral turbadora
donde se mezclan temas muy actuales como el racismo, los temas judiciales con
un laberinto kafkiano, las injusticias sociales, ello abordado con hondura
dramática, con serenidad, provocando que el centro no sea quien fue el asesino,
sino como se desarrolla la compleja trama. De hecho el guión es lo
suficientemente inteligente para no dar pistas más allá de lo que vemos, nunca
sabremos más o menos que los protagonistas, haciendo de la duda la constante,
basándonos más en los perfiles psicológicos para formarnos una idea de si son
capaces o no del crimen. Un drama judicial que discurre de modo realista, exhibiendo
al detalle y con mimo todos los pasos; desde la intensidad del tramo de
detención del chico; sus primeras horas en el calabozo; los interrogatorios; la
aparición de abogado; la negociación entre abogado y padres; la llegada al caso
de una abogada supuestamente buenista; la negociación de la defensa con la
fiscalía; la progresión criminal de Naz en prisión; la investigación policial
para cuadrarlo a su antojo todo; la investigación de la defensa intentando
crear una duda razonable; y por supuesto el juicio. Tangencialmente otros
personajes son mostrados como parte de este sugerente puzle: como el solitario
abogado Stone con su marcada urticaria y alergia a los gatos; la novel abogada
de origen paquistaní Chandra; el policía Box,
que detuvo a Naz y que las pruebas le dicen una cosa y el carácter del
acusado otra; el complejo líder de los presos Freddy; o los padres de Naz y su
marginación social por estar su hijo acusado de criminal. Esto nos hace
empaparnos de modo excelente de la historia y personajes, donde se prodiga el
gris, no hay simplismos, tipos con falencias, con ambiciones, con dignidad, con
temores, con inseguridades, acarreando fantasmas del pasado, con dudas, sin
certezas absolutas, ello con diálogos fluidos, profundos, reflexivos, irónicos,
salpicado todo de un humor suave desengrasante sutil, como lo que refiere a la
tierna subtrama entre Jack Stone y el gato de Andrea.

Serie que nos habla de que
verte envuelto en un caso judicial, seas o no culpable, te supone enredarte en
un microcosmos que te lo puede quitar todo, es el anti-gordo, si te toca te
exprime, te veja, te puede dejar sin nada. Para ello se apoya en una
ambientación lúgubre, grisácea, opresiva, atravesando con tino géneros como el
misterio, el suspense, el thriller, la acción, el drama judicial, el drama
carcelario, ello interrelacionando de modo fresco a los personajes, siendo el
núcleo la travesía oscura del sospechoso a través del submundo judicial (penal),
sumergiéndonos en cinco meses de sinsabores, desde la infausta noche, hasta el
día del veredicto. Enntre medias una historia que te atrapa desde su episodio
primero, “La playa”, hora y media de un increscendo dramático y de tensión
memorables, un manejo del time narrativo y de las imágenes tremendo, provocando
el espectador pesimismo, desesperanza, desilusión ante un mundo frío,
impersonal, injusto,... Los tres primeros episodios son de gran ritmo 8sin ser
trepidante), todo sucede deprisa (que no apresurado), donde ya has conectado
con la angustia del protagonista, con la caída e gradual en el abismo de los
padres del sospechosos, has conectado con el disfuncional letrado Stone con su particular
modus vivendi, a partir del cuarto el ritmo baja un poco (que no es aletargarse).
Entonces llegan las taras de
la serie: Lo que es un peso muerto de la serie la subtrama de Naz en prisión,
toma demasiado protagonismo en detrimento de otras subhistorias más
interesantes, y es que toda la situación en prisión con ese reyezuelo que vive
a cuerpo de rey en su celda resulta ya muy visto, no hay originalidad, y lo que
es peor, Naz sufre una transformación atropellada, hacia adaptarse a prisión
como un pandillero más, rapándose, haciéndose tatuajes, narcotizándose y
pasando drogas a la prisión, situaciones que no se entienden con el personaje
que hemos visto anteriormente, y menos con alguien que pretenda pasar por un “buen”
chico ante el tribunal, es pegarse varios tiros en el pie, esto se convierte en
una rémora; También es un error la estridente relación que incorporan los
guionistas de la abogada con Naz, tiran piedras contra su bonito tejado,
recurso facilón, impropio de lo visto; Y
está la costumbre del susodicho subgénero “Who dunnit” de que cualquier persona
que se cruzó con la víctima se convierte en sospechosos, carentes todos de
coartadas, pero poseedores de espúreos motivos criminales; Por cierto, como
bien le he leído a “Juanfran”, como es que nadie repara en que Naz la noche de
autos no va manchado de sangre? Un crimen tan sanguinario y atroz tuvo que
dejarle bañado en sangre, fallo de la policía o de guión?

