LA ZONA DE INTERÉS
Original punto de vista
del Holocausto, habiendo cierta saturación sobre films sobre la SHOAH que
describen cruda y visualmente los horrores del genocidio, todo un sub género en
sí, el director y guionista londinense Jonathan Glazer ha dado un singular giro
para hacer que jugar a provocar al espectador con lo que intuye de fondo,
mientras en primer plano discurre aquello que Hannah Arendt dijo durante el
juicio a Adolf Eichmann de “La banalidad del mal”. Retratando a la familia del
mandamás del campo de exterminio nazi de Auschwitz, Rudolph Höss. Una prole
vista con una vida idílica, con un padre cariñoso, un matrimonio bien avenido,
residen en un lugar (aparentemente) bucólico, haciendo salidas al campo junto
al rio, donde juegan los niños, y el patriarca pesca y rema con la barca que le
han regalado por su cumpleaños, la madre cuida el hogar con devoción, el perro
de la familia retoza a sus anchas, el padre cierra las puertas de la casa antes
de acostarse, este le lee cuentos a sus hijos en la cama, la madre cuida de las
flores del jardín, pero con la particularidad de que esta residencia colinda
con el campo de exterminio donde se calcula murieron aproximadamente un millón
y medio de personas asesinadas por la barbarie de una máquina engrasada para
hacer desaparecer a los que ellos consideraban ‘indeseables’, mayormente judíos.
Glazer se basa libremente en la novela de 2014 de Martin Amis, Glazer transforma al protagonista ficticio del
libro en el oficial de las SS de la vida real en el que se inspiró, Rudolf
Höss, comandante con más años de servicio en el campo de concentración de
Auschwitz, fuerza líder en el perfeccionamiento de las técnicas de exterminio
masivo implementadas durante la aceleración de la "Solución Final" de
Hitler. Glazer elimina casi todo lo que hay en la novela, incluida la
trama, para escenificar la extirpación de la conciencia moral.
Siendo lo original que
nunca entramos en el recinto de exterminio, nunca vemos el terror,
ingeniosamente solo se intuye en los márgenes, bien por las torres de
vigilancia, los edificios que se elevan tras los muros de la casa, donde
sabemos están los presos, como los sonidos de disparos, los ladridos de perros,
el ruido de los trenes al llegar, o gritos de ordenes de soldados, o chillidos de
prisioneros, y sobre todo la visión de la chimenea del crematorio echando una
enorme fumarola de humo infernal en su raíz con fuego espectral y todos sabemos
de qué es la columna de gas negro. Esto hace que el fotograma oculto, ese que
se genera en el cerebro con lo fuera del plano, lo que intuimos, pero no vemos,
aquí es acongojante por como nuestra mente genera lo que hemos visto en todo un
caudal de información previa de documentales, series, películas, libros, el
pavor de lo que sabemos pasa ahí ante la indiferencia de los que viven a la
sombra.
Siendo fundamentales
para imbuirnos del turbador malsano estado de ánimo la cinematografía del
polaco Lukasz Zal (“Ida” o “Guerra Fría”) con cámaras como si fuesen de
vigilancia o seguridad, en tomas amplias, sin apenas primeros planos para
hacernos sentir voyeurs de la situación, todo imbuido de tonos blancos, las
paredes, la vestimenta, la luz solar, como queriendo mostrar el patinado
virginal del color escondiendo la putrefacta realidad; Rompiendo el estilo está
la sub trama de la niña de las manzanas filmada en plano negativo; La ominosa música
compuesta por Mica Levi (“Under the skin” o “Jackie”), nombre artístico Micachu, de sensaciones guturales que
remueven, golpes secos que aturden, me recuerda en cierto modo a la del film
del año pasado “Sin novedad en el frente”; Amen del trabajo de diseño de sonido
de Johnnie Burn (“Under the skin” o “Pobres criaturas”), todo trabajando en
adusta miscelánea para hacernos sentir mal cuerpo. Como ascético pero
fundamental es el diseño producción Chris Oddy (“`71” o “Under the skin”) con
epicentro en la casa Höss que se construyó cerca de donde hubo un campo de
exterminio, según los registros históricos.
