miércoles, 28 de febrero de 2024



LA ZONA DE INTERÉS

 

Original punto de vista del Holocausto, habiendo cierta saturación sobre films sobre la SHOAH que describen cruda y visualmente los horrores del genocidio, todo un sub género en sí, el director y guionista londinense Jonathan Glazer ha dado un singular giro para hacer que jugar a provocar al espectador con lo que intuye de fondo, mientras en primer plano discurre aquello que Hannah Arendt dijo durante el juicio a Adolf Eichmann de “La banalidad del mal”. Retratando a la familia del mandamás del campo de exterminio nazi de Auschwitz, Rudolph Höss. Una prole vista con una vida idílica, con un padre cariñoso, un matrimonio bien avenido, residen en un lugar (aparentemente) bucólico, haciendo salidas al campo junto al rio, donde juegan los niños, y el patriarca pesca y rema con la barca que le han regalado por su cumpleaños, la madre cuida el hogar con devoción, el perro de la familia retoza a sus anchas, el padre cierra las puertas de la casa antes de acostarse, este le lee cuentos a sus hijos en la cama, la madre cuida de las flores del jardín, pero con la particularidad de que esta residencia colinda con el campo de exterminio donde se calcula murieron aproximadamente un millón y medio de personas asesinadas por la barbarie de una máquina engrasada para hacer desaparecer a los que ellos consideraban ‘indeseables’, mayormente judíos. Glazer se basa libremente en la novela de 2014 de Martin Amis, Glazer transforma al protagonista ficticio del libro en el oficial de las SS de la vida real en el que se inspiró, Rudolf Höss, comandante con más años de servicio en el campo de concentración de Auschwitz, fuerza líder en el perfeccionamiento de las técnicas de exterminio masivo implementadas durante la aceleración de la "Solución Final" de Hitler. Glazer elimina casi todo lo que hay en la novela, incluida la trama, para escenificar la extirpación de la conciencia moral.

 

Siendo lo original que nunca entramos en el recinto de exterminio, nunca vemos el terror, ingeniosamente solo se intuye en los márgenes, bien por las torres de vigilancia, los edificios que se elevan tras los muros de la casa, donde sabemos están los presos, como los sonidos de disparos, los ladridos de perros, el ruido de los trenes al llegar, o gritos de ordenes de soldados, o chillidos de prisioneros, y sobre todo la visión de la chimenea del crematorio echando una enorme fumarola de humo infernal en su raíz con fuego espectral y todos sabemos de qué es la columna de gas negro. Esto hace que el fotograma oculto, ese que se genera en el cerebro con lo fuera del plano, lo que intuimos, pero no vemos, aquí es acongojante por como nuestra mente genera lo que hemos visto en todo un caudal de información previa de documentales, series, películas, libros, el pavor de lo que sabemos pasa ahí ante la indiferencia de los que viven a la sombra.

 

Siendo fundamentales para imbuirnos del turbador malsano estado de ánimo la cinematografía del polaco Lukasz Zal (“Ida” o “Guerra Fría”) con cámaras como si fuesen de vigilancia o seguridad, en tomas amplias, sin apenas primeros planos para hacernos sentir voyeurs de la situación, todo imbuido de tonos blancos, las paredes, la vestimenta, la luz solar, como queriendo mostrar el patinado virginal del color escondiendo la putrefacta realidad; Rompiendo el estilo está la sub trama de la niña de las manzanas filmada en plano negativo; La ominosa música compuesta por Mica Levi (“Under the skin” o “Jackie”), nombre artístico Micachu, de sensaciones guturales que remueven, golpes secos que aturden, me recuerda en cierto modo a la del film del año pasado “Sin novedad en el frente”; Amen del trabajo de diseño de sonido de Johnnie Burn (“Under the skin” o “Pobres criaturas”), todo trabajando en adusta miscelánea para hacernos sentir mal cuerpo. Como ascético pero fundamental es el diseño producción Chris Oddy (“`71” o “Under the skin”) con epicentro en la casa Höss que se construyó cerca de donde hubo un campo de exterminio, según los registros históricos.

 

Exquisita la labor de la pareja protagónica Christian Friedel y Sandra Hüller (menudo año para la actriz germana con este papel y el de “Anatomía de una caída”) como el comandante nazi alemán Rudolf Höss y su esposa Hedwig. Él es la imagen de lo grotesco por como sabemos cuál es su trabajo, solo vemos un lado de su vida, la familiar, y ahí se comporta como un padre y marido atento, podemos atisbar en detalles su maldad, como es que monte a caballo para entrar en el campo de exterminio, cual señor feudal llegando a sus dominios, lo vemos pasear fumando por el jardín y de fondo la torre de la chimenea humeante dan fe de quien es realmente, también está la reunión de trabajo con unos empresarios de la construcción que le viene a ‘vender’ un sofisticado sistema para incineración al por mayor, todo muy aséptico. Teniendo un giro su carácter cuando sale de su ‘Paraíso’ y se reúne en Berlín con otros oficiales nazis para planear ‘La Solución Final’ (incluso se permite humor negro en un comentario con su esposa), puede deje ver sus grietas hediondas en el rellano de una escalera, quizás Glazer queriendo hacernos ver lo podrido que está por dentro; Ella en una actuación perturbadora en su mundanidad, en su maldad adusta, ello jugando con la percepción del espectador que sabe de dónde sale el fruto de su edén, sus andares de pato, su apariencia marujona, como desprecia con apatía lo del otro lado. Verla repartirse lencería de las prisioneras cual día de fiesta resulta desgarrador. La vemos probarse en su dormitorio un abrigo de piel, se mira en diferentes poses en el espejo, cuando encuentra en el bolsillo un lápiz labial, tras lo que se pinta los labios, sin importarle lo más mínimo de donde proceden, aterrador el desprecio que muestra. Solo deja ver su interior podrido cuando Hedwig amenaza a una criada.

