EL CLAN.
Buen trabajo del argentino
Pablo Trapero, ácida película basada en el REAL caso
policial del Clan Puccio, que conmovió a la sociedad argentina a comienzos de
los años 80 (entre el 82 y el 85), una familia, los Puccio, que llevaba una
doble vida, por un lado parecía una familia modelo de un barrio bueno de la
capital argentina, el de San Isidro, un padre cariñoso y atento con sus hijos,
les ayuda a hacer la tarea, riega la entrada de la casa, una madre ama de casa
amable, unos hermanos que iban a buenos colegios, el mayor perteneciente a la
selección argentina de rugby, clan religioso, de los que bendice la mesa antes
de comer, pero por otro lado tienen como medio de vida el secuestrar a gente
acaudalada para pedir un cuantioso rescate y que con perturbación vemos que
estos raptados son “alojados” en el sótano de la vivienda familiar. El
realizador nos muestra la barbarie, la insensibilización ante la villanía, ante
la crueldad, con estruendo asistimos a como esta familia “feliz” prepara la
cena, come, ve la tele, hacen la tarea, duermen, charlan entre ellos del
ordinario día a día, ello mientras podemos oír con escalofrío los gritos de los
rehenes provenientes del “cuarto
oscuro”, terrorífico, pavor da ver como en este clan unos eran parte activa en
los secuestros y otros lo permitían con su silencio, pasividad y aquiescencia.
Trapero contextualiza los hechos con el colapso de la dictadura post-final de
la Guerra de las Malvinas (perdida), y llegaba al poder una democracia precaria,
al mando Raúl Alfonsín, esto introducido en el prólogo que marca a fuego el
devenir del relato. Como bien he leído se puede decir que es mezcla el film entre “Capturing The Friedmans” (2003) y “Los Sopranos”
(1999 – 2007), a la primera se parece en lo de que es un relato real y lo de la
familia retorcida que convivía en su casa con el mal, a la segunda se asemeja
en lo del clan jerarquizado donde todo se hace por el bien común familiar. Con más de quinientas mil entradas vendidas, se
convirtió en la cinta más exitosa en su primer fin de semana en la historia del
cine argentino, superando a “Relatos salvajes”, que había conseguido vender cuatrocientas cincuenta mil entradas en
2014.
Trapero hace una alegoría malsana
entre la familia Puccio y la degradación moral de la sociedad Argentina del momento, en descomposición, la dictadura militar cae, los privilegios de
una clase que hacía y deshacía a su antojo colapsan, Trapero sugiere sutilmente
que las turbulencias y confusión ante el advenimiento de la democracia pudieron hacer germinar un producto tan tóxico
como Arquímedes, al amparo y al cobijo de los antiguos mandamases, el patriarca
del Clan se erige en figura perniciosa, el Mesiánico Dictador capaz de
manipular a su antojo a la familia, hacerla creer que lo que hacen es justo,
aunque esto sea la más pura maldad, pero cual Maquiavelo el fin (el bienestar
económico de la prole) justifica los medios (los secuestros y asesinatos),
todos en la casa o colaboran o aceptan en modo pasivo, la familia Puccio es el
país en potencia, una ciudadanía anestesiada por los militares, en este caso
por el rígido Arquímedes, el hijo Alejandro se convierte en la conciencia que
tímidamente protesta, pero que al final, como a él le beneficia calla
penosamente, es la doble moral, la hipocresía, la gente que ante las
injusticias mira hacia otro lado, aquella que respira aquello que Hanna Arendt llamó
“La banalidad del mal”.
Arremete Trapero contra la familia,
cuando esta se convierte en autoritaria incontestaria, de cómo esta puede
soportar callada las tropelías que suceden en su sótano, con evidentes
paralelismos con la Argentina, que en silencio aguantaba las purgas que se efectuaban
en su territorio con (se estima que 9000) que miles de desaparecidos políticos,
nación que convivía cual “Dr. Jekyl y Mr Hyde”, la bondad religiosa
ultracatólica con lo que acontecía en su trastienda de villanías. El hilo de
unión entre la dictadura argentina y la familia es Arquímedes, un tipo frío que
trabajaba para la inteligencia , esto no se explica, pero se supone utilizaba
métodos violentos en sus labores oficiales en la guerra sucia contra la
oposición, estas artes tras la caída del régimen son utilizadas en bien propio
cuando impone un nuevo negocio familiar fructífero, los secuestros para pedir
rescate, esta violencia que el protagonista manejaba oficialmente, luego
clandestinamente, también la utiliza sibilinamente en su hogar, tanto física
como psicológica para mantener a “raya” a sus vástagos.
