El rapto de Bunny Lake
Más que interesante thriller psicológico
dirigido y producido por el ucraniano Otto Preminger, obra imbuida de misterio
y suspense agobiantes en su premisa críptica de la búsqueda de una niña
desaparecida que puede existir o no. El guión del entonces matrimonio Penelope
y John Mortimer adaptan libremente la novela de 1957 “Bunny Lake Is Missing” de
Evelyn Pipe (seudónimo de Merriam Modell), originalmente ambientada en New
York, la historia nos habla de Blanche Lake, una madre soltera de 21 años, a
cuya hija de tres años deja al cuidado en una guardería y ese mismo día, la
niña desaparece y ella se ve abocada a buscarla en una trama que transcurre en
el término de 24 horas. Al ser rodada en Inglaterra, la historia se ambientó en
Londres, el personaje central fue llamado Ann Lake, la niña tiene ahora seis
años, y el final fue sustituido por otro para que, quienes habían leído la
exitosa novela, pudieran encontrarse con alguna sorpresa.
Protagonizada por Carol Lynley como una madre que
busca a su hija desaparecida, Keir Dullea como su hermano y Laurence Olivier
como el oficial de policía que investiga el caso. El relato te atrapa desde su
potente inicio, sentando las bases de una historia absorbente, las piezas van
deslizándose hacia un obscuro puzle, adentrándose en tabúes de los que
Preminger gustaba de transgredir (como ya hizo en “Anatomía de un asesinato” de
1959), trata temas como las relaciones entre adolescentes, la maternidad de una
soltera, el secuestro de niños, el sadomasoquismo, el fetichismo, y hasta otro
más turbador que subyace durante el metraje, pero que solo aflora en su rush
final (spoiler). Para una cinta con claros referentes en el cine hitchcockiano,
al maestro de la papada más famosa gustaba de adentrarse en terrenos
cuasi-freudianos en muchas de sus obras y aquí Preminger juega a ello,
hundiendo el colmillo en los trastornos mentales, la bipolaridad, las
obsesiones, con una resolución impactante, con claro referente en un título de
esta misma década de Hitchcock (spoiler).
Un metraje que desconcierta en su ambigüedad al
espectador, sintiéndonos el inspector policial encarnado por un gran Laurence
Olivier, donde las piezas no le encajan, todo evolucionado hábilmente a
contrarreloj, todo acontece cual pesadilla kafkiana desde una mañana hasta la
noche, no paran de suceder giros. Día en que el director nos sumerge en un
clima hostil ambiental externo, seguramente para emparentarlo a lo que sufre
sobre todo esta madre (o no), surtiendo la narración de secundarios disfuncionales,
desde ese casero ladino-viscoso-metomentodo (Noël Coward), esa encargada del
colegio (Anne Masey) más preocupada de quitarse culpas que de encontrar a la
niña, esa dueña del colegio infantil (Martha Hunt) recluida en el ático fría y
arrogante. Y por lo externo surtido de imágenes tangenciales de revueltas
callejeras, aderezado por música rock (The Zombies) para agriar más el coctel.
Comienza con los créditos diseñados por el más grande
en la materia, Saul Bass, habitual colaborador del director, también de
Hitchcock y Kubrick. Aquí dejando huella con unas turbadoras figuras
componiendo una especie de rompecabezas infantil. Para a continuación
sumergirnos gradualmente en una espiral pesadillesca con la desaparición (o no)
de una niñita de una escuela infantil londinense. Las incógnitas van desplegándose
en un juego perverso de complejidad, donde no hay registros del ingreso de la
niña, nadie ha visto a la niña, la persona que dice la madre haberla dejado al
cargo ha desaparecido. Todo un incisivo misterio cuando se contrapone la
versión de la madre con los datos que vamos conociendo que ponen en duda esta
niña haya existido, y con ello el espectador se coloca a la defensiva.
