TORO.
El
barcelonés Kike Maíllo en su segundo largometraje tras casi seis años de parón
nos obsequia con un apreciable intento de hacer un thriller con aroma entre
ochentero por su ambientación, y coreano en la exposición cruda de su violencia,
una sugerente propuesta que entretienen, sin pretender más, por supuesto (que
como he leído no inventa nada, que no es original, pero es que el 90% de los
films no lo son, algo ya muy tratado en el cine, el delincuente que por
circunstancias deja de serlo y abandona a su jefe, pero que al tiempo vuelve a
ser arrastrado al mundo del crimen, y teniendo que enfrentarse a su antiguo
mentor, cuantas no siguen este molde? Pero si lo que buscas es un buen pasarratos
trepidante, que no te aburra, con buenas escenas de acción, con actores
brillantes, con personajes bien perfilados, con un villano con matices, con un
sello en la atmósfera singular, con estimulantes escenas de acción y violencia,
esta es tu cinta, mucho mejor que otras que he visto es te año, como “Cien años
de perdón” o “El desconocido” (estas y de la que hablo con Luis Tosar), del
montón, esta se eleva por encima de estas. El guión es de Rafael Cobos (“Grupo
7” o “La isla Mínima”), y Fernando navarro (“Anacleto” o “Hispania”), nos
adentran en un submundo oscuro, sombrío, macilento, donde religión,
superstición y crimen se dan la mano en un relato vigoroso que transcurre en 48
horas, en lo que se asemeja a una distopía con un Rey malvado que vive en lo
alto de su Torre, y donde el héroe debe luchar contra su tiranía con valentía,
arrojo y mucha ira, ello salpicado con frases lapidarias en un marco donde los
silencios, gestos, y miradas priman sobre la palabra.
Toro (Mario Casas) trabaja
para el mafioso Romano (José Sacristán) junto con su hermano Antonio López (Luis
Tosar). En la noche en la que Toro ejecuta su último trabajo para Romano, las
cosas se tuercen y acabará en la cárcel tras una tragedia de carácter familiar.
Cinco años después Toro está en libertad condicional, intentando iniciar una
vida normal lejos del mundo delictivo con su novia (Ingrid García Johnson), pero
un ajuste de cuentas de López con Romano... Tendrán importancia en el relato
además: La Tita (Luichi Macias), tía de Toro que vive en cabo de Gata; Diana
(Claudia Canal), hija de López; Estrella (Ingrid García Johnson), novia de
Toro; Y Ginés (José Manuel Poga).

Potente thriller con
paralelismos claros con el western, en miscelánea constante de estar en las
horas del afterhour, de los que te mantienen en constante tensión, con una
dirección ágil, donde fluye la acción con naturalidad (en este universo
alternativo de cuasi-distopía) injustamente
tratado por muchos, construye un relato sólido con muchos aciertos, con un
brillante trabajo de ambientación, haciendo de la Costa del Sol y de sus
aberraciones urbanísticas un escenario cuasi-irreal, hiperrealista arquitectura
mostrada como nunca se ha visto, como algo cercano a la “Metropolis” de Fritz
Lang, infinitas torres faraónicas, rascacielos que se unen umbilicalmente a
alturas unos con otros, escaleras en espiral sin fin, luces de neón
desconcertantes, cielos grises, donde apenas se ve el sol, bebiendo claramente
del estilo neo-noir del danés Nicolas Winding Refn, con marca propia hispana,
con esos edificios blancos, esa Cabo de Gata siniestra, esas figuras de
vírgenes, esas inquietantes melodías de procesión, ese buscar el futuro en una
baraja de cartas española, ese clásico toro de Osborne. Un retrato devastador
de una España macilenta, mustia, decadente, con esa alegoría permanente de la
obsesión del villano por los ojos, ello como símbolo de la ceguera de una
nación podrida, encerrada en una espiral de paganismo, reflejado en la
pitonisa, y la fe religiosa hipócrita del malo malísimo, esto sondeado por
algunos tramos en los que por radio y tv no hay crisis, que la dejamos atrás, ello
en contradicción con este universo tristón en estamos sumergidos en el relato.
