Notable film coral, que
supone la mejor realización del cineasta James Foley, una incisiva
deconstrucción del Sueño Americano, arremetiendo con saña contra el capitalismo
despiadado, contra el arribismo, contra la competencia salvaje que hace
aplastarse unos a otros, tomando como McGuffin una oficina con empleados que
venden bienes raíces y son sometidos a una carrera en que el primero ganará un
cadillac, el segundo un juego de cuchillos, el resto serán despedidos. El absorbente
guión es del aclamado dramaturgo David Mamet
que adapta una obra teatral propia homónima ganadora del Tony y del
Pulitzer en 1984, estrenándose por vez primera en 1983 en el Royal National Theatre, de Londres, en USA se estrenó después, en Chicago antes de trasladarse a Broadway. Su alegórico argumento es potenciado por
agridulces diálogos interpretados de modo Colosal por unos actores tocados por
una barita mágica, Jack Lemmon Magno, Al Pacino Apoteósico, Ed Harris Vibrante,
Aled Baldwin Electrizante, Alan Arkin notable, Kevin Spacey Sibilino, y
Jonathan Price estupendo, entre todos componen uno de los elencos actorales
mejores de la Historia del Cine, Apabullante su modo de irradiar emociones
encontradas. Es una obra con bastantes paralelismos con otro premio Tony y
Pulitzer, en este caso de Arthur Miller, me refiero a “Muerte de un viajante” y
su Willy Loman, en las dos obras se
hace un deprimente lienzo de los vendedores.
El film se puede
dividir en dos partes de aproximadamente 50 minutos cada una: La primera
comprendería la tarde noche lluviosa, imprimiendo nivel de claustrofobia, con
la épica aparición de Alec Baldwin, la presentación de personajes, sus miedos,
dudas, ilusiones, frustraciones; La segunda parte comprendería la mañana, y
toda ella acontece en la oficina, con la excusa de un robo se despliegan las
corrompidas personalidades de cada uno. Aquí las crisis existenciales de cada
personaje implosionan de modo gradual hacia lo doliente.
El escenario
principal es una oficina de vendedores inmobiliarios, allí un enviado de la
central, Blake (Alec Bladwin) les da una charla sobre una competición motivadora
a la que van a ser sometidos, en una semana el mejor vendedor ganará un
cadillac, el segundo un juego de cuchillos y el resto serán despedidos. Los vendedores son Shelley
"La Máquina" Levene (Jack Lemmon), un tipo mayor en horas bajas, Dave
Moss (Ed Harris), un tipo hastiado de que lo maltraten en la oficina, George
Aaronow (Alan Arkin) un dubitativo tipo, y Ricky Roma (AL Pacino), el más exitoso de los comerciales, el jefe de la oficina es
John Williamson (Kevin Spacey), también será importante en el relato James
Lingk (Jonathan Pryce), un potencial comprador.

La historia es una radiografía
punzante en la que salen a relucir las lacras del capitalismo salvaje, el que
no repara en seres humanos, solo en los números de beneficio, ese que es capaz
de enfrentar a la gente y hacer que estos avasallen al de al lado por tener un
poco más de éxito, una reflexión mordiente sobre la despiadada competitividad,
la que separa a las personas entre triunfadoras y perdedoras. Es el Imperio del
dinero, que hace a muchos humanos peones manipulados por los de arriba para que
nos despedacemos para regocijo de sus cuentas bancarias, hace que tengamos que
bajar al barro, al juego sucio, a mentir, robar, medrar, lo que sea por ser el
primero en una carrera por sobrevivir un día más, un fresco desalentador de la
Condición Humana, de su desesperación. Un brutal fresco sobre la dictadura del
consumismo, una sátira sobre denigrar al más débil, una fábula darwinista donde
solo queda el más fuerte, donde el viejo es material defectuoso a extirpar de
nuestra decadente sociedad. Un relato duro, asfixiante, que a medida que avanza
se hace más y más opresivo, un enérgico drama con tintes de thriller, que se
mueve de modo trepidante en base a unos diálogos edificados con mimo por un
David Mamet en estado de gracia, mordaces, insidiosos, con aguijón envenenado,
con construcción de personajes fascinante, con duelos actorales brillantes,
donde el ganador es el espectador, consiguiendo atraparte en sus sugestivas
redes.
Es un micromundo en donde
conviven un grupo de personas, no queda bien parada la profesión de vendedor
comercial (bien sea puerta a puerta, o tfno. a tfno.), que no dudan en engañar
al que sea por alcanzar una comisión mejor, desean ascender, son arteros,
truhanes, amorales, traicioneros, trileros de la palabra, unos perdedores que
navegan con bote agujereado por un mar de angustia en el que no desean
naufragar, son especie de tiburones que temen quedar parados y morir, y mientras no dudaran en comerse al que sea
para subsistir,

