EL EXORCISTA.
Aclamado
film de terror de William Friedkin, un icono dentro del género, pero que el
tiempo ha atropellado dejándolo en una cuasi-caricatura de sí mismo, se ve
anticuado, enmohecido, apolillado, sus costuras no soportan el paso de los
años, superado por los tiempos, sus momentos de terror han pasado con las décadas de impactantes a meros artificios
secos de profundidad. Por compararla con dos cintas de su generación, “La
semilla del diablo” (1968) y “La profecía” (1976), queda en un muy mal lugar,
pues estas juegan con las sugerencias, con la ambigüedad, con la complejidad y
hay ganan por aplastamiento, aquí en cuanto todo se hace evidente colapsa,
cayendo en lo aparatoso, se echa en brazos del horror más superficial y
maniqueo. Todo lo malo no quita que tenga momentos apreciables, algunos picos de
sierra alta que deslumbran, con una creación de atmósfera creciente
opresiva-asfixiante muy lograda, lo que ocurre es que estos se encuentran
fulminados por su parte más famosa, la del exorcismo en sí, oda para carne de
parodias y los recientes memes, en este tramo lo sobrenatural fulmina la duda y
la acción desbarra hacia lo sensacionalista, quedando su reflexión religiosa y
de fe atrofiada. El escritor William Peter Blatty adapta
su homónima novela de 1971, inspirándose en la supuesta posesión demoniaca de
una niña de 12 años en 1949, con el exorcismo de Roland Doe, último recurso de su madre para recuperar a su hija través de un
exorcismo realizado por dos sacerdotes. La adaptación es relativamente fiel al libro, que a su
vez ha sido fue un éxito comercial, como lo fue el film, en su estreno los espectadores acudieran en masa a los cines para ver
una película de terror, género hasta entonces considerado marginal y en manos
de la serie B, su impacto fue tremendo, las crónicas de la época hablaban de
mareos, desmayos y abandonos de la sala por parte de espectadores demasiado
sensibles. Una ola de psicosis colectiva recorrió el planeta. De todas partes
llegaban noticias de gente que se creía poseída por el diablo y varias personas
acabaron ingresadas en centros psiquiátricos. Asimismo se produjo un hecho
inaudito con un notable incremento de personas que se apuntaron a seminarios
para hacerse sacerdotes. Obtuvo diez nominaciones
al Oscar, siendo la
primera de terror en serlo a mejor
ganando dos (Mezcla de Sonido y Mejor Guión
Adaptado). Se convirtió en una de las películas más taquilleras de la
historia , recaudando más de $ 441 millones en el mundo como
consecuencia de varios relanzamientos, sigue siendo una de las veinte películas
más rentables en la historia del cine.
La cinta que
he visto (esta última vez) ha sido la versión el film del año 2000, una
re-edición y remasterización que se dio en llamar “El exorcista: Lo nunca
visto”, no es del agrado esta re-edición de Friedkin, este editó el film con
libertad, insertó lo que quiso y cercenó lo que creyó conveniente, siempre dijo
que la versión de 1973 era su versión definitiva, de hecho esta versión es más
cercana al escritor y novelista Blatty que al realizador, en esta se añaden
efectos CGI (no había en 1973).
El escenario principal es
Georgetown (USA), allí reside la actriz Chris MacNeil (Ellen Burstyn), tiene
con ella a su hija adolescente Regan (Linda Blair). La chica comienza a sufrir
trastornos y cambio de carácter bruscos, lo cual lleva a la madre a realizarle pruebas médicas para
detectarle el problema. Tendrá importancia en la historia el sacerdote Damien Karras
(Jason Miller), el sacerdote Lankester Merrin (Max Von Sydow), Burke Dennings (Jack
McGowran), director de cine amigo de Chris, y el teniente de la policía William
Kinderman (Lee J. Cobb).

El impacto de su momento fue
el modo en presentar al Diablo como algo doméstico, algo que se podía inmiscuir
en los hogares comunes, algo cercano y tangible, una especie de “home invasión”
que provocaba desazón en el espectador,
abordando la dirección de Friedkin de modo sereno en sus tres primeros
cuartos una reflexión psicológica sobre la fe religiosa (sin banalizar la
religiosidad), la duda existencial, el amor maternal, y sobre todo la eterna
lucha que enfrenta al Bien contra el Mal. Lo que hace diferente a lo hecho
hasta entonces (más de lleno en el terreno de lo fantasioso) es el modo serio
de tratar el tema de la posesión diabólica, sobre un retrato agudo de la
teología, la forma en que se nos presenta el Mal demoniaco, enfrascado en una
dulce niña sobre la que desborda perfidia, manipulación, exabruptos,
sacrilegios. El director desarrolla un hábil crescendo narrativo, provocando
algunos momentos de fuerte intensidad, sobre todo en lo referente al
sufrimiento gradual de la madre (Colosal Ellen Burstyn), envuelta en algo que
desconoce, donde su única brújula es el amor a su hija (Tremenda Linda Blair), esta
una chica normal (lo que la hace más aterrador), de cómo se pasa de la
racionalidad científica naturalista de los estudios de los médicos a lo
irracional y místico de tener que creer en lo sobrenatural.