 

Comienza con la pantalla a negro durante extenso tiempo, mientras de fondo se oye la inquietante música de Levi. Hasta que se hace la luz y vemos un cuadro evocador, cual escena pastoral campestre salida de algún cuadro impresionista francés. Una familia de picnic, entre los cantos de pájaros, toman el sol a orillas de un bucólico rio, en medio de un lar verde, donde las rubias niñas con el cabello trenzado a imagen de su madre recogen flores del campo, los varones nadan y disfrutan solazmente de la jornada. Tras ello seguimos al clan en su hogar, con su dócil sirvienta, el niño juega con soldaditos de plástico (mientras oye algo al otro lado), secuencias de felicidad para ellos, celebran cumpleaños, se bañan en la piscina. La matriarca siente es el futuro que Hitler les auguró, su particular Tierra Prometida. Para los Höss lo que ocurre al otro lado del muro es algo que no les penetra, los miles de asesinatos son simple trabajo burocrático aséptico, están inmunizados contra las ‘señales’ que llegan del otro lado del muro bordeado de alambre de espino. Hedwig vive su Paraíso único, es (según ella misma se dice) la ‘Reina de Auschwitz’, cuida de su invernadero, muestra la casa orgullosa a su madre, charla con amor con su marido en la cama (con camas separadas ¿?) haciendo planes de vacaciones y recordando anécdotas divertidas. Son la negación absoluta al Horror que les rodea, viven en una burbuja. Ella junto a otras mujeres nazis, se reparten el ‘botín’ del Canadá (palabra utilizada en el campo de exterminio para denominar a l lugar donde se recogían todas las pertenencias de los presos), lo hacen sin sentimientos de culpa alguna, es para ellas como el día de Reyes Magos. Incluso bromean sobre sus criadas judías las esposas nazis, Hedwig le espeta a la suya que puede hacer esparcir sus cenizas por el jardín(¿?).

 

El film carece de un hilo conductor, son meras estampas hogareñas, la cotidianidad de un hogar cualquiera (pero no lo es), que son intercambiables (las set-pieces) cronológicamente. Solo en el tramo final hay algo de trama, cuando a Höss lo deciden trasladar a la Oficina Central cerca de berlín, y choca con los deseos de su esposa. El resto son viñetas que buscan estremecernos por como sabemos todos las atrocidades que acontecen tras los muros. El horror llega en afilados momentos, como cuando Höss ataviado de modo caricaturesco con una camiseta de tirantas blanca con el anagrama en grande de las SS, está metido en el rio pescando, mientras sus hijos juegan en el agua, descubre algo (no me he enterado bien de que), pueden ser cenizas de humanos o restos de deshechos del gas veneno Zyklon-B, y alerta a su niños para dejar el rio y se los lleva montado en la barca para luego se laven con fruición en casa, estremecedor por como sabemos que Höss huye de sus propios métodos genocidas, y a la par vemos lo buen padre que es, lo que estremece más, pues es un ser común que protege a sus vástagos; Estremece ver al hijo con una linterna observar en la noche una caja de dientes de oro, pues todos sabemos de qué son fruto.

 

Hay un tramo desconcertante por lo críptico, aunque se puede intuir por dónde va el mensaje. Es la visita de la madre de Hedwig (Imogen Kogge), la anfitriona le enseña orgullosa la casa y el jardín, la madre le muestra admiración por lo alto que ha llegado, aunque deja alguna perlita en algún comentario, como cuando comenta que ella fue criada de una mujer judía y quizás este tras los muros. Por la noche la madre mira por la ventana de su dormitorio y el humo de la gran chimenea se refleja en el cristal. Por la mañana la madre se ha marchado sin decir nada, solo ha dejado una nota que lee la hija y quema, pero no sabemos lo que pone, pero puede Glazer nos esté mostrando al único personaje con algo de conciencia moral.

 

En los márgenes silenciosos sutilmente se entreve el terror a flor de piel, como las cenizas que utiliza el jardinero-prisionero para fertilizar y que todos sabemos de donde proceden, esas criadas mansas que no dicen palabra, pero que dicen mucho en sus atemorizadas miradas, esos limpiabotas que recogen rígidos las botas del comandante si mostrar sentimiento alguno; Hay juegos sensoriales incisivos, como unos primeros planos de las lilas y los girasoles del jardín que con el sonido distante de unos gritos la pantalla pasa a escarlata, en clara metáfora de sangre.