Las miguitas de pan en modo elementos de pruebas (o
no) van desvelándose y con ello el espectador duda de todo y todos, historias
del pasado se conocen que nos dejan perplejos por como conectan con el presente.
Bien es cierto que una vez la siembra de la duda de si la niña existe o no
emerge entramos en un bucle de acumulación de pruebas en este sentido que
estiran algo la trama, podrían haber condensado algo para no sentirte en un y
más y más. Hasta que la historia vira a un clima de suspense a una atmósfera de
terror agobiante que comienza con un giro cortante en un inquietante Taller de
Muñecas (filmada en The Barry Elder Doll Museum), lugar filmado con aura
aterradora de expresionismo acuciante, regido por un mecánico manco encarnado
por un singular Finley Currie. Y desde ese momento la cinta entra en un
torbellino de demencia desgarradora, ya todo se destapa y colisionamos en un
clímax final perturbadoramente malsano.
Pero lo malo es que, si lo piensas un poquito, con las
respuestas también afloran las costuras en modo trampas y lagunas que hacen
sentirte en cierto modo algo estafado. También esta parte onírica-patológica
nocturna parece fruto de otro film, pues el comportamiento de los protagonistas
resulta arbitrario y poco entendible, quizás habría venido bien no alargar
tanto este segmento.
Carol Lynley da una meritoria actuación como la
sufridora madre (o no), expone el temor, el miedo, el terror agobiante de no
saber dónde está la (supuesta?) hija. En el clímax transforma su rol en una
especie de negociadora-psiquiatra ladina, dejando entrever su fragilidad; Keir
Dullea da una interpretación durante casi todo el metraje (spoiler) comedida y
mesurada; Laurence Olivier como el agente al cargo de la investigación resulta
maravilloso aportando aristas a su rol, es nuestra brújula moral, nos sentimos
él mismo mientras va enterándose de lo que puede suceder, actuación adusta,
pero de una solidez y autoridad incisiva; Destaca un Noël Coward en un papel
extraño y desconcertante, que realmente a la trama no aporta nada, si acaso
componer un clima de hostilidad constante sobre la madre. Un personaje
irritante, viscoso, lascivo, tipo irritante que irrumpe en la casa de Ann como
casero, amanerado con su perrito acosa de modo agresivo a la joven, comenta los
parabienes del masoquismo, adora la cultura tribal africana, una figura retorcida
que desvía la atención de lo crucial; Martita Hunt una sentida caracterización
como la rara dueña de la guardería que vive en el ático recopilando testimonios
de pesadillas de niños, mujer fría que derrocha sentido agudo de la duda sobre
lo que ve; Finlay Currie tiene un pequeño y turbador papel como 'cirujano de
muñecas', que borda.
La puesta en escena resulta excelente para imbuir al
espectador del estado de ánimo malsano requerido. Rodada la cinta en formato de
pantalla ancha, con cinematografía en glorioso b/n de Denys N. Coop (“Rey y
Patria” o “El estrangulador de Rillington Place”), en fuertes contrastes de
grises, trasladándonos la claustrofobia de la madre en nel primer tramo que
sucede casi todo en la estancia de la guardería de varias plantas, pero sobre
todo adquiriendo un sentido expresionista en la fase final clímax, epítome el
tramo en el taller de muñecas, creando un aura de terror sofocante, así como en
la parte zenit adquiriendo una atmósfera de pesadilla de niño con epicentro en
el jardín nocturno, con su juego a la gallinita ciega o el columpio,
perturbador; Esto adornado por la enervadora música de Paul Glass (“Galeria nocturna” u “Overlord”),
una especie de nana turbia que se deconstruye hasta lo ominoso en su evolución
por el metraje, haciéndote calar inquietud en el cuerpo.