El realizador crea personajes
tridimensionales, les otorga fondo en subtramas paralelas (me refiero a los
afluentes secundarios): La actriz de éxito, que en su vida privada está
separada y tiene una hija que comienza a sufrir un extraño comportamiento; El padre Karras, tipo atormentado,
angustiado, dubitativo, con una madre muye enferma, sufre una crisis de fe
espiritual cuando debe enfrentarse a una posible posesión demoniaca, lo cual le
puede servir para redimirse; El padre Merrin se nota un veterano teólogo que
con el desconcertante prólogo en unas excavaciones arqueológicas en Irak, deja
constancia de un pasado ajetreado contra las fuerzas ocultas del mal que parece
vuelven a emerger; Está la niña, esta algo más plana, una simpática chica sin
malicia que de pronto comienza a sufrir una extraña transformación; Y está el
Tte. de policía Kinderman, este sí muy desdibujado y totalmente prescindible,
nada aporta y uno se pregunta qué pinta en el metraje.
Friedkin construye un clima
denso, que se va cerrando poco a poco, ello con recursos ingeniosos,
expeditivos como la soez en el lenguaje de la poseída, pero sobre todo en lo
sutil, en lo sensorial, como el empleo de sonidos de ruido de enjambre de
abejas para provocar al espectador inquietud y nerviosismo, esto por los oídos,
y en lo visual destaca lo subliminal, fotogramas sueltos de imágenes de
demonios, apenas perceptibles, pero que te punzan el subconsciente. Ayudan a
incrementar este aire turbio momentos zozobrantes sin aparente conexión con la
trama, como la pelea entre un perro blanco y otro negro, el hombre del ojo de
cristal, la figura que el padre Merrin encuentra en Irak, el demonio Pazuzu, el
mendigo en el metro, aparte de su brillante ambientación con la ominosa
fotografía o la neurálgica música de Mike Oldfield.

Para mí lo más interesante se
produce antes de que todo se haga patente, la primera parte, donde no sabemos
realmente lo que ocurre, la intriga crece, las sugerencias, las pruebas médicas
a la chica (aunque demasiado redundantes), pero hay un momento sin retorno en
el que se traspasa la línea de lo ambiguo y se entra de lleno en lo
sobrenatural, me refiero a cuando de buenas a primeras vemos una de las escenas
más famosas de la cinta, cuando Regan haciendo el pino puente baja las
escaleras de la casa, esto curiosamente es de nueva inclusión, pues en la
versión original Friedkin (con buen criterio) decide eliminarlo, entonces se
pasa al terreno de la certeza, se anula el misterio, gana en espectacularidad pero pierde en calado emocional, tirando por
lo burdo y facilón. El ritmo entonces se acelera hacia la épica batalla entre
las fuerzas del Bien, el binomio de sacerdotes Merrin y Karras, contra el mal,
el Demonio en Regan, este maligno se comporta como un gamberro matoncillo, sus
intentos de manipular resultan burdos por su grotesca expresividad, la
sutilidad del demonio que intenta convencer con medias verdades, y muchas
mentiras sibilinas, brilla por su ausencia, es un mero fanfarrón malhablado que
echa un vómito que canta a la legua que es falso, donde su supuesta mordacidad
e inteligencia ni está ni se le espera, recursos que supongo que en su tiempo
descolocaron, pero hoy día ha envejecido mal esto, y es que por mucho que se
quiera retorcer este tramo, aquí desparecen las connotaciones de lucha de fe,
es un duelo bruto, sin ingenio.
Hay más taras que entorpecen
el buen avance del film: Nunca se entiende que conexión tiene el prólogo en
Irak con la posesión demoniaca; El agente Kinderman es un autómata sin alma
buscando que alguien vaya con él al cine, pero que no se sabe que aporta, si se
hubiera anulado habría ganado en ritmo; El tramo de las pruebas médicas a Regan
se alargan demasiado, regurgitándose; El maquillaje de Regan endemoniada
resulta hoy día muy falsete (aunque un icono de disfraces de Halloween), pero
es que el de Max Von Sydow es espantoso, quieren envejecerlo y lo que parece en
los primeros planos que ha sido embadurnado de ceniza, horrendo; Hay más
defectos que extenderé en zona spoiler.
Ellen Burstyn da muy bien con la madre
sufriente, nos llega su dolor y angustia, con sutilidad, sin caer en el fácil
histrionismo, vemos su mesurada desesperación en su rostro, excelente labor.
