DÓNDE ESTÁ LA CASA DE
MI AMIGO?
145/03(07/07/16) Sugestivo film iraní del más aclamado
realizador proveniente de esta nación, Abbas Kiarostami, con guión propio y
haciendo gala de una sencillez abrumadora, con un argumento nimio exhibe
maestría componiendo una obra de calado emocional, relato que dentro de su
simpleza despliega todo un arco de sublecturas, apoyado esto en una puesta en
escena frugal pero a la vez desprovistas de artificios que desvíen la atención.
Una narración sustentada en la inocente y límpida mirada de un niño que ve el mundo sin maldad,
sin la complejidad que con los años la gente adulta añade a la sociedad, una
cinta que loa la amistad, la solidaridad, la bondad, la comunicación
intergeneracional, y arremete con valentía (teniendo en cuenta la dictadura
islámica persa) contra la cerrazón, contra la educación arcaica, contra imponer
disciplina inflexible, contra la tradicional impostura de la violencia para
aplicar obediencia, lo hace con una visión pura, aprovechando su escaso metraje
de apenas 80 minutos para inundar la historia con un canto al costumbrismo de
los pueblos rurales, a su parco modus vivendi. El realizador filma con estilo
neorrealista, con escasez de medios, en exteriores realistas, y con actores no
profesionales que imprimen gran frescura. El título de la película deriva de un
poema de Sohrab
Sepehri, se considera la primera película de Kiarostami trilogía de
Koker, siendo el motor de la
misma el devastador terremoto que asoló la región en 1990, a este film anterior
al cataclismo siguió “La vida
continua...” (1992) y “A
través de
los olivos” (1994), todos los
cuales tienen lugar en Koker,
Irán. Esta película se
encuentra entre los primeros diez puestos de la lista del BFI de “Las 50 películas que deberías ver a los 14 años”.
Mientras se prepara para
hacer su tarea, Ahmed (Babek Ahmed Poor) se da cuenta de que accidentalmente trajo a casa un cuaderno perteneciente
a uno de sus compañeros de clase, Mohammed (Ahmed Ahmed Poor). Sabiendo que su amigo puede ser expulsado por el rígido profesor (Kheda
Barej Defai) si no tiene el bloc de notas con el fin de completar su tarea,
Ahmed le pide permiso a su madre (Iran Outari) ir a devolvérselo al pueblo de
al lado, Postei, pero ella se niega, iniciando una aventura de iniciación.


La cinta resulta un fresco
entrañable 24 horas de un niño en una aldea rural iraní, a través del chaval lo
veremos (casi, lo única escena donde no está Ahmad es la conversación entre el
abuelo del niño con otro anciano sobre la disciplina a palos) todo, Kiorastami
tiene la gran virtud de para sentirnos el pequeño colocar la cámara a la altura
de sus ojos, en ocasiones no veremos el rostro de sus interlocutores, solo
medio cuerpo, chico acompañado de modo naturista por los sonidos de la
naturaleza, ello en un desarrollo fluido¡, donde todo sucede de modo rápido,
pero dosificando y acentuando los momentos importantes para hacernos
reflexionar, en un increscendo dramático muy bien llevado, para desembocar en
un final precioso por toda la carga de profundidad que conlleva el que quizás
el ciclo “tóxico” de insolidaridad se rompa. Un conmovedor lienzo en favor de
los buenos valores, de que la verdadera educación no reside en la disciplina
rígida, si no en la comprensión, en el escuchar, en comunicarse, un relato que
se convierte en una especie road-movie, cambiando la carretera por las
laberínticas y estrechas calles de unas aldeas y por un camino en pendiente
zigzagueante a modo de alegoría de lo que en la vida, no hay camino directo al
lugar que deseamos. Es una aventura con grandes dosis de poesía humanista, una
travesía iniciática de maduración en la que el chico mediante la gente con la
que se encuentra irá empapándose de cómo es la vida, y por la mañana será un
poquito mejor que el día anterior, las dotes de observación le serán recompensadas,
mediante sus interrelaciones con los adultos será testigo de las muchas lacras
que residen en la sociedad, como es el poco caso que se le hace a los niños
(profesores, madres, abuelos, adultos...), lo poco que se les escucha,
convirtiéndose en una barrera complicada de salvar, es una batalla del chico
contra la incomunicación, contra la soledad, contra el egocentrismo de los
mayores, contra las barreras entre generaciones, de cómo un niño amable es
invisible a los ojos de los mayores, donde nadie le hace caso, le hacen el
vacío, choca contra un muro, contra unas generaciones enraizadas en una
educación ancestral que ha ido pasando de padres a hijos donde la disciplina
estricta es lo más fácil, si hay que llegar a dar palizas (aunque no haya
motivo) es incluso recomendable (¿?), todo con tal de sembrar la sumisión absoluta,
no por convencimiento, si no por miedo, esto manifestado en la conversación
entre el abuelo de Ahmad y otro anciano. En este aspecto reluce un subtexto
crítico a la sociedad iraní, a como las autoridades oficiales pueden ser vistas
como los adultos del film, que imponen su ley a base de propagar el miedo entre
sus ciudadanos, que serian exponencialmente los niños sufren la condescendencia
de todo por tu bien, aunque tenga que apalizarte, aquello del fin justifica los
medios, es por ello que veo en Kiarostami bastante arrojo en esta fábula moral,
atreverse a arremeter contra el poder establecido. Pero el realizador lanza un
rayo de esperanza depositado en las nuevas generaciones, la de los niños que
pueden romper este círculo vicioso de impostura del temor, representan el
futuro y este puede ser mejor que el pasado, el ejemplo el protagonista de esta
cinta.
Esto se entrelaza con
equilibrio con una lírica visual que te acaricia con ternura en su brillante
descripción de un lugar anclado en su tradicionalismo, en su costumbrismo
detenido en el tiempo, en sus paisajes rebosantes de candor rural, en sus
métodos de educación primitivos, donde se exige más obediencia ciega que conocimiento,
asistimos a los quehaceres diarios de una madre en su casa, como lava la ropa,
la hamaca para mecer al bebe, y como en Abbas es norma, dando relevancia e
importancia al papel de la mujer en la jerarquía familiar, al de la madre abnegada
en sus duros (por rústicos) quehaceres domésticos.
En su poco minutaje hay tiempo
para que la grieta intergeneracional quede expuesta entre los adultos y los
ancianos, esto expresado en una metáfora alegórica como salto delante de los
tiempos, no siempre a mejor, una acerada y ácida reflexión donde una labor como
la de hacer puertas se convierte en reflejo del salto generacional, las solariegas
puertas de madera deben dejar paso a las de hierro, más duraderas y fiables, también
expuesto en los vendedores de las mismas, primero vemos en Koker al de las
puertas de metal, un charlatán solo preocupado de hacer negocio como sea, esto encadenado
al avejentado carpintero con el que se encuentra Ahmad en Postei, tipo amable
que busca alguien que le escuche (como al niño), ya no tiene trabajo, el férreo
y ascético hierro aplasta a las viejas generaciones que hacen trabajos
artesanales, barridos estos por la pujante industrialización, pero no se sabe
si a mejor.