La banda de rock inglesa Zombies aparece en los
créditos y en el cartel de la película por su contribución de tres canciones a
la banda sonora de la película: "Remember You", "Just Out of
Reach" y "Nothing's Changed". La banda aparece actuando en un
televisor en el pub donde el superintendente Newhouse se reúne con Ann, y
"Just Out of Reach" suena en la radio de un conserje mientras Ann
escapa del hospital. Con Preminger presente en el estudio, la banda grabó un anuncio
de radio de dos minutos con la melodía de "Just Out of Reach" que
promovía el estreno de la película e instaba al público a "Ven a
tiempo!" de acuerdo con la política de no admisión tardía de la película.
Estos esfuerzos representan un ejemplo temprano de lo que se convirtió en la
práctica común de Hollywood de vincular promociones con actos musicales
populares.
Spoiler:
Una vez el hermano Steven decide explotar y golpea a
su hermana Ann para dejarla inconsciente, vemos quema la muñeca. Esto tampoco
es prueba definitiva alguna de la existencia de la niña, pues pueden tener una
muñeca para una ficticia Bunny sin problema, una vez puestos en esta locura.
Pero Steven decide que si es prueba y emerge de su cordura a la locura, cosa
que no había dado muestras en todo el minutaje. El plan de este está cogido con
papel de fumar, pues tarde o temprano aparecerá el pasaporte de la niña, habrá
un registro civil en USA de ella. Pero lo peor de todo es que cuando todo
eclosiona, primero Ann no avisa a la policía de que su hermano algo esconde. Y
lo que es peor, Ann da pruebas de que sabía de la locura bipolar de su hermano,
lo que lo hacía harto sospechoso de la desaparición de Bunny, y no había dicho
nada! Porque? Sabía del enamoramiento incestuoso (otro elemento transgresor que
toca Preminger) de este por ella y aun así seguía con él? Ella intenta
manipularlo de modo psicológico que da a entender no es la primera vez que lo
hace, y sin embargo nada dice a la poli en medio de la crisis de la
desaparición de Bunny? Esto para mí me resulta tramposo y resta puntos. Como n
o entiendo en medio del horror de que Steven esté a punto de matar y enterrar a
Bunny la madre no grite para que aparezca al menos al casero irritante.
Ann se despierta en el hospital y escapa. Ella
descubre que Steven está enterrando las posesiones de Bunny en el jardín y que
había sedado a la niña escondiéndola en el maletero de su coche. Steven insinúa
un interés incestuoso con su hermana y se queja de que Bunny siempre se
interpone entre ellos. Creyendo que Ann ama a Bunny más que a él, el niño
amenaza el sueño de Steven de un futuro con su hermana. Ann, al darse cuenta de
que su hermano está loco (cual Norman Bates en “Psycho”), comienza a jugar
juegos infantiles con Steven para distraerlo de matar a Bunny, ello pone en su
contexto el bello de punta, por como sabemos que Steven es una bomba a punto de
explotar, que cual niño disfruta con la gallinita ciega o empujando al columpio.
Newhouse, después de descubrir que Steven mintió a la policía sobre el nombre
del barco que trajo a los Lake a Inglaterra, se apresura rápidamente a la
residencia de los Lake y llega a tiempo para detener a Steven y rescatar con
éxito a Ann y Bunny.
Su visión oscura y siniestra de Londres hizo uso de
muchos lugares reales: el Museo de Muñecas Barry Elder en Hammersmith hizo las
veces del hospital de muñecas; la Little People's Garden School utilizó
edificios escolares en Hampstead; y la casa "Frogmore End" era Cannon
Hall, que había pertenecido al padre de la novelista Daphne du Maurier, Sir
Gerald du Maurier. Preminger encontró que el desenlace de la novela carecía de
credibilidad, por lo que cambió la identidad del posible asesino. Esto provocó
muchas reescrituras por parte de sus guionistas británicos, marido y mujer,
John Mortimer y Penelope Mortimer antes de que Preminger quedara satisfecho.
Me queda un estimulante thriller, que por desgracia no
termina de cuadrar en la parte final. Gloria Ucrania!!!
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