 

Hay un tramo extraño, en realidad se da dos veces. Comienza con Rudolf leyendo cuentos (uno el de Hansel &Gretel) a sus hijos antes de dormir. Las imágenes cambian a imágenes térmicas, estamos en el campo y vemos a una joven incrustar manzanas y peras en un badén de tierra enfangada. En el segundo tramo se alarga más, y pone fruta en carros en medio de donde trabajaran los presos de Auschwitz. Es como si Glazer nos mostrará el horror en color y su reverso de la bondad no puede ser igual y es en el negativo.

 

Es reseñable como el Rudolf Höss muestra su gusto obsesivo por la limpieza, cual si con ello fuera una alegoría de querer limpiarse las manos cual Pilatos con lo que sucede en el campo de exterminio. Lo vemos como cuida sus botas, cuando decide salir del rio con sus hijos para asearse en casa con fruición, e incluso lo vemos limpiarse concienzudamente tras tener sexo con una joven claramente forzada.

 

El tramo final rompe con la monotonía reinante. Cambia Rudolf Höss de escenario, lo vemos en una reunión (en una toma agobiante cenital) militar para decidir el futuro de 700,000 prisionero judíos húngaros, una labor administrativa rutinaria, que en realidad son miles de condenas a muerte de inocentes. Tras ello una fiesta en un palacio que Rudolf observa también en alto en otra toma cargante cenital. Tras ello Rudolf telefonea a su esposa, ella le cuestiona sobre quien había allí y él responde jocosamente (¿?), “A decir verdad, no estaba prestando atención. Estaba imaginando como gasearía a todos en la habitación. Sería muy difícil logísticamente por la altura del techo”. Tras lo que llega su desconcertante y críptico final.

 

Glazer no quería que las atrocidades que ocurrían dentro del campo fueran vistas, sólo escuchadas. Describió el sonido de la película como "la otra película" y "posiblemente, la película". Con ese fin, el diseñador de sonido Johnnie Burn compiló un documento de 600 páginas que contiene eventos relevantes en Auschwitz, testimonios de testigos y un gran mapa del campo para que la distancia y los ecos de los sonidos pudieran determinarse adecuadamente. Pasó un año construyendo una biblioteca de sonidos antes de que comenzara la filmación, que incluía sonidos de maquinaria de fabricación, crematorios, hornos, botas, disparos con precisión de época y sonidos humanos de dolor. Continuó construyendo la biblioteca hasta bien avanzado el rodaje y la posproducción.


Final: Tras hablar por teléfono con su esposa, Höss sale de su oficina de Berlín, baja unas escaleras, se detiene, vomita repetidamente y mira fijamente la oscuridad de los pasillos del edificio. Hay un fundido a negro y vemos una puerta con mirilla que se abre, estamos en una sala donde gaseaban a prisioneros los nazis, estamos en la actualidad, un grupo de mujeres limpia en silencio el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Volvemos a 1943, Höss baja las escaleras, fundido a negro y fin.


La joven polaca de la película está inspirada en una mujer llamada Alexandria, a quien Glazer conoció durante su investigación. Cuando tenía 12 años y era miembro de la resistencia polaca, solía ir en bicicleta al campo para dejar manzanas a los prisioneros hambrientos. Como en la película, descubrió una pieza musical escrita por un prisionero. El prisionero, llamado Joseph Wulf, sobrevivió al campo y fue una de las primeras personas en documentar las atrocidades del Holocausto, causa a la que dedicó su vida. Alexandria tenía 90 años cuando conoció a Glazer y murió poco después. La bicicleta que usa la película y el vestido que usa la actriz le pertenecían.

 

Se le puede achacar al film que es demasiado reiterativo en su idea, subraya en demasía la idea de la mencionada banalidad del mal, le faltan ideas que hagan avanzar sobre lo ya iterado. Tanto es así, que Glazer parece darse cuenta en la parte final nos saca del hogar Höss para llevarnos a Orianienburg a reuniones de trabajo ‘burocrático’. Esto es hacer trampas al solitario, amén de no aportar algo nuevo y si haciendo lo que ya hemos visto en otros films. Tampoco su final me ha resultado ingenioso, es como si no supiera como acabar y lo demuestra. Es una buena película, que cala por su originalidad, pero que tras ello esconde algunas carencias. Gloria Ucrania!!!

 

El título de La zona de interés de Jonathan Glazer hace referencia a cómo los alemanes etiquetaron el área de 40 kilómetros cuadrados que rodeaba el campo de concentración de Auschwitz en las afueras de Oświęcim, Polonia.

 

Film nominado a 5 premios de la Academia (incluidos mejor película y mejor director para Glazer) y 3 premios Globos de Oro. El film obtuvo en el festival de Cannes el gran premio del jurado.


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