Jason Miller como el padre Karras despliega un personaje de carácter, torturado
mentalmente, complejo, con aristas, de rostro pétreo afligido, tipo abatido por
la duda, estupendo. Max von Sydow como el padre
Merrin está tremendo, carismático, regio, majestuoso, lástima lo del horrendo
maquillaje. Linda Blair realiza como la poseída una actuación pavorosa, su
gradual descenso a ser casera del demonio es penetrante, su imagen con el maquillaje
endemoniada es ya un Icono del cine, cuando está satanizada, el director contrató para la voz a Mercedes McCambridge, ganadora de
un Oscar que padecía bronquitis crónica desde niña y poseía una voz singular,
al parecer se dice que la chica consiguió el rol cuando durante el casting
Friedkin le preguntó si sabía lo que era masturbarse y ella respondió “Por supuesto, yo me masturbo, quién no lo
hace?”, esa frescura le hizo merecedora del personaje. Jack McGowran en su poco
tiempo en pantalla encarna aun divertidísimo personaje de borrachín jocoso,
buenísimo como cabrea al mayordomo con sus insinuaciones de que es nazi. Lee J.
Cobb es un grandísimo actor, pero aquí está fuera de lugar, no se sabe qué
papel juega, desubicado.

La puesta en escena resulta
espléndida (salvando el ajado trabajo de maquillaje de Dick Smith), con un gran
diseño de producción de Bill Malley (“Doce hombres sin piedad”, “Queridísima
mama” o “La furia”), rodándose el prólogo cerca de la ciudad de Mosul
(Irak), lugar real de una excavación arqueológica en la antigua Hatra,
las escaleras “mortales” están en Georgetown (Washington, DC),
en esquina de Prospect St NW 36th St NW y, conducen
a la calle M, NW, se rellenan con 1/2 "de espesor de caucho para filmar la caída
por ellas de un personaje al final (no quiero spoilear), varias escenas se rodaron en el sótano de Keating Hall en Universidad Fordham en el Bronx,
las pruebas médicas de Regan en Nueva York University
Medical Center y se llevaron a cabo por
personal médico real, muchas escenas de interiores
se rodaron en varias partes de la
ciudad de Nueva York, interiores de la residencia
MacNeil se filmaron en los CECO Estudios en Manhattan,
el dormitorio tenía fue refrigerado para capturar el auténtico aliento helado de
los personajes durante el clímax final. Todo esto realzado por
la fenomenal de fotografía Owen Roizman (“Network”,
“French connection” o “La familia Adams”), labor en la que poco a poco va
haciendo más y más opresivo el aire, va oscureciéndolo todo, con desgarradores
primeros planos de la poseída y de los hastiados personajes, jugando con el
expresionismo, con los contrastes de luz inquietantes, creando una atmósfera
enrarecida y enfermiza, sobre todo en la mítica escena en que el padre Merrin
llega frente a la residencia McNeil de noche, en medio de la niebla, y con la luz de una farola iluminando la silueta lúgubre del sacerdote, impresionante
postal. La música es otro elemento que ayuda a sostener la ambientación sombría
con composiciones clásicas modernas, incluyen porciones del 1972 Cello Concerto No. 1 , de Polymorphia y piezas del compositor polaco Krzysztof Penderecki , 5 piezas para orquesta del compositor austriaco Anton Webern, como un poco de música
original de Jack Nitzsche, aunque la música icónica del
film es la “Tubular
Bells” de Mike Oldfield. Para la "Versión lo que jamás has visto" del 2000, cuenta con nueva
música original por Steve Boddacker.

Spoiler:
Más taras: Nunca sabremos el
porqué de la posesión de Regan, simplemente porque sí, o es que nos quieren
hacer creer que es porque juega con la ouija, pues menuda pandemia habría de
endemoniamiento, demasiado simplista, he leído a alguien que dice que es que el
demonio Pazuzu escapó de Irak y fue a parar a Washington DC, donde poseyó a
Regan para que el padre Merrin fuera a realizar el exorcismo y de este modo poder
el demonio acabar con el sacerdote, un pelín (ataque de cinismo) rebuscado,
pues porque no simplemente el demonio lo mata en Irak; Un demonio que se supone
omnímodo hace posesiones para decir exabruptos y tirar personas por ventanas,
donde está la sutileza de la serpiente engatusando a Adán y Eva? Cuál es el fin
del demonio en la posesión? El padre Karras se tira por la ventana para acabar
con el demonio que lo ha poseído, pero si el demonio es un ente, no se puede
acabar físicamente con él, irá a otra persona. Tampoco es de
recibo su final a lo Casablanca, esto no es demérito de Friedkin, es añadido en
la versión 2000..

Momentos recordables: En el
prólogo, el padre Merrin se queda mirando frente a frente al Demonio Pazuzu,
como preveiendo que el duelo contra él está cerca, zozobrante; Cuando en medio
de una fiesta aparece Regan en camisón, pálida y dice “Vais a morir” y entonces
se orina en el suelo, perturbador; La escandalosa escena de la masturbación de
la niña con el crucifijo, de las que se te queda en la mente por siempre.
El estudio quería a Marlon Brando para el papel del padre Lankester Merrin . Friedkin lo vetó afirmando
que se convertiría en una "película de Brando." Jack Nicholson fue barajado para el padre Karras, al final Stacy Keach fue contratado por Blatty para el rol. De
acuerdo con Friedkin, Paul Newman quiso hacer de Karras. Friedkin
entonces vio a Jason Miller tras una representación de la obra de Miller “Esa estación del campeonato en Nueva York”. A pesar de
que Miller nunca había actuado en una película, el contrato de Keach fue
comprado por Warner Brothers, y Miller fue firmado. Jane Fonda , Audrey Hepburn , y Anne Bancroft fueron consideradas para el papel de Chris. Blatty sugirió a su amiga, Shirley MacLaine , para el papel, Friedkin tenía dudas al respecto por haber
protagonizado otra película posesión recientemente, “La posesión de Joel Delaney” (1971) dos años antes. Al final
Friedkin se decidió por Ellen Burstyn.
Corrieron
rumores que aseguraban una maldición diabólica planeaba sobre el film. Nueve
personas vinculadas con el rodaje fallecieron durante el mismo, entre ellos el
más conocido el actor Jack MacGowran, murió de una simple gripe pocos días
después terminar sus escenas. Accidentes de todo tipo: decorados se
incendiaban, rollos de películas velados misteriosamente, lesiones
incomprensibles, etc.
Directores de cine de
prestigio como Stanley Kubrick, Mike nichols y Arthur Penn recharon la realización. Originalmente los
productores contrataron a Mark Rydell para dirigirla, pero William Peter Blatty insistio en Friedkin, quería
que su película tuviera la misma energía que la anterior película del cineasta, “The French Connection” (1971).
El enorme éxito de la cinta
derivó en dos secuelas, “Exorcista II: El Hereje” (1977) de John Boorman y “El Exorcista III” (1990), dirigida por el propio creador literario William Peter Blatty, hubo un par de precuelas “Exorcista: El comienzo” (2004), de Rewnny Harlin y “Dominion” (2005) de Paul Schrader.
El exorcista fue dirigida por
Friedkin con mano de hierro, sometió a un rodaje casi torturador a los actores,
creando un ambiente duro que por momentos se tornó casi insoportable. Abofeteó
a un actor, disparó un arma varias veces para sobresaltar al reparto e hizo
construir una cámara en la que se alcanzaban los 40º bajo cero. Eso, entre
otras lindezas como filmar accidentes reales y utilizarlos en la película, como
la escena en la que Ellen Burstyn sale despedida y se golpea contra el suelo
emitiendo un agónico grito (se rompió el arnés que la sujetaba). Friedkin
contrató una doble para Linda Blair por exigencias de la productora, que quería
proteger a la niña (acogiéndose a la ley), pero la utilizó solo en un par de
tomas solamente. Se dice que en una de las escenas en las que la doble hace el
papel de Regan es la de la masturbación con el crucifijo, aunque en realidad
fue la propia Linda Blair quien lo hizo.

Aspectos de la novela de ficción
de Blatty se inspiraron en el exorcismo realizado en Roland Doe, un joven de Cottage City, Maryland , en 1949 por el jesuita P.William S. Bowdern , que anteriormente enseñó en tanto St. Louis
University y St. Louis Escuela Superior Universitario . Familia católica de
Hunkeler estaba convencido de comportamiento agresivo del niño era atribuible a
la posesión demoníaca, y llamó a los servicios del Padre Walter
Halloran para llevar a cabo el rito de exorcismo. Fue uno de los tres exorcismos realizados
por la Iglesia Católica en los Estados Unidos en ese momento. El análisis posterior por paranormales escépticos del original 'Roland Doe' (o 'Robbie Mannheim') caso han sostenido que
Doe probablemente era un enfermo
mental adolescente, ya que los acontecimientos reales probables ocurridos (como
palabras talladas en la piel) eran tales que podrían haber sido falsificado por
el propio Doe. La novela cambió
detalles del caso, como el género de la víctima supuestamente poseída de un
niño en una chica y el cambio de la edad de la presunta víctima.
Una cinta que me
atrae en el misterio, en la duda, cuando todo se convierte en explícito puede que ganará en público, pero pierde en
trascendencia, cayendo en artificios comerciales faciloides. Fuerza y honor!!!
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