El repertorio actoral es
majestuoso, un conjunto de actuaciones que harían atractiva la lectura de un
listín telefónico, más si les ponen sobre un guión excelente. Jack Lemmon
encarna a Shelley “La máquina” Levene con una fuerza emocional extraordinaria al perdedor que una vez estuvo
en la cima, y ahora en el otoño de su vida se encuentra al borde del abismo,
representa el reverso del éxito, el actor lo dota de patetismo, de
sentimientos, de lástima, de compasión, sublime en sus llamadas telefónicas, en
el lastimero intento de soborno a su jefe, en la visita de un “potencial”
comprador, fenomenal como deja traslucir que es un perdedor desesperado, como
las frustraciones vitales le transpiran la piel, un lenguaje gestual abrumador
de cómo se descompone anímicamente, Imperial Lemmon (ganó en Venecia el premio
al mejor actor). Alec Baldwin en un papel escrito expresamente por Mamet para
el film (aunque no se dice su nombre, en los créditos aparece como Blake), siete
minutos aparece solo, un speech tremebundo, una charla entre lo motivacional y
lo despectivo, una puñalada al corazón de la humanidad, y el actor se viene
arriba con ímpetu, energía, agresividad verbal, arrogancia, egocentrismo, su
modo de moverse, de expresarse, Antológico, desborda la pantalla con un carisma
Tsunami, arrasa con todo, Arrollador. Al Pacino (nominado al Oscar por el
papel) como el exitoso Ricky roma, aparece al tercio del film, y lo hace derrochando
carácter, empatía, inteligencia, manipulación artera, un volcán en erupción
oral, tremebundo, es la imagen del triunfador, parece levitar por la pantalla
con el aura del éxito flotando a su alrededor, la viva imagen de la fachada del
vendedor comercial que te embauca con dulces palabras y tras ellas solo medias
verdades, Portentoso. Ed Harris como David Moss,
representa al tipo hastiado de que su empresa lo mangonee, el medrador que
despotrica sibilinamente entre los “obreros”, excelsa la rabia que despliega.
Alan Arkin como George Aaronow, en un papel más débil demuestra que con apenas
hablar se pueden transmitir sensaciones, exhibe dudas, indecisión, el actor
lucha con un rol menos trabajado en fondo. Kevin Spacey como el gerente John
Williamson expone contención, un gran apoyo sobre todo en los ententes con Jack
Lemmon, tipo mesurado, observador, paciente, oyente, flemático. Jonathan Pryce
cumple con su apocado personaje que sirve como presa propicia de Roma.

La cinta tiene algunas taras
que la impiden elevarse algo más, elementos deux machina que se sienten forzados
y a los que hay que darles gran licencia para tolerarlos. Lo de las
tarjetas-pistas se siente un poco metido con calzador, si quieren que se maten
entre ellos que les den una pistola, pero si quieren beneficios para la empresa
que reparten las tarjetas equitativamente entre los vendedores, no tiene mucho
sentido que las muestren a los vendedores y luego les digan que no se las van a
dar, solo como McGuffin para el posterior robo. Lo del robo, si se analiza no
se aguanta, por que en vez de sustraerlas no han hecho fotocopias? Resulta complicado creer que la policía este toda una mañana en esta oficina por el
robo de unas tarjetas-pistas. El modo en que el gerente “pilla” a Shelly
resulta cuando menos chirriante, pues este sabe que el gerente salió con él
antes de que Ricky hubiera llevado el contrato, los dos estuvieron hablando y
luego Williamson se fue a su casa a ver su hijo, por tanto sabe que no envió el
contrato, Error de guión. En España los contratos de propiedad inmobiliaria hay
que pasarlos por notario, supongo que en USA también por tanto el contrato que
Roma firmó con el tipo del restaurante chino no se pudo hacer efectivo tan
pronto. No tiene sentido alguno que en la compañía tengan a potenciales
clientes a tipos que saben no tienen intención alguna de comprar y que no tiene
dinero, para que torturar a Shelley con este cliente que saben que no comprará?
Lo puesta en escena rezuma
frugalidad, austeridad, como queriendo despojar a la narración de lo superfluo
y potenciar de este modo las sibaritas actuaciones, con un minimalista diseño
de producción de jane Musky (“Arizona baby” o “Ghost”), rodándose íntegramente en
Nueva York, sus exteriores en el barrio de Brooklyn, y en los Kaufman Astoria
Studios, sobresaliendo el ambiente claustrofóbico impuesto por la copiosa
lluvia nocturna, así como en su segunda parte en la opresiva oficina, así como
a reseñar la fotografía del vasco Juan Ruiz Anchia (“La casa de juegos” o “Spartan”),
con escasa iluminación, patinados acentuados verdes, azules y rojos, en la
primera parte nocturna, y en la segunda azul grisáceo, que impone muchos
reflejos de luces de neón como símil de lo artificioso, de lo brillante y
esplendoroso, pero hueco en su interior, con tomas abiertas haciendo que los actores
fluyan en la escena cual teatro. Film adornado por la suave música de James
Newton Howard (“Michael Clayton” o “Los juegos del hambre”), de resonancias jazzísticas,
a lo que contribuyen los temas de Irving Berlin, Duke Ellington o Donald Fagen.
Spoiler:
Momentos
recordables: El “sádico” discurso de Blake (Alec Baldwin), Atronador, un mordaz,
agresivo, y amoral discurso sobre el capitalismo que no hace prisioneros, solo
los triunfadores que pisotean al vecino sin escrúpulo alguno merecen vivir, el
resto a la basura; El lastimero intento de soborno de Shelley al gerente, llega
a producir entrañabilidad por su ternura; El intento de venta en casa de un posible
comprador de Shelley, como se ve que el “comprador” no está nada interesado y
aún así Shelley lo intenta patéticamente; La charla en que David Moss intenta convencer
sibilinamente a George Aaronow de porque está justificado que roben en la
oficina; La estelar aparición de Al Pacino como Roma, manejando a su antojo a
un pardillo; El tramo en que James Lingk
vuelve a la mañana siguiente a la oficina
a pedir a Roma romper el contrato, el modo impresionante en que maneja
la situación el vendedor, llevando al comprador hacia donde quiere, confundiéndolo,
mintiéndole y haciéndolo sentir mal; Como le cuenta Levene a Roma como se
desarrolló la venta que realizó, maravilloso el placer que despliega en la
narración Lemmon.
Recomendable
a los que gusten de películas con actores grandes en grandes momentos, en medio
de un guión con un gran trasfondo social, de los que te deja pensando. Fuerza y
honor!!!
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