Exquisita la labor de la
pareja protagónica Christian Friedel y Sandra Hüller (menudo año para la actriz
germana con este papel y el de “Anatomía de una caída”) como el comandante nazi
alemán Rudolf Höss y su esposa Hedwig. Él es la imagen de lo grotesco por como
sabemos cuál es su trabajo, solo vemos un lado de su vida, la familiar, y ahí
se comporta como un padre y marido atento, podemos atisbar en detalles su
maldad, como es que monte a caballo para entrar en el campo de exterminio, cual
señor feudal llegando a sus dominios, lo vemos pasear fumando por el jardín y
de fondo la torre de la chimenea humeante dan fe de quien es realmente, también
está la reunión de trabajo con unos empresarios de la construcción que le viene
a ‘vender’ un sofisticado sistema para incineración al por mayor, todo muy
aséptico. Teniendo un giro su carácter cuando sale de su ‘Paraíso’ y se reúne
en Berlín con otros oficiales nazis para planear ‘La Solución Final’ (incluso
se permite humor negro en un comentario con su esposa), puede deje ver sus
grietas hediondas en el rellano de una escalera, quizás Glazer queriendo
hacernos ver lo podrido que está por dentro; Ella en una actuación perturbadora
en su mundanidad, en su maldad adusta, ello jugando con la percepción del
espectador que sabe de dónde sale el fruto de su edén, sus andares de pato, su
apariencia marujona, como desprecia con apatía lo del otro lado. Verla
repartirse lencería de las prisioneras cual día de fiesta resulta desgarrador. La
vemos probarse en su dormitorio un abrigo de piel, se mira en diferentes poses
en el espejo, cuando encuentra en el bolsillo un lápiz labial, tras lo que se
pinta los labios, sin importarle lo más mínimo de donde proceden, aterrador el
desprecio que muestra. Solo deja ver su interior podrido cuando Hedwig amenaza
a una criada.
Comienza con la pantalla
a negro durante extenso tiempo, mientras de fondo se oye la inquietante música
de Levi. Hasta que se hace la luz y vemos un cuadro evocador, cual escena
pastoral campestre salida de algún cuadro impresionista francés. Una familia de
picnic, entre los cantos de pájaros, toman el sol a orillas de un bucólico rio,
en medio de un lar verde, donde las rubias niñas con el cabello trenzado a
imagen de su madre recogen flores del campo, los varones nadan y disfrutan
solazmente de la jornada. Tras ello seguimos al clan en su hogar, con su dócil
sirvienta, el niño juega con soldaditos de plástico (mientras oye algo al otro
lado), secuencias de felicidad para ellos, celebran cumpleaños, se bañan en la
piscina. La matriarca siente es el futuro que Hitler les auguró, su particular
Tierra Prometida. Para los Höss lo que ocurre al otro lado del muro es algo que
no les penetra, los miles de asesinatos son simple trabajo burocrático
aséptico, están inmunizados contra las ‘señales’ que llegan del otro lado del
muro bordeado de alambre de espino. Hedwig vive su Paraíso único, es (según
ella misma se dice) la ‘Reina de Auschwitz’, cuida de su invernadero, muestra
la casa orgullosa a su madre, charla con amor con su marido en la cama (con
camas separadas ¿?) haciendo planes de vacaciones y recordando anécdotas
divertidas. Son la negación absoluta al Horror que les rodea, viven en una
burbuja. Ella junto a otras mujeres nazis, se reparten el ‘botín’ del Canadá
(palabra utilizada en el campo de exterminio para denominar a l lugar donde se
recogían todas las pertenencias de los presos), lo hacen sin sentimientos de
culpa alguna, es para ellas como el día de Reyes Magos. Incluso bromean sobre
sus criadas judías las esposas nazis, Hedwig le espeta a la suya que puede
hacer esparcir sus cenizas por el jardín(¿?).