El film mezcla con equilibrio drama, acción, romance (esto algo menos) y mucha
violencia atávica, ello con buenas persecuciones de coches, peleas, tiroteos,
vertiginosos atracos, y un clímax final claramente inspirado en el cine
asiático como “Old Boy” o “Raid”, de los que te deja sin aliento.
Toca temas como la fuerza
indestructible de los lazos de sangre, de superstición, de traiciones, de la
fuerza del destino, de amistades, del peso del pasado, de la tiranía, de la
codicia, de las ansias de redención, y sobre todo de la sed de venganza. Influenciada
como he dicho por la cinefilia del realizador, esto no es ni mucho menos malo
(que se lo digan a Tarantino), si se hace con buen gusto y encajándolo
adecuadamente, se ven toques de “Drive”, o “Thai Dragón” (amén de las
mencionadas), con esas coreografías hiperviolento y salvajes, donde la sangre
no falta, esta violencia mostrada con sequedad, brusca, doliente, rodada por
Maíllo con pulso firme, sin caer en los vicios de muchos realizadores de
confundir energía con emitir epilepsia con la cámara en mano al espectador, con
lo que este se pierde lo que pasa, aquí el director deja espacio y sentido a
los enfrentamientos, no agitando la cámara arteramente para querer dar
sensación intensidad, aquí lo que ocurre pasa con nitidez, sin artificios
nerviosos.
Historia donde la fuerza de
lo supranatural tiene arraigados sus tentáculos has la médula, el villano es
una especie de Saturno devorando a sus hijos, este “Dios” que reside en su
particular “Olimpo”, el ático de su gran torre, se suma mucha imaginería
religiosa, dando contraste sobre todo al villano, el fanatismo religioso
fundido a la superchería (no lo son las dos cosas?) de la vidente, hermano mayor de la cofradía El Silencio con afición por crear figuras vírgenes sin ojos llorando, estremece la
hipocresía del retorcido devoto, se añaden dosis de reminiscencias a Caín y
Abel con el relato de Toro y López, todo enmarcado en un sur de connotaciones
estereotipadas muy católicas, remarcado todo esto por la desasosegante música.
Mario Casas está pasando de
ser un nefasto actor (ejemplo su participación en “Los hombres de Paco”) a
desde “Grupo 7” ir tomando poco a poco tablas de intérprete, aquí un animal
primario, taciturno, sin sonreír, gesto adusto, pero dejando entrever en su
mirada las grietas de los fantasmas del pasado, quizás nunca sea un gran actor
(o si), pero por lo menos ya no da grima, aquí ofrece aristas, tormento, rabia
contenida e ira desatada, con una tremenda fisicidad, haciendo él mismo las
escenas de riesgo, da veracidad y alma a su oprimido personaje; Luis Tosar da frescura
a un rol muy visto, el de codicioso “bala perdida” que no hace más que meter en
problemas a su hermano, dotándolo de matices y autenticidad; José Sacristán es un coloso como el villano, ser retorcido y complejo,
entre lo religioso y lo pagano, preso de la superchería, da carisma y
majestuosidad a cada una de sus regias apariciones, con mesura, contención
flema, elegante, de gesto frugal, un Titán, divertido el recurso de que tenga
un cuchillo retráctil en la muñeca, cual “Ángel de la muerte” (alter ego de
Mengele) en “Marathon Man” (1976). Luichi Macias es una muy presencia como la tita, me recuerda a Terele
Pávez, una vitalista y alegre actuación; Claudia canal está muy bien como la
hija de López, sin caer en sensiblerías maniqueas aporta sensibilidad latente;
Ingrid García Johnson como Estrella queda bastante difusa, recurso romántico de
Toro a la que apenas se le da tiempo para que nos importe lo que le pase; José
Manuel Poga es el lugarteniente de Romano, cumple sin mucho más con su pose de
tipo duro.

La
puesta en escena es uno de sus puntos llamativos, inflenciada por el ya
mencionado cruce entre el realizador danés Refn, pero también creando un
universo propio, consiguiendo atraparnos en este cuento de hadas, con
princesas, ogros, Rey malo y héroe hierático, notable dirección artística de
Pepe Domínguez del olmo (“Grupo 7” o “La isla Mínima”), filmando en Fuengirola,
Torremolinos, Benalmádena, Málaga y Almería, con escenarios que parecen
detenidos en un futuro melancólico, todo esto atomizado por la fascinante fotografía Arnau Valls Colomer (“Eva” o “Anacleto”),
transmitiendo una Costa del Sol irreal, donde (gracias a unos formidables
filtros de luz) paradójicamente falta Sol, un eterno ambiente otoñal, a media
luz, tristona, grisácea, con mucha luz de neón, que le confieren sensación
cuasi-espectral, con los fotogramas saturados de coloridos fuertes e intensos,
esto acentuado en su clímax final, que como bien he leído nos remite a “Solo
Dios perdona” de Refn, se suman fabulosos encuadres, picados y contrapicados
fabulosos, tomas espectaculares del paisaje urbano, una juguetona pero eficaz
cámara en las dinámicas escenas de acción, con uso incisivo de la cámara lenta,
un tremendo trabajo reforzado por la
excelente edición de Elena Ruiz (Lo imposible” o “El orfanato”), potenciando la
acción, asimismo destacables son sus preciosos y sugestivos créditos iníciales
bañados en rojo sangre que huelen a “True detective”, obra de Fernando
Domínguez (“John Carter” o “Iron Man 3”), con la lastimera voz de fondo India Martinez. Todo esto adornado por la neurálgica música de
Joe Crepúsculo, con sonidos marcadamente religiosos, de procesión, con
cornetas, órgano, redobles, con claro sabor andaluz, sobre todo para impregnar
al contradictorio villano de la cinta.
En el lugar de los peros
estarían las escenas de persecuciones automovilísticas, el montaje hace un buen
trabajo intentando esconder la evidente falta de medios para hacerlas mejor.
Spoiler:


Momentos recordables: La
entrevista entre López y Toro con Romano, desatándose la violencia sin marcha
atrás, electrizante; El robo de toro a Romano en su piso en las alturas, con
toro saltando de balcón a balcón, impresionante, con ese final con Romano
gritándole desde las alturas a Toro, y la mirada que se cruzan; El encuentro
entre la Tita y Romano en Cabo de Gata y como él la apuñala por la espalda
cuando huye, desgarrador; Cuando Toro encuentra en la chaqueta de su hermano
los dos pasajes a marruecos de fecha anterior a todo lo pasado, quedando claro
que todo ha sido un retorcido plan de su díscolo hermano; Cuando Toro en su
piso llega de noche, ha idop a darle un beso a Estrella que aparentemente
duerme, sale a la puerta ante un ruido, y cuando entra ve sangre de su mano en
la puerta, corre a Estrella y ve como le han sacado los ojos de las cuencas,
escalofriante; Todo el tramo del clímax final, apabullante muestra de que en
España se puede hacer cine de acción, comenzando con el intrigante momento en
que Toro coge el gato del maletero, comenzando una arrolladora gimkana por
llegar a la cima d ela Torre donde se esconde Romano, para llegar allí las
peleas y sangre se desbordaran, rodado con un ritmo feroz, con una iluminación
de neones cuidada con extremo mimo, con música de órgano de iglesia, tremebundo
segmento hasta que consigue tras, luchar con decenas de sicarios, llegar a la
cima, allí el gato cobra sentido como abre-puertas de seguridad, en una
residencia plagada de figuras religiosas des-ojadas llorando, atronador clímax,
donde se produce un inesperado giro del destino, el padre-oficioso y el hijo
parecen perdonarse la vida uno a otro, y entonces llega el verdadero “caballo
de espadas” que matará a Romano, el cuasi-hijo, no es Toro, es Ginés traicionado
por su mentor, cayendo tras el disparo a la purificadora agua (otro elemento
religioso), sublime; El triste epílogo, desesperanzador y nada complaciente,
López dejando el dinero para su hija y ex, alejándose de lo que más quiere,
Estrella sin ojos en el hospital, y Toro llegando renqueante a prisión,
punzante conclusión.
Frases para esculpir en
mármol: “España es así, un país de malos hermanos.”/ “El pasado siempre
vuelve.”/ “Mala memoria, el otro gran defecto de este país.”
Muy recomendable film de
acción, de los que dan lo que se espera de ellos, y un poquito más. Fuerza y
honor!!!
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