Atractivo thriller que nos
habla de un modo mordaz de la familia, del horror disfrazado de cotidianidad, de
la codicia, de la deshumanización, de las falsas apariencias, de la corrupción
humana, del sentido del deber, del despotismo, de la ambición social, de vivir
con la mentira, de los sentimiento de culpa, de la ambigüedad moral, lo hace de
modo incisivo, con tremendo realismo social Trapero nos adentra en otro
argumento sobre la confusa identidad nacional argentina, lo afronta con solidez
narrativa, con brillante construcción de protagonistas, con un desarrollo
dinámico, trepidante en ocasiones, con intensidad, ello apoyado en una
ambientación tremebunda, con un montaje vibrante, con manejo de planos-secuencia
demoledores, y con un manejo de la música desconcertante, temas pop de la época
que (creo entender) sugieren lo rutinario que es para los Puccio su “trabajo de
raptores”, bebiendo en este estilo notoriamente del director italoamericano Martin
Scorsese, manejando los saltos en el tiempo (flash-backs) como elemento de
inquietud en un crescendo climático que se construye a base de ir exprimiendo
el aire a cada escena más y más, cual si estuviéramos en la casa de los
horrores (hogar Puccio), se nos va oprimiendo gradualmente.
Parte del jugo de la cinta
está en la relación amor-odio entre el padre Arquímedes y su exitoso hijo
Alejandro, componente del equipo nacional de Rugby, nos muestran las dudas del
hijo (cual ejemplo de la sociedad che ante la dictadura), su tormentosa
conciencia bulle pero es siempre apaciguada por “el encantador de serpientes”
Arquímedes, su poderosa personalidad (la dictadura militar), se impone sobre la
voluble y sugestionable personalidad de un joven que en la flor de la vida
sucumbe ante el (mucho) dinero fácil.
Es una radiografía
desalentadora de la Condición Humana, rebosante de personajes sórdidos,
sombríos, siniestros, lo que hace más tenebrosos a esta familia es verlos
desarrollar su rutina diaria, interrelacionarse entre ellos con amor, ternura,
cariño, el ejemplo de este retorcimiento de lo que debe ser una familia es la
madre, que parece estar en una burbuja en que no le afectan los “negocios
secuestradores” de su marido, ayudando al esposo en las dudas de los hijos para
que continúen con su vida delictiva, es tanto o más monstruo que Arquímedes,
por su negación de la realidad, por su aceptación del mal.

Pero la cinta no es perfecta, me falta
un foco más abierto que me dé amplitud a lo que vemos, nunca sabremos la
cobertura militar real que tuvo para que no le cogieran antes, se sugiere tímidamente,
pero no se sabe hasta donde llegó, o es que la policía no dio con él hasta el
final, esta supuesta ayuda queda en una nebulosa, y es que tampoco sabremos
cual era el papel de Arquímedes en la Triple A (esto ni lo nombran de Argentina,
sabemos que trabaja allí pero no nos enteraremos de su jerarquía o su cometido,
solo podemos suponerlo, es como si uno debiera haber entrado documentado para
ver el film, como tampoco sabremos nada de los cómplices que ayudan a Arquímedes,
meras figuras de decorativas , sin alma, esto debilita el conjunto. Otro error es no mostrar la interrelación
con sus vecinos, se le ve regando la puerta de su casa pero nunca lo vemos
alternar con gente del vecindario, esto podría haber acentuado más el carácter turbador
de los protagonistas, y es que he leído que los lindantes comentaron tras la
detención del clan que eran una familia modelo. Hay una gran laguna en el
guión, y es el papel que quieren exceder de cándido a Alex, este realmente es,
según vemos, abominable, por mucho que nos muestren pequeñas muestras de
humanidad, pues el primer secuestro es a un amigo suyo, Ricardo, en que él se
expone como cebo, ejemplo de ponzoñosa vileza, luego nos quieren hacer creer
que Alex no sabe que lo van a matar, si Alex supone esto, y que lo van a soltar
tras pagar el rescate, hay un agujero, como va a justificar Alex ante Ricardo
que él esté libre, si lo vio secuestrar junto a él? ERROR. Hay buenos montajes
paralelos durante el film, pero hay uno que chirría, crepita, me refiero al de
cuando vemos a Alex fornicar con su pareja y en paralelo vemos a uno de los
secuestrados quejarse lastimeramente de los golpes, en una analogía nada
afortunada.

La puesta en escena de
Trapero resulta singular, con buen diseño de producción de Sebastián Orgambide (“Tetro”
o “El pasado”), rodando íntegramente en Buenos Aires (Argentina), el hogar de
los Pucció es recreado en el 3698 de Juan
Zufriategui, Villa Martelli, los diferentes escenarios atomizados dramáticamente
por la fotografía de Juan Apezteguía (“Crónica
de una fuga” o “Carancho”), con extraordinarios y zozobrantes planos-secuencias
que remueven las tripas, con insidiosos y suaves travellings, con tonalidades
de color que juegan con la luz y los claroscuros en los momentos importantes
para irradiar intriga e inquietud, creando una atmósfera enrarecida. Sobresale el perturbador uso de la música, temas pop alegres que contrastan con lo que
vemos, quedando turbios videoclips, quizás para remarcar la cotidianidad de los
actos de los Puccio, o para señalar el estado de esquizofrenia en que vive, melodías
que turban en el contexto que las oímos, ejemplo cuando se utilizan para tapar
los quejidos de una secuestrada, acercándose como ya he dicho al estilo en que
maneja el score Scorsese, aportando no intensificación, si no distensión, se
oye a The Kinks "Sunny
Afternoon" (dos veces), a Seru Girán “Encuentro con el diablo” ,a Ella
Fitzgerald “Into Each Life Some Rain
Must Fall” , a la Creedence Clearwater Revival
“Tombstone shadow”, A Virus “Wadu-Wadu”,
y a David Lee Roth con su clásico “Just gigoló”, este se oye durante la
ejecución del último secuestro, quedando esto como un elemento que nos hace
entrar en la distorsionada mente del Clan. Meritoria la labor de edición del
propio realizador junto a Alejandro
Carrillo Penovi (“El aura” o “La señal”), que hacen brotar montajes paralelos que
hacen desbordar en el espectador sensaciones encontradas, no lo dejan
indiferente.