Babek Amed Poor como el
aventurero chico lo borda, con una fascinante expresividad, emite ternura,
dignidad, lealtad, solidaridad, afecto, con gesto contenido se enfrenta a los
contratiempos, el modo en que se preocupa por su amigo cuando cae al suelo, o
como expresa emociones en silencio cuando descubre el cuaderno de su amigo en
su poder, con las consecuencias de castigo que supondrá esto para su compañero,
soporta estoico la nula atención que tiene, pero su fe en lo que hace es
inquebrantable, y eso lo transmite de modo brillante, el modo en que intenta
hacer lo correcto por encima de la cerrazón de los mayores, su ímpetu, como lo
vemos ilusionarse con cada pista que le acerca a su objetivo, sus vitalistas
carreras colina arriba y abajo, un “guerrero” indómito por hacer lo justo, para
salvar la intransigencia, y lo interpreta de modo muy veraz y natural, actor no
profesional autóctono de la zona, no aparecería en más películas, falleciendo
penosamente el terremoto de la región en 1990. Kheda Barech Defai como el
profesor representa los valores arcaico de la rigidez y la disciplina
inflexible, muy bien expuestos en la forma que atemoriza a los alumnos.

La puesta en escena es de un gran naturalismo cuasi-documental,
con su ambientación expone contrapuntos, por un lado al comienzo está la clase,
lugar claustrofóbico regido con mano (cuasi militar) de hierro por el maestro,
provocando terror entre los chicos, por otro están los espacios abiertos
rurales, las dos aldeas vecinas, Koker y Postei, con añejas casa de adobe y
paja, con sus callejuelas estrechas y empinadas, serpenteantes, comunicadas por
una colina con camino en zig-zag y árboles
por medio, lugar de libertad por donde corre el protagonista, esto potenciado
por la preciosa fotografía de Farhad Saba (“A través de los olivos”), con
bellos planos generales que atomizan el sentir de un lugar escondido enraizado
en los tiempos, bañado en colores suaves, en hermosa miscelánea con el paisaje,
con el vestuario, con la cámara haciendo notables movimientos para mostrar el
costumbrismo local, esto patente en la casa de Ahmed, con la imagen flotando
por los pasillos exteriores y por el patio que respira tradición, o como toma
el objetivo las secuencias nocturnas en que el chico va por Postei con el
anciano, de cómo la luz se filtra líricamente por las ventanas y vidrieras
ornamentadas, dejando en penumbra al protagonista y su anciano acompañante en
su paseo. La música de Amille Allah Hessine de melodías tradicionales Iraní
suena solo en tres momentos, coincidiendo con los viajes corriendo de Ahmed
entre Koker y Postei, imprimiendo ritmo y carácter del entorno. Asimismo, como
en el cine de Kiarostami es norma, los sonidos ambientales cobran gran sentido
para meter al espectador en la acción, el canto de gallos, los pájaros, los
insectos, el viento, y sobre todo los limpios silencios que dan relax y sosiego
de estar en zona campestre.
Spoiler:

Momentos
recordables: La charla entre los dos ancianos sobre la educación disciplinar
que sufrieron, de un humor negro turbador, como el abuelo cuenta que el padre
todas las semanas le daba dinero y una paliza, que el dinero algunas semanas se
le olvidaba, pero la paliza nunca fue pasada por alto; Las enérgicas y
vitalistas careras colina arriba y abajo del niño por el camino zigzagueante,
ello bajo lindos acordes musicales; El tramo en que el niño es acompañado por
el anciano por Postei para ir a la casa de su amigo, como el anciano denota
anhela alguien que escuche sus batallitas, y esto en contraste con el chaval
que requiere al viejo para vaya más rápido, enternecedor segmento. Me queda la
pregunta de no saber porque al final no llama a la puerta de la casa de su
amigo; El precioso y excelente final, es por la mañana, estamos en clase, Ahmed
no ha llegado, su amigo está inquieto por que no tiene el cuaderno y no ha podido
hacer la tarea, y le castigaran, entonces llega Ahmed, se sienta junto a él y
le da el cuaderno con la tarea realizada, no le castigaran, ejemplo de Amistad.
En
conjunto me queda una notable propuesta que en tras su sencillez reside gran
carga de profundidad humana. Muy
recomendable verla, y de obligatorio uso verla padres e hijos juntos. Fuerza y
honor!!!
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