La galería de actores
resplandece, desbordando naturalidad y veracidad, complementándose entre ellos
de modo estupendo. John Turturro está impresionante con su rol de abogado
viscoso, aportando humor, cinismo, ironía, sarcasmo, con ese toque que le da
tanta humanidad como es el eczema crónico que le hace repelente para muchos,
derivando en empatía del público hacia el débil, divertidísimas sus reuniones
de afectados cual las de alcohólicos anónimos, su dulce relación con el gato,
su comprensión, su contención, sus andares, su modo de moverse, de mirar sin
juzgar, sobresaliente actuación coronada por el discurso final ante el jurado. Riz Ahmed interpreta a Naz, formidable hasta que sufre su conversión en
“malote” de la prisión, antes de esto dota a su personaje de sensibilidad, de
desorientación ante el mundo, de candidez, su comportamiento cuando encuentra
el cadáver, su rostro aterrado mientras está detenido, pero no por el
asesinato, muy bueno, luego su metamorfosis a “malote” me queda apresurado y
chirriante. Michael K. Williams interpreta
al preso Freddy, lo hace aportando carisma, hondura emocional y a la vez dureza
y fragilidad, lástima que este inmerso en una subtrama que se convierte en
lastre de la serie. Bill Camp como el
agente Box, borda su personaje con hieratismo, con su rostro pétreo dejando
traslucir emociones, dudas, hartazgo, sentido del deber, tan bueno es que se
echa en falta más tiempo en metraje de él. Amara Karan como la letrada Chandra
Kapoor está un tanto desdibujada por un arco de desarrollo confuso con su relación
con Naz. Los actores que dan vida a los padres de Naz lo hacen
maravillosamente, Peyman Moaadi
como Salim Khan, dota a su rol de una gran hondura emocional sufriente, al igual
que Poorna Jagannathan, dotando de amargura y
tristeza sus papeles, ello sin caer en manierismos. Jeanne Berlin como
la fiscal Helen Weiss, impregna a su personaje de frialdad y sentido del deber.
Paul Sparks como el padrastro de la víctima baña a su
rol en ambigüedad moral perversa.
La puesta en escena
es uno de sus fuertes, ayudando sobremanera a imbuirte de una obra de cine
negro subyugante, con un espléndido diseño de producción de Lester Cohen (“Copland”
o “El asesinato de Richard Nixon”), 7 episodios, y de Patrizia von Brandenstein
(“Amadeus” o “Man on the Moon”), rodando íntegramente en Nueva York, haciendo
de la Gran Manzana un lugar sombría, sucio, sustentado ello en una maravillosa
labor en la fotografía del oscarizado Robert Elswit (“Pozos de ambición” o “Magnolia”),
que realiza la del capítulo piloto y marca a fuego la estética feista,
cuasi-expresionista, influenciada por el noir, con muchas tomas
alegóricas-simbólicas (como cuando Andrea habla a Naz a través del espejo del
taxi), con algunos excelsos planos-secuencia, con tomas abiertas que recogen
acción en diferentes planos, también harán la cinematografía Igor Martinovic (“Man
on wire” o “The Tillman story”), y Frederick Elmes (“Terciopelo azul” o “Hulk”),
aportando luminosidad tenue, juego de claroscuros y sombras, con planos
holandeses para desconcertar e inquietar, con mezclas perturbadoras de grises y
ocres, emitiendo sensación de macilento y frialdad de ánimo, exuberante como
hacen de la prisión de Riker island un lugar envuelto la oscuridad, una especie
de castillo de los horrores gobernado en las alturas por un rey que juega con
las vidas de sus “súbditos”. Se suma una vibrante música del compositor Jeff Russo (las series “Fargo” o “Manhattan”), transmitiendo
desasosiego y nervio.

Momentos recordables: La
noche de sexo salvaje de Andrea y Naz; La visión de Naz del dormitorio ensangrentado
con Andrea cosida a cuchilladas; Naz en comisaria intentando escapar furtivamente
antes de que lo detengan por asesinato; La negociación de Jack Stone con los
padres de Naz, como baja de precio, más y más de modo patético; Cuando tras
llegar a un acuerdo con la fiscalía Naz se echa a tras ante el juez; Cuando Naz
en prisión tras ir al baño se encuentra su catre en llamas; Cuando Stone ha
encontrado un remedio chino contra su eczema, y lo cuenta en su reunión de
afectados entre alegre y arrogante; Cuando en una reunión de Naz con sus
abogados Jack y Chandra, Naz solo está preocupado en que le pasen drogas
pelotas de droga para tragársela, Stone parece no darse cuenta, pero a la
despedida deja constancia sutil de que lo ha visto todo; La triste fiesta de
jubilación del agente Box; La confesión de Naz ante el juez y jurado, emociónate
y estremecedora; La tensión ante el veredicto y el silencio previo a que la
fiscal deje libre a Naz, segundos eternos; La enternecedora relación de Jack
con el gato, coronada por esa última imagen de que ha recogido al gato, cuando
lo vemos por el apartamento del abogado, dejándonos un regusto esperanzador en
el paladar.
Una serie de hondura
emocional, de las que te calan y te dejan huella por lo bien retratada que está
el desarrollo y sus muy humanos protagonistas. Fuerza y honor!!!
Muy buena crítica maestro, abrazos.
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