Guillermo
Francella como Arquímedes compone probablemente el mejor rol de su carrera, se transmuta
de modo sublime en un ser terrorífico, un demiurgo del mal, siniestro, sombrío,
manipulador, de mirada pétrea, sin pestañear, se comporta de modo flemático,
hierático, pero de vez en cuando tiene
ataques de ira aterradores, espeluznante su bipolaridad de cariñoso pater de familia
a su oscuridad de secuestrador desalmado, ayudado esta ambivalencia por su avejentada
figura de anciano con pelo cano, fofisano, lo vemos con pijama, con rebequita, tremenda
su encarnación. Peter Lanzini (Juan Pedro Lanzini) un popular cantante
argentino, dota a su Alejandro de dimensión trágica, el único que parece
cuestionarse (aparte del hermano que deja el país) los actos del padre,
mantiene con este un duelo trémulo, impregna a su rol de melancolía, debatiéndose
entre el sentido del deber a su familia, los beneficios que saca de ello, y el
sentido del bien. Lili Popovich como la mater del Clan, Epifania, baña a su
personaje de una maldad patológica trémula, la de la que acepta en silencio la
oscuridad venenosa en su hogar. Gastón Cocchiarale como el hijo brutote
Maguila, es el reflejo de cómo aceptar sin dilema los lucros de maldad.


Spoiler:
Momentos recordables: En el inicio con el discurso del general
Galtieri sobre la derrota argentina en la Guerra de las Malvinas, génesis del
principio del fin, esto observado por tele por Arquímedes que se mundo venirse
abajo; El vibrante plano-secuencia del secuestro de Ricardo, el amigo de Alex,
con la cámara entrando y saliendo de autos de modo fluido, El estremecedor
plano-secuencia en que empezamos viendo a Arquímedes con su esposa en la cocina
trocear un pollo, él le da un masaje en los hombros, coge una bandeja de
comida, pasa por delante del hijo Alex que ve la tele, sube la escalera y le
dice a su hija en el dormitorio que baje a cenar, y de pronto la cotidiana
escena explota, abre el cuarto de baño y en la bañera encapuchado y encadenado
hay un secuestrado al que el pater le lleva la bandeja, desgarrador; El l
encadenado enervador de cómo vemos a través de Arquímedes, dejan el dinero del
rescate del primer secuestrado, el clan saca al raptado de la casa, lo mete en
el maletero de un coche, pero en vez de entregarlo lo ejecuta y entierra en un
hoyo, esto bajo un tema musical de Ella Fitzgerald que te pone fundido con las imágenes
inquieto; El devastador plano-secuencia del secuestro fallido, al que terminan
matando, fascinante modo de hacer fluir la acción; El último secuestro a la
mujer, electrizante plano-secuencia bajo los frenopáticos acordes del tema “Just
a gigoló”; El enfrentamiento final en la celda entre Arquímedes y su hijo Alex,
como el pater provoca a su vástago poniéndole contra el espejo de la realidad,
que no hay tanta diferencia entre los dos, provocando la ira violenta del hijo;
El escalofriante epílogo en el palacio de justicia, con otro magistral
plano-secuencia, como la cámara sigue a Alex por los pasillos, cruzándose con
los “cómplices”, su hermano Maguila, su padre, Alex mira a su padre y le sonríe
cínicamente, forcejea con su guardia y corre hacia una baranda saltando de una
gran altura y cayendo al suelo con estrépito, IMPACTANTE.
Como curiosidad decir que ha
sido producido por los hermanos Almodóvar, Agustín y Pedro.
 |
El verdadero Arquímedes Puccio detenido |
Entre julio de 1982 y agosto
de 1985, los Puccio, familia de San Isidro (barrio bonaerense), mantuvieron
secuestradas en su casa a cuatro personas, cobrando rescate por las tres
primeras. En tiempos de dictadura, se presume que el patriarca familiar,
Arquímedes, ex peronista de derecha, ex miembro del Servicio de Inteligencia de
la Fuerza Aérea y ex integrante, según se cree, de la Triple A, debía contar
con alguna mano amiga dentro de las fuerzas de seguridad. Un detalle
particularmente siniestro es que todos los secuestrados eran conocidos de la
familia. Los dos primeros, compañeros de su hijo mayor, Alejandro, jugador de
Primera del CASI que además pasó por Los Pumas.
Un muy recomendable film que
explora con bisturí ácido la compleja Naturaleza Humana. Fuerza y honor!!!
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