El film carece de un
hilo conductor, son meras estampas hogareñas, la cotidianidad de un hogar
cualquiera (pero no lo es), que son intercambiables (las set-pieces) cronológicamente.
Solo en el tramo final hay algo de trama, cuando a Höss lo deciden trasladar a
la Oficina Central cerca de berlín, y choca con los deseos de su esposa. El
resto son viñetas que buscan estremecernos por como sabemos todos las
atrocidades que acontecen tras los muros. El horror llega en afilados momentos,
como cuando Höss ataviado de modo caricaturesco con una camiseta de tirantas
blanca con el anagrama en grande de las SS, está metido en el rio pescando,
mientras sus hijos juegan en el agua, descubre algo (no me he enterado bien de
que), pueden ser cenizas de humanos o restos de deshechos del gas veneno
Zyklon-B, y alerta a su niños para dejar el rio y se los lleva montado en la
barca para luego se laven con fruición en casa, estremecedor por como sabemos
que Höss huye de sus propios métodos genocidas, y a la par vemos lo buen padre
que es, lo que estremece más, pues es un ser común que protege a sus vástagos;
Estremece ver al hijo con una linterna observar en la noche una caja de dientes
de oro, pues todos sabemos de qué son fruto.
Hay un tramo
desconcertante por lo críptico, aunque se puede intuir por dónde va el mensaje.
Es la visita de la madre de Hedwig (Imogen Kogge), la anfitriona le enseña
orgullosa la casa y el jardín, la madre le muestra admiración por lo alto que
ha llegado, aunque deja alguna perlita en algún comentario, como cuando comenta
que ella fue criada de una mujer judía y quizás este tras los muros. Por la
noche la madre mira por la ventana de su dormitorio y el humo de la gran
chimenea se refleja en el cristal. Por la mañana la madre se ha marchado sin
decir nada, solo ha dejado una nota que lee la hija y quema, pero no sabemos lo
que pone, pero puede Glazer nos esté mostrando al único personaje con algo de
conciencia moral.
En los márgenes
silenciosos sutilmente se entreve el terror a flor de piel, como las cenizas
que utiliza el jardinero-prisionero para fertilizar y que todos sabemos de
donde proceden, esas criadas mansas que no dicen palabra, pero que dicen mucho
en sus atemorizadas miradas, esos limpiabotas que recogen rígidos las botas del
comandante si mostrar sentimiento alguno; Hay juegos sensoriales incisivos,
como unos primeros planos de las lilas y los girasoles del jardín que con el
sonido distante de unos gritos la pantalla pasa a escarlata, en clara metáfora
de sangre.
Hay un tramo extraño, en
realidad se da dos veces. Comienza con Rudolf leyendo cuentos (uno el de Hansel
&Gretel) a sus hijos antes de dormir. Las imágenes cambian a imágenes
térmicas, estamos en el campo y vemos a una joven incrustar manzanas y peras en
un badén de tierra enfangada. En el segundo tramo se alarga más, y pone fruta
en carros en medio de donde trabajaran los presos de Auschwitz. Es como si
Glazer nos mostrará el horror en color y su reverso de la bondad no puede ser
igual y es en el negativo.
Es reseñable como el
Rudolf Höss muestra su gusto obsesivo por la limpieza, cual si con ello fuera
una alegoría de querer limpiarse las manos cual Pilatos con lo que sucede en el
campo de exterminio. Lo vemos como cuida sus botas, cuando decide salir del rio
con sus hijos para asearse en casa con fruición, e incluso lo vemos limpiarse
concienzudamente tras tener sexo con una joven claramente forzada.
El tramo final rompe con
la monotonía reinante. Cambia Rudolf Höss de escenario, lo vemos en una reunión
(en una toma agobiante cenital) militar para decidir el futuro de 700,000 prisionero
judíos húngaros, una labor administrativa rutinaria, que en realidad son miles
de condenas a muerte de inocentes. Tras ello una fiesta en un palacio que
Rudolf observa también en alto en otra toma cargante cenital. Tras ello Rudolf
telefonea a su esposa, ella le cuestiona sobre quien había allí y él responde
jocosamente (¿?), “A decir verdad, no estaba prestando atención. Estaba imaginando
como gasearía a todos en la habitación. Sería muy difícil logísticamente por la
altura del techo”. Tras lo que llega su desconcertante y críptico final.
Glazer no quería que las
atrocidades que ocurrían dentro del campo fueran vistas, sólo escuchadas.
Describió el sonido de la película como "la otra película" y
"posiblemente, la película". Con ese fin, el diseñador de sonido
Johnnie Burn compiló un documento de 600 páginas que contiene eventos
relevantes en Auschwitz, testimonios de testigos y un gran mapa del campo para
que la distancia y los ecos de los sonidos pudieran determinarse adecuadamente.
Pasó un año construyendo una biblioteca de sonidos antes de que comenzara la
filmación, que incluía sonidos de maquinaria de fabricación, crematorios,
hornos, botas, disparos con precisión de época y sonidos humanos de dolor.
Continuó construyendo la biblioteca hasta bien avanzado el rodaje y la
posproducción.
Final: Tras hablar por teléfono con su esposa, Höss sale de su oficina de Berlín, baja unas escaleras, se detiene, vomita repetidamente y mira fijamente la oscuridad de los pasillos del edificio. Hay un fundido a negro y vemos una puerta con mirilla que se abre, estamos en una sala donde gaseaban a prisioneros los nazis, estamos en la actualidad, un grupo de mujeres limpia en silencio el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Volvemos a 1943, Höss baja las escaleras, fundido a negro y fin.
La joven polaca de la
película está inspirada en una mujer llamada Alexandria, a quien Glazer conoció
durante su investigación. Cuando tenía 12 años y era miembro de la resistencia
polaca, solía ir en bicicleta al campo para dejar manzanas a los prisioneros
hambrientos. Como en la película, descubrió una pieza musical escrita por un
prisionero. El prisionero, llamado Joseph Wulf, sobrevivió al campo y fue una
de las primeras personas en documentar las atrocidades del Holocausto, causa a
la que dedicó su vida. Alexandria tenía 90 años cuando conoció a Glazer y murió
poco después. La bicicleta que usa la película y el vestido que usa la actriz
le pertenecían.
Se le puede achacar al
film que es demasiado reiterativo en su idea, subraya en demasía la idea de la
mencionada banalidad del mal, le faltan ideas que hagan avanzar sobre lo ya
iterado. Tanto es así, que Glazer parece darse cuenta en la parte final nos
saca del hogar Höss para llevarnos a Orianienburg a reuniones de trabajo ‘burocrático’.
Esto es hacer trampas al solitario, amén de no aportar algo nuevo y si haciendo
lo que ya hemos visto en otros films. Tampoco su final me ha resultado
ingenioso, es como si no supiera como acabar y lo demuestra. Es una buena película,
que cala por su originalidad, pero que tras ello esconde algunas carencias. Gloria
Ucrania!!!
El título de La zona de
interés de Jonathan Glazer hace referencia a cómo los alemanes etiquetaron el
área de 40 kilómetros cuadrados que rodeaba el campo de concentración de
Auschwitz en las afueras de Oświęcim, Polonia.
Film nominado a 5
premios de la Academia (incluidos mejor película y mejor director para Glazer)
y 3 premios Globos de Oro. El film
obtuvo en el festival de Cannes el gran